Después del último fuego, manifestado en la explosión de cuatro tanques de petróleo por el infortunado impacto de un rayo con la colaboración de la negligencia humana, las cenizas, esparcidas por una buena parte del territorio nacional, permanecen sobre la tierra como un recuerdo siniestro, constante y doliente, de más de sesenta años de castigo y miseria política, agravado, de cuando en cuando, por el flagelo de la Naturaleza. Las cenizas que se originaron en Matanzas, ya están hablando en lenguaje claro, y están elevando su propio mensaje con un impacto directo sobre el pueblo cubano. ¿Por qué pasó lo que pasó? ¿Dónde estuvo el fallo? Y, ¿hasta dónde llega la responsabilidad del gobierno en no prevenir la catástrofe?
En la ciudad de Matanzas no se quemaron sólo cuatro tanques de petróleo. Se quemó también el régimen comunista incapaz de proteger a su pueblo. Las cuatro estructuras de acero chamuscadas en su inercia, quedan como un símbolo de reclamo que el régimen no puede acallar a palos como lo hace con sus ciudadanos.
Las consecuencias de la tragedia aún no han sido cuantificadas, pero todos sabemos que serán inmensas. El daño ecológico tendrá dimensiones amplias y duraderas. Enormes. La salud de la población estará comprometida por la contaminación ambiental, con la implicación de gastos elevadísimos para un país en bancarrota. La agricultura será mermada seriamente y la población animal se reducirá como resultado directo de una tragedia que pudo ser evitada con la aplicación de los procedimientos normales por parte del gobierno.
La economía, ya en colapso total, seguirá en inescapable estado de desintegración, bajo un sistema improductivo y caótico.
La secuela de este desastre, definitivamente localizado, allá en las cercanías del puerto, irá emanando, eventualmente, mostrando la profundidad de su calado en una sociedad, ya de por sí, traumatizada. El precio, en todos sus aspectos, no será bajo, especialmente para un gobierno con un alto grado de repudio popular.
Sin lugar a dudas, en Cuba, por evolución lógica, debido a los imperativos de las circunstancias, se ha formado una tormenta perfecta, cuyos augurios no ofrecen un final venturoso para el régimen.
La epidemia del Covid-19 todavía está causando estragos. Una plaga de dengue se ha desplegado sobre la isla y el gobierno se muestra incapaz de combatirlo adecuadamente por falta de medicamentos apropiados.
El turismo, la principal fuente de ingreso unos años atrás, se ha reducido a su mínima expresión. El peso ha perdido su valor intrínseco, y aunque la dictadura le ha fijado un valor arbitrario de 120 pesos por 1 dólar, en el mercado negro se intercambia a 150 pesos por dólar. La economía permanece en estado agónico, en perenne asfixia, sin la más leve esperanza de recuperación. Las carencias de alimentos, medicinas, gasolina y cualquier producto básico imaginable, como el jabón y los detergentes, por ejemplo, son agonías de cada día. Y también lo son, y quizás peor que todo lo demás, la persecución y el acoso a que es sometida la población cubana como sistema cotidiano.
Y como corolario a todo lo dicho, y a todo lo mucho más que se pudiera decir, tenemos los apagones que se han venido produciendo hace largos meses.
De los ocho tanques existentes en la terminal de Matanzas, cuatro han quedado fuera de acción por el incendio. ¿Por cuánto tiempo? Probablemente por un año como mínimo.
Este evento, unido a las muchas calamidades existentes, enrarece el clima político-social-económico de una nación ausente de recursos, con un gobierno y un sistema disfuncional y probadamente inepto.
El impacto directo e inmediato de la explosión de los tanques, y la pérdida de todo el petróleo almacenado, traerá, inevitablemente, una severa disminución en la generación de electricidad. En resumen, más apagones, menos combustible y muchos inconvenientes en el procesamiento y bombeo del agua por la carencia de energía. El cuadro no puede ser más sombrío, y la dictadura lo sabe.
Dentro del elenco de factores, todos negativos, que confronta la dinámica de la situación cubana, hay uno de proporciones descollantes por su potencial desestabilizador efecto en la estructura de la cúpula gobernante. Se trata de la muerte del general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, considerado, después de Raúl Castro, el hombre más poderoso dentro del cónclave comunista.
Su posición como jefe absoluto del conglomerado Gaesa le concedía una preeminencia sin paralelo en el manejo de la economía cubana, lo que le permitió acumular una cuantiosa fortuna, a la par que un control, casi absoluto, sobre la gobernabilidad de la nación.
La ausencia de Rodríguez López-Calleja, precisamente por esa prominencia y control, provoca un vacío que no permanecerá en ese estado por largo tiempo. Los vacíos, para bien o para mal, siempre se llenan.
Es muy probable que este cúmulo de factores que circunda la situación cubana desencadene, en su momento, una lucha interna por el poder entre elementos militares que intenten llenar el vacío que deja Rodríguez López-Calleja, y, en anticipación de la partida, o incapacidad, de Raúl Castro, que cada día luce más cercana.
Cuba es hoy un país en bancarrota y en caos. La revolución ha muerto y sus líderes también. Pero no la esperanza.
Es posible que, eventualmente, las explosiones tanqueras en Matanzas aceleren la llegada de la tormenta perfecta, y de las cenizas yacentes en una tierra heroica, surjan los clamores de un pueblo que ya no aguanta más.
BALCÓN AL MUNDO
El pintoresco Pedro Castillo, maestro analfabeto, comunista por afición, y por milagros de la ignorancia populista presidente de Perú, está en aprietos. Pronto, en opinión generalizada, dejará de ser presidente. Nunca debió haber sido.
Es en realidad una pena que una nación inteligente y culta, haya tenido el desliz de elegir como presidente a una persona tan carente de facultades cognitivas.
Perú, en un año de gobierno de Castillo, ha tenido 60 renuncias de ministros. Todo un récord. Pronto los peruanos lo enviarán de regreso a su casa.
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Liz Cheney fue derrotada en las primarias de Wyoming lo que significó un triunfo para Donald Trump y una confirmación de su control sobre el Partido Republicano.
La congresista no fue siempre anti Trump. Durante la presidencia de éste, Liz Cheney votó en el 90% de los casos por los proyectos de Trump. Pero todo cambió después de las elecciones y los sucesos del Capitolio.
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Ucrania ha incluído, en sus tácticas ofensivas contra los invasores rusos, equipos de acción y sabotaje que están siendo muy efectivos. Dos explosiones de almacenes de municiones y armamentos han sacudido a Crimea con cuantiosas pérdidas para Rusia. La ecuación en la situación de la guerra, va cambiando en favor de Ucrania.
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La tierna política de López Obrador de “besos y abrazos en lugar de balas” no está teniendo éxito. La semana pasada los carteles de la droga, amigos de AMLO, se enfrascaron a balazos con la policía en la ciudad fronteriza de Tijuana, y asesinaron a varios civiles.
El departamento de Estado americano le sugiere a sus ciudadanos no viajar a ciertas ciudades mexicanas velando por su seguridad.
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