El antiguo Convento de Belén, uno de los principales centros religiosos de La Habana en los tiempos coloniales, ubicado entre las calles Compostela, Picota, Luz y Acosta, fue construido entre los últimos años del siglo XVII y los primeros del XVIII por iniciativa del obispo habanero Diego Evelino de Compostela, con destino a servir de refugio a enfermos y heridos pobres. Su arquitectura presentaba un detalle característico, pues al avanzar el edificio sobre la calle Acosta, forma el único arco que existe en La Habana, al que se ha dado el nombre de Arco de Belén.
En 1704 el edificio fue ocupado por frailes Belemitas, bajo la advocación de San Diego de Alcalá, distribuían alimentos entre las familias más necesitadas y además establecieron una escuela gratuita para más de 500 niños. Allí se mantuvieron los referidos frailes durante más de un siglo, hasta 1842, en que las órdenes religiosas en la Isla fueron suprimidas por la corona española y en consecuencia, los Belemitas fueron desalojados, quedando el edificio ocupado por varias dependencias del Gobierno colonial español.
Diez años después, el 26 de noviembre de 1852, la Reina Isabel II dictó una Real Cédula restableciendo algunas congregaciones religiosas en Cuba, entre ellas la Compañía de Jesús, ordenándose a los frailes jesuitas la apertura, en alguno de los antiguos conventos existentes en Cuba, del que se denominaría Real Colegio de Belén, quedando constituida la propia monarca como su fundadora.
El 7 de abril de 1853, salieron de Cádiz en el vapor de la Real Armada Fernando el Católico, con rumbo a Cuba, los tres primeros frailes jesuitas destinados al Real Colegio de Belén, arribando al puerto de La Habana el 29 de abril de 1853, quedando alojados inicialmente en el Colegio Seminario de San Carlos, que antes era dirigido por la antigua Compañía de Jesús, aunque unos días después, ante el temor de ser atacados por la fiebre amarilla y siguiendo el consejo de otros sacerdotes, se trasladaron a San Antonio de los Baños, en busca de un clima más saludable.
Las primeras gestiones realizadas por los jesuitas ante el Capitán General Valentín Cañedo, con vistas a la instalación del colegio, fueron infructuosas, pero al llegar a fines de ese mismo año un nuevo Capitán General, el Marqués de la Pezuela, este dispuso, poco después de iniciar su mandato, que se buscase entre los edificios públicos de la ciudad el que se considerara más apropiado para ser convertido en un gran colegio.
Los propios frailes jesuitas propusieron el Convento de Nuestra Señora de Belén, el cual era entonces residencia del General Segundo Cabo y donde estaba acantonado, además, un batallón de infantería. El Marqués aceptó la sugerencia, ordenando se entregara a los jesuitas, por el momento, una parte del edificio y más adelante, el resto, cuando pudieran trasladarse a un nuevo local las tropas allí alojadas.
El día 16 de enero de 1854 tomó posesión de la parte del edificio que había sido desocupada, en calidad de Director del Real Colegio de Belén, el Superior Reverendo Padre Jesuita Bartolomé Munar y el 2 de marzo del mismo año comenzaron las clases, a las que asistieron desde los primeros días unos 40 niños y que se realizaban desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, almorzando en el propio colegio.
La enseñanza que tenían que dar los jesuitas, con arreglo de ellos mismos, fueron presentadas y luego aprobadas por el Gobierno. A ese fin, el Padre Munar, al proponer su plan de estudios, lo hizo acompañar de un oficio en el que aclaraba que el método de enseñanza sería el mismo que la Compañía de Jesús usaba en sus colegios de España, Inglaterra, Francia, Bélgica, Italia y otros países europeos, así como en EE.UU.
Tomando todo esto en consideración, el gobierno de Madrid, por Real Orden de 30 de septiembre de 1856, dio validez oficial a los títulos expedidos por el Colegio de Belén, sin intervención de los catedráticos de la enseñanza oficial, siendo admitidos en la Universidad los que poseyeran tales títulos.
El edificio constaba de 93 m. de ancho y 123 m. de largo, con 7 patios, dormitorios, capilla, biblioteca, estudio, aulas, gabinete de física y química, salón para óptica, salón para actos públicos, comedor gimnasio y un observatorio meteorológico y magnético.
El número de alumnos que recibieron instrucción en este colegio desde 1854 a 1897 fue de unos 6,000 y muchos de ellos ocuparon los puestos de mayor responsabilidad de la sociedad cubana.
El colegio admitía niños internos y externos, aunque la mayor parte de las normas que poseían era para niños internos. Suponemos que ambos, cumplían el mismo plan académico. La duración del curso era de principios de octubre a mediados de agosto. Las vacaciones constaban de 8 días en Semana Santa y en Navidad. Las vacaciones de verano de 6 semanas de agosto a septiembre.
A juzgar por el precio de los estudios ($300 pesos anuales) la enseñanza de los jesuitas estaba reservada para los hijos de las familias con una buena situación económica.
Varios de los estudiantes de medicina fusilados el 27 de noviembre de 1871 eran antiguos estudiantes del colegio, al igual que oficiales de la gesta de 1868 y de 1895.
Desde los lejanos tiempos de la apertura del Colegio, los títulos de propiedad que tenían los jesuitas sobre el edificio no estaban muy claros y se prestaban a tergiversaciones, pero en 1913, mediante un dictamen del Tribunal Supremo de Justicia, le fue otorgada a la Compañía de Jesús la propiedad en firme de la edificación.
Los alumnos para poder ingresar bajo la calidad de internos debían tener más de 13 años, saber leer, escribir, poseer partida de bautismo y no tener ninguna enfermedad contagiosa.
En 1925, cuando se produjo el cierre del Colegio de la calle Compostela para el traslado al nuevo Colegio los directores fueron el padre Camilo García y el padre Antonio Galván.
Entonces, luego de la mudada el edificio fue arrendado al Estado, que lo utilizó para ubicar en él la Secretaría de Gobernación y otras dependencias oficiales.
El nuevo edificio de Marianao
Por la necesidad de mayores espacios, el traslado del Colegio de Belén fue imprescindible.
Los planos del edificio fueron trazados por el arquitecto Leonardo Morales y Pedroso (1887-1965) uno de los arquitectos cubanos más destacados de acuerdo con la enorme cantidad de sus obras realizadas entre 1917 y 1953.
Dichos planos fueron aprobados en el mes de junio de 1921, por el Superior Rvdo. Padre General de la Compañía, Wlodomiro Ledochowski y dos años después, en mayo de 1923, fue colocada la primera piedra, bendecida por el Obispo de La Habana, Monseñor Pedro González Estrada.
La inauguración tuvo lugar, con grandes festejos en diciembre de 1925. El día 19 se dijo la misa del Espíritu Santo y la consagración del Colegio al Sagrado Corazón de Jesús, el día 20 se efectuó la despedida del Belén viejo y el traslado al nuevo y el 21 se verificó la jura de la bandera.
El nuevo colegio fue construido en un área equivalente a varias manzanas del terreno en 66-A y la Avenida 45 en el Reparto Buenavista, en Marianao (192,000 m²) siendo calificado, en el momento de su inauguración, como el mayor y más lujoso de todos los edificios de colegios privados de América Latina. Estaba al lado de la Quinta Villa Mina, que unos años después se convirtió en el famoso cabaret Tropicana.
Era una magnífica edificación de tres plantas con claustros y patios interiores que brindaban abundante sombra y frescura. En sus naves radiales en forma de semicírculo, alrededor de la Capilla y el Salón de Actos, quedaron instaladas las distintas aulas, desde la primera enseñanza hasta el bachillerato, mientras que en los pisos superiores se ubicaron los dormitorios.
Con posterioridad fueron creadas aulas de kindergarten y pre-primaria y se incorporó la carrera de Comercio.
Su estructura arquitectónica respondía al tipo de colegio religioso para la cual fue diseñada. La misma contaba con 9 pabellones, diseñadas de tal forma, que al poder ser vista desde el aire se podía observar una cruz y en la parte superior daba la impresión de que había una corona de espina. En las áreas centrales de los pabellones principales existían cuatro espacios vacíos a los que se les daban diferentes usos.
En uno de esos espacios había un parque adornado con fuentes y estatuas, donde los alumnos y profesores pasaban sus ratos de meditación, descanso o estudios.
A la derecha del parque se encontraba la iglesia, adornada por bellos vitrales en puertas y ventanas, un gran mural al fondo donde se refleja parte de la historia del colegio, mientras que a lo largo de las paredes interiores se reflejan en vitrales los principales santos de la Orden Religiosa.
En otro de los espacios libres de los pabellones se encontraba un gran aljibe para la recogida de agua de lluvia. En ese mismo espacio se hacían actividades de tipo recreativo donde participaba la población de los alrededores.
Uno de los elementos atrayentes que tiene la instalación es la puerta que estaba en la entrada principal, confeccionada con maderas preciosas y divididas en cuatro partes. En cada una de estas partes se encontraban grabados a bajo relieve, la historia de la Orden Religiosa en cada una de sus etapas de desarrollo.
En 1939 se construyó una edificación cerca de los pabellones centrales que contrastaba con el resto de la instalación, donde estudiaban alumnos que no podían pagar la matrícula de la escuela. El Colegio Niño de Belén, daba enseñanza gratuita a los niños pobres, así como la Escuela Nocturna, en la que también se impartían clases sin cobro alguno.
Por último, se construyó una Escuela Electromecánica, con numerosas naves, en la que se brindaba la enseñanza técnica y especializada de diversos oficios. El número total de alumnos matriculados en Belén y las restantes escuelas sobrepasaba la cifra de 2,000 estudiantes y para su atención la Compañía contaba con 55 jesuitas, entre Padres y Hermanos y 73 profesores seglares contratados.
En 1961 el padre Ramón Calvo Hernández, fue su último director.
El Observatorio de Belén
El 1ro. de marzo de 1857, el sol aún no se despegaba del horizonte y en la terraza de uno de los conventos de la calle Compostela, el padre Antonio Cabré (1829-1883) estaba mostrando un termómetro a un grupo de jóvenes alumnos del Colegio que los jesuitas tenían en aquel edificio. Comenzaba su clase de Física, se le ocurrió y le propuso a los pupilos llevar a partir de ese día un registro de las temperaturas, cantidad de lluvia, humedad y el valor de la presión atmosférica, con el propósito de seguir sus variaciones y expresarlas sobre un gráfico.
Cabré no lo sabía, pero acababa de dar el primer paso para establecer lo que más adelante sería el centro meteorológico más importante de la zona intertropical del planeta durante la segunda mitad del siglo XIX: el Observatorio del Real Colegio de Belén, de la Compañía de Jesús.
En una época en que la Meteorología no había alcanzado aún su pleno desarrollo y fue su primer director el Padre Antonio Cabré. En una publicación de 1859 se incluye un estudio suyo bien razonado sobre cómo determinar la marcha de los elementos meteorológicos y climatológicos en La Habana. Otros dos célebres sacerdotes que ocuparon con posterioridad la dirección del Observatorio fueron los Padres Sarasola y Gutiérrez Lanza.
En marzo de 1870 arribó a Cuba el padre Benito Viñes Martorell (1837-1893) y de inmediato se hizo cargo del observatorio del Colegio de Belén, al que imprimió la energía propia de su carácter. Desde su cargo de director, se dispuso a sacar adelante dicha institución, para lo cual dio prioridad a las tareas de mayor urgencia, tales como: el reinicio de las observaciones meteorológicas, el cálculo, la elaboración y publicación de los datos climatológicos estadísticos (a partir de las observaciones registradas en el observatorio) y el desarrollo de estudios regulares acerca de la meteorología tropical y el estado del tiempo en La Habana.
Su obra trascendió, pues las ideas y teorías que expuso fueron tomadas en cuenta por casi todos los meteorólogos en el mundo, durante la primera mitad del siglo XX. En 1893 recibió una invitación de la Comisión Científica Organizadora del Congreso Meteorológico de Chicago, para que enviara un trabajo relacionado con los huracanes de las Antillas.
Contaba el observatorio de una estación de telégrafo y un importante instrumental para los estudios de la atmósfera. Este último se encontraba en un inicio en el segundo nivel del edificio, y después fue situado en la torre contigua a la calle de Acosta, donde estaba el arco.
Todos los barcos que tocaban puertos cubanos debían transmitir al observatorio la temperatura del agua, mediciones de presiones barométricas, pluviometría y la fuerza de los vientos.
La primera predicción de un huracán: El 11 de septiembre de 1875 el padre Viñes percibió señales similares a las del huracán de Matanzas del 9 de octubre de 1870. La fama del sacerdote le precedía y era frecuente que navegantes de toda la zona oriental del Caribe le enviasen sus partes de navegación.
“Después de haber estudiado la trayectoria, formación de las nubes y localizado el ciclón, sacó la conclusión de que en un par de días llegaría a Cuba”.
El padre Viñes envió su predicción a la prensa y diarios de la Isla, de la que se harían eco horas más tarde. El sacerdote acababa de realizar la primera predicción científica de un huracán de la historia.
En 1882 inició un amplio recorrido, llegando a Londres y París donde adquirió un costoso surtido de nuevos instrumentos, cuya relación incluía tres teodolitos, un sextante, un cronógrafo y un cronómetro. Además, tres magnetómetros, declinómetros, brújulas, cinco barómetros, termómetros y psicrómetros de varios tipos; un evaporímetro, anemómetros, veletas, nefóscopos y un actinómetro.
Fue en dicho observatorio donde primero se bautizaron los ciclones del Atlántico con nombres de santos.
Al morir Viñes, el nuevo director del Observatorio desde 1893 hasta 1924, fue el padre Lorenzo Gangoiti (1845-1933), además era el profesor de Física.
Durante la intervención militar norteamericana, visitó el Observatorio el señor H. C. Dunwoody, ilustre meteorólogo, autor de varios trabajos importantes en esta disciplina. Recorrió con mucho entusiasmo todo el departamento, examinando con gran interés los trabajos realizados, los que calificó como extraordinarios en todos sus detalles y al terminar su recorrido llegó a afirmar que si el Observatorio de Washington superaba en lujo y número de aparatos al de Belén, en cambio éste vencía al de la capital norteamericana en la exactitud y perfección de los trabajos publicados.
El pueblo de Cuba y en particular el de La Habana, conocieron bien esa salvadora exactitud, pues tuvieron la oportunidad de comprobarla cada vez que se presentaba la terrible coyuntura de un ciclón.
La tragedia del Valbanera
Pocas inundaciones se recuerdan en La Habana como las que provocó el ciclón de septiembre de 1919, que pasaría a la historia como el huracán del Valbanera por haber hundido el vapor español del mismo nombre.
El potente meteoro categoría 4 con vientos sostenidos de más de 200 km por hora, que atravesó el Estrecho de la Florida moviéndose en paralelo a la costa norte de Cuba, destruyó totalmente varios tramos del Malecón y lanzó grandes columnas de agua contra el litoral cubano desde Las Villas hasta La Habana.
Al amanecer del 9 de septiembre, Ramón Martín, capitán del buque correo transatlántico Valbanera, propiedad de la naviera española Pinillos, que había zarpado cuatro días antes con rumbo a La Habana desde el puerto de Santiago de Cuba, observó con preocupación las primeras señales del huracán a la altura de Matanzas y envió un mensaje telegráfico al observatorio del Colegio de Belén:
“Al norte de Matanzas, con viento duro del noroeste, diga que hay de la perturbación”.
La respuesta del padre Lorenzo Gangoiti, quien dirigía entonces el Observatorio no pudo ser más pertubadora: “Ciclón norte Sagua. Gran intensidad. Rumbo oeste-noroeste”.
Se desconoce si el Valbanera recibió el mensaje, que la estación telegráfica del Morro se mantuvo reenviado a intervalos de 25 minutos. Lo más probable es que el poderoso huracán haya arrancado la antena del buque, pues no se volvió a comunicar con La Habana.
El 19 de septiembre de 1919 un guardacostas norteamericano encontró al Valbanera hundido a 12 m. de profundidad y a 45 millas de Cayo Hueso, con el mástil de popa y los pescantes de babor de la toldilla de popa sobresaliendo del agua.
En el desastre fallecieron 488 personas entre pasajeros (en su inmensa mayoría inmigrantes españoles que buscaban una nueva vida en Cuba) y tripulantes. Hasta el día de hoy se le considera la mayor tragedia marítima española en tiempos de paz.
Desde 1924 fue el padre Mariano Gutiérrez-Lanz (1865-1943) el director hasta 1943 en el Observatorio del nuevo Colegio en Marianao.
Desde 1943 hasta 1947 el padre Simón Sarasola (1871-1947) le tocó la dirección del Observatorio. Téngase en cuenta que Belén no era un centro cualquiera, se hallaba entre los cinco Observatorios más importantes de los que sostenía la Compañía de Jesús en el mundo.
Al morir Sarasola, en 1947 fue al padre José Rafael Goberna y Costas (1903-1985) a quién le tocó la dirección hasta que el brutal comunismo llegó y se acabó todo allí, pero no para el padre Goberna, quién en febrero de 1962 comenzó a trabajar como subdirector del Observatorio Geofísico de los Andes Colombianos en Bogotá, pasando en 1983 al puesto de director hasta su muerte, en 1985. En Bogotá, aunque mantuvo su interés por la meteorología, su principal trabajo cambió a la sismología, dedicándose a la observación y estudio de los terremotos de Colombia.
Otros Colegios Jesuitas
en Cuba
En Cienfuegos, el Colegio de Monserrat donde se impartían clases de primera y segunda enseñanza. Fundado en 1883 en la manzana comprendida por las calles San Fernando, O’Donell, Cid y San Carlos. En su ala principal (Calle San Fernando) tenía el vestíbulo, los salones de recibo, la biblioteca y un museo de Ciencias Naturales. En la segunda y tercera plantas estaban las aulas. Tenía también en lo más alto de esa ala, un Observatorio Meteorológico. Fue cerrado por los mismos jesuitas en el 1942.
En Santiago de Cuba estaba el Colegio Dolores, llamado así pero su nombre completo era Colegio de Nuestra Señora de los Dolores, fundado el 31 de julio de 1913, en la calle Mayía Rodríguez y Heredia. Clases de primaria y segunda enseñanza.
En Sagua la Grande, los jesuitas tenían el Sagrado Corazón de Jesús. El 12 de junio de 1906 el Padre Saturnino Ibarguren bendijo la primera piedra del colegio inaugurado en 1908. Inicialmente para grados menores, desde kindergarten, luego desde primer grado hasta sexto grado (Ingreso). De este colegio salieron vocaciones importantes para los jesuitas como la del padre Florentino Azcoitia y el padre Marcelino García.
En 1957 pasó a otra orden religiosa, dejando de ser un Colegio Jesuita.
La Asociación de Antiguos Alumnos de los Colegios Jesuitas de Cuba
La historia de la Asociación Belén de Antiguos Alumnos se remonta a 1923 cuando el Colegio estaba en la calle Compostela de La Habana. La Asociación original celebró su primera asamblea general el 31 de enero de 1923, seguida de un almuerzo el 24 de febrero, en la Quinta de la Asunción en Luyanó, donde 230 ex alumnos participaron en la fundación de la Asociación de Antiguos Alumnos.
En ese mismo año se inscribieron 700 ex alumnos y operaba desde una oficina en la calle Prado en La Habana, donde el Dr. Antonio Sánchez de Bustamante y Sirvén (1865-1951) abogado, magistrado, senador y ministro, se desempeñó como su primer presidente. Los miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos del Colegio de Belén participaron en muchos esfuerzos de recaudación de fondos como la Tómbola de Belén y establecieron becas en la escuela para financiar la educación de aquellos que de otro modo no podrían asistir a la escuela.
En 1941, la asociación fundó dos colegios vocacionales: la Escuela Electromecánica de Belén y la Escuela Nocturna Obrera de Belén (ENOB). Las escuelas estaban atendidas por jesuitas, estudiantes de último año y ex alumnos de Belén.
Muchos de estos miembros también eran miembros de la Agrupación Católica Pre-Universitaria (ACPU) y la Congregación de San Luis Gonzaga, quienes también donaron su tiempo para este valioso esfuerzo.
En ENOB, los estudiantes se capacitaban primero en materias básicas de estudio y luego se les ofrecía seguir carreras técnicas durante un programa de siete meses que incluía clases de educación cívica, aritmética, geometría, geografía, historia, español, inglés y religión. Las escuelas técnicas funcionaron desde 1941 hasta 1961 en el Colegio de Belén y enseñaban a un alumnado de 140 a 200 alumnos anuales, de forma gratuita.
El Dr. Finlay y el Colegio Belén
El Dr. Carlos J. Finlay (1833-1915) había sido el médico jefe de la comunidad jesuita en La Habana. Un día pidió voluntarios para probar su teoría de que la enfermedad era transmitida por el mosquito Aedes Aegypti y no por contacto directo. Entre 1870 y 1890, más de 100 voluntarios proporcionaron una muestra lo suficientemente grande como para realizar un experimento científicamente aceptable. De estos, 57 fueron padres jesuitas o empleados de Belén.
En el Lobby del Colegio en Marianao, había un gran muro conmemorativo en honor al Dr. Finlay, los voluntarios y los 3 mártires que perdieron la vida como resultado del experimento.
Relación parcial de
ex alumnos de los
4 Colegios Jesuitas
Los señalados con ‡ están en la Galería de Mártires de Belén en Miami. Los de negritas fueron asesinados o murieron en combate.
Ing. Armando Abay Milián, Dr. Luis E. Aguilar León “Lundy” (1926-2008), Roberto Anta Hernández ‡ (1945-1966), Dr. Adolfo R. Argüelles Navarro, Ing. José M. Amézaga, Ing. Jorge Álvarez, Dr. José Álvarez Díaz, José Álvarez Obregón, Dr. Pedro Albarrán (1854-1911), Dr. Joaquín Albarrán (1860-1912), Calixto Bernes Brauet ‡, Dr. Basilio Bolúmen Lozano,Roberto Borbolla, Eugenio Batista Gastón ‡, Dr. Luis J. Botifoll (1908-2003), Julio Caballero González, Alfredo J. Cervantes Lago‡, Javier Calvo Formoso, Virgilio Campanería(1938-1961), Ing. Raúl Celorio de Sena, Dr. Eduardo Chibás (1907-1951), Armando Codina (1945),Ismael Cejas Castro-Palomino ‡, Ramón Cubeñas Conde ‡, Dr. Andrés Castañeda Padrón, Ing. Manuel Carreño Camps, Dr. José Manuel Cortina (1880-1970), José Luis Carballo ‡, Carlos de la Torre, Juan Felipe de la Cruz ‡, Oscar Monteagudo de la Vega, Julián del Casal (1863-1893), Miguel Díaz Infante‡, Antonino Díaz Pou (1934-1961), Domingo Domínguez Lamoglia, Dr. Matías Duque Perdomo, Sergio I. Echeverría Acebo‡ (1930-1959), Alberto Espinosa Bravo, Ramón Espino Navarrete, Dr. José Estravis, Gabriel Forcade Jorrín‡, Dr. Arturo Fernández, Daniel Fernández Mon‡ (1931-1961), Jorge Fundora Fernández ‡(1926-1961), Ángel Fernández-Varela, Dr. Luis Fernández Rocha (1939-2021), Rafael Gallardo, Sergio García Miró, Dr. Salvador Guedes Olano, Ing. Roberto Goizueta(1931-1997), Rogelio González Corzo “Francisco” ‡(1932-1961), Eladio González, Pedro Hoyos DuBouchet, Dr. Francisco Humara Maderne, César Ibarra, Julián Ibarra, César Incera Riacer, Néstor Izquierdo Díaz ‡ (1936-1979), Dr. Salvador Juncadella Gamba, Dr. Andrés Jiménez Ordoñez, Jorge R. Jones Castro (1936-1961), José Ignacio Lasaga Travieso, Joaquín Lastres‡ (1867-1897), Emilio Martínez Venegas, José A. Macau Cossio ‡ (1937-1958), Julián Martínez Inclán‡(1939-1959) José Ignacio Martí Santa Cruz ‡ (1938-1959), Ing. Adrián Maciá, Dr. Narciso Maciá, Ing. Gabriel Maristany, Dr. Pedro Martínez Fraga, Héctor Madriaga, Dr. Antonio Martínez, Dr. Emilio Marril Rivero, Carlos Rubén Menéndez Navarrete, Alberto Martínez Piedra (1926-2021), Salvador Miranda (1939), Mario Martínez Malo (1938-2021), Manuel E. Mesa Guzmán ‡ (1945-1967), Dr. Ramón Meza (1861-1911), Dr. Antonio Navarro, Carlos M. Poveda-Aguilar,Braulio Pardo López, Antonio Prío Socarrás (1905-1990), Carlos Prío Socarrás (1903-1977), Germán Pinelli (1907-1996), Dr. Ricardo Pocurull Oña‡ (1857-1897), Eduardo Rosell Malpica‡ (1870-1897), Dr. Juan Antonio Rubio Padilla (1909-1989), Dr. José Ignacio Rasco (1925-2013), Carlos Rodríguez Santana “Carlay”(1938-1960), Julián M. Ruíz, Ing. Antonio H. Rodríguez Cintra, Dr. Eugenio Revilla, Dr. Miguel Roldán Viñas, Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), José Rodríguez-Lombillo Plasencia, José Rionda Gelats, Carlos Rafael Rodríguez (1913-1997), Dr. Eugenio Sardiña Segrera, Dr. José Manuel Sarasa Aldama, Dr. Carlos Soler López‡ (1859-1897), Jorge Suárez Gastón, Ignacio Suarez Carreño‡ (1919-1968), Miguel Ángel Suárez Fernández (1902-1968), Roberto Suárez (1928-2010), Enrique San Pedro (1926-1994), Dr. Diego Tamayo Figueredo, Dr. Pelayo Torres Vega, Rafael Trejo González ‡(1910-1930), Raúl Vianello Alacán‡ (1927-1961), Ing. Ignacio Wagner.
Entre los integrantes de la Brigada de Asalto 2506 hubo unos 80 Belemitas y 6 de los capellanes eran jesuitas.
En mayo de 1961, Fidel Castro, ex alumno de dos colegios jesuitas, Dolores y Belén, cerró los colegios católicos. El domingo 17 de septiembre de 1961, llevaron a todos los religiosos custodiados hasta los muelles de la Bahía de La Habana donde abordaron el vapor Covadonga con rumbo a España. Luego algunos lograron llegar a Miami, unos pocos a Puerto Rico, República Dominicana y a otros países latinoamericanos.
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