El entierro del enterrador

Written by Libre Online

23 de abril de 2024

Capítulo VIII

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

La presencia de la mujer e imaginar lo que acaba de acontecer estimula en Felipito un rebullir de lujuria. Cierra los puños y poco falta para que triture el paquete de cigarrillos que le obsequió el Jabao. Inquieto abre las manos y verifica que no ha dañado el contenido.

El alboroto de la vida, frente a la muerte del Jabao le infunde un valor masculino que sobrepuja su comportamiento habitual.

-En cuanto traigan las cajas con los fusilados, empiecen a enterrarlos. Viro enseguida-ordena con determinación repentina.

Con pasos firmes llega junto a Juana.

-Quiero hablar contigo -le espeta provocativo.

Juana, que fuma un cigarrillo con fruición, se voltea y quedan frente a frente. Hasta ellos llega el martilleo que asegura las tapas de los féretros.

-¿Para qué…? -inquiere con la calma de quien conoce la respuesta. La entereza de Felipito flaquea. La boca se le llena de saliva y tartamudea.

-Yo… bueno… quisiera…

Ella sonríe con despego que infructuosamente intenta ser cálido y apunta.

-El viejo enterrador y tú son los únicos que no se me habían arrimado. El viejo todavía no lo ha hecho -corrige.

Felipito, cada vez más cohibido, sólo atina a extender la diestra y mostrar el paquete de cigarrillos.

-Esa caja está abierta. Le faltan cigarros -ella dice con mirada fría.

-Muy pocos. Está casi entera.

Juana titubea, pero a la postre acepta.

-Vamos para detrás de aquel panteón. Pero que sea rápido 

-advierte y con un ademán de manos lo invita a que la siga.

-Todavía no puede ser -alega inseguro-. Mi jefe no está trabajando y estoy a cargo de enterrar a los fusilados. Cuando termine y los soldados se hayan ido podemos… -la timidez le impide completar la frase.

-No, no me quedo tanto rato. Esta noche he trabajado mucho y quiero irme a dormir temprano 

-Juana responde con calma.

El rostro de Felipito se llena de consternación y balbucea.

-No me demoraré mucho con los muertos… No tendrías que coger el sereno de la noche… Iríamos a la casita donde se guardan las herramientas… el tiempo está frío… -argumenta sin demasiada convicción.

Juana frunce la boca de labios finos y luego de un rápido cálculo mental condiciona.

-Tendrías que darme algo más.

-¿Qué más quieres…?

-Dinero.

-¿Cuánto…?

-Un peso.

-¡Es mucho! Ya te di un paquete de cigarros -Felipito protesta y gana cierto aplomo.

-Tienes que pagar por el tiempo que voy a esperarte. Además el paquete de cigarros no está completo -le recuerda.

-Está bien… está bien… -accede dominado por el sexo y la ansiedad-. Voy a apurar a los soldados para terminar pronto -dice y mira en dirección a las fosas.

-¡Un momento! -Juana lo detiene-. Por si a última hora te arrepientes del trato y me dejas embarcada, adelántame cincuenta kilos del peso.

-¡Tengo palabra! -molesto alza la voz.

-Eso no lo sé. Hasta hoy nunca había hablado contigo 

-refuta llanamente.

Felipito introduce la diestra en el bolsillo más pequeño del pantalón y extrae algunas monedas. A pesar de las tinieblas aguza la vista y cuenta. Se reembolsa una parte y alargando la mano exclama.

-Aquí tienes el medio peso.

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