El entierro del enterrador

Written by Libre Online

5 de septiembre de 2023

Capítulo III

Por J. A. Albertini, especial para LIBRE

Aquilino traspasa la entrada y señalando para el muchacho tercia.

-Veo que tienes un ayudante nuevo. Generoso vuelve a cerrar la verja. -Está a prueba -responde seco.

-Felipito no será muy inteligente, pero es un buen muchacho.

-Eso lo sabe todo el barrio -el enterrador exclama mordaz.

-A mí lo que no me gusta es la escuela. Pero yo no soy bobo -Felipito protesta.

Generoso ríe y Aquilino descorcha una botella.

-Vamos para el panteón de los González Téllez. Allí, dentro de una jardinera tengo vasos nuevos.

-¿Y los jarritos? -Aquilino indaga.

-Los boté, las latas vacías de leche condensada se ponen mohosas. Los pomos de compota rusa son de cristal grueso. El vidrio es más limpio que la lata.

Aquella tarde Felipito, a regañadientes, toma el primer trago de aguardiente. Trago que a partir de aquel momento se irá incrementando hasta llegar a formar parte de sus hábitos diarios.

Aquilino luego de varias libaciones, como es costumbre, recuerda a la no hace mucho fallecida Susanita. Rencoroso cuestiona la milagrosidad de los santos y armado de su navaja, persigue y mata a una de las tantas lagartijas que pululan en el camposanto. Después, aligerada la furia, reza por el alma del reptil y lo sepulta en un hoyo, poco profundo, que cava con la punta de la cuchilla.

El sol se ha ido cuando Felipito regresa a su casa. El padre y la madre lo apabullan a preguntas.

-¿Generoso te dio el trabajo? -Balbino es directo.

-Bueno… me dijo que fuera mañana…

-¿Te garantizó que vas a quedarte? -Eufemia precisa.

-No sé… -responde apocado.

-Pero por lo pronto vuelves mañana -Balbino ahonda. -Sí, eso me dijo…

-¿Te pagó algo? -Balbino denota codicia.

-Me dio una peseta para que comprara bicarbonato y me dijo que me quedara con el cambio.

-¡Una peseta…! ¡Qué mierda! -Balbino dice con desprecio.

-Generoso siempre ha sido carne de culo -Eufemia comenta con desdén-. ¿Para qué bicarbonato?

-Dice que apesto a grajo. Ustedes nunca me han prestado el desodorante -reclama molesto.

-Los muchachos no usan desodorante -Balbino sentencia.

-¡Pero apesto!

-Apestas porque eres un hombre que trabaja y gana dinero. Ahora sí tienes que ponerte desodorante -la madre discurre conciliadora.

Tiburcio y Liduvina que han estado pendiente de la conversación, saltan alrededor del hermano mayor. Estiran las manos y suplican al unísono.

-¡Felipito!, danos un kilo a cada uno para comprar caramelos prietos en la tienda de don Pío Otero.

-¡Muchachos cabrones! dejen a su hermano tranquilo que tiene que bañarse -Eufemia los espanta.

Felipito, disfrutando su recién adquirida condición de hombre trabajador, mete la diestra en el bolsillo pequeño del pantalón y le entrega un centavo a cada uno de sus hermanos.

-¡Qué bueno es Felipito! -gritan y salen disparados hacia el comercio de don Pío.

-El dinero que se suda para ganarlo hay que ahorrarlo -Balbino anota.

-Son mis hermanitos -argumenta sintiéndose importante.

-Para que te bañes puse a calentar un cubo con agua en el reverbero de alcohol -la madre desde la cocina eleva la voz.

Felipito también pasa a la cocina y siguiendo las instrucciones de Generoso, con el bicarbonato y un poco de zumo de limón prepara una pasta espesa.

Eufemia por sobre los hombros del hijo observa la elaboración del desodorante casero y le advierte.

-No te pongas mucho que puede quemarte la piel -como están cerca, la madre olfatea el aliento de Felipito-. ¡Tú has tomado aguardiente! Ya el borracho de Generoso te dio. Estás muy joven para empezar a beber. ¡Acuérdate que tu padre por culpa del mofuco se enfermó de las almorranas y lleva años cagando sangre!

-¡Nada más fue un poquito! -Felipito se defiende.

-Por poquitos se empieza y después son botellas. ¿Quién más tomó con ustedes? -recela.

-Aquilino.

-¡Lo sabía! Aquilino no es mala gente, pero desde que Susanita murió se ha vuelto tremendo curda. Una cosa es trabajar con Generoso y otra cosa es jalarse con él -Eufemia remacha.

-¡Déjate de letanía mujer! -desde la sala Balbino interviene.

-¿Te parece bien que Generoso mande a tu hijo a buscar aguardiente y después lo obligue a beber?

– ¡A mí nadie me obligó! -Felipito argumenta.

-Todos los hombres son iguales de irresponsables. Nada más saben hacer hijos para después darles malos ejemplos de maltratos y borracheras -Eufemia se acalora.

(Continuará la semana próxima)

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