Las grasas y los azúcares activan distintos cableados nerviosos encargados de conectar el intestino con el cerebro, pero cuando ingerimos alimentos ricos en ambas sustancias estos cableados se combinan asestando un doble golpe, que desencadena nuestro deseo de comer más de lo habitual y obstaculiza nuestros esfuerzos para adelgazar, han descubierto los científicos.
Al igual que sucede en el ring cuando un boxeador lanza a su adversario una rápida y certera combinación de dos golpes que lo dejan aturdido o incluso fuera de combate, los circuitos nerviosos entre el intestino y el cerebro que regulan los antojos de azúcar y grasas, pueden asestarnos un “doble golpe” demoledor para nuestros esfuerzos para hacer dieta y perder peso.
En este caso el ‘ring’ es nuestro propio cerebro y el ‘boxeador’ que recibe el doble golpe es el sistema de recompensa cerebral, un conjunto de mecanismos y sustancias que permiten que asociemos ciertas situaciones, conductas o estímulos con una sensación de placer y que nos impulsan a intentar repetirlos en el futuro para volver a tener una experiencia placentera.
“Comprender por qué comemos en exceso alimentos poco saludables ha sido un misterio durante mucho tiempo”, explican desde del Centro Monell, en Filadelfia (Pensilvania, EE.UU.) cuyos investigadores han descubierto el efecto de ‘doble impacto’ cerebral que produce comer alimentos dulces y grasos a la vez, influenciando nuestras conductas y hábitos alimentarios.
Explican que “se conoce que el gran poder que tienen los alimentos de influir en nuestras decisiones, pero no está claro qué circuito o cableado cerebral preciso está detrás de esto”.
Por ejemplo, se sabe que “el nervio vago envía información sensorial interna desde el intestino hasta el cerebro sobre el valor nutricional de los alimentos, pero no se comprende del todo la base molecular (mecanismos y componentes básicos) del efecto de recompensa que tiene lugar en el cerebro asociado con aquello que comemos”, según puntualizan.
Los investigadores de Monell acaban de dar un gran paso en el conocimiento de este fenómeno de recompensa cerebral.
Nuestro cerebro, el ‘saboteador’ de las dietas.
Han descubierto que en nuestro cableado neuronal (interconexiones de las neuronas) interno, existen vías separadas para el deseo de grasa y azúcar, y también han desvelado algo que consideran preocupante: que “la combinación excesiva de estas vías desencadena nuestro deseo de comer más de lo habitual”.
“El porqué las grasas y los azúcares resultan especialmente atractivos había sido un enigma. Ahora hemos identificado que las células nerviosas del intestino, en vez de las células gustativas de la boca, son el factor clave” en este fenómeno, explica Guillaume de Lartigue, científico de Monell, doctor en Fisiología Celular y Molecular y autor principal del estudio.
“Descubrimos que las grasas y los azúcares activan distintas vías intestinales-cerebrales, lo que explica porqué un dónut (dona) puede ser tan irresistible” para una persona, según señala.
Esta investigación aporta evidencia de que el deseo interno subconsciente de consumir una dieta rica en grasas y azúcar es una conducta alimentaria “motivada”, que tiene el potencial de contrarrestar los esfuerzos por hacer dieta, añaden los investigadores de Monell.
En sus investigaciones con ratones de laboratorio, lo científicos descubrieron en el nervio vago dos vías o circuitos específicos: uno para las grasas y otro para los azúcares. Estos circuitos, que se originan en el intestino, transmiten información sobre lo que hemos comido al cerebro, lo que prepara el terreno para los ‘antojos’, según señalan.
El equipo de Monell también descubrió que la activación simultánea de esos circuitos crea una poderosa sinergia. “Es como un doble golpe al sistema de recompensa del cerebro”, enfatiza De Lartigue.
“Incluso si el total de calorías consumidas en azúcar y grasas se mantiene igual, combinarlas conduce a que en el organismo se libere una cantidad significativamente mayor de dopamina (sustancia que produce una sensación placentera y de felicidad) y, en última instancia, a una sobrealimentación”, apunta.
Señala que este hallazgo arroja luz sobre porqué hacer dieta puede ser tan difícil, ya que “el cerebro humano puede estar programado sutilmente para buscar combinaciones ricas en grasas y azúcares, independientemente de los esfuerzos conscientes que una persona haga para resistirse”.
“La comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro se produce por debajo del nivel de la conciencia. Es posible que tengamos antojos de este tipo de alimentos sin darnos cuenta”, concluye De Lartigue, que espera que este trabajo será útil para desarrollar nuevas estrategias y tratamientos enfocados en combatir la obesidad y los hábitos alimentarios poco saludables.
¿Por qué un ‘donut’ resulta tan irresistible?
En una investigación previa, científicos del Instituto Max Planck, IMP (Alemania), en colaboración con un equipo de la Universidad de Yale (EE. UU.) demostraron que los alimentos con un alto contenido de grasa y azúcar modifican nuestro cerebro.
“Si comemos regularmente incluso pequeñas cantidades de alimentos como barritas de chocolate, donas y patatas fritas, el cerebro ‘aprende’ a consumir precisamente ese tipo de alimentos (es decir, que se familiariza con éstos) predisponiéndonos a consumirlos en el futuro”, señalan desde el IMP.
“Nuestra tendencia a comer alimentos ricos en grasas y azúcares, poco saludables y que engordan, dentro de la llamada ‘dieta occidental’, podría ser innata o desarrollarse como resultado de tener sobrepeso, pero creemos que el cerebro ‘aprende’ esta preferencia”, explica la doctora Sharmili Edwin Thanarajah, una de las autoras del estudio y científica del IMP.
“Los refrigerios con alto contenido de azúcar y grasas son excelentes para un gusto ocasional, pero cuando se disfrutan a diario durante varias semanas pueden reprogramar el cerebro y provocar un cambio en las preferencias alimentarias que nos aleja de los alimentos bajos en grasas”, más saludables, señalan desde Yale
Esta investigación descubrió que “comer solo una porción de yogur con alto contenido de grasas y azúcar a diario durante ocho semanas sensibiliza los circuitos de recompensa del cerebro a las señales alimentarias y reduce el gusto por los alimentos bajos en grasas”, explica la doctora Dana M. Small, profesora de psiquiatría y psicología en Yale, quien participó en el estudio.
“Añadir un tentempié poco saludable al día a la dieta altera los circuitos de recompensa del cerebro, de una manera que podría fomentar la ingesta excesiva de este tipo alimentos”, concluye Small, otra de las autoras de esta investigación internacional.
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