EL ANTIRRACISMO COMO PLATO FUERTE EN FRANCIA

27 de octubre de 2021

El único programa dedicado a los libros que queda en la televisión francesa abordó hace dos semanas los conflictuales temas de la memoria de la esclavitud yel del racismo cotidiano. Con la pretensión de exponerlo desde un ángulo intelectual le entraron asociádolos al “sentido de la Historia”. Con tal enunciado y estando seguro de que iba a ver una misa del social-politico correcto me dispuse a mirarlo y sin sorpresa posible sufrí estoicamente un niágara de alegatos a propósito de discriminaciones e injusticias de las que son víctimas los no blancos en el mundo contemporáneo. Vasta problemática que en todos los sectores de la sociedad azuzan aquellos que por sectarismo o mala fe se posicionan a la sombra de personas de bien que trabajan por mejorar una situación que es tan vieja y enraizada como la naturaleza humana.

 Después de la presentación de una obra de más de 700 páginas -Historia comparada del mundo de la esclavitud-  hecha por casi cincuenta historiadores de distintas nacionales, comparecieron dos novelistas de origen africano no-árabe y no magrebí los cuales, en tándem con un sociólogo que asesora los equipos destacados en el Ministerio de Educación para revisar con desvelo izquierdizante los programas y los textos utilizados en secundarias y preuniversitarios. El plató así integrado se transformó en solapado volcán dialéctico no ya expulsando lava sino medias verdades no menos incandescentes.

El tema del racismo, enfocado solamente desde el ángulo de injusticias inflingidas a los no blancos y el de la esclavitud denunciada en lo que se circunscribe al comercio triangular de Europa a América pasando por África, es no solo injusto, es una metonimia que deliberadamente oculta otras evidencias pretéritas y presentes. Por ello no por sabidas dejan de ser loables las enumeraciones que en el tratado aludido más arriba evocan una realidad : en materia de esclavitud en todas partes han cocido habas. Todas las sociedades han sido culpables.

Así planteadas se vino a las discriminaciones que han envenando desde siempre las relaciones en sociedad dondequiera que ha habido desplazamientos, queridos o no por quienes los han protagonizado, desde regiones de pobre desarrollo económico a otras en las cuales ha habido desenvolvimiento, paz y perspectivas de futuro. Y concurre,  mediante la creciente demografía de nuestra época, un mestizaje que esta configurando lo que será el caleidoscópico paisaje del siglo en curso.

 Y como la creación literaria tiene como función describir cualquier realidad no ya como fue y como esta siendo sino como pudiera ser y haber sido escuchamos de labios de Chimanda Ngozi Adichie y de David Diop enfoques muy a la moda.  Con sus orígenes nigeriano y senegalés, que no les han impedido triunfar gracias al talento que poseen, son presentados como testigos y como árbitros, que no faltaba más. Viviendo en países que los acogieron cuando eran muy jóvenes han producido obras que les han abierto las puertas de la notoriedad, posiciones les otorgan protagonismo en el combate por la igualdad y la justicia.  Desde sus puntos de vista Chimanda en Estados Unidos y David en Francia son apreciados, diría más son aupados una porción significativa de la intelligentsia.

Chimanda es la más célebre de los dos. Ha hecho carrera en Estados Unidos donde ha publicado varias novelas y obtenido los premios como el Orange for Fiction. La revista Fortune la listó como uno de los líderes más destacados y Michelle Obama la distinguió para secundarla en la promoción de su libro. Su último opus, por el que estaba invitada a la televisión, esta dedicado al dolor. Al dolor de quienes sufren el racismo sobre todo.

 Diop – conocido desde hace diez años por una novela (Hermanos del alma, título de la traducción al español) que se basa en la vida de un abuelo que combatió con uniforme francés en las trincheras de la Gran Guerra – publica otra que le ha valido grandes elogios y un contrato para llevarla al cine con el actor Omar Sy como realizador y probable protagonista. Recrea el autor un retorno al Senegal del Siglo XVIII a través de la vida y obra de un naturalista franco-irlandés; cosa que conduce una esclava vendida tierra adentro por otros negros, que consigue escaparse en Dakar huyendo del puerto hacia la jungla cuando casi la estaban subiendo a un barco negrero.  

Seguiremos hablando, y no solo en la televisión francesa, de negros, blancos y mulatos. Tal vez venga bien releer Mi raza (1893) de José Martí. Y desde luego que no es pecado hablar de raza pero sigue siendo difícil partir la naranja al medio. En un librito indispensable publicado en 1973 (La bala perdida) el cáustico Juan Arcocha relataba, entre otras lindezas de la vida de los diplomáticos castristas en el París de fines de la década 1960, el rencor experimentado por un tal “Rolando”, no por las faltas que reconocía haber cometido como buquenque en el consulado,  sino porque hablando de él lo describían como mulato, ¡él que todo hacía por afirmarse blanco a pesar de una soslayada abuela liberta!.  Institucionar el silencio sobre esta gran cuenta pendiente constituídas por la esclavitud y el racismo seguirá estando en nuestra cotidianidad.

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