El control del mal genio

11 de marzo de 2025

Este es un artículo que obedece a dos peticiones. Una, insistente por cierto, de una esposa que “no soporta el mal genio de su marido”,  y otra de una madre que sufre por “el carácter irascible” de su hijo mayor. El problema del mal genio, por supuesto, no se limita a dos personas, sino que es un mal común para casi todos los seres humanos. 

Recientemente una señora, madre de un hijo que ya sobrepasa los veinte años de edad, me repetía un rosario de lamentos en  relación con el insoportable genio del joven que ante ella perdía la paciencia sin interés alguno en reencontrarla. Probablemente la sugerencia de muchos clérigos sería la del castigo, la oración intensa o la búsqueda de ayuda de parte de un psicólogo, pasos que por supuesto no desecho; pero se me ocurrió que dada mi larga experiencia en las relaciones  humanas, podría escribir un decálogo que nos ayudara a aliviar, mucho mejor a eliminar, las asperezas abruptas e innecesarias de nuestro carácter.

He  aquí mis diez sugerencias para que podamos vencer nuestra tendencia al mal genio. Espero que de alguna manera nos ayude de forma personal:

1.- Hazte un auto análisis: he descubierto que muy a menudo el mal genio es el  resultado de un proceso inconsciente de imitación. Quizás hemos heredado el defecto de nuestra vivencia infantil en el hogar o hemos aprendido  del comportamiento ajeno la falsa lección de que el que más grita o golpea las paredes es el que a final de cuentas sale ganando y usamos el mal genio como método de intimidación. El poeta y filósofo francés. Paul Valery, expuso este pensamiento, muy oportuno: “lo que nos hace raros y duros con todo el mundo es, a veces, una espina oculta e insoportable que tenemos clavada en la carne”. Cuando tengamos un arranque de mal genio, preguntémonos, “¿por qué, y para qué soy así?

La respuesta, si es honrada, puede abrirnos nuevos caminos.

2.- Practica el auto dominio: el autor francés Francois Rabelais, se hizo esta pregunta que debemos hacer nuestra, “¿Cómo podría yo gobernar a otro, si no sabría gobernarme a mí mismo?” Muchos de nuestros actos son irreflexivos, intempestivos e involuntarios. De estos actos nos arrepentimos, pero el arrepentimiento  no borra sus efectos.

3.- Considera el daño que te haces: “la autoridad somete a dura prueba los talentos”, dijo hace  más de cuatro siglos  Fenelón, el  preclaro obispo católico francés. El mal genio suele ser una expresión de autoridad, y cuando ésta es injusta y desmedida, deja en el ánimo de quien la ejerce, si se trata de una persona de principios, una absurda sensación de impotencia y confusión que es verdaderamente nociva para el mantenimiento de la paz espiritual y la convivencia pacífica y amorosa. Recordemos que odiar es tomar un veneno que esperamos que haga su efecto en otra persona.

4.- ¿Por qué herir a quien más quieres?: el mal genio, generalmente, se descarga sobre las personas con las que convivimos. Es un problema común entre los cónyuges, entre padres e hijos y entre hermanos. Sabemos que la violencia fuera del hogar, entre desconocidos, desemboca en riñas que a veces llegan hasta el crimen; pero las del seno familiar no pasan de ser episodios dolorosos que se soportan hasta que les llegue el paliativo del olvido, si es que alguna vez les llega. Si amas, ¿por qué dañas?, es una pregunta que no debe evadirse. Me encanta la frase del gran epigramista romano Marco Valerio Marcial: “para ser amado, ama”.

5.- Aprende a determinar el objetivo de tus actos: piensa en qué ganas con pelear, con ser violento, con ser mal humorado y antipático. Si  buscas que te atiendan, se cortés, si lo que quieres es ofender, herir o molestar, muérdete la lengua. Francisco  de Quevedo, el cínico escritor español, en cierta ocasión dijo que “muchos son buenos si se da crédito a los testigos; pocos, si se toma declaración a su conciencia”. Piensa en lo que lograrías por medio de lo que haces o dices, y después, si tienes el suficiente valor, enfréntate a tu conciencia.

6.- Toma tu tiempo: los que actúan por impulso, sin pensar, casi nunca aciertan. El bíblico libro de Eclesiastés afirma que  siempre “hay un momento para callar, un  momento para el amor y un momento para la paz”. Desínflate antes de estallar. Toma unos segundos para respirar profundo, exhalar un suspiro y verás como el mal humor se diluye en el espacio.

7.- Trata de ponerte en el lugar de la otra persona: .Jesús, en el Sermón de la Montaña, dijo algo que debiera hacernos pensar: “así, pues, hagan  ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes”. El poeta florentino Francois Guichardin dijo de diferente manera, en términos seculares, que “los hombres se acuerdan más de las injurias recibidas que de los favores recibidos”. Ciertamente, debiéramos pensar en el dolor que infligimos a otros con nuestro mal genio. Simplemente si pensáramos en que fuéramos nosotros las víctimas en lugar de los victimarios, las cosas cambiarían de manera muy favorable. Hábleles a los demás como quisiera que los demás le hablaran a usted, y no olvide nunca el clásico proverbio bíblico: “la respuesta amable calma el enojo, la respuesta violenta lo excita más”. (Proverbios 15:1).

8.- Recuerda que lo dicho y hecho no tienen marcha atrás: Pedro Calderón de la Barca decía, con cierto tono de ironía, que “el bien puede olvidarse, no el agravio”. No deje un mal recuerdo en las personas que ama. Nunca busque que le teman, sino que le amen. El que domina el mal genio logra amor y aleja la discordia. Me impresiona este dicho del libro de los Proverbios: “hay quienes hieren con sus palabras, pero hablan los sabios y dan el alivio”. Súmese usted al grupo de los sabios.

9.- Mucho cuidado con la imagen que proyectas: a veces nos preocupamos más de cómo nos luce el vestido o el peinado que lo que hacemos y decimos. Nos gusta proyectar una imagen positiva frente a las personas ajenas a la familia, somos corteses con los extraños y afables con los superiores; pero ante  los seres amados nos despojamos de nuestras virtudes y exhibimos un descontrol que rompe la armonía fecunda de la cual debiéramos ser la fuente de inspiración. Dice el Talmud, “no te fijes en el vaso, fíjate en lo que contiene”, y el consejo es muy apropiado. Recuerdo de la pródiga autora canadiense, Lauren Conan, esta expresión en una de sus obras: “nada hay pequeño en el amor. Los que aguardan las grandes ocasiones para demostrar su cariño no saben amar”.

10.- Finalmente, pregúntese si alguna vez ha hecho algo por mejorar su comportamiento ante los demás, especialmente ante las personas que ama. Nada va a ganar sino intenta un cambio. Siempre va a salir perdiendo si insiste en ser víctima de sus propios defectos. Si lo que busca es que lo respeten, gruñendo lo que va a conseguir es que le teman. Si lo que procura es que lo quieran  sin hacer un esfuerzo por ganar el cariño que espera, lo que va a logar es que le huyan.  La persona mal humorada, severa, árida en sus manifestaciones está echando a perder lo mejor de la vida, que es el amor que hermana, y la paz que ilumina. Víctor Hugo dijo en “Las Contemplaciones” que “cada ser humano es un libro en el que el propio Dios escribe”. 

La finalidad de su vida es seguir los principios básicos indicados por Dios en su Palabra. Dios no pinta garabatos ni echa a perder páginas. Viva para ganar lo que de veras vale. Nada hay más importante que su propia vida: no la desfigure con el mal humor ni con  vicios que la deterioren. ¡Sea feliz haciendo felices a otros!

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