El entierro del enterrador

30 de diciembre de 2024

Capítulo XII

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

En las semanas finales del embarazo, Juana deja de comer guayabas verdes con sal y padecer náuseas. Y aunque no disminuyen las demás molestias corporales el apetito se le incrementa, al punto que en las fiestas navideñas de ese año, próxima a parir, traga desaforadamente y provoca la preocupación de Candelaria.

Felipito, hasta finales de diciembre, fiel al propósito que le manifestó a Generoso, combina la caza de tomeguines con la castración de colmenas de abejas silvestres, cuyos panales de miel son confeccionados con néctar de campanillas de pascuas.

En litros vacíos de ron y aguardiente envasa la miel obtenida y guarda los recipientes en rincones umbrosos, a salvo de las hormigas.

El lunes veintiocho de diciembre, en horas de la mañana, Juana experimenta los primeros dolores de parto. Candelaria que la acompaña, con un chiquillo de la barriada, le manda un recado a Felipito: “Juana tiene dolores de parto y rompió la fuente”. El joven se turba y balbucea que tiene mucho trabajo.

-¡Arranca para tu casa!, que yo me ocupo de buscar quien me ayude -Generoso le ordena.

Felipito nervioso y para ganar tiempo, contraviniendo las órdenes del administrador, salta el muro trasero del camposanto y en un santiamén llega a la vivienda. Abre la puerta y parado en medio de la sala, con los ojos fulgurantes de temor, interpela.

-¿Ya parió?

Candelaria sale de la habitación e imperiosa le dice. 

-¡Cállate…! No grites tanto. -¿Ya parió? -repite y baja el tono. 

-No, no ha parido. Rompió la fuente y está dilatando, pero como es primeriza puede parir rápido o demorarse horas. 

De la habitación brota un quejido sordo y prolongado. Felipito palidece y precisa. 

-¿Es ella…?

-Tiene dolores -la mujer contesta confiada.

-¡Pobrecita!

-¿Quieres verla?

-¡No, no…! Prefiero estar afuera -rechaza con expresión espantada.

-¡Ustedes los hombres! -exclama burlona-. Mejor vuelve al trabajo. Si algo pasa te aviso.

-¡No! De aquí no me muevo… por si acaso. Además de ti, ¿hay alguien con ella?

-La comadrona Angelita Valdés está en el cuarto y dentro de un rato viene Genoveva Santana. Son las mejores parteras del barrio. Con las primerizas nunca se sabe y quiero estar tranquila. Regresa al trabajo que aquí no pintas nada -Candelaria insiste.

-¡Te dije que no! Voy un momento a la tienda de don Pío Otero y vuelvo enseguida.

-¿A buscar aguardiente…? ¿A eso vas a la tienda? -lo desafía.

-No es fácil esperar tanto rato… me cae jiribilla. Un trago tranquiliza.

-¡Ojalá Juana para temprano, si no esto termina en borrachera! -Candelaria afirma y escarrancha los ojos.

Cuando Felipito regresa con el litro de licor, su hermana Liduvina y Marisela, la mujer de Tiburcio, asean el piso y en la cocina disponen calderos.

-¿Qué hacen aquí? -las interroga.

-Vinimos a ayudar en los trajines de la casa -Liduvina responde.

-¿Cómo va la cosa…? -tímidamente se interesa.

-Genoveva Santana llegó junto con nosotras y está revisándola. La otra comadrona, Angelita Valdés, dice que esto va para largo. Hay que oír la opinión de las dos -Marisela dice.

Felipito descorcha la botella y se sirve un trago. Con el vaso en la mano camina de un lado a otro.

-¡Chico, estáte tranquilo!, que aquí no está pasando nada del otro mundo. Todas las mujeres paren -Liduvina trata de calmarlo.

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