Capítulo IV
Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
-El Jabao es un desmadrado y ella una puta -exclama resentido.
-Cuando Teresita llegó anoche a su casa y le dijo a la madre que Eloina se había fugado con el Jabao, se formó tremenda gritería. Pobre María Viña -el enterrador pondera.
-Y después las dos se aparecieron en la mía para echarme las culpas. A las dos de la mañana María Viña, con su gritería, despertó a medio barrio. ¿Por qué no fueron a la policía y lo acusaron? ¡Qué puñeta tengo yo que ver con eso!
-Al Jabao no hay quien lo acuse -Generoso alega-. El es el niño lindo del capitán Arsenio Ortiz. Es más, la gente dice que el Jabao ya se ha llevado varias muchachas de la comarca y que las pone a putear en las lomas de Manicaragua cuando llega la recogida de café.
-¡No quiero saber nada más de ella ni del dichoso Jabao! -expresa furibundo.
Generoso le dedica un gesto burlón, pero al instante rectifica y trata de animarlo.
-Fue mejor así. Imagínate si te hubieras comprometido y casado con ella. Más tarde que temprano terminaba pegándote los tarros. La chiva siempre tira al monte.
-¡ Ya Generoso, cambia el disco! -Felipito le ruega exasperado.
-Está bien muchacho. De eso no vuelvo a comentar. ¿Pero por qué no te embullas y vas con Boca Chula? Un hombre necesita medir y cambiar el aceite de cuando en cuando. Ella te quitará el encabronamiento. ¡Acuérdate que es experta en primerizos! Si quieres te acompaño; en el bar soy como de la casa. Iris, la dueña, y yo nos conocemos desde niños.
-No quiero ir. Prefiero un trago de aguardiente -dice cortante.
-A esta hora y con el solazo que hace. ¡Tú estás loco!
-¿Tienes aguardiente?
Generoso adopta una postura condescendiente y responde.
-En la jardinera grande del panteón de la familia Cuba Otero queda un poco que Aquilino guardó el viernes pasado. ¡Ya ni me acordaba! Si no te lo tomas todo déjame un buche.
-¿Y el solazo? -Felipito sonríe por primera vez.
-Es para no perder la costumbre -responde socarronamente.
El joven se dirige al monumento funerario. En el camino se cruza con el espectro del negro Ramón del Pino que diserta sobre Bertolt Brecht, la obra “Madre Coraje y sus hijos” y el teatro épico dentro del realismo socialista. No lejos, Manuel García Ponce, el Rey de los campos, asegura haber entregado mucho dinero a la causa de la revolución. Susanita representa la escena del parto que le costó la vida y Juvenal Quesada, en borrachera perpetua, toca una guitarra inexistente.
“Hoy están alborotados”, Felipito piensa. Introduce la mano en la jardinera y toma el recipiente de vidrio. “¡Coño! el sol ha cocinado esta botella. El aguardiente tiene que estar que arde.”
Con los dientes retira el corcho. Ingiere un trago del tibio licor y el rostro se le crispa en una mueca: “¡Carajo, como quema!”, cavila reprimiendo el impulso de una náusea. Se zampa un segundo trago y el estómago se relaja en una sensación agradable.
Regresa junto a Generoso y le ofrece el aguardiente que resta en la botella.
-¡Para la mierda que has dejado mejor te lo hubieras tomado todo! -el enterrador señala.
-Dijiste que era muy temprano para beber. Pensé que con un poquito tendrías.
-Es que uno se cuquea cuando ve a otro -alega para en un santiamén adueñarse de la botella y dar cuenta del contenido-. ¡Se acabó! -demuestra volteando el frasco-. Ahora hace falta otra.
-Se te calentó el pico -Felipito asevera. -Mayormente lo hago por ti. Lo de Eloina te tiene tristón. Debes olvidar.
-¡No la nombres más!
-Está bien; pero no te encojones que no es para tanto. Aquí tienes dinero. La botella va por mí.
-Yo no voy a buscarla. Para ir a la tienda de don Pío tengo que pasar frente a la fonda de María Viña. ¡Ni muerto me asomo por allí!
-Se nos jodieron las frituras de bacalao por largo rato -Generoso admite de mala gana-. Recuerda que fui yo quien preparó tu salida con Eloina.
-¿Quién busca la botella?
-Tu hermano Tiburcio está vendiendo flores a la entrada del cementerio. Regálale un real; cuídale el puesto y mándalo por la botella. También dile que de la tienda nos traiga una caña de pan y dos chorizos grandes. A bolina se fueron las frituras de bacalao!
Generoso y Felipito pasan el resto de la jornada laboral medio embriagados. Para suerte de ambos, en horas de la tarde, solamente se realizan dos entierros pequeños. Pero así y todo Generoso, con el abandono propio de la embriaguez, al manipular la tapa de un panteón se magulla un dedo. El golpe le ocasiona un dolor tan fuerte que con voz aguardentosa, olvidando las lágrimas y el luto del último cortejo, grita a pleno pulmón: “¡Me cago en la madre de los tomates!”
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