El entierro del enterrador

Written by Libre Online

17 de octubre de 2023

Capítulo IV

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

En un arranque de sinceridad lastimera, Felipito clama.

-¡Ayúdame!

-¿Qué puedo hacer yo?

Más ecuánime el joven especula.

-No sé… Conoces a Eloina y Teresita. Eres amigo y cliente de la madre… Quiero casarme con ella -asevera.

Generoso deja de sonreír y adopta un aire dubitativo.

-Si tú supieras… -reflexiona y conminatorio le apunta con el dedo índice de la mano derecha-. Si tienes buenas intenciones hablo con María Viña para ver que puedo hacer por ti. Pero no quiero juegos ni que te aproveches de la muchacha porque yo respeto a los vecinos del barrio. ¿Entiendes?

-Quiero casarme con ella -repite obstinado.

Generoso, ese mismo día, a la caída de la tarde, visita la fonda de María Viña. Luego de saludar y tomar una taza de café, evitando los rodeos, le dice a la viuda que su ayudante, Felipito, está enamorado de Eloina. La mujer sonríe condescendiente y apunta: “Ya me había fijado que el muchacho se queda bobo mirándola, cada vez que lo mandas aquí”.

Generoso saca ventaja del buen humor de la mujer y subraya. “Lo de Felipito va en serio”. La viuda acentúa la sonrisa y en tono ligero inquiere. “¿Qué, vienes en su nombre a pedir la mano de mi hija?”. Generoso responde con un no y explica. “Felipito es un poco bruto pero es trabajador y tiene buenos sentimientos. Tu hija, aunque más espabilada que él, tampoco es muy inteligente que digamos”. María Viña suspira y admite. “Eso que dices es verdad y me preocupa su futuro. Eloina es más bonita que su hermana Teresita y constantemente tengo que estar espantando a los machos que vienen a la fonda nada más que para verla. Se toman un café de a tres kilos, compran un cigarro americano suelto, de los mentolados, y como moscones se quedan molestando”; su rostro se torna serio y prosigue. “El que más joroba es un guardia rural que pertenece al Tercio Táctico del Escuadrón Treinta y uno. Le dicen el Jabao; es joven y bien parecido. Ese es el que le gusta a ella, pero el tipo tiene una facha de chulo del caray y tengo miedo que un día se la lleve”. Frente a la sinceridad de madre. Generoso insiste. “Felipito tiene un trabajo seguro y es del barrio. Los padres, que tú conoces, son dueños de un negocito de flores y él, más tarde que temprano, se quedará en mi lugar. Es un buen partido para Eloina y además la mantendrá cerca de ti”. María Viña frunce los labios y explica. “El muchacho no me disgusta. El problema es que ella nunca se ha fijado en él. Y lo que no entra, por los ojos…”; la intención flota y el enterrador propone. “Hoy llegó al pueblo el circo “Santos y Artigas”, ya están levantando la carpa en el plan de Cardoso y este fin de semana; empiezan las funciones. ¿Por qué no dejas que vayan el domingo por la tarde?”. “Primero él tiene que invitarla y ver si ella quiere acompañarlo”; la mujer razona. “Yo me encargo de Felipito, pero tú procura que ella acepte”. “¡Ah!”, la mujer se aviva. “Solos no pueden ir”. “Acompáñalos tú”. “Mejor que sean Teresita y Pepe; llevan tiempo de novios y pronto se casarán”. “Será como tú digas”; Generoso acepta complacido.

Felipito al día siguiente, en horas de almuerzo, como es casi común, llega a la fonda con el pretexto real de comprar las ricas frituras de bacalao. Las manos le sudan y la saliva le desborda las comisuras de los labios.

Generoso al impartirle las orientaciones, había sido categórico: “Vas directo a Eloina y la invitas para que el domingo te acompañe a la función de la tarde del circo “Santos y Artigas”. “¡Así no más…! Me da miedo”; Felipito se altera. “No te preocupes que todo está preparado. La madre hará que ella acepte la invitación. Tú nada más dícelo y olvídate de lo demás”; el enterrador le infunde confianza. Felipito pone cara contrita y confiesa. “Tú sabes que el administrador del cementerio no paga hasta la otra semana”. 

“¡Carajo!, ni que yo fuera tu padre”; Generoso protesta, pero a continuación transige. “Voy a prestarte cinco pesos”. “Es mucho dinero, con un par de pesos me sobra”; el joven responde agradecido. “Cinco para que te sientas cómodo. Eso sí, me los tienes que pagar en cuanto cobres”; el enterrador finge desconfianza.

Irresoluto traspasa el umbral de la fonda y con ojos medrosos trata de localizar a Eloina.

-¿Qué quieres muchacho? -María Viña, con aire risueño, lo interpela, parada detrás del mostrador de cristal que separa el espacio dedicado a cafetería, venta de tabacos, cigarrillos y golosinas de las mesas del pequeño restaurante.

Felipito se pasa la lengua por los labios húmedos y traga un buche de saliva.

-Yo… Yo… -tartamudea.

-Tú quieres frituras de bacalao, una colada de café y una cajetilla de cigarros “La Corona” para Generoso. ¿No es eso?

-Sí… sí… eso mismo es -dice cada vez más nervioso.

-¿Pero también quieres algo más…?-persevera condescendiente.

Felipito siente como la sangre le fluye al rostro y apocado desvía la mirada.

-Bueno… Generoso… yo… -el pensamiento se le traba en palabras sueltas.

-¡Pero qué pajuato eres mi hijito! -María Viña exclama con un revelador movimiento de manos-. Se supone que venías a invitar a Eloina para ir al circo.

-¡Sí… sí… sí…! -Felipito se aferra al monosílabo.

-¿Sí qué…? ¡Muchacho! -la mujer lo instiga y estalla en una carcajada.

(Continuará la semana próxima)

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