De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Demetiro J Perez

23 de abril de 2024

En este libro se narra el increíble comportamiento y manejo de la situación creada por la militarización soviética de Cuba que culminó con la instalación de los misiles de mediano alcance. El autor señala con el dedo acusador a los hermanos Kennedy y destruye el mito falsamente creado por los apologistas. Ros pone al desnudo ese mito y leyenda, para que se conozca la angustiosa y sangrante realidad.

En marcha hacia el partido unido de la revolución socialista

(I de III)

En la gran concentración del 26 de Julio de 1961, celebrada en la Plaza de la Revolución, y que tuvo como invitado de honor al cosmonauta Yuri Gagarín, Fidel Castro anunció que ¨los cuadros de las Organizaciones Revolucionarias Integradas marchan hacia la formación del Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba¨.

Pero ninguna organización unitaria surgió estructurada -en ese momento- de aquella aparente convocatoria. Ya, desde antes, se había hablado -sin que la idea cristalizase- de integrar en un solo organismo a las organizaciones revolucionarias como, el Partido Comunista, el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Movimiento 26 de Julio, la Federación de Mujeres, y los Jóvenes Pioneros.

Poco después de la concentración del 26 de Julio, Aníbal Escalante se dio a la tarea de incorporar a los miembros de esos grupos en lo que comenzó a llamarse Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI).

Desde ese momento, cuando comenzaron a integrarse los grupos de extrema izquierda en una sola organización, Aníbal Escalanta pasa a ocupar en las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) una posición de mando en el gobierno y en las fuerzas armadas.

Escalante, que ya había comenzado a colocar a sus más estrechos colaboradores en posiciones importantes en el Partido, empezó a sustituir a oficiales del Ejército Rebelde de sus mandos militares alegando que carecían de convicciones ideológicas. Muchos de estos oficiales removidos habían luchado con Fidel Castro en la Sierra Maestra. Aníbal se equivocaba. Pronto se percataría.

Por supuesto, Aníbal Escalante, viejo y astuto militante del antiguo Partido Socialista Popular (nombre que tomó el Partido Unión Revolucionaria Comunista en 1943) fue dándole a la nueva organización una inclinación marcadamente prosoviética, al tiempo que el propio Escalante asumía poderes cada vez mayores dentro de la ORI. Ambos hechos, la estrecha vinculación de Aníbal Escalante con los jerarcas del Kremlin y el creciente poder que estaba adquiriendo dentro de la ORI, comenzó a preocupar a Fidel Castro.

Se le iba escapando a Fidel el férreo control que hasta ahora había tenido en la integración de los distintos grupos cuya existencia él, y sólo él, decretaba y aceptaba. Otro, y no él, pretendía asumir la dirección de la única organización revolucionaria. La situación era inaceptable para el dictador cubano. Totalmente inaceptable.

Mientras Aníbal Escalante estructuraba la nueva organización, Fidel Castro sorprendió a todos en su discurso del dos de diciembre de 1961 al declarar que por años había ocultado sus opiniones radicales pero que él había sido siempre, y lo sería hasta su muerte, Marxista-leninista. Castro se adhería públicamente a una doctrina, enarbolaba su bandera, pero de la organización del nuevo partido se había encargado Escalante. El choque sería inevitable.

Porque esto sucedía cuando la dependencia de la Revolución Cubana de la Unión Soviética aumentaba, Castro tenía que buscar una fórmula para deshacerse de Aníbal sin que esto representase una seria fricción con la Unión Soviética a quien Escalante había servido fielmente.

LA CUBA DE CASTRO FUERA DE LA OEA Y LA SEGUNDA DECLARACIÓN DE LA HABANA

Soplan vientos inhóspitos para Castro. En el frente interno comienza a ahondársele la grieta de una incipiente escisión. Se ocupará de ella con toda energía, pero, antes, debe enfrentarse a una acción externa que, aunque esperada, no deja de ser irritante.

La Conferencia de Cancilleres Interamericanos, celebrada en Punta del Este, aprueba, en enero 30 de 1962, condenar al régimen de Castro como incompatible con el sistema norteamericano por “identificarse a sí mismo con los principios de la ideología marxista-leninista, haber establecido un sistema político, económico y social basado en esa doctrina, y aceptado asistencia militar de poderes comunistas   extracontinentales”.    Situación   absurda. Escalante pretende arrebatarle la bandera del marxismo y es, por afiliarse él a esa doctrina, que sus adversarios logran en enero del 62 en Punta del Este lo que ni siquiera se atrevieron a plantear en San José en agosto de 1960. Realmente intolerable.

Castro sabía que en esta Octava Reunión de Consulta de los Ministros de Relaciones Exteriores del Hemisferio, se jugaba la supervivencia de Cuba como estado miembro de la OEA. Por eso, envió a Montevideo una nutrida Delegación compuesta por sus personeros más notables.

Presidida por Osvaldo Dorticós, formaban parte de la misma Raúl Roa, Carlos Lechuga, Carlos Rafael Rodríguez, Ramón Aja, Ada Kouri, Benito Besade, Sergio Restaño, Miguel Brugueras y otros, hasta un total de 49 miembros.

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