EL COLMILLO ATÓMICO

Written by Libre Online

30 de marzo de 2022

CAP. III DE XXXII

Por OSCAR F. ORTIZ

Cuando el mayor Kirov mandó a pasar al que tocaba, la puerta

se abrió y Andrei Kodina, un individuo alto, medio calvo y de aspecto cadavérico hizo su entrada. Llevaba gruesos lentes de miope y vestía de civil con un traje gris carbón, cuyos bajos de los pantalones le

quedaban demasiado largos; el exceso de tela se le amontonaba en torno a los tobillos. No faltaba la corbata roja con el pasador dorado que lo identificaba como un miembro del Partido comunista.

─Tome asiento, compañero Jefe de Personal.

El recién llegado que contempló al mayor Kirov con cierto aire de reserva, no era otro sino el respetado director de la

elitista división «Colmillo atómico». Pero, aun así, Kodina cerró la puerta suavemente a su espalda y se apresuró a acatar la orden del temible oficial. ─Gracias, compañero mayor ─musitó en tono quedo.

Por su parte, Kirov ocupó su silla tras el buró y de una gaveta extrajo un paquete virgen de cigarrillos rusos, envueltos en papel de suave color pastel. Desprendió uno y se lo colocó entre los labios sin brindar al visitante, antes de tocar la punta con la llama de un pesado encendedor de mesa que podía ser bronce.

Después de expulsar su primera bocanada de humo, el mayor asió por el mango la tetera de plata que reposaba sobre el escritorio y vertió té en sendas tazas de fina porcelana blanca. Una fue empujada hacia el visitante sobre la bruñida superficie del escritorio. Por un momento, antes de proseguir, Kirov contempló su despacho; meses después, recorriendo el sitio con la vista tras la mirilla telescópica de un fusil de largo alcance, comprendí que era un rito que el mayor ruso practicaba a menudo, cuando se hallaba absorto en una de sus «tormentas cerebrales». La habitación que lo rodeaba era vasta y estaba adornada con pesados muebles de caoba y cuero, también ostentosos retratos de los dirigentes soviéticos. Allí se podían ver imágenes del desaparecido Féliks Dzerzhisky, del también ya difunto camarada dirigente Leonidas Brezhnev y del actual líder del Partido comunista de la URSS, supremo mandamás de toda la Unión Soviética: Yuri Andropov.

Dzerzhisky ─me informaron durante la fase preliminar de mi adiestramiento─ había sido un polaco ateo y sanguinario, quien fundó la KGB bajo el nombre de CHEKA antes de que se convirtiera en la NKGB, y después en la MGB previo a 1954 cuando fue oficialmente reorganizada como Komitet Gosudarstvennoy Bezopasnosti. Pero sólo el nombre de la organización mutaba, supongo que por razones políticas, ya que la esencia de sus funciones nunca evolucionó.

Desde su fundación la KGB fue siempre un cuerpo anexado al Consejo de Ministros, al cual responsabilizaron de ocuparse de la seguridad interna, recopilar información tanto foránea como doméstica y ejercer de policía secreta. Deduzco que algo así como nuestra CIA, pero combinada con el FBI, la Border Patrol y la National Security Agency, fundidas las cuatro agencias en una colosal institución con el cuerpo de la National Guard también bajo su mando; por si las moscas. Hay que significar que la integraba una constelación de departamentos, comenzando con el Primer Directorio de Operaciones (encargado de la Inteligencia foránea), seguido por el Segundo Directorio (seguridad interna y contrainteligencia), el Octavo Directorio (códigos cifrados y comunicaciones gubernamentales) y muchas otras ramas que culminaban con la Jefatura de los Guardafronteras. Veinte departamentos en total y cada uno de ellos con una misión disímil.

¿Van captando el cuadro?

Finalmente, Anatoli Kirov probó un buche de su taza de té y le dio una calada al cigarrillo.

─Tengo una pregunta para usted, camarada ─dijo en tono adusto─, y le ruego que se tome su tiempo en contestarla… ─aquí hizo una pausa para lograr el máximo efecto, antes de rematar con la interrogante:

─¿A quién considera el mejor saboteador del «Colmillo atómico»?

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