El entierro del enterrador

Written by Libre Online

31 de octubre de 2023

Capítulo IV

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

Felipito y Eloina se detienen a escasos pasos de distancia y silenciosos contemplan la escena. Transcurridos algunos instantes, la joven manifiesta con voz que rezuma codicia carnal.

-Estos dos cada vez que tienen un chance se matean como animales.

Felipito sin atinar a contestar emite un gruñido; suspira y mira para el firmamento estrellado, mientras las interjecciones eróticas de la pareja se apoderan de su torrente sanguíneo.

Los ojos de Eloina taladran las tinieblas. Se clavan en la faz alterada del joven y despacio, segura de sí, le dice autoritaria.

-Puedes tocarme del cuello para abajo. Felipito, estupefacto por el pedido, abre los ojos y la boca salivosa.

-¿Qué te toque…?

Ella le dedica una mirada criminal. Con ambas manos lo aferra por la camisa y de un tirón pega los cuerpos.

-¡Serás tarugo! -le murmura al oído con soberbia impúdica, mientras que con la diestra hurga, por encima de la tela del pantalón, entre las piernas del hombre.

Felipito en el momento inicial experimenta un disparo de lujuria reveladora, en mitad del cual solamente acierta a exclamar. -¡Ay mamá!

Eloina en ágil maniobra de hombros, auxiliada por la mano izquierda, suelta los tirantes del vestido y descubre el pecho ansioso.

-Chúpame las tetas -pide procaz.

El instinto obra sobre Felipito que, armado de masculinidad ancestral, en breve desnuda el torso de la joven. Hambriento de sexo besa y lame los senos de Eloina que cierra los ojos e imagina que es otro quien deleita su cuerpo y sentidos.

-¡Así te quería sorprender! -Felipito escucha el tono conminatorio al tiempo que le propinan un puñetazo detrás de la oreja izquierda que lo hace trastabillar y caer al suelo. Turulato por el ataque repentino, aún sin erguirse, oye una retahila de improperios-. ¡Puta, fletera, pelleja, calentando con otro macho!

-¡No Jabao! Te juro que no hice nada malo. ¡El me agarró por los brazos y me obligó! -Eloina suplica y llora.

-¡Cállate mujer callejera!, -el llamado Jabao le ordena y la abofetea repetidas veces.

-¡Mátame si quieres pero cree en mí! -grita con aspaviento histriónico, sin oponerse al castigo corporal.

Felipito, testigo del abuso, se llena de ira e incorporándose reta al agresor.

-¡Cobarde, a las mujeres no se les da! Ven conmigo que voy a sonarte cuatro piñazos.

El Jabao descuida a Eloina y centra su interés en Felipito.

-¡Ven… ven…! -Felipito alzando los puños, a la altura del rostro, avanza soberbio.

Una expresión criminal brilla en los ojos achinados del Jabao, que con soltura de boxeador mueve los brazos. Por un momento el valor de Felipito decrece. El Jabao viste un pulcro y entallado uniforme militar caqui de color amarillo ocre, sin armas visibles. Es alto delgado y fuerte. Su piel es cetrina y tersa. La cabeza, pequeña y bien formada está cubierta de cabellos encrespados, cortos y cobrizos que huelen a vaselina perfumada.

-Ya verás lo que le pasa a quien vacila con una jeva mía -el Jabao dice amenazador.

Felipito tirando golpes se arroja sobre la figura que aguarda en posición de pelea. Justo cuando parece que el choque de los cuerpos es inevitable el Jabao, ágilmente, brinca de costado, al tiempo que lanza un certero derechazo contra el mentón del oponente. El puñetazo frena el ataque de Felipito que, tras un segundo de vacilación, se desploma por segunda vez.

-¡Abusador, animal lo has reventado! -Teresita grita.

El Jabao, todavía con los puños apretados y el cuerpo en tensión, se vira y la encara.

-¡Cállate, que tú también eres tremendo punto!

Pepe, impelido por la situación, intercede.

-¡Tampoco así Jabao, que Teresita es mi novia!

-¡Si te metes en el problema te parto la jeta!

-¡Pero Jabao, si yo lo que quiero es evitar líos! -Pepe se repliega medroso.

-¡Qué clase de pendejo tengo por novio! -Teresita exclama y despreciativa ladea el rostro.

-Y tú, fletera de mierda, si quieres que esta relación no se acabe, ahora mismo te vas conmigo -El Jabao precisa a Eloina.

-¡Te quiero! Eres mi hombre, ¡pero piensa en mi mamá!

-¡No me importa! O vienes conmigo o esto se jode.

-No lo hagas Eloina, que éste es un chulito y vas a terminar puteando para él -Teresita previene.

-¡Ilumíname Dios mió! -Eloina ruega quejumbrosa y mira para el firmamento negro.

-Mamá no se merece que te fugues con este tipo -Teresita esgrime otro argumento.

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