El crimen del 71

Written by Libre Online

28 de noviembre de 2023

Como mensaje a los estudiantes fusilado el año 1871, publicamos esta valiente carta del doctor Fermín Valdés Domínguez, coronel del Ejército Libertador y enviada desde la manigua, a mediado de 1897, al periodista español Texifonte Gallego. Merece leerse; por ello la sacamos del libro “Mi Diario de la Guerra”, del brigadier Bernabé Boza, quien la tomó del periódico “Las Villas”, que oculto en nuestras montañas editara Narciso Gómez del Olmo.

A Texifonte Gallego: 

Hay un libro escrito y publicado por mí en La Habana, bajo el mando del general don Sabás Marín y titulado El 27 de noviembre de 1871 en el que he probado que en el cementerio de Espada nadie profanó la tumba de don Gonzalo Castañón, y hay en La Habana, en la necrópolis de Colón un monumento blanco erigido en memoria de los niños asesinados por los Voluntarios en donde se lee este epitafio: ¡Inocentes!, escrito allí por mi mano después de haber sacado de la fosa común -en terreno no sagrado- los restos de mis hermanos. 

Y hay además en ese libro -al lado de las pruebas de la infancia- la declaración de don Francisco Castañón, hijo de don Gonzalo, en la que expresa su convencimiento de que no hubo tal profanación y que por eso oyó mis palabras en el cementerio de Espada la mañana -inolvidable para mí y para él- en la que se exhumaron los restos de su padre y estrechó mi mano. 

Y corre impreso un folleto que escribió Castillo -un jefe de Voluntarios- en el que se reconoce mi labor honrada y se justifica mi protesta.

¿Por qué usted al publicar en Madrid su nuevo libro Insurrección cubana afirmando la profanación, miente y lanza cobarde injuria sobre la memoria de mis hermanos muertos? 

Porque para defender la dominación es preciso mentir; porque para enaltecer a los verdugos, tiene que manchar con la calumnia las páginas de su libro. 

Y ¿qué mucho que así lo haga usted si otros como usted -españoles sin condiciones- no se han sentido humillados al manchar la bandera de su nación con la sangre de niños inocentes? 

Hubo -aquella noche del 26 al 27 de noviembre de 1871- diez mil voluntarios que como lobos pedían ¡carne fresca! a la puerta de la cárcel de La Habana y un gobernador como don Dionisio López Roberts que quiso comerciar con nuestras vidas y un cobarde como el general Romualdo Crespo que firmó la sentencia inicua, dos o tres horas después de ser ejecutada por la canalla y los “grandes” del Casino Español de La Habana y de la prensa escribieron proclamas incitando a la matanza… 

Para todos eso parecía que debía haber en mi alma olvido y perdón, pero sus frases me hacen pensar que -a más de cumplir en la guerra un deber como cubano- traigo aquí otra misión: la de vengar a mis hermanos; la de castigar a los viles de ayer, que son los cobardes de hoy. 

Usted -escritor español que sabe para quien escribe- busca aplausos y dinero, entre las turbas de La Habana, entre los voluntarios asesinos. Sabe que miente; pero miente porque así conviene a su especulación, y porque así satisface la pena de no haber podido estar aquella noche en La Habana para gritar: ¡carne fresca! Como gritaron sus conciudadanos y sus amigos. 

No puedo discutir con un especulador vulgar y me duele que no sea usted “hombre” para poderle pedir cuenta de su vileza. Y si esto escribo no es porque estoy lejos de usted, sino que es usted el que está lejos de su puesto de español. Pero no debe permitir que se mienta así para medrar faltando de ese modo al decoro del escritor público, y que se quiera llevar a la historia páginas zurcidas con saña y cobardía. 

Por eso protesto y por eso hablo para que me oigan todos los españoles honrados, los que en España y en Cuba han estado a mi lado para ayudarme en mi obra de reivindicación y aquellos que se han sentido avergonzados ante el monumento erigido a la memoria de las víctimas. 

Siga usted escribiendo sobre esto cuanto le plazca, que todas las cuentas quedan liquidadas en esta guerra reparadora y justa, en la que vemos como olvidan -los que alientan a los asesinos de ayer y de siempre- al pobre y valiente soldado español que lucha y que cae con heroísmo en nuestros campos.

 A éste, sabemos honrarlo. 

Para expresar el desprecio que me merecen los que como usted piensan -y sólo para eso- escribo ahora. 

(f) Fermín Valdés Domínguez.

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