En este libro se narra el increíble comportamiento y manejo de la situación
creada por la militarización soviética de Cuba que culminó con la instalación de los misiles de mediano alcance. El autor señala con el dedo acusador a los hermanos Kennedy y destruye el mito falsamente creado por los apologistas. Ros pone al desnudo ese mito y leyenda, para que se conozca la angustiosa y
sangrante realidad.
En marcha hacia el partido unido de la revolución socialista
(III de III)
La crisis se precipita. Castro va a la televisión el 27 de marzo y hace una violenta y despiadada crítica de Aníbal a quien, el día anterior, había enviado a Praga aparentemente tras un compromiso con los dirigentes soviéticos tan estrechamente vinculados con el reprobo: “Aníbal Escalante era un comunista honesto… pero se equivocó… cometió graves errores”. Lo acusa de haber organizado un partido que sólo serviría como un aparato a las órdenes del propio Escalante. Con palabras duras dejó caer sobre Aníbal, y “los 500 Aníbales que andan sueltos” los más grandes improperios. El mensaje no dejaba dudas: el poder era Castro. Nadie más, por poderoso o vinculado a Moscú que se creyese.
A rey muerto, rey puesto. Los dirigentes soviéticos a quienes tanto el viejo comunista había servido, aceptaron, desde Moscú, el descabezamiento de Aníbal Escalante. En los primeros días de abril ya han quedado establecidos lazos de identificación entre el Kremlin y el dirigente único de la Revolución Cubana.
Para probar públicamente su respaldo al recién improvisado “marxista-leninista”, el periódico Pravda dedicó, el 11 de abril, un extenso editorial exaltando “la cohesión de las fuerzas de la Revolución Cubana… alrededor del primer secretario de la dirección nacional de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), Primer Ministro de la República de Cuba, Compañero Fidel Castro”. Por supuesto, el órgano oficial del partido comunista soviético se solidarizaba con los “dirigentes de la Revolución Cubana que han criticado, de forma abierta y con toda rectitud, los errores cometidos por algunos compañeros en la planificación, en la tarea de la incorporación de las masas a la dirección de la producción… en el fortalecimiento de la dirección colectiva, en la aplicación de las normas leninistas de la vida del Partido”.
Muestran los líderes soviéticos total impiedad hacia el dirigente purgado, que tantas veces habían antes recibido con los más altos honores: “Aníbal Escalante ha sido criticado acre y justamente… en lugar de ser un ejemplo en el trabajo y en el estudio, pensaba, más que nada, en su propia ambición personal”. Repetían, en el extensísimo editorial, todas las acusaciones formuladas por Castro.
Más importante aún, le envían a Castro la tarjeta de bautizo de su revolución. “La Revolución Cubana está absolutamente definida como marxista-leninista”. A menos de 10 días del descabezamiento de Aníbal, su antiguo y fiel servidor, el órgano oficial de la metrópoli moscovita confirmaba al verdugo de Escalante que “Cuba podrá contar siempre con la ayuda soviética”. Ya pronto le pasarán la cuenta por la ayuda ofrecida.
Pero Castro no quiere que ni sus nuevos amigos soviéticos ni los viejos militantes cubanos del antiguo Partido Socialista Popular se olviden de “los métodos dañinos que Aníbal insufló a la Revolución”. El 9 de mayo aprovecha una reunión de la ORI de Matanzas para recordarles a todos “los errores del sectarismo” y la “actuación despótica y nociva de Aníbal Escalante”. El sectarismo, pontifica el nuevo discípulo de Marx, viene a veces acompañado de “ingredientes de corrupción, de nepotismo, de favoritismo, de amiguismo”. Joaquín Ordoqui, que recién regresa de un breve viaje a Moscú, escucha con preocupación esas palabras.
DIRIGENTES CUBANOS VIAJAN A MOSCÚ
En abril 3 de 1962, Ramiro Valdés, Ministro del Interior, y, en abril 29, Osmani Cienfuegos, Ministro de Obras Públicas y Joaquín Ordoqui, Jefe de Suministros del Ejército, han viajado a Moscú. En aquel momento se había considerado que estaban en la capital de la Unión Soviética buscando asistencia para mejorar la salubridad y las obras públicas en Cuba. Muy probablemente en esa ocasión los soviéticos indagaron sobre las necesidades logísticas de las fuerzas soviéticas de los cohetes que arribarían en julio, agosto y septiembre. (Ya para mayo 2, Kruschev había decidido enviar cohetes a Cuba).
Los viajes a Moscú, a principios y fines de abril, de Ramiro Valdés, Osmani Cienfuegos y Joaquín Ordoqui coinciden con la fecha en la que Kruschev dice “haber concebido la idea” de colocar los proyectiles en Cuba (mayo 1962).
En “una audiencia especial fueron recibidos por el Vicepresidente del Consejo de Ministros de la Unión Soviética”, en mayo 5 “los delegados de las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI), Osmani Cienfuegos y Joaquín Ordoqui”. Por supuesto, “la entrevista se desarrolló en un ambiente de calurosa amistad”. Es evidente, por la composición de los funcionarios que los reciben, que con Ordoqui y Cienfuegos sólo hablaron de temas económicos.
Ordoqui, a pesar del aparente alto cargo militar que ocupa, no es hombre de confianza de Castro. Se demostrará, menos de dos años después, en el juicio de Marquitos Rodríguez.
Desafortunadamente para Ordoqui, al llegar él a la capital soviética aún permanece en Moscú el embajador cubano, Faure Chomon, que ha demorado su regreso recibiendo agasajos de los dirigentes soviéticos. Una vez más se cruzan los caminos del viejo comunista y del antiguo dirigente del Directorio Revolucionario.
De las necesidades militares, de ambas partes, hablarán los dirigentes soviéticos con el próximo visitante cubano.
El 2 de julio llega a Moscú el “Vice-Primerministro y Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, Comandante Raúl Castro… invitado por el Ministerio de Defensa de la Unión Soviética”; así destacaba, en primera plana, la prensa cubana el viaje de tanta significación que estaba realizando Raúl Castro.
En declaraciones a Prensa Latina, Raúl Castro se refirió a la importancia del Congreso Mundial por el Desarme y la Paz que se celebraría en Moscú del 9 al 14 de julio. Al día siguiente el dirigente cubano era recibido por el Primer Ministro Soviético Nikita Kruschev. Prensa Latina, como es costumbre en la descripción de estas reuniones, expresaba que “la entrevista entre Raúl Castro y Kruschev se desarrolló en un ambiente de gran cordialidad y amistad”.
Entre las personalidades que acudieron al aeropuerto a recibirlo se encontraba el Ministro de Defensa de la Unión Soviética, Mariscal Rodion Malinovski, altos jefes militares soviéticos y el nuevo embajador cubano en la URSS, Carlos Olivares. Realzaba el periódico El Mundo, en un cable recibido de Prensa Latina, que “unidades de las fuerzas armadas soviéticas rindieron honores militares a los visitantes”.
Las pláticas se prolongan por una semana y, de acuerdo al historiador soviético Roy Meddelev, se centraron en la ayuda militar soviética y el envío de especialistas militares a Cuba.
Las conversaciones de Raúl Castro en Moscú dan pronto visibles resultados. Avanzan los convenios públicos y secretos, entre los dos gobiernos. En julio 17 se dio a conocer en La Habana que Cuba y la Unión Soviética habían firmado un acuerdo para establecer una ruta comercial aérea entre Moscú y La Habana. El personal soviético iba creciendo en la isla. Sus relaciones con la población cubana no eran del todo amistosas y, para los que estaban en contacto con ellos, era evidente para los recién llegados primaban los intereses soviéticos sobre los cubanos.
Se multiplican las visitas a Moscú de los dirigentes cubanos. Ernesto (Che) Guevara preside una delegación que llega a la capital soviética el 27 de agosto. Forma parte de esa comitiva Emilio Aragonés que en marzo había sido nombrado junto con el Che al Secretariado de la ORI. Antes de partir, se dará a conocer un comunicado anunciando que la URSS había aceptado enviar ayuda militar a la isla a solicitud del gobierno de Cuba.
Como todo ya ha sido estudiado y acordado, pronto, en septiembre 2 se anuncia el convenio militar entre Cuba y la Unión Soviética. La Revista Bohemia destaca la noticia con fotos de Kruschev y de los dos viajeros, e informa que al primero de septiembre se había firmado el documento. Como consecuencia de “las amenazas imperialistas”, Cuba “había solicitado del gobierno soviético la entrega de armamentos y el envío de especialistas para entrenar a los soldados cubanos”. Moscú había respondido afirmativamente. Por supuesto, “el gobierno soviético tomó en consideración ese ruego…. y la República Cubana tendrá todos los fundamentos para adoptar las medidas que garanticen su seguridad y la defensa de su soberanía”. Los fundamentos, ya empiezan a ser emplazados en el Mariel, Bañes y otras regiones. Serán manejados por los soviéticos.
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