EL BANDO DE LA RECONCENTRACIÓN

Written by Libre Online

13 de febrero de 2024

Jorge Quintana (1954)

El 10 de febrero de 1896 tomó posesión del mando de la Capitanía General de la Isla de Cuba el general Valeriano Weyler, a quien el gobierno de España había confiado la triste tarea de “pacificar” a sangre y fuego. Cuando el general Weyler llegó a La Habana la situación del ejército español era bastante crítica. El general Antonio Maceo había consumado la empresa invasora, tomando a Mantua el 22 de enero de 1896. 

El general Máximo Gómez se mantenía irreductible en la provincia de La Habana, hostilizando a las columnas españolas y obligándolas a moverse sin lograr derrotarle. Inmediatamente el general Weyler puso en práctica el plan de operaciones que durante el viaje había venido estudiando. 

El general Maceo debería ser encerrado en la provincia de Pinar del Río y sobre el mismo operaría una fuerza abrumadora que acabaría por destrozarle. Después, el proyecto “pacificador” avanzaría hacia Oriente, haciendo otro tanto con el general Máximo Gómez y, finalmente, con los jefes que operaban en la región oriental. 

Para coordinar mejor su plan “pacificador”, el general Weyler dictó una serie de bandos ordenando la reconcentración de los pacíficos. El primero apareció en la Gaceta de La Habana, el 16 de febrero de 1896. Una copia transcrita del mismo la ofrecemos en esta página. La reconcentración, según esta disposición del general Weyler, abarcaba a las provincias de Oriente, Camagüey y una extensa zona de Las Villas hasta Sancti Spíritus. Defendiendo esta medida el propio Weyler escribió, en el prólogo de su obra “Mi Mando en Cuba”, lo siguiente:

“De los distintos bandos que dicté fue el más censurado el relativo a la concentración, que evitaba el inútil derramamiento de sangre de mis tropas y los desembarcos de armas y municiones del enemigo; esta medida no tengo necesidad de defenderla; nadie que esté medianamente informado de la historia militar contemporánea ignorará que los ingleses la copiaron en Transvaal y los norteamericanos en Filipinas, y en Cuba estaban dispuestos a llevarla a cabo en la última intentona insurreccional, así como todo mi plan de campaña, lo que no puede menos de halagar mi amor propio como general español.”

Las consecuencias de este plan de campaña están a la vista. La insurrección no fue dominada. El general Maceo se paseó impunemente por la provincia de Pinar del Río, librando cuantas batallas le quisieron presentar los generales españoles. En el resto de la Isla los insurrectos siguieron manteniéndose irreductibles y al campo revolucionario salieron muchos pacíficos que tal vez, sin la reconcentración no se hubieran decidido a sumarse a sus hermanos en armas. Y para los pobres pacíficos la reconcentración significó el hambre y la miseria más horrorosa que recuerda nuestra historia. 

Este grabado que ofrecemos también, junto con el Bando de Reconcentración, es de la época. Los personajes que aparecen no son reclusos de los campos de concentración de los nazis, sino víctimas de la reconcentración weyleriana. 

En última instancia, el tristemente célebre general español no ha reclamado otra cosa que el privilegio de haber sido un precursor de estos métodos brutales de una guerra bestial. Y si quisiéramos añadir algo más a las consecuencias de aquella política, del general Weyler, diremos que, como casi todos los capitanes generales españoles, aprovecharon la guerra de Cuba para enriquecerse. Por algo después de haberse retirado a España pudo levantar edificios de apartamentos en pleno Madrid y los madrileños, en son de burla, aludían al título de su pretendido libro justificador, exclamando cuando pasaban frente a ellos: “Sumando en Cuba”.

En los últimos tiempos —como consecuencia de las aspiraciones re-reconquistadoras del imperio franquista– el nombre de Weyler está intentando revalorizar. No le han faltado biógrafos y apologistas que con argumentos bastante sofísticos han pretendido justificar lo injustificable. De todas maneras, el nombre de aquel precursor de los campos de concentración –el propio Weyler reclamó ese privilegio– ha sido y lo será siempre en Cuba, abominable, repudiado, maldecido…

BANDO

Don Valeriano Weyler y Nicolau, Marqués de Tenerife, Gobernador Capitán General de la isla de Cuba y General en Jefe de este Ejército, etc., etc.

Hago saber: Deseoso de prevenir contra determinados peligros a los honrados habitantes de esta isla, lealmente adictos a la causa de España, y en uso de las atribuciones que las leyes me otorgan.

ORDENO Y MANDO

Artículo 1.  Todos los habitantes de los campos de la jurisdicción de Sancti Spíritus, provincias de Puerto Príncipe y Santiago de Cuba, deberán reconcentrarse en los lugares donde haya cabecera de División, Brigada, Columna o Tropa del Ejército y proveerse de documento que garantice su persona, en el plazo de ocho días contados desde la publicación de este Bando en la cabecera de los términos municipales.

Artículo 2.  Para salir al campo en todo el radio en que operen las columnas, será absolutamente preciso un pase expedido por los Alcaldes Municipales, Comandantes Militares, de Armas o jefes de destacamento, en la inteligencia de que se detendrá a todo el que no cumpla con este precepto, y será conducido a la capital del Cuerpo del Ejército, División o Brigada para desde allí enviarlo a La Habana a mi disposición, aprovechando los primeros medios de comunicación que se ofrezcan. Si a pesar de exhibido el pase, hubiera motivos para sospechar que este no sea auténtico, o que por alguna autoridad se ha extendido a favor de persona que conocidamente haya demostrado sus simpatías o apoyo en pro de la insurrección, serán exigidas en su caso las responsabilidades que procedan.

Artículo 3.  Deberán desalojarse por sus dueños todos los establecimientos de comercio situados en los campos y los jefes de Columna tomarán las medidas que aconseje el buen éxito de las operaciones, con aquellas propiedades que sin constituir riqueza del país, sirvan en el interior de los bosques, o en el campo, de guarida al enemigo.

Artículo 4 .  Quedan anulados todos los pases concedidos hasta la fecha.

Artículo 5.  Las Autoridades militares cuidarán de que la publicación de este Bando sea inmediata.

Habana, 16 de Febrero de 1896.

Valeriano Weyler.

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