DE RODILLAS ANTE LA CRUZ

Written by Demetiro J Perez

26 de marzo de 2024

Todos los años el Viernes Santo se celebra con interesantes, inspiradores y contundentes sermones sobre las Siete Palabras pronunciadas por el Señor Jesús desde la cruz. Hoy nosotros queremos fijarnos en las personas, que en el Monte Calvario, observaban el espectáculo infame de la crucifixión, casi todos con el dolor de las lágrimas nublándoles los ojos; pero otros con el morboso gozo animándoles el gesto ofensivo y la repulsiva exclamación manchándoles los labios. ¿Qué le decían al Jesús de la cruz los que transitaban frente a su dolor?. Veamos:

La primera expresión fue de Desprecio: – ¡Eh, tú, que derribas el templo y en tres días lo vuelves a levantar … bájate de la cruz!. (Marcos 15:29).

Los hombres de su época no entendieron que Jesús proclamaba el mensaje de la Resurrección y quedaron atrapados por el fatalismo de la muerte. Tampoco se dieron cuenta de lo que Jesús afrontó en el Calvario fue el precio pagado por nuestra propia liberación. ¡Si Jesús se hubiera bajado de la cruz, los que estaríamos clavados a la misma seríamos nosotros.

La segunda expresión fue de Demanda: “¡Salvó a otros … que baje de la cruz ese Mesías, Rey de Israel, para que veamos y creamos!” (Marcos 15:31).

Si queremos conocer la verdad sobre una persona a menudo vale la pena oír lo que dicen sus enemigos. Los sacerdotes y los maestros de la ley, impulsados por su odio, quisieron ofender a Jesús, y sin embargo, lo definieron. La Demanda que hicieron al Señor, en su cumplimiento, es precisamente el corazón del Evangelio: Jesús descendió de la cruz para confirmar que es el Mesías y el Rey de Israel.

La tercera expresión fue de Decepcion: “.. a Sí mismo no puede salvarse…”. (Marcos 15:31).

Nuestras expectaciones de Dios suelen convertirnos en “asesores de Dios”. No oramos para pedirle que nos dé humildad para hacer lo que Él nos manda, sino que oramos para que Él haga lo que le mandamos. Y como eso no trabaja así, terminamos decepcionándonos. Los decepcionados de Dios forman un ejército. Los de ayer, igual que los de hoy, tenemos que aprender que Jesús, en el Calvario, jamás consideró la posibilidad de “salvarse a Sí mismo”, pues su único propósito fue el de concedernos el milagro de nuestra propia salvación.

La cuarta expresión fue de Desafío: “¡Si tú eres el Mesías, sálvate a ti mismo y sálvanos también a nosotros…!” (Lucas 23:39).

Esta frase la pronunció uno de los criminales que estaban a su lado. Lo que pidió fue librarse del castigo de la cruz, no del castigo de sus pecados. En el Desafío que lanzó a Jesús, había más que trazas de esperanza, huellas de egoísmo. Lo mismo sucede con nosotros, que queremos tener a un Dios como guarda espaldas, alguien que pueda librarnos de los problemas en los que nos metemos por nuestra inclinación a la maldad. Al Jesús de la cruz no se le desafía, se le obedece.

La quinta expresión es de Devoción: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar” (Lucas 23:42).

No todo lo que se le dijo al Cristo de la cruz fue denostador y ofensivo. Uno de los dos malhechores que fueron crucificados junto a Él tuvo una actitud de pura Devoción para con el Señor. ¿Cómo ver a un Rey con las sienes horadadas por las espinas, las manos clavadas a un madero y el cuerpo desnudo y mal herido?. Unicamente por el camino de la fe. Para nosotros debiera ser ejemplar este gran canto de esperanza. De veras, más allá del dolor de Jesús florece nuestra paz y es en su muerte donde se arraiga la seguridad de nuestra vida.

La sexta expresión fue de Duda: “… Ha puesto su confianza en Dios, ¡pues que Dios lo salve ahora, si de veras lo quiere! ….” (Mateo 27:43).

Esta frase condicional, “si de veras”, es probablemente la más común manifestación de la Duda. ¡Cuántas veces nosotros mismos hemos orado tratando de orientar la voluntad de Dios presionándola con la duda!. Los que estaban alrededor de la cruz probablemente tenían argumentos serios para dudar; pero en el esquema de la vida cristiana, la fe tiene que agigantarse cuando nosotros empequeñecemos. A Jesús no podemos “acondicionarlo”: usar con Él conjunciones condicionales es una confesión de dudas. Ahora bien, si la duda es un trampolín que nos lanza a la fe, ¡bienvenida!; pero si es un pantano en el que nos hundimos, mejor que la desechemos.

La séptima expresión fue de Descubrimiento: “¡Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios!”. (Marcos 15:39).

Este Descubrimiento no fue revelado a ninguna de las autoridades judías, ni a los que de una u otra forma habían tenido contacto con Jesús. La convicción de la divinidad de Jesús fue revelada nada menos que a un capitán del ejército romano. Es que Dios se especializa en tenderle un puente de cordialidad a los enemigos. El testimonio de este “pagano”, para usar la terminología de los tiempos bíblicos, es el fundamento teológico de todo el proceso de la crucifixión. El drama de Jesús es la culminación del plan de Dios para la redención del pecador. Este es un plan divino. ¡Jesús es Dios, y como tal, tiene el poder y la autoridad para obrar el milagro de nuestra salvación!

Las actitudes de los que fueron testigos de la crucifixión las hemos señalado por medio de estos elocuentes vocablos: Desprecio – Demanda – Decepción – Desafío – Devoción – Duda y Descubrimiento.

Probablemente en medio de esta variedad de sentimientos se ha movido, a lo largo de la historia el corazón humano. Lo que deseamos en este Viernes Santo, es que desechemos la duda, la rebeldía o la decepción y que nos abracemos al Señor imbuidos de devoción y proclamando a otros el gran descubrimiento de que Él es el Redentor bendito de nuestras vidas. ¡Amén!.

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