¿DISCULPARSE DE QUÉ?

Written by Adalberto Sardiñas

6 de abril de 2022

En su discurso de Varsovia, el presidente Joe Biden dijo, con énfasis sincero, que “Putin no debería permanecer en el poder”. La mayor parte del mundo así lo cree y lo desea. Pero para la diplomacia, siempre taimada, timorata, e hipócrita, había cometido un gravísimo error. No lo creo. No lo fue. Tal vez una imprudencia a los ojos nublados de la truculencia política, que tanto disfruta el uso de los guantes de seda, mientras los dictadores cometen atrocidades, pero no para el resto de nosotros. Sin embargo, en este específico caso de la barbárica invasión rusa a Ucrania, la diplomacia debería fortalecerse un poco y empezar a llamar las cosas por su nombre, como lo ha hecho el presidente.

Vladimir Putin es un criminal de guerra, violador de todas las leyes internacionales, perpetrador de crímenes de lesa humanidad, individuo sin escrúpulos que ordena asesinar a sus oponentes políticos, que representa una real amenaza para la Humanidad, y ciertamente, no debería estar en el poder de una nación con arsenal nuclear. El presidente Biden estuvo correcto en su criterio y en su expresión, y no necesita disculparse ante nadie. ¿Por qué debería hacerlo? ¿De qué otra forma pudo haber hablado sobre este sujeto, que es hoy, casi en término general, un paria detestado universalmente?

  Lo calificó bien. Los adjetivos usados fueron bien colocados. No importa lo que mande la diplomacia. Con este carnicero hay que hacer una excepción, y exponerlo como es. Las palabras blanditas, suaves, de fino terciopelo, que son las preferidas por los cuerpos diplomáticos para no molestar a los tiranos, deben excluirse cuando se refieren a verdugos como Putin. Creo que el presidente Biden así lo ha entendido, y sus palabras de Varsovia así lo ratifican. El Mundo Libre, debe desprenderse del miedo a las reacciones de este déspota. La condescendencia y el apaciguamiento no funcionarán con él, como no funcionaron con Adolfo Hitler, en 1939. El retroceso de ayer le sumó ímpetu a Hitler para destrozar a Europa, y las fuerzas democráticas de hoy no deberían cometer el mismo error, porque las consecuencias serían fatales, no sólo para Europa, sino para toda la Humanidad.

  No estamos frente a una amenaza de guerra hipotética, sino real. Existe allá en Ucrania. Pero, un ligero error de cálculo, o un percibido mensaje de debilidad, cierto, o imaginado, por un déspota autócrata, la podría expandir más allá de muchas fronteras con un resultado infernal. Vladimir Putin no va a parar en sus agresiones hasta que alguien lo pare. Las palabras de Biden son bienvenidas. Ahora necesitamos la acción: ayuda militar abundante, de toda clase, incluyendo aviones provistos por Polonia y otros miembros de la OTAN, que pueden ser piloteados por los ucranianos. Los ucranianos están peleando por ellos y por nosotros. Tenemos que empujar la carreta hasta el final. Todos estamos a bordo.

  A raíz de las palabras de Biden en su ya famoso discurso de Varsovia, la Casa Blanca se tornó en un gallinero enloquecido. Sus consejeros, los portavoces, y todos los “estrategas” iniciaron de inmediato una operación de “reparación de daños”.  Había que calmar a los gobernantes aliados. Decir que, lo que se dijo, no se dijo. Que el presidente quiso decir otra cosa, pero que fue mal interpretado. Pamplinas. Tonterías producto del miedo. El presidente lo reafirmó, firmemente, un día después: “no me estoy retractando de nada. Yo expresé la indignación moral que sentí y no me estoy disculpando por eso”.  Fue, en realidad, un brote de sincera queja moral a la que no estamos acostumbrados, porque, a los líderes de las naciones democráticas, se les ha enseñado un vocabulario manso, gentil hasta el adormecimiento, para condenar a los tiranos. Al presidente Biden se le olvidó en Polonia ese lenguaje y dijo lo que sentía.  Le salió bien. Se despojó del miedo en la frontera con Ucrania. Era el lugar apropiado y el momento ideal. Y no estaba solo. El mundo, en su casi unanimidad, aplaudió el mensaje, incluyendo a los jefes de gobierno de Europa y de todas las naciones libres. Al fin, alguien con autoridad, en el Mundo Libre, encontró las palabras justas para describir a Vladimir Putin.

  Los temblorosos de la Casa Blanca que quisieron forzar al presidente a una corrección de su discurso, alegaban que sus palabras pondrían en peligro las negociaciones. Que antagonizar a Putin sería peligroso. Que su reacción podría ser impredeciblemente violenta, y no sé cuántas otras alucinaciones por el estilo, que solamente fueron aspavientos mentales de una burocracia timorata con ínfulas de genialidad geopolítica. Nada de eso ha pasado. Al contrario, las conversaciones de paz han mejorado en Estanbul y Putin, aparentemente, ha entendido que ha perdido la guerra y no tiene más remedio que acudir a la mesa de las negociaciones. Las palabras, también pueden ser armas ofensivas, cuando se les emplea adecuadamente. Las de Joe Biden, quiéranlo o no, han sido efectivas, y mantenerlas, como ha hecho el presidente, contra viento y marea, ha sido un acto de coraje que merece el aplauso.

  El mensaje emitido en Polonia por Joe Biden, tiene, además, otra clara significación, no expresa, sino implícita: Estados Unidos no puede resumir relaciones normales con Rusia mientras Putin persista en la destrucción y partición de Ucrania.

La Organización de las Naciones Unidas, va cayendo, cada día más, en un irrecuperable estado de irrelevancia. Es una organización de contemplación pasiva ante los desafíos y agresiones bélicas de los más fuertes contra los más débiles. Es en efecto, una organización de bloques, donde la democracia está ausente. Los bloques africanos, árabes y el caribe, votan, cada uno por su cuenta, de acuerdo a los intereses a los que estén alineados. Si la mayoría vota por la condena a cierto país por alguna violación mayor, como en el caso de la invasión rusa a Ucrania, no importa si la mayoría acordó la condena, porque, una nación, una sola, perteneciente al Consejo de Seguridad, tiene el poder de vetar el acuerdo. Por supuesto, en este caso, Rusia, tiene el derecho al veto y toda condena contra ella por su monstruosa agresión, será anulada. Aquí no ha pasado nada.

La existencia del veto en la ONU, es un absoluto absurdo. Jamás se producirá una condena contra Rusia, China, Francia, Inglaterra o Estados Unidos porque, como es lógico, ninguno votará contra él mismo, o contra sus protegidos.

A la ONU nadie le hace caso porque carece de poder para hacerse sentir y respetar. Si no se produce una reforma de su Carta Magna pronto tendrá el mismo destino que la Liga de las Naciones.

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Hunter Biden, el hijo del presidente, está de nuevo en aprietos por culpa de su computer, abandonada en cierto taller de reparaciones hace dos años, y que, supuestamente, contiene desde material pornográfico hasta datos interesantes sobre el dinero que recibió de la empresa de gas Burisma Holding, en Ucrania. Se dice que en ella hay de todo.

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Aquel intento de la administración Biden de comprar petróleo de Venezuela, quedó congelado. Fue una estupidez. Una locura. Era como seguir comprando petróleo ruso, pero de los pozos venezolanos. Sin embargo, los pozos venezolanos no podrían surtir las demandas americanas porque no tienen la capacidad de hacerlo. Venezuela produce 860,000 barriles diarios y los tiene todos comprometidos para pagar las deudas a China y Rusia. Es un país en bancarrota, víctima del latrocinio gubernamental.

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