DULCE MARÍA LOYNAZ: VEINTICINCO AÑOS RECITÁNDOLE POEMAS A LOS ÁNGELES

Written by Roberto Cazorla

23 de marzo de 2022

Premios “Cervantes”, “Orden de Isabel la Católica”, “La Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio”, entre otros.

Carmen Conde, intrigada, me dijo: “Cazorla, estoy muy preocupada; acabo de recibir una carta de Dulce María y creo que ha perdido la razón…”. “¿Por qué, señora?”. “Porque me pide que le mande hilo de coser y agujas; eso lo pide una persona que no está bien”. “No, doña Carmen, en Cuba no existe ni un clavo para colgar una espumadera. Es cierto, carecen hasta de una aguja”.

Estaba yo en La Habana luchando para abrirme camino en el mundo de la actuación, cuando Carilda Oliver Labra (la que no le había vendido el alma al diabólico Fidel Castro, porque ello ocurrió en la Cuba pre comunista), durante un viaje a la capital me dijo: “Si quieres conocer a Dulce María, vente conmigo y te la presento. A ella le interesa conocer a la gente joven que ama la poesía”. Nos aparecimos en su mansión a la hora que ambas habían quedado. Su casa era una de las más lujosas del Vedado. Muebles de distintos estilos, cuadros con obras de grandes pintores, objetos de plata, la típica mansión de una dama de la alta sociedad habanera.

La impresión que tuve al verme frente a ella, todavía, al paso de tantos años, no logro explicar con palabras. Fue como si de una de las ramas del árbol del señorío, tropezara con mi frente advirtiéndome que estaba frente a una de las mujeres más valiosas de la literatura cubana, poseedora de un sentimiento patriótico difícil de superar. Aún era joven, elegante, y sentí que era la inteligencia queriendo aterrizar, pero que no encontraba la pista adecuada.

Era hija de Don Enrique Loynaz del Castillo, libertador que participó en la Guerra de 1895. Además, autor de la letra del Himno Invasor para el ejército independentista. Amigo y auxiliar de José Martí. De todo ello, surgió la personalidad arrolladora de Dulce María Muñoz, que había nacido el 10 de diciembre de 1902. Entre 1937-1943, estuvo casada con Enrique de Quesada y Loynaz, y en 1946, contrajo matrimonio con el periodista Pablo Álvarez de Cañas hasta el fallecimiento de éste en 1974. Porque era un personaje sobresaliente en la sociedad cubana, así como en el mundo de las letras, por su casa desfilaron decenas de personalidades nacionales y extrajeras de mucha reputación. Durante las casi 3 horas que Carilda y yo permanecimos en su casa, nos contó anécdotas que solamente un ser dotado como ella podría haber experimentado. Era amiga íntima de Federico García Lorca, pues cuando el poeta andaluz estuvo en Cuba vivió en su mansión, e, incluso se rumoreaba que entre el español y su hermano Enrique hubo cierto romance, también en su casa se alojó Juan Ramón Jiménez, y otras celebridades.

Fue humillada, y condenada a la más paupérrima de las miserias por los comunistas. Y es que desde mucho antes de que el diabólico Fidel Castro y su banda de parricidas bajaran de la Sierra, ella sabía quién era, como pensaba y los proyectos que tenía para esclavizara los cubanos. Lo odió siempre, lo mismo que a los que le rodeaban. Era anticomunista desde lo más profundo de su alma. Lo pagó con creces, fue marginada hasta el último día de su existencia.

“BONNIE AND CLYDE”

Entre los muchos premios conquistados en la Cuba pre comunista y el extranjero, podía presumir de haber obtenido el “Premio Cervantes”, 1992, en España, considerado uno de los más importantes. Ya estaba muy mayor. No obstante, vino a recibirlo en la Universidad de Alcalá de Henares, de mano de los entonces Reyes de España. Los gorilas del régimen no la dejaron sola ni un minuto. La custodiaban como si se tratara de una Bonnie, la ladrona compañera de Clyde, en la película “Bonnie and Clyde”. Yo trabajaba en la Agencia Efe., y ni, aun así, me permitieron comunicarme con ella. La tuvieron en el hotel vigilada las 24 horas. (Lo mismo hacían con Elena Burke y otras grandes figuras cubanas que aterrizaban en Madrid). Sabían que la premiada era enemiga recalcitrante de la dictadura, y que detestaba a los mafiosos que tenían a Cuba esclavizada.

En 1947, recibió “La Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio”, en España, y el nombramiento de dama de la “Orden de Isabel la Católica”. Ello la convirtió en la escritora más premiada y renombrada de Cuba en el extranjero. “La novia de Lázaro”, así como “Poemas náufragos”, dos de sus obras más destacadas, en 1991, las publicó la Diputación de Cádiz (Andalucía, España). Su obra ha sido publicada en los periódicos y revistas más renombradas de Latinoamérica, Estados Unidos, y gran parte de Europa.

Cuando alguien le preguntaba por qué no se había exiliado, respondía: “Yo soy hija de uno que luchó por la libertad de Cuba, quien tiene que irse es el hijo de quien quería que siguiera siendo colonia. Soy más cubanas que la palma real. No existe fuerza que pueda desprender mis raíces de esta tierra que me dio la vida”.

Apolítica y, sobre todo, anticomunista. Vivió un exilio eterno dentro de su país. Cultivó la poesía, la novela y el cuento. Estaba en posesión de más de una decena de premios conquistados dentro y fuera de la isla. Su primer poema lo publicó en “La Nación”, en 1920, año en que viajó a Estados Unidos. Desde entonces repitió su visita a dicho país y recorrió gran parte de Europa incluyendo países como Turquía, Siria, Libia, Palestina, Egipto, etc., Entonces no eran visitado con facilidad. Ella los había recorrido a la vez que se enriquecía culturalmente. En 1937 visitó México por primera vez, aprovecho para recorrer varios países sudamericanos entre 1946 y 1947. En 1947 visitó por primera vez las Islas Canarias, viaje que repitió varias veces y donde fue declarada hija adoptiva y, en el Puerto de la Cruz, Tenerife, le levantaron un monumento, cosa que los comunistas jamás le hicieron.

DOÑA CARMEN

Se graduó de Doctora en Leyes, por la Universidad de La Habana, profesión que si bien no era su vocación ejercer mantuvo hasta 1961, atendiendo asuntos familiares. En 1941 recibió la “Orden González Lanuza”, conferida a aquellos que en esta rama aportaron los frutos de sus estudios y experiencias, siendo la primera mujer en recibirla.

Puedo presumir de haber sido amigo de la primera mujer aceptada en la Real Academia de la Lengua Española, Carmen Conde que, a la vez, era muy amiga de Dulce María. En una ocasión, durante una comida con la ilustre española en el restaurante “Los Porches”, en el Paseo de Rosales, Doña Carmen, intrigada, me dijo: “Cazorla, estoy muy preocupada, porque acabo de recibir una carta de Dulce María y creo que ha perdido la razón…, no está bien”. “¿Por qué, señora? “Porque me pide que le mande hilo de coser y agujas; eso solamente lo pide una persona que no está bien”. “No, doña Carmen, es cierto, en Cuba no existe ni un clavo para colgar una espumadera. Es cierto, carecen hasta de una aguja”. No lo podía creer.

En los últimos años de su vida, estuvo muy solicitada por los medios extranjeros, en una ocasión un periodista de la Agencia Efe., cuando se apareció en su destruida mansión, dicho informante se extralimitó en merecidos halagos; a los que ella le respondió: “Sí, usted dice lo que dicen todos los que vienen a verme, pero ninguno se preocupa por traerme, aunque sea una tableta de chocolate”.

Una de las atrocidades más antihumana fue que, el dinero en divisas que le concedieron por el “Premio Cervantes”, al llegar a la isla, se lo cambiaron por moneda nacional fabricada con papel de periódico que no sirve ni para usarla en el baño. Así fue de cínico el desgobiermo comunista. La torturaron psicológicamente hasta el último día de su existencia.

Entre 1928 y 1935 escribió la novela “Jardín”, publicada en España en 1951, siendo la obra que le abrió las puertas del éxito en el extranjero. Fue polémica, sin embargo, reconocieron que los elementos estilísticos utilizados han ubicado a dicha novela como precursora de la actual novelística hispanoamericana. Gabriela Mistral dijo: “Para mí, leer “Jardín”, ha sido el mejor “repaso” del idioma español que he hecho en mucho tiempo”.

La escritora cubana más universal falleció en La Habana el 27 de abril de 1997. Tenía 94 años.

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