Por Héctor del Castañal (1917)
Cada año que transcurre podemos observar que se afirma más entre los pueblos de América la noble idea de llevar la categoría de fiesta nacional el 12 de Octubre, aniversario del descubrimiento de América.
Y justo es consignar que frente a la muy loable iniciativa que ha culminado en la celebración de la Fiesta de la Raza, acto en que asociados al homenaje a Cristóbal Colón marchan los empeños de mayor acercamiento espiritual entre los pueblos latinoamericanos y la nación hispana, se ha venido levantanto siempre esta tendencia a dar carácter oficial, dentro del mayor realce posible, al aniversario del magno descubrimiento.
En este sentido corresponde a la hermana República Dominicana el galardón de haber sido siempre la que con más dedicación y alteza de miras ha movido sus energías a la consecución de tal fin. Tratando tal tema con nuestro distinguido amigo el caballeroso Sr. Manuel Morillo, digno representante entre nosotros de la vecina República, y entusiasta propagador de todo aquello que pueda enaltecer el suelo patrio, rememoraremos que en efecto, el Gobierno dominicano fue el primero en declarar día de fiesta nacional el 12 de Octubre, aniversario del descubrimiento de América.
Según datos que nos facilitara el prestigioso diplomático, la República Dominicana, en su deseo de cooperar a la obra benéfica del panamericanismo y considerando que para más completa y feliz realización de esta obra debe existir un sentimiento de confraternidad y de sincero afecto patentizable en todas las ocasiones propicias, entre todas las naciones del hemisferio occidental, invitó a todas las naciones americanas para que declarasen día de fiesta continental, con el nombre de “Día de Colón”, el doce de Octubre de cada año, en conmemoración de la fecha del descubrimiento.
Y nadie mejor indicado que el Gobierno dominicano para haber tomado esta iniciativa, pues fue Santo Domingo, la primera isla descubierta por Colón, si nos atenemos al hecho de que no se ha podido identificar geográficamente la del Salvador, en las Bahamas.
Santo Domingo además, sostiene con legítimo derecho de que los restos del insigne navegante reposan en la Catedral Primada de Indias, pues, como recordarán nuestros lectores, después de muerto Colón en Valladolid, y de trasladados sus restos a Sevilla en 1513, en 1537, en cumplimiento de una de las disposiciones testamentarias del esclarecido navegante se ordenó la traslación de sus restos a Santo Domingo, en cuya capital se depositaron, hasta que en 1795 España cedió a Francia aquella isla, mediante el tratado de Basilea.
Entonces, el Teniente General de la Real Armada D. Gabriel de Aristizabal, encargado de hacer efectiva esa parte del convenio, ocurriósele, como marino y como español, que no era digno de su patria dejar bajo otra bandera los restos del descrubridor de América, y trató de realizar el propósito de trasladar las veneradas reliquias a la capital de Cuba, entonces gobernada por España.
No había lápida, inscripción ni señal de ningún género sobre la tumba de Colón, y al proceder los españoles, como en efecto creyeron proceder a la exhumación de los restos del primer Almirante, no tuvieron más guía que la tradición que decía que los despojos de Cristóbal Colón habían sido depositados en el Prebisterio de la Catedral, del lado del Evangelio, en el lugar donde solía colocarse el solio arzobispal.
Así fue que los exhumadores buscaron del lado del Evangelio y encontraron los restos que se llevaron a La Habana. Pero en 1877, nuevos exhumadores, guiándose por los mismos indicios, dieron con el mismo cofre que describe Cronau en su Historia de América, y lo hallaron vacío, puesto que lo habían vaciado el siglo anterior. Pero como estos exhumadores sabían lo que los otros habían ignorado, esto es, que en el mismo Prebisterio reposaban los despojos de tres Colones en tres bóvedas distintas, buscando a Don Diego, ya que a Don Cristóbal lo suponían en La Habana, (a Don Diego, que era el realmente llevado a La Habana, sino a Don Cristóbal, al famoso descubridor del Nuevo Mundo, cuya memoria honran hoy tan fervorosamente los pueblos americanos.
Largas controversias tuvieron su origen en este acontecimiento. Pero parece indudable que los restos de Cristóbal Colón no salieron nunca de esta Catedral de Santo Domingo, una vez depositados en ella.
El acta de inhumación de 1795, o séase de la primera, no se refiere a la existencia de ningún documento auténtico que expresara que en el sitio de que se extrajeran aquellos restos anónimos estaban los del descubridor, y a haber existido tal documento, el escribano lo hubiera hecho constar, ya que ello asumía una gran importancia, pues subsanaba la absoluta falta de inscripciones en la tapa o costados de la caja, o en las planchas sueltas, que fue lo que se halló de aquella caja, según lo expresa la misma acta.
Se exhumaron, en realidad, los restos de algún difunto que se suponía eran los de Cristóbal Colón, lisa y llanamente, porque la tradición decía que de ese lado y en ese sitio estaban los del primer Almirante. Pero al iniciarse los trabajos de reparación de la Catedral, al tratar de abrir nuevamente una puerta tapiada de antiguo, se notó la existencia de un hueco en la pared. Allí estaba la caja metálica que contenía los despojos de Cristóbal Colón.
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