El entierro del enterrador

Written by Libre Online

3 de octubre de 2023

Capítulo III

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

-¿Dónde está mi toalla?

-Aquí, y también tus chancletas y un calzoncillo limpio -Eufemia le alcanza las prendas y Felipito capta en la voz de la madre una nueva y respetuosa entonación que lo colma de placer indefinido.

-El bicarbonato me acabó con los sobacos -se lamenta quitándose la camisa y levantando los brazos.

-Están en carne viva -Eufemia observa-. Después del baño no te pongas bicarbonato, porque voy a untarte un poco de aceite de comer para suavizar la piel. Acostumbrarse al limón con bicarbonato lleva tiempo.

Compartir el secreto de las apariciones logra que el enterrador y Felipito intimen tanto que el primero termina aficionándose a cazar tomeguines con jaulas de trampas.

No son pocos los domingos en que jefe y ayudante, armados de sus respectivas jaulas de güin, pasan las mañanas en las sabanas de Antón Díaz. Algunas veces Aquilino se les une y la espera de la cacería se mitiga en aguardiente y lecturas bíblicas. Ya para entonces, las axilas de Felipito soportan el desodorante basado en bicarbonato y limón.

Además de los enterramientos diarios, Felipito trabaja en varios sepelios que se le hacen inolvidables, por la cantidad de asistentes y contenido emocional.

El del político Clemente Vázquez Bello rompe todos los pronósticos de concurrencia cuando el general, convertido en presidente de la república, encabeza el cortejo. Asimismo, el de la maestra Dámasa Jova sirve para que la ciudadanía, en disputados relevos, cargue el féretro hasta el camposanto donde una representación de sus más conspicuos alumnos y ex alumnos le dedican, a la educadora de raza negra, sentidos poemas y discursos de despedida.

También las periódicas guerras, venganzas y revoluciones colman de espanto bisoño y luego de costumbre laboral los ojos de Felipito.

En ocasiones, a deshoras, llegan cuerpos ensangrentados conducidos por hombres torvos que arrancan a los enterradores de sus lechos y les exigen silencio anticipado y la rápida excavación de fosas que al amanecer ya son parte del olvido transitorio que dicta el miedo de la memoria física. En otras las víctimas arriban vivas y la sangre caliente salta en surtidores de estampidos que desprenden el repello de los muros del camposanto y ocultan su huella de plomo puntiagudo en las entrañas de las paredes de piedras y ladrillos.

Felipito recuerda muy bien el primer suceso de violencia que le tocó vivir. Soldados de acento extranjero y uniformes a rayas, interrumpen su reposo nocturno. Sin miramientos le ordenan vestirse y que los acompañe al cementerio. Cuando llega ya Generoso, en medio de la madrugada fría, fuma un cigarrillo de punta ígnea y asesora a varios miembros del cuerpo de voluntarios que cavan una fosa colectiva.

Felipito, aún adormilado, busca la orientación del enterrador: “Hacen el hueco porque están apurados. Nosotros terminamos el trabajo”. “¡Qué hoyo más grande! ¿A quién van a enterrar?”; el joven averigua. “Dirás a quiénes”; Generoso corrige. “Van a fusilar a ocho estudiantes de medicina. Dicen las autoridades que en este mismo cementerio profanaron la tumba de un tal Gonzalo Castañón. Yo nunca he visto esa tumba… ¿Y tú?”; Generoso taladra las tinieblas y mira al ayudante.

“Tampoco yo”; responde azorado. “De todas formas los van a matar”; Generoso asevera con resignación filosófica. “¿Y mientras tanto qué hacemos?”. “Ya te dije, terminar el trabajo”; repite y amplía. “Después que los fusilen y entierren los cuerpos, nosotros aplanamos la tierra y sembramos hiervas y flores silvestres. Cuando aclare no debemos acordarnos de nada”. Felipito esboza una expresión incrédula que el enterrador ataja brusco. “Para ti, ésta es la primera vez de muchas que vas a ver”. “¿Por qué no me lo habías dicho antes?”. “Porque no es asunto de los enterradores estar hablando de lo que la ley y sus representantes hacen”. “¿Y estos muertos salen igual que Susanita?”. “A veces”; Generoso se muestra cauto, pero al momento enfatiza. “Si ves a algunos de ellos procura cambiar la vista, o de lo contrario terminarás cogiendo miedo de ti mismo”.

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