Por Manuel Cuéllar Vizcaíno (1953)
Muchas personas que nos han seguido a través de los años en estos reportajes sobre la fe popular cubana, quieren algo más a fondo, algo que, por encima de la noticia que abarca lo superficial y lo festivo, tienda a orientarlas con la explicación de algún por qué de los tantos que sacuden el alma del criollo y lo impulsan a la adoración de los santos con un fervor que parece aumentar día por día.
Estamos en disposición de complacer. Y el extraordinario alcance que en este año han tenido las festividades de Santa Bárbara, nos ofrece la oportunidad de contestar el por qué titulamos el presente trabajo: «Por qué se afirma el culto de Santa Bárbara.»
Claro que en esta respuesta va una generalización que comprende a todos los dioses de la santería, ese culto cubano, mezcla de catolicismo, de espiritismo y de rito yoruba; pero en la misma tratamos de ofrecer la clave de esa suprema jerarquía que presentan ante el pueblo la hermosa doncella cristiana decapitada por Dióscoro y el recio personaje lucumi, controlador del rayo.
Es indudable que la inauguración en Párraga de un Santuario a la mártir de Nicomedía, el único en todo el continente americano y donde oficiará el persistente y sufrido Padre Arencibía, da una tónica novedosa al religioso acontecimiento. Pero ello pasará a lo largo del tiempo y será luego una iglesia como otra cualquiera, mientras en las entrañas populares y penetrando todas las capas de la población, seguirá produciéndose el motivo que hoy nos ocupa: la celebración cada día con mayor intensidad de las fiestas particulares en honor de los santos y muy especialmente en honor de Santa Bárbara.
La santería, según
el espiritismo
Hay una explicación que jamás ha aparecido en estos trabajos y que nosotros en esta ocasión vamos a darla porque entraña gran interés. La hemos tomado muy cuidadosamente sin dejar de someterla a largas discusiones. Y la brindamos con el más puro interés periodístico. Tal explicación se enumera en los siguientes puntos:
1. La característica. -Cada ser humano, lo mismo encarnado que desencarnado, lo mismo evolucionado que en evolución, ofrece una característica, un modo de ser que responde a una virtud central o a un cúmulo de virtudes. Así un individuo es justo y reacciona frente a todas las injusticias. Otro es altruista y se da abiertamente al prójimo. Otro es leal y se deja matar por un amigo. Otro es todo amor y “siempre que hay un hueco en su vida lo llena de amor”.
Esas cualidades positivas tienen un reverso, su lado negativo: he ahí las pasiones: deslealtades, celos, envidias, egoísmos. El progreso consiste en vencer esas pasiones y afincarse a aquellas virtudes. Un santo no es otra cosa que un espíritu evolucionado. Y como cada persona tiene su característica, su cualidad espiritual, su modo de ser inconfundible, resulta que tiende, en proporción máxima o mínima, a tomar el camino de determinado santo o espíritu superior. Es un parecido psíquico.
2. El guía,—El guía espiritual de una persona es la entidad superior a la cual se parece o a la cual tiende a parecerse si su conducta va dirigida hacia el bien. Desde que el futuro ser está ya formado en el vientre materno, tiene su guía que lo proyecta o lo envuelve en fluidos. El feto es un estado de turbación que se extiende hasta algunos años después del nacimiento y que puede discernir, hasta que adquiere luz, que es el conocimiento. Entonces la acción. La ayuda, la distancia del guía, dependen de la conducta del individuo. Si cae en pasiones mezquinas, el guía se aleja. Si su pensamiento es elevado, el guía se le acerca, lo protege, lo inspira.
Pongamos el ejemplo de un pintor que va a hacer un cuadro con ansias de rivalidad, mordido por los celos o la envidia a otro artista. Su mente está abrumada, la inspiración no viene, la musa lo abandona, y es que el guía huye de esas pasiones. Pero si tal pintor, olvida lo terrenal y pone su pensamiento en lo alto para la legítima creación artística, entonces produce la obra “casi sin darse cuenta”. Y es que la musa, el guía lo asistió. Esto ocurre en todos los órdenes de la vida.
3. Mediumnidad y desarrollo.- Todos los humanos son mediums, es decir instrumentos de entidades del espacio. Se puede ver, parlar, oir, palpar, como se puede recibir un mensaje por inspiración mentalmente.
Desarrollo es el instante en que el individuo queda listo para recibir sucesivas comunicaciones de los espíritus, el instante en que se estrena. El primer ser que lo toma, que lo posee, es su guía. Después pueden venir otros espíritus y tomar esa materia en cabal estado de trance o en un simple impulso inductivo. ¿Cómo se produce este estreno, ese desarrollo? Pues tan pronto como por medio de una exaltación de los sentimientos nobles del individuo se establece un contacto con los sentimientos característicos de su guía. Y eso puede ocurrir en una esquina al ver que un niño atraviesa la calle y está a punto de morir, pero el individuo, “sin saber cómo”, salva a la criatura. Es que en ese momento lo tomó el guía. Y también puede ocurrir ante una injusticia, que protesta tan virilmente y con tal entereza de carácter, que “él mismo no se conoce ni sabe de dónde sacó argumentos ni palabras ni fuerzas para su acción”. Es que lo tomó su guía y lo desarrolló como medium. Ya estrenado, desarrollado, listo el instrumento, puede dar paso a otros seres del espacio.
Lo que ocurre frecuentemente es que el médium se aparta del buen camino, el guía se aleja y entonces vienen espíritus inferiores y simpatizantes que se hacen pasar como guías, produciéndose el contrasentido de esas manifestaciones groseras, bajunas, apasionadas, a nombre de guías que permanecen a una enorme distancia. El guía no puede acercarse a un médium celoso, envidioso, soberbio, mezquino, mendaz.
4. Santa Bárbara, Changó y las etapas.- A través de la reencarnación las características de cada ser van afinándose, sus cualidades positivas van perfeccionándose. Se reencarna en cualquier lugar del mundo, en cualquier época, en cualquier materia humana, sea del sexo que fuere.
La Santa Bárbara, venerada por la Iglesia Católica, ganó su canonización al hacer gala de su entereza de carácter, de su fortaleza espiritual. La muchacha se mantuvo fiel al ideal de Cristo, y al ser condenada a muerte no ofreció la más leve señal de cobardía, se enfrentó a aquellos bárbaros, entre ellos, su padre, Dióscoro, al regresar a su casa, fue fulminado por un rayo. La fidelidad y la entereza de carácter, son las características de aquel espíritu evolucionado.
Changó es un dios africano de los que trajeron a América los lucumíes en sus creencias. Es guerrero. En su leyenda se marcan su poder sobre el rayo y su dominio de las tormentas. Es alegre, rumbero y aventurero en las primeras etapas de su vida. Había nacido con la propiedad del Ekulelé, tablero de adivinación, y dejó este instrumento en manos de Orúmila para tomar él los tambores y andar de un lado a otro, de aventura en aventura. Fiel a la amistad, protege a los que saben ser buenos amigos. Son verdaderos devotos, sus “hijos”, ostentan estas características. Su persistencia en la orientación es algo que se destaca en la evolución de este dios africano. Se irrita frente a la deslealtad. Y derrochador en grado sumo, da la medida del cubano en su mayoría.
El amor, la alegría, el ruido, la pelea por motivos inocuos y la cordial reconciliación lo más pronto posible; la frase dura y el abrazo inmediato en señal de que no hubo acidez en el fondo de la expresión, ir donde sea menester en favor de cualquiera, aunque sea enemigo; no delatar, no entregar a nadie; pelear por el honor de un amigo sin que éste lo sepa; y sobre todo, alegría, ruido, mujeres, amor: he ahí a Changó. Como podríamos decir: he ahí al cubano.
De modo que para el espiritista estudioso todo viene a ser una misma cosa aunque varíen los ritos, aunque cambien las culturas. Trátase de una incesante evolución espiritual y de un perenne afincamiento de características definidas e invariables en su esencia.
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