De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

25 de marzo de 2025

Estalla la crisis (III)

El jueves, octubre 18, el Presidente invitó a Dean Acheson a la Casa Blanca. Por 45 minutos consideraron dos de las opciones que se habían discutido el día anterior: el bloqueo (el camino lento) y el ataque aéreo (el camino rápido), ya que Kennedy había sido debidamente informado de las discusiones del miércoles.

Dos eventos importantes sucedieron ese jueves.

En la reunión de la mañana con el Presidente, la Junta de Inteligencia informó que el primer cohete soviético de medio alcance podría estar listo para ser lanzado en 18 horas y que había riesgo de que más cohetes pudieran ser pronto operacionales. Esa mañana se habló de las metas a alcanzar. ¿Debía el Presidente limitar su objetivo a la simple remoción de los proyectiles soviéticos, o debía usar la ocasión para, también, salir de Castro?. La primer alternativa podía lograrse con el bloqueo naval; la segunda demandaría una invasión lo que traía a Kennedy memorias de Bahía de Cochinos, su más humillante derrota.

GROMYKO ABOGA POR LA ESTABILIDAD DEL 

RÉGIMEN DE CASTRO

El segundo evento se produjo en horas de la tarde. A las cinco el Presidente recibió al Ministro Soviético de Relaciones exteriores.

Vino acompañado del Embajador Soviético Dobrynin. Habló Gromyko sobre la situación de Berlín, dando seguridades de que la Unión Soviética ofrecería solemnes garantías de que la seguridad de Berlín sería respetada y solicitando una conferencia de Kennedy y Kruschev antes de finalizar el año. Luego, la conversación recayó sobre Cuba. Gromyko se quejó de la campaña anticubana en los Estados Unidos y, particularmente, de los ataques a barcos realizados por grupos de exiliados cubanos. Le pidió a Kennedy, a nombre del gobierno soviético y del Premier Kruschev, que no permitiera ninguna acción hacia Cuba que fuera incompatible con la paz y con la Carta de las Naciones Unidas.

Había quedado expresado así, por el alto funcionario, el supremo interés del gobierno soviético en que la administración del joven presidente le garantizase estabilidad al régimen de Castro. La semilla quedaba sembrada. Ya germinaría. El dictador cubano era ya un “hombre de Moscú”. Había que cuidarlo, preservarlo. Comenzaban a pagar dividendos los viajes a Moscú de Raúl Castro el Che Guevara, Emilio Aragonés y otros, y el acuerdo firmado en septiembre 2.

Kennedy le respondió que los Estados Unidos no tenían intención de invadir a Cuba aunque conocía que, desde comienzos de julio, la Unión Soviética había comenzado a enviar a la isla masivos embarques de armas. Pero en las dos largas horas que duró la conversación el Presidente no confronta a Gromyko. El propio Presidente piensa, minutos después, que fue un error.

A pesar de las histriónicas indignaciones de Kennedy sobre “filtraciones de noticias”, días después el Presidente sugirió ofrecer, privadamente, a determinados periodistas, porciones de su conversación con Gromyko. Por eso, un funcionario del Departamento de Estado le permitió a Max Frankel, del New York Times, tomar notas exactas de la transcripción de la conversación para mostrar “la perfidia de Gromyko”.

DE ESPALDAS A LA 

CRISIS. CONTINÚA LA CAMPAÑA ELECTORAL

No quiere aún admitir el presidente que está frente a la más seria crisis confrontada en el continente. El viernes, octubre 19, Kennedy abandona Washington tarde en la mañana para otra gira de discursos en la campaña política. Se había demorado su partida por más de 30 minutos discutiendo con los Jefes del Estado Mayor Conjunto que abogaban por un ataque aéreo o una invasión. Por una acción rápida, contraria al bloqueo naval que los Asesores del Presidente habían acordado como el paso menos peligroso. Dean Acheson seguía opuesto al bloqueo.

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