EL ENCANTO DE DICIEMBRE

Written by Rev. Martin Añorga

6 de diciembre de 2022

El mes de diciembre es un mes encantador: repasamos la historia, borramos los errores cometidos, nos detenemos para volver a llorar las lágrimas derramadas y disfrutamos de las horas que nos fueron propicias. Además, nos permite soñar con los caminos que nos esperan y nos anticipa la felicidad con la que soñamos. El futuro nos concede la ventaja de que podemos planearlo, llenarlo de fantasías y coronados de valientes antes de pelear la batalla. Habrá, por supuesto, dolores que nos serán inevitables; pero no nos faltarán las fuerzas para emprender una brillante victoria.

En el calendario se anuncian celebraciones iniciales para el mes que ha comenzado. Lamentable es que sean temas que demandan nuestra atención y que sencillamente los ignoramos. Por ejemplo, el viernes 2 de diciembre era señalado como el Día Mundial de la Abolición de la Esclavitud. Debiéramos decidir que cuando hay luz en nosotros más brillante será el mundo en el que vivimos. Desconocer nuestros deberes nos hace cómplices del desorden con el que andamos en nuestra sociedad. Otra fecha, el sábado 3, fue el Día dedicado a las Personas con Discapacidades. No sabremos cuántos de nosotros  tenemos interés o preocupación por los ciegos, inválidos y enfermos mentales que deambulan por nuestras calles sin recibir una mirada compasiva o sentir una mano generosa que les alivien en su soledad. Interesante es que celebremos el Día de los Derechos Humanos el próximo sábado 10 de este mes, el último del año 2022. Hablar de Derechos Humanos es una hipocresía en un mundo en el que hay tiranos y desvergonzados dirigentes públicos que atropellan a sus pueblos indolentemente, encarcelando y asesinando a quienes se declaran como sus opositores. Soren Kierekegard, un ilustre pensador cristiano, ha dicho que “la fe debe ser la más alta pasión del hombre”, pero creemos que la fe no debe ser nuestro sentimiento singular, sino una asociación que todos debiéramos poner en las manos de Dios como fundamento de nuestra esperanza de fe, piedad y rectificaciones.

Podemos empezar este año que termina, evaluando nuestros pasos del pasado inmediato en los meses que han transcurrido. Ha sido un año en el que el tema del aborto ha estado vigente y discutido. Hay estados en los que el tema ha provocado elecciones y ha producido conflictos públicos en los que no ha faltado la violencia. El problema  es una discusión que se reduce a considerar si el aborto es un derecho estrictamente femenino o una práctica social que lesiona nuestras comunidades en su crecimiento y afecta las familias en su estructura. No es fácil resolver el conflicto creado que tiene serias implicaciones religiosas. Ha dividido la posición de los cristianos y ha creado en la sociedad violentas disputas que crean divisiones lamentables.

Blais Pasca dijo que “el buen temor proviene de la fe, el falso temor proviene de la duda”. Al hablarse del aborto, la duda no resuelve nada, sino que aumenta los enfrentamientos  que nos dividen y nos aumenta la hostilidad que nos distancia. Los cristianos están comprometidos con su credo, y el mismo reclama el respeto a la vida.

Una evaluación de la historia nos permite afirmar que nuestros fallos y nuestra indiferencia  corrompen la pureza de nuestra fe. Retamos a los cristianos a que echen un vistazo a su conducta espiritual de este año que se enfrenta a su despedida y se reafirmen para darle al 2023 la grata sorpresa de una vida renovada. En los meses que han volado al ayer nos encaramos a una pandemia que trastornó las normas que regían nuestra vida. Un cambio tiene que ver con la asistencia a nuestras iglesias. Ver una misa por televisión o escuchar un sermón por radio nos priva de la comunión que le da sentido al tiempo de adoración en el templo que era nuestro objetivo cada domingo. Estimamos que nuestra fe no debe sufrir quebrantos ni nuestro normal estilo de conducta, con alteraciones innecesarias. George Clemens  escribió algo que me llamó la atención:  “el que no cambia nunca es un hombre”, y yo, por supuesto, añado que a una mujer le sucede lo mismo.

Algo que tendremos que considerar en 2023 es el estado de nuestras habituales comunicaciones con familiares y amigos. Hay que aceptar, y lo repetimos,  el hecho de que el año que está a punto  de expirar nos ha privado de  costumbres que tenemos que añorar. A lo largo de los últimos meses hemos sabido de decenas de amigos y compañeros que han saltado al cielo, sin tener oportunidad de estar en sus funerales. En estos momentos recuerdo unos versos de Rubén Darío: “En nosotros, la vida vierte fuerza y calor.  Vamos al Reino de la Muerte  por el camino del amor”. En cuanto a las visitas hospitalarias, éstas fueron limitadas por el recogimiento impuesto por las autoridades médicas. Agradecemos a Dios que las relaciones humanas se estén renovando y que volvamos a los fraternos contactos con persona que por años han sido nuestros amigos y familia.

En esta etapa navideña que nos rodea de música y flores tendremos el privilegio de participar de las más dulces bendiciones de Dios. Yo, y dispensen que hable de mí mismo, todas las noches, juntos,  damos gracias a Dios por las vidas de nuestros familiares y amigos que fueron paz y gozo en nuestras vidas y que hoy residen en la gloriosa compañía de Dios. No olvidamos a los fieles amigos que comparten con nosotros los gratos momentos de la vida y pedimos fe, paz y esperanza por los seres que con su presencia iluminan muchos senderos.

Termino citando este tierno pensamiento de San Agustín: “Amo la vida porque me estimo a mí  mismo y porque comprendo el honor que me fue otorgado cuando vine al mundo para conocer en él toda la luz y toda la ciencia humana”.

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