Duro y por el Centro de la Goma

Written by Libre Online

23 de noviembre de 2021

“Mi historia no está escrita”… No importan los mimos de la prensa, ni los aplausos del público, ni que haya llegado en un año del “Ferroviario” a la Liga Americana… “Nada aprendí en las Mayores”…Luque se convierte en maestro del ídolo incipiente…”Pacato” Pascual antes de entrar en el “Habana” era almendarista de los que muerden… Las gentes desconfían de los atletas pequeños… A Ted Williams le pitcheó la recta del humo, porque no sabía hacer otra cosa. Era el pelotero más chiquito de las Mayores.

Por Eladio Secades

No importa que una concurrencia de veinticinco mil aficionados se haya puesto de pie para apludirlo. Tampoco importa el debut triunfal en el torneo de invierno. “Mi historia no está escrita” -me ha dicho Patato Pascual. El diminuto, sensacional e incipiente lanzador del Habana acepta con modestia admirable que él no depende de lo poco que ha hecho, sino de los mucho que en el deporte le queda por hacer. Que en un año haya ido de la manigua humilde y heroica a la Liga Americana en salto que no tiene precedentes en las memorias del beisbol no quiere decir que la vanidad haya cegado a nuestro compatriota. El caso de Patato Pascual es sorprendente y único. A fines de febrero del año 1949 el viejo scout de los Senadores, Joe Cambria lo descubre, lo enamora y le ofrece contrato. Nadie lo conoce. Los periódios apenas hablan de él. Es uno de tantos muchachos que juegan a la pelota. En septiembre de 1950 lo tenemos con el uniforme de los Senadores de Washington, lanzándole a Ted Williams, a Stephens, a Droppo, a Doerr, a la más recia tanda de toleteros que posee el pasatiempo en los dos circuitos mayores. Yo creo que el deporte no tiene noticia de otra exaltación semejante, por lo inesperada y también por vertiginosa.

Al parecer, la carrera beisbolera de Patato Pascual está regida por un signo astrológico que determina sucesos fuera de lo vulgar. El atleta que en tan poco tiempo cubrió el tránsito inmenso de la novena del Ferroviario a la del Washington, al inaugurarse nuestro campeonato profesional logra lo que hasta ahora nadie ha logrado y lo que resultará muy difícil que realice otro novato en los años que le restan de vida a los fanáticos de esta generación. El manager Miguel Angel González, que tanto sabe de baseball que tan escrupuloso es para concederles crédito absoluto a sus subalternos, confiesa en una entrevista que sólo conoce a Patato Pascual por referencias, que NUNCA LO HA VISTO PITCHEAR y a pesar de eso, en la primera salida al diamante de la nueva y temeraria constelación del Habana, el sabio y paciente inspirador de la famosa leña roja le entrega el guante, le da unas palmaditas en la espalda y lo manda al montículo a abrir el juego… Cuando el pequeño gigante -no es paradoja caprichosa del escritor, sino elogio honrado del crítico- emprende el camino que conduce a la trinchera de los lanzamientos, los espectadores se yerguen para estimularlo con palmas y gritos… ¿Estamos en presencia de un ídolo precoz? ¿Se trata de una temeridad de Miguel Ángel González?… Patato Pascual venció al Cienfuegos, después de un inicio pálido, pero cuando se retiró a la ducha por obra y gracia de un bateador emergente, sólo habían podido conectarle dos hits y dejó en la galería la ilusión unánime de lo que había hecho semanas antes en la Liga Americana no era milagro del destino y si producto de las facultades extraordinarias que posee…

Yo le pregunto:

-¿Estabas nervioso cuando debustaste en el Torneo de Invierno?

-Más…pero muchísimo más que cuando debuté en los Senadores.

-¿Por qué?

-Creo -me dice- que no sabría explicarlo. Acaso por estar en mi propia tierra, porque sabía que iba a jugarme una carta decisiva, porque el baseball cubano es demasiado apasionado, en fin… Puedo decirte que sentía que el traje de pelotero se me escurría sobre el cuerpo… No creo que en el instante de salir haya llegado al temblor cobarde, pero si experimenté que todos aquellos murmullos que salían del stands me hacían sentirme más pequeño de lo que soy.

-Lucias desconcertado y flojo en el comienzo…

-¿Sabes que me animé: después que me hicieron las dos carreras en el primer inning, con el tribey de Mc. Ghee y el pisicorre sobre el fly de Crespo; en el segundo Regino Otero pegó una línea de single por el jardín derecho y Salvador se embasó también por error de Haas… El toque de Epperly con ánimo de sacrificarse, fue una palomita extraviada que yo cogí de aire, en la punta del guante, junto a la raya de foul y sin que pueda explicarme cómo. Corrí, corrí, alargué el brazo y supe que tenía la bola en la mano por los gritos del público. Con un tiro a segunda completé el doble-play y empecé a sentirme fuerte y seguro…

-¿Dices que el debut en las Grandes Ligas no te afectó tanto?

-¡Qué va!… Yo llegué a los Senadores un sábado. Aquella noche le tocaba lanzar a Julio Moreno. Bajé al campo y el manager Bucky Harris me pidió que tirara algunas pelotas, para verme…Yo disparé todo lo que tengo en el brazo y en el alma… Sin filigranas, sin alardes de repertorio. Recta de humo, una enseguida de la otra… De pronto el piloto del Washington hizo un gesto, para indicarme que ya estaba bueno… Yo esperaba que me sometiera a otro experimento, pero con la mayor naturalidad del mundo me dijo que al día siguiente me pondría contra los Atléticos de Connie Mack…

Yo repito las palabras de Patato Pascual, con un poco de ironía:

-Con la mayor naturalidad del mundo…

-Asi mismo -prosigue él-…

Como si para un pitcher recluta eso de abrir un desafío contra los Atléticos no tuviera la menor importancia. Pero no me puse nervioso, me vino a la mente una frase cubana: “lo que sea pero que sea pronto”…

-¿No te indicó Bucky Harris cómo debías trabajar a cada uno de los bateadores enemigos?

-No… Moreno, Consuegra y Marrero por compañerismo me hicieron algunas observaciones, me proporcionaron algunos tips…. A este tírale por aquí… Al otro tírale por allá. Bucky Harris sólo me pidió una cosa… Que lanzara de strike, con toda la velocidad… “strike, siempre strike” fue lo que me dijo. Le gané al Filadelfia tres carreras por una, con tan grande dicha que sólo pudieron darme cinco hits.

-¿Después?

-Fuimos a Boston y sucedió lo que yo menos podía imaginar… Bucky Harris me dijo en el tren: “Usted irá contra los Medias Rojas”; imagínate: Ted Williams y comparsa… ya en el terreno pocos instantes para comenzar, yo pensaba que el manager iba a darme algunas instrucciones especiales. Casi sin mirarme a la cara me repitió lo mismo: “Strike, strike siempre y con la mayor velocidad posible”…

-¿Qué sentiste cuando Ted Williams se paró frente a ti por vez primera.

-Nada, tenía que responder a la voz del jefe y tiré la pelota con la mayor velocidad de que soy capaz. Recta de velocidad por el medio de la goma y que pasara lo que tuviera que pasar…

Y Patato Pascual hace una confesión deliciosa y llena de modestia:

-En realidad, yo no sabía hacer otra cosa, perdí con anotación de cuatro por tres, pero Ted Williams no pudo batearme de hit, pegó dos roletazos a tercera y uno a la incial. Tampoco jilearon Droppo, ni Stephens… Doerr bateó dos singles y Dominic Di´Maggio un tubey…

-¿Volviste a hablar con Bucky Harris?

-Si… Me dijo que todo había salido bastante bien. Como la temporada estaba a punto de terminar, me dio permiso para regresar a Cuba, prometiendo que me vería en el campo de entrenamiento…

-De modo que aprendiste poco en las Grandes Ligas…

-Casi nada, -acepta…

-¿Y desde que estás en el Club Habana?

-Mucho…Luque me está enseñando a perfeccionar las curvas y a usar el cambio de velocidad…

-Estás satisfecho?

-Si… Y no…

-¿Cómo se explica eso?…

-Estoy satisfecho, porque el maestro que me ha puesto Miguel Angel es muy bueno. Pero comprendo que la del baseball es una asiganatura larga y que todavía me queda mucho camino por recorrer. Yo no me engaño a mi mismo. Yo sé lo que aún me falta para poder considerarme un pitcher de primera línea. Un pitcher cuajado y de experiencia…

Y como si fuese todo un veterano del deporte, hace la confesión que parece increíble en un pelotero muy joven, estimulado por la prensa, mimado por el público y puesto en un pedestal alto en las primicias de su carrera:

-Yo tengo que luchar mucho para que las glorias que hasta aquí he conquistado no me envanezcan y me cieguen. Que le haya ganado al Filadelfia, que haya hecho un buen papel contra el Boston, que haya tenido un debut triunfal en el campamento de invierno, que los cronistas me halaguen y me ayuden, que los fanáticos me apludan, que con sólo un año en el deporte sea un pelotero muy popular, es mucho… Pero no lo es todo.

Y repite:

-Yo se que mi historia no está escrita.

-¿Qué edad tienes?

-Diecinueve años…

-¿Cuánto pesas?

-Ciento setenta y dos libras…

-Te dicen Patato por la estatura pequeña…

-Casi todo el mundo desconfía de los atletas pequeños… Yo mido cinco pies y cuatro pulgadas…

-Yo era el pelotero más chiquito de la Liga Americana. Pero hay mucho de error en el prejuicio contra los jugadores que no miden seis pies. Modestia aparte me considero un hombre fuerte, muy fuerte… Yo nunca tengo dolores en el brazo. Ni el trabajo me cansa… La velocidad que tengo en el primer inning, puedo conservarla hasta el noveno. No ignoro que es muy dificil que el futuro me sea  tan fácil y tan risueño como hasta ahora. No todo en mi carrera ha de ser una delicia de debutar en las Grandes Ligas y ganar… y debutar en los profesionales de Cuba y ganar también. Yo espero los contratiempos naturales, las dificultades que han tenido que vencer todos los deportistas para llegar lejos y para ser algo… pero me siento con ánimo y con salud para pelear.

-Antes de dedicarte al baseball, ¿tenías algún oficio?

– Yo era aprendiz de mecánico…

-¿Te gustó siempre la pelota?

-Desde niño me gustaba la pelota con delirio, y mira tu lo que son las cosas.

Patato Pascual sonríe de la mejor gana. Enseguida reanuda la charla.

-Antes de jugar con la gente del Ferroviario ¿sabes que yo era aprendiz de mecánico?.

Vuelve a callar. Por fin me dice:

-Además de aprendiz de mecánico yo era ¡almendarista!… Pero almendarista de los rabiosos, de los que sufren, de los que muerden, de los que pierden el apetito cuando pìerde el Almendares… Pero ya estoy curado… Ha querido el destino que mi carrera en el baseball se asocie al club Habana y a la oportunidad que me ha brindado Miguel Angel y a lo que me está enseñando Luque; y no hay en los stands un fanático más habanista que yo….

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