De Girón a la Crisis de los Cohetes: La segunda derrota

Written by Enrique Ros

30 de diciembre de 2024

Kennedy: las armas  son defensivas (I)

El Presidente Kennedy vuelve a dar muestras de carecer de visión. No acepta lo que para tantos es obvio. Se niega a reconocer el peligro. Sigue confiando este hombre, al que luego presentarán como un visionario, en que las armas -que ya no puede ignorar-son sólo “defensivas”. En septiembre 13, en conferencia de prensa, el Presidente volvió a asegurarle al país que los embarques de armas a Cuba “no constituían una amenaza seria a ninguna parte de este hemisferio”. McCone, Keating, Capehart, seguían arando en el mar.

El Presidente Kennedy reconfirma a la prensa que los nuevos embarques soviéticos a Cuba “no constituyen una seria amenaza a cualquier parte del hemisferio” pero que si en algún momento “los armamentos enviados a Cuba fueran a poner en peligro o a interíerircon nuestra seguridad… o si Cuba intenta en algún momento exportar sus propósitos agresivos por la fuerza a cualquier nación de este hemisferio o se convierte en una base ofensiva militar de capacidad significativa para la Unión Soviética, entonces este país hará lo que debe de hacer para proteger su propia seguridad y la de sus aliados”.

Eran sólo palabras. Esa declaración no satisfizo la creciente preocupación del Congreso, que en octubre 3 pasó la Resolución autorizando el uso de la fuerza, si era necesario, para proteger a los Estados Unidos y los intereses de la seguridad hemisférica. La única disensión vino de legisladores que consideraron que la declaración no era lo suficientemente fuerte. El Congreso también autorizó al Presidente -que por seis semanas continuaba afirmando que las armas que se encontraban en Cuba eran sólo defensivas- llamar al servicio activo hasta a 150,000 reservistas, lo que permitiría fortalecer las fuerzas armadas en puntos esenciales sin una movilización general.

Pero Kennedy, que en la Crisis, según uno de sus muchos exégetas, “mostró determinación, freno y dureza”, sólo exhibió el freno y no la determinación. Por ninguna parte, la dureza. Lejos de apoyarse en el impresionante respaldo del Congreso, de las naciones aliadas, de las Fuerzas Armadas y de la ciudadanía, el Presidente se apresuró a transmitir señales de apaciguamiento. De inmediato, el Subsecretario de Defensa, Arthur Sylvester, negó “que se haya ordenado ninguna alerta o que se hayan tomado medidas militares de emergencia contra el régimen comunista de Cuba”. Respondía así a informaciones profusamente divulgadas el viernes 19 de septiembre de que los cubanos habían instalado bases de proyectiles balísticos de alcance intermedio capaces de lanzar cohetes a mil o mil quinientas millas. Eran éstas, denegaciones oficiales. Gran parte de la población norteamericana estaba consciente de la inusual dimensión de los ejercicios de entrenamiento a los que se había recién unido el gigantesco portaviones Enterprise, el Independence, 3 portaviones más pequeños y cerca de 20 destructores que se movían en dirección a la Isla Vieques este domingo 21.

INFORMES DE LOS 

CUBANOS EXLIADOS

Los cubanos que recién llegaban exiliados comenzaron, desde temprano, a informar de camiones transportando largos y extraños objetos tubulares, movimientos de convoyes militares, excavación de trincheras y túneles, uso de concreto en proyectos militares, actividades en cuevas y cavernas, edificación de campos militares, aeropuertos, estaciones de radares; movimiento de entrenamiento militar, emplazamientos de cañones y armas pesadas; equipos militares en fincas o áreas arboladas y otros datos que recogían, en Miami fundamentalmente, las agencias de inteligencia.

Miami se convirtió en un hervidero donde trece agencias federales competían con la Agencia Central de Inteligencia para interrogar a los refugiados. Estas agencias incluían el Departamento de Estado, el Departamento de Comercio, el Pentágono, la Contrainteligencia del Ejército, la Oficina Naval de Inteligencia, la Oficina de la Fuerza Aérea de Investigaciones Especiales, el Servicio de Salud de Educación Militar, Inmigración, La Voz de las Américas, la Guardia Costanera, y la Oficina de Salud Pública. En adición, menciona Brugioni, autoridades locales y unidades de inteligencia de los departamentos de policía de Miami y del Condado Dade deseaban interrogar a algunos de los recién llegados. Muchos de los refugiados tenían información valiosa, otros informes no confiables o información incorrecta, intencional o no. Separar lo correcto de lo falso no era una fácil tarea.

Las agencias dedicadas a la recolección de inteligencia propusieron el establecimiento de un centro conjunto de interrogación en la antigua base aérea de los marines de Opa Locka, para procesar a los refugiados cubanos recién llegados y acelerar el flujo de información de inteligencia a Washington. El Centro quedó administrado por la CIA y fue conocido como Centro de Admisión del Caribe. Éste fue aprobado por el propio Presidente y comenzó sus operaciones en marzo 15 de 1962.

OCULTACIÓN DE 

INFORMACIÓN A LA POBLACIÓN

Algunos quieren negar que el Presidente Kennedy ocultó, por motivos políticos, la continua llegada a Cuba de barcos soviéticos transportando bombarderos, aviones. Sin embargo, tan tarde como octubre 11, informado por el Director de la Agencia Central de Inteligenciade la fidedigna información que mostraba la dimensión de la capacidad ofensiva de Cuba, el Presidente solicitó que dicha información fuese ocultada hasta después de las elecciones porque:

“si esta información llega a la prensa, un nuevo y más violento tema cubano sería inyectado en la campaña y esto afectaría seriamente mi independencia de acción”.

La política por encima de la seguridad nacional.

Cuando McCone le expresó que las fotografías que le mostraba ya habían sido diseminadas entre varios departamentos militares y que otras serían reportadas en el boletín de la CIA el jueves, el Presidente solicitó que, entonces, el informe se redactase para indicar una probabilidad y no un hecho ya consumado porque “en el análisis final nosotros sólo hemos visto huacales y no los armamentos”.

El Presidente necesitaba impedir que, por concepto alguno, llegase a hacerse de público conocimiento ésta, para él, tan grave información. Pidió que, sólo a aquellos dentro de la USIB responsables de darle asesoramiento al Presidente se le ofreciese esa información y que dentro de los círculos de la CIA sólo fuese informado el mínimo número de expertos. Fue más lejos el Presidente en aplicar una mordaza: “El Presidente solicitó que toda futura infomiación fuese suprimida”. Irónicamente, en esa conversación el Presidente mencionó que “tenemos que hacer algo drástico sobre Cuba”.

La Agencia Central de Inteligencia había recibido aproximadamente 60 informes sobre la aumentada actividad en los muelles de Cuba; cuarenta de estos informes procedentes de la Oficina Central que habían instalado en Opa Locka; el resto de fuentes perfectamente controladas era considerada confiable. En ese memorándum de la CIA se informa que de 4,000 a 6,000 personas del bloque soviético han arribado a Cuba desde Julio 1o.; muchos son técnicos; otros se supone que sean militares. La mayor parte de éstos recién llegados que vienen del bloque soviético se mantienen separados de la población cubana.

El memorándum recoge una alarmante implicación en su punto c): Nuestras observaciones indican el “posible establecimiento de facilidades soviéticas COMINT (Comunicaciones) y ELINT (Inteligencia Electrónica) dirigida contra Cabo Cañaveral” y otras importantes instalaciones de los Estados Unidos. Este memorándum de Agosto 20 señala que este crecimiento de la actividad militar en Cuba coincide con el viaje de Raúl Castro a Moscú “y esto puede, por sí mismo, ser de importancia”.

Es, por supuesto, importante. La posible instalación de centros de inteligencia electrónica dirigida hacia Cabo Cañaveral representa un serio peligro que debe comunicársele de inmediato al Presidente.

Al día siguiente de redactarse en agosto este memorándum del Director de la Agencia Central de Inteligencia, se produjo una reunión de éste con el Presidente Kennedy y con la sola presencia del General Maxwell Taylor, Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.

Lo que se discutió no es aún -luego de 33 años- conocido en su totalidad, porque de los cinco puntos tratados tres siguen considerados como secreto sensitivo. Lo único que se dio a conocer en 1992, luego de transcurrir 30 años de estos hechos, es que el Director de la Agencia revisó con el Presidente y el Jefe del Pentágono la situación cubana y que “el Presidente obviamente estaba bien familiarizado con la situación” y que el Presidente expresó su preocupación sobre las observaciones personales y las observaciones manifestadas por (una persona cuyo nombre aparece aún omitido), durante su reciente viaje a Cuba de acuerdo a un memorándum adjunto que tampoco ha sido aún dado a la publicidad.

Este memorándum es revelador porque indica que “el Presidente obviamente está bien familiarizado con la situación cubana”. Por tanto, si no ha actuado con la energía que los dirigentes militares y políticos demandan, no es, en lo absoluto, por falta de información. Otros serán los motivos.

24 horas después, en Agosto 23, vuelve a reunirse el Director de la CIA con el Presidente. Esta vez estarán presentes, además, el Secretario de Defensa McNamara, el Subscretario de Defensa Gilpatrick, el Gral. Taylor y McGeorge Bundy. El tema que se discute, por supuesto, es Cuba. Luego de considerar otros puntos, el Presidente solicitó un análisis del daño a los Estados Unidos y el efecto en Latinoamérica que pudiera ocasionar las instalaciones de proyectiles y, pregunta sobre lo que “podemos hacer en contra de las bases de cohetes en Cuba”.

El Presidente quiere saber “si podemos eliminar las bases por aire o si es necesaria una ofensiva por tierra o si podrían ser destruidas por una acción guerrillera de importancia”. Kennedy se pregunta: ¿Qué debemos hacer en Cuba si los soviéticos precipitan una crisis en Berlín?. Siendo esto una alternativa a la proposición de ¿qué podrían hacer los soviéticos en Berlín si nosotros actuamos en Cuba?.

Luego del mitin, en una conversación privada con Robert Kennedy, John McCone, Director de la CIA expresó “que él consideraba que Cuba era nuestro más serio problema”. La respuesta de Bob Kennedy sigue siendo hoy, 33 años después, considerada secreta. En la copia original del Memorándum aparece tachada esa respuesta.

El Presidente está perfectamente enterado de la grave situación.

El Tte. Gral. Marshall S. Cárter, Diputado General de la Agencia Central de Inteligencia, le informa al Presidente que las misiones de observación realizadas en Agosto 29 indicaban la posibilidad de la presencia de otros tipos de emplazamientos de cohetes, posiblemente proyectiles de superficie a superficie. Este emplazamiento se encontraba cerca de Bañes (Documentos #12). Inmediatamente la Casa Blanca ordenó silenciar esta noticia.

El primero de Septiembre llamó el Presidente al Gral. Marshall Cárter (que está sustituyendo temporalmente al Director de la Agencia Central de Inteligencia) y lo instruye a continuar suprimiendo (“the clamps were to remain”) información sobre Cuba “excepto para el muy mínimo acceso de los que deben saberlo para informarle al Presidente”. Y continúa llegando a manos del Presidente información cada vez más alarmante.

Tres días después, el martes Septiembre 4, informa el Presidente la presencia de misiles defensivos en Cuba. Para que no se llamaran a engaño, el Gral. Cárter les confirma a Kennedy y a Rusk, el jueves 6, la posible presencia de emplazamientos de cohetes ofensivos “tierra a tierra” en Bañes. ¿Respuesta?: ¿Investigar mas? No!. Las únicas instrucciones emitidas fueron las de “ocultar completamente la información”. Se le aclaró a todos los funcionarios con acceso a las noticias que se mantenía la estricta política de no dar información.

Los datos precisos, verificados por la comunidad de inteligencia del gobierno, le llegaban -por los canales oficiales- al Presidente. No eran sólo informes de “refugiados sin instrucción” que daban datos sobre proyectiles balísticos o armas sofisticadas que no conocían. No. La información durante todas estas semanas era recogida por los U-2 y la recibía el Presidente a través de los más altos funcionarios de su Administración. Pero nada hacía. Nada cambiaba.

El 7 de Septiembre llega por los canales oficiales un cable. Han conocido por la indiscreción del embajador cubano en Praga (Raúl Roa Kouri) que Cuba tiene “cohetes del mismo tipo que derribó al U-2” (al de Powers, sobre Rusia, en 1960). Reacción del Presidente?: “Detener por el momento la operación de los aviones U-2”. Por supuesto las razones expuestas para la cancelación son otras. Pero a pesar de que el Presidente conoce el acelerado ritmo de los emplazamientos de proyectiles balísticos y “lo importante que, en estos precisos momentos, resulta para los objetivos de inteligencia norteamericanos volar sobre Cuba”, la decisión de este mandatario que “mostró excepcionales cualidades de liderazgo” fue la de detener los vuelos. La suspensión se mantendrá por un mes.

La Administración se negaba a admitir las innegables evidencias. El propio McGeorge Bundy, Asesor Legal del Presidente, el 14 de Octubre, precisamente el mismo día en que el U-2 tomaba las reveladoras fotografías, concurre a un programa de televisión. Y afirma que “hasta ahora todo lo que se ha entregado en Cuba cae dentro de la categoría de asistencia que la Unión Soviética ha ofrecido, por ejemplo, a estados neutrales como Egipto e Indonesia”.

Bundy, como su superior Kennedy, echaba por la borda todos los informes que hasta ese momento había recibido de la comunidad oficial de inteligencia de los Estados Unidos. Es aún más categórico este hombre que tanto influye sobre el mandatario norteamericano. Segundos después reafirma:

“Yo sé que no hay evidencias en este momento, y creo que no hay posibilidades, de que los cubanos y el gobierno de Cuba y el gobierno soviético se pongan de acuerdo en intentar instalar armas de capacidad ofensiva”

RESOLUCIÓN CONJUNTA DEL CONGRESO DE OCTUBRE DE 1962

La Cámara y el Senado, independientemente de la militancia partidista de sus miembros, reiteradamente expresaban su preocupación ante el acelerado ritmo que tomaba los embarques de armamentos soviéticos a Cuba y la llegada a la isla de militares que la Administración se empeñaba en calificar de técnicos.

Como manifiesta expresión de ese sentimiento el Congreso norteamericano aprobó en Octubre 3 de 1962, cuando aún el Presidente se negaba a admitir los informes oficiales que las agencias de inteligencia le hacían llegar sobre la presencia de armamentos ofensivos en Cuba, la Resolución Conjunta 87-733 expresando la posición de los Estados Unidos con relación a la situación en Cuba.

La Resolución, aprobada por la Cámara y por el Senado Federal, declaraba que los Estados Unidos estaban determinados a prevenir por cualquier medio que fuese necesario, incluyendo el uso de las armas, que el régimen marxista leninista en Cuba extendiese, por la fuerza o con amenaza de fuerza, sus actividades agresivas o subversivas a cualquier parte de este hemisferio. La Resolución recogía el acuerdo del Senado aprobado en Septiembre 20 de 1962 y el de la Cámara de Representantes aprobado en Septiembre 26 de aquel año.

Decía con absoluta claridad la Resolución Conjunta que esta nación estaba determinada, además, a prevenir en Cuba la creación o uso de un aparato militar externamente respaldado que pusiera en peligro la seguridad de los Estados Unidos. Identificaba, así, con toda claridad, la situación que, aún en esa fecha Octubre 3, el Presidente Kennedy se negaba a reconocer.

Se basaba esta Resolución Conjunta de Octubre de 1962, en los fundamentos de la Doctrina Monroe de 1823 que declaraba que los Estados Unidos considerarían como peligroso a la paz y seguridad de esta nación cualquier intento de poderes europeos de extender su sistema a cualquier porción de este hemisferio.

Invocaba igualmente el Tratado de Río de 1947, y la Declaración de los Cancilleres de la Organización de Estados Americanos en Punta del Este en enero de 1962 que consideraba incompatible con el sistema interamericano al gobierno de Cuba por identificarse con los principios de la ideología marxista leninista y establecer un sistema político, económico y social basado en aquella doctrina y aceptar asistencia militar de poderes comunistas extracontinentales.

Aunque la Resolución Conjunta del Congreso se toma el miércoles 3 de Octubre, el Presidente todavía se resiste a informar a la ciudadanía del creciente peligro que se va incubando a pocas millas de la costa. Al día siguiente recibe el resultado de su encuestador político Louis Harris: el 62% de los votantes tiene una opinión negativa sobre como se está manejando el caso cubano. Las elecciones congresionales se celebrarán en cuatro semanas. Algo hay que hacer.

DOCTRINA MONROE

Hasta 1962, la Doctrina Monroe era la piedra angular de la política exterior de los Estados Unidos.

Realmente, la Doctrina Monroe había sido violada desde que el 2 de diciembre del pasado año Fidel Castro declaró que era «Marxista-leninista» y había alineado oficialmente a su régimen al bloque soviético. Le había faltado en ese momento al Presidente Kennedy la firmeza del Presidente Monroe que, en su mandato, rechazó la pretensión rusa de inmiscuirse en este hemisferio y, también, la de Inglaterra que se negaba a reconocer la independencia de las antiguas colonias españolas.

El Presidente Kennedy tenía, por tanto, -como bien apunta Malcolm E. Smith Jr. amplios precedentes para invocar y poner en práctica la política que había garantizado la integridad territorial de este continente por cerca de 140 años. La amenaza al bienestar y a la seguridad del continente que representaba el sometimiento de Cuba a una potencia extracontinental era evidente.

La omisión de Kennedy de invocar la Doctrina Monroe para proteger la nación fue -y repetimos las palabras de Smith- un trágico y casi fatal error. Se inhibió de hacerlo en 1961. Ahora, cuando toda la información disponible mostraba el creciente arsenal de armas soviéticas en Cuba, Kennedy volvía a inhibirse, pretendiendo ignorar lo que para los altos mandos militares, los dirigentes de las agencias de inteligencia, las figuras políticas y la prensa era evidente y se denunciaba abiertamente.

La Cuba sovietizada, apuntaba Andrés Valdespino, reúne todas las características de la “intervención de una potencia extracontinental en los destinos de un país de América” a que se refiere la Doctrina Monroe. Y para acentuar, aún más, la flagrante violación de la Doctrina Monroe, Valdespino citaba en el artículo aquí mencionado el siguiente párrafo de la Doctrina: “Toda tentativa de parte de las potencias europeas por extender su sistema a cualquier país de este hemisferio será considerada como un peligro para nuestra paz y nuestra seguridad”.

La historia juzgará severamente al Presidente Kennedy por no invocar en aquel momento la Doctrina Monroe, uno de los más sólidos pilares de la política exterior de los Estados Unidos. La doctrina que, en palabras del Presidente Grover Cleveland, «no dejaría de estar en vigor en tanto subsista nuestra República.

OPERACIÓN MONGOOSE

Habían transcurrido seis meses del fracaso de Playa Girón. La oposición interna en Cuba estaba siendo aplastada. El interés del gobierno norteamericano y de las agencias encargadas de las operaciones encubiertas lucía inexistente. Solo en apariencia.

Las administraciones norteamericanas funcionan con planes meticulosamente preparados. Lo grave es que tales planes no se mantienen y, por supuesto, no se ejecutan en la forma programada.

Así, todas las actividades que se realizaron hasta la fracasada invasión de Playa Girón estuvieron planeadas en un documento que por varias décadas permaneció clasificada como secreto sensitivo: “El Programa de Acción Encubierta contra el Régimen de Castro” firmado por el Presidente Eisenhower en marzo 17 de 1960. Todos conocemos los cambios que a aquel programa se le hicieron y que produjeron la derrota.

El mismo patrón se repetirá en 1962. En noviembre 30 de 1961, John F. Kennedy autoriza la creación de la “Operación Mongoose.” De nuevo, una campaña de acción encubierta supersecreta .usará todos nuestros recursos… para lograr el derrocamiento del régimen comunista de Castro. Emplearán acciones subversivas, sabotaje, presiones políticas y económicas y, aunque hoy parezca ridículo, guerra psicológica.

En octubre de 1961 se ordena, como vemos, por el propio Presidente Kennedy, planes para la posible remoción de Castro. Días después los Jefes del Estado Mayor aprueban una versión revisada de un plan de contingencia de invasión a Cuba. No se detienen ahí los proyectos, aunque, como de costumbre, habría muchos planes y poca acción.

La Operación Mongoose, una campaña supersecreta de acción encubierta en la que podremos “usar nuestros medios disponibles… para ayudar a Cuba a derrocar el régimen comunista” como informó el Presidente Kennedy al Secretario de Estado Dean Rusk, estaba dentro de la jurisdicción de la CIA, pero era supervisada por un panel de alto nivel compuesto de funcionarios de la CIA, Departamento de Estado, Departamento de Defensa y la Casa Blanca y el Fiscal General Robert Kennedy. Este panel sería conocido como Grupo Especial Aumentado (SGA) y operaría con gran secreto. La Operación Mongoose habrá de convertirse en “la mayor operación realizada por la CIA y llegó a contar con más de 400 agentes”.

No confiando en la eficiencia de la Agencia Central de Inteligencia, el Presidente comisionó para su supervisión al Grupo Especial (SGA), aumentado ahora con su hermano Bob y el General Maxwell Taylor. Designa como jefe de la operación al Brigadier General Edward G. Lansdale que había tenido, bajo la Administración de Eisenhower, una breve relación con el caso cubano.

De inmediato Robert Kennedy convoca al Grupo Especial (SGA) informándoles la designación del Gral. Lansdale como “Jefe de Operaciones” con amplia autoridad para contactar a todas las agencias del gobierno: Desarrollará un programa de largo alcance que será revisado por el Grupo Especial y “presentado, para su aprobación, a una más alta autoridad”. Es obvia la identidad de esa “más alta autoridad”.

Ya en enero de 1962 ha trazado su meticuloso plan de acción. De inmediato notifica al Pentágono lo que espera de esa institución, en igual sentido se dirige a otros departamentos y agencias. Consciente de los problemas del pasado (que habrán de repetirse una vez más) plantea, por escrito, que todas las preparaciones militares quedaban sujetas a “obtener una decisión política sobre las fundamentales intenciones de los Estados Unidos” esto es, cuan decidido está el gobierno central para apoyar decisivamente las acciones que fuesen necesarias para el derrocamiento del régimen de Castro. Esperaba Lansdale recibir el total respaldo de la Administración. Pero sus superiores limitarían sus planes a menos grandiosos objetivos.

Su «Proyecto Cuba», tenía como propósito “ayudar a los cubanos a derrocar al régimen comunista desde adentro e instituir un nuevo gobierno con el que los Estados Unidos puedan vivir en paz”. Procurará Lansdale “fomentar una revolución en Cuba”. A ese efecto da a conocer el 20 de febrero el Plan de Acción Básica de la Operación Mongoose.

Muchos cubanos perderán sus vidas, serán sometidos a crueles torturas y otros sufrirán largos años de prisión, como consecuencia de las rencillas internas de la Administración y la falta de respaldo de las más altas esferas del gobierno.

EL PLAN DE ACCIÓN DEL GENERAL LANSDALE

Da a conocer el Gral. Lansdale su “Plan de Acción Básica” con una admisión simple, pero imperdonable en quien ocupa tan alta posición en el más importante organismo de inteligencia del gobierno norteamericano: “Sabemos muy poco sobre la situación real dentro de Cuba”. Después de 3 años de permanecer Castro en el poder y luego del desastre de Bahía de Cochinos! este alto funcionario admite no conocer mucho sobre el problema cubano. Pero pregona, como una meritísima meta que “estamos dando urgentes pasos para aprender más”.

Y este hombre que admite “que sabe muy poco sobre la situación cubana” presenta un “plan de acción” que en marzo (apenas dentro de 30 días!) “convencería a potenciales combatientes que los Estados Unidos les daría armas y equipos”; en Abril la CIA instalaría un “transmisor de radio clandestino para difundir noticias, consignas y música de la resistencia”. En junio establecía «bases para operaciones guerrilleras y oficinas centrales clandestinas, en la isla, para comunicarse con todos los elementos de la resistencia”.

Ya en julio tendrá situada la “organización básica del clandestinaje en las cercanías de los aeropuertos y centros de comunicación”.

Para agosto producirá -el famoso organizador de las guerrillas en Filipinas y Vietnam- un ·simbólico paro gradual del trabajo en la isla, para darle a los obreros un sentimiento de participación en el movimiento popular, sin temor a represalias inmediatas”, al tiempo que “las guerrillas son activadas en áreas claves”. Las actividades de septiembre de este imaginativo militar están todavía -33 años después!!- clasificadas como secreto sensitivo.

Ya para octubre “The Ugly American” tiene al «pueblo cubano en una abierta revuelta» para derrocar al régimen comunista. Por supuesto, el nuevo Bolívar facilitará en ese mes de octubre “el regreso de los refugiados cubanos que estén calificados y quieran contribuir a la liberación de su patria”. Desde un escritorio en Washington este Brigadier General, “que sabe muy poco sobre la situación en Cuba”, en apenas 8 meses ha liberado al pueblo cubano.

Coincidió el nombramiento del Gral. Lansdale de Jefe de la Operación con la selección de John McCone como Director de la CIA. Como jefe del grupo de trabajo de la Operación Mongoose fue designado William K. Harvey, veterano operador de la Agencia, quien actuaría desde Miami.

En esos momentos la oficina de la Agencia en Miami estaba dirigida por Thomas Cline y Theodore Sharkley. Cline, con más de 15 años de servicio en la CIA, había establecido contacto con muchos de los combatientes cubanos que se entrenaron en Panamá para la frustrada invasión del 17 de abril. Sharkley, en el área del Caribe, se estrenaba con la “Operación Cuba”.

Mientras John A. McCone, recién confirmado director de la Agencia Central de Inteligencia, se familiarizaba con su nueva posición, la guerra encubierta contra Castro continuaba bajo la dirección de Harvey, quien se había distinguido descubriendo en Europa espías y agentes soviéticos. En la “Operación Cuba” empleará recursos y tiempo en alucinantes entregas de pildoras, detonadores, rifles y trajes de baño impregnados de sustancias venenosas para “liquidar” a Castro. En Europa había tenido éxito. En el Caribe sólo cosechará fracasos.

Típicamente, como en todos estos fantasiosos planes, una semana después, exactamente una semana, en una reunión del Grupo Especial Aumentado (GEA, en inglés SGA) se reduce el “Proyecto Cuba” de Lansdale a, simplemente, un programa de recolección de inteligencia. Surgirán ásperas fricciones entre tres fuertes caracteres: Robert Kennedy, el Gral. Lansdale y William K. Harvey. Se agudizarán esas fricciones en los eventos que precedieron a la Crisis de Octubre.

Con sus vidas, sus cuerpos mutilados y años de prisión pagarán muchos cubanos la confianza depositada en estos aliados. Los únicos, pero no confiables, aliados.

FRICCIONES ENTRE BOB KENNEDY Y WILUAM HARVEY

Contrastando con las magníficas y amistosas relaciones entre McCone y los Kennedy, especialmente Bobby, existió desde un principio una profunda animosidad entre Harvey y el hermano del Presidente. Harvey se había hecho cargo de tres operaciones distintas contra Castro. La primera era la infiltración de gente; la segunda, el suministro de pertrechos, provisiones y equipos a los grupos internos; y tercera, las operaciones de sabotaje.

Comienzan pronto las contradicciones. En Agosto 21, 1962 en una reunión del Grupo Especial (SGA), McNamara declaró que ya era hora de tomar pasos agresivos en el campo de inteligencia, sabotaje y acciones guerrilleras. Se anticipaba a las instrucciones que, 48 horas después, daría el propio Presidente de la nación.

El Memorándum de Acción de Seguridad Nacional No. 181 (NSAM-181) del Presidente Kennedy, elaborado el 23 de Agosto de 1962, le dio un nuevo ímpetu a la Operación Mongoose y al Plan Militar de Contingencia sobre Cuba. Con esa fecha el Presidente Kennedy ordenó al Gral. Maxwell Taylor,258 que era en ese momento su Asesor Militar y Presidente del Grupo de Trabajo (SGA) que desarrollara, “con la mayor prontitud posible” varias actividades proyectadas para la Operación Mongoose.

Al revisar documentos que hasta muy recientemente estaban clasificados como secretos sensitivos aparece que el Fiscal General era uno de los que más alentaba la preparación y ejecución de estas acciones. El fracaso de algunas de éstas irritaba profundamente a Bobby Kennedy que se enfrascaba en violentas discusiones con Harvey quien, a su vez, era un permanente crítico de la política de la Administración, especialmente hacia Cuba. La nada constructiva relación entre estos dos fuertes caracteres continuó deteriorándose, y, luego de la Crisis de los Cohetes, Harvey fue sustituido.

La mano del Presidente no estaba ajena a las decisiones. El SGA siempre evitó hacer una referencia explícita a la aprobación presidencial de sus instrucciones, pero un memorándum de una reunión de marzo 16 de 1962 “para ser usado como base de la discusión” indicaba que Kennedy recibía “informes progresivos” sobre la Operación Mongoose y que… el Gral. Lansdale y el SGA habían recibido autorización tácita para proceder de acuerdo con esas instrucciones.

LA CONSPIRACIÓN DEL 30 DE AGOSTO

Como siempre, los funcionarios norteamericanos en Washington actúan de espaldas a lo que en Cuba realmente sucede.

Los gritos histéricos de Bob Kennedy a los subordinados que lo rodean muestran su total desconocimiento de lo que los cubanos combatientes anticastristas están llevando a cabo, de un extremo a otro de la isla, en esos momentos. Un extenso número de oficiales, muchos de ellos del Ejército Rebelde y otros del Ejército Constitucional, se han organizado para derrocar, con las armas, aquel régimen indigno. Se ha fijado la fecha para el levantamiento en la capital que se iba a extender en todo el territorio. El 30 de agosto de 1962, el día de Santa Rosa de Lima, sería la fecha.

“El 30 de agosto” -apunta el médico Alberto Fibla que cumplió 25 años de cárcel por aquella conspiración- fue un movimiento netamente democrático. “En sus filas militaban hombres de la revolución y hombres del régimen depuesto. Militares novatos y militares de experiencia. Unidos junto a muchos representantes de la vida civil del país”nos dice Fibla.

Aquel movimiento, que “agrupaba, a pobres y ricos, blancos y negros, profesionales y obreros, maestros y estudiantes, campesinos, hombres de negocios, tenía un sentir plenamente democrático. Amplio. Por eso Castro quiso ahogarlo en sangren”, expone al autor el médico cubano. Infiltrada, la conspiración le’costó la vida en pocas horas a más de 500 cubanos que murieron todos frente al paredón. Es ésta una página de oprobio de la que poco se ha escrito.

Surgieron de ella distintas “Causas Criminales”. Una de ellas la número 410 de 1962, la encabezará Francisco Evelio Pérez Menéndez, “Frank”, y en ella complicarán a miembros del “Frente Anticomunista de Liberación” (FAL); Movimiento 30 de Noviembre; Rescate; Movimiento de Recuperación Revolucionaria Cubana; Unidad Revolucionaria y otras.

Serán procesados también en la Causa 410, Ventura Suárez Díaz (Joseíto), Jefe de los delegados ante el Estado Mayor Conjunto del FAL; Sergio Valdés Sánchez, que tendría a su cargo dirigir las operaciones militares; Pedro Manuel Silió Matos (Murillo) que era quien mantenía los contactos con los miembros de las Fuerzas Armadas; Bernabé Coraminas Portuondo; Agustín Pérez Medina; Rene Arturo López León; José García Bugaranos (El Cadete); Ramón Menéndez Alvarez; Enrique Hedman Sánchez; Rene Justo López Porcell, Ismael Sosa Padilla; Guillermo Herrera Santa Cruz; Roberto Fernández Aguirre; Agustín Fernández Aguirre y otros. Se les acusa de asaltos a unidades de las fuerzas armadas revolucionarias, alzamientos de grupos armados en distintos puntos de la isla, “tendientes a provocar la destrucción del poder revolucionario”.

En el segundo Resultando del sumario aparece que la ejecución de los planes ya trazados “tendría su inicio a las 10 de la noche del pasado día 30 de agosto, mediante un sabotaje que interrumpiría el fluido eléctrico, entrando en acción inmediata el acusado Francisco Evelio Pérez Menéndez que ocupaba la jefatura del Estado Mayor del FAL”.

Pérez Menéndez había partido de la capital, días atrás, para hacerse cargo de las operaciones que se realizarían en aquella provincia el 30 de agosto, quedando Ventura Suárez Díaz al frente de las operaciones de La Habana. El fiscal pedirá pena de muerte por fusilamiento a Pérez Menéndez, Cruz Alvarez Bernal,264 Suárez Díaz, Valdés Sánchez, Silió Matos y Bernabé Colomina; para el resto de los procesados, treinta años de reclusión.

Meses después, por el mismo delito “contra la integridad y estabilidad de la nación”, complican en la misma Conspiración del 30 de agosto, a más cubanos combatientes. Someten a un consejo de guerra ordinario en la Causa 455 de 1962 a José Miguel Pino Padrón, Alberto Fibla González, Amarante Torres Sánchez, Amado Hernández Suárez, Antonio Cejas Expósito y otros como integrantes del Frente Anticomunista de Liberación (FAL), implicándolos en la Conspiración del 30 de Agosto.

El juicio, por supuesto, era un pantomima. Uno de los procesados, que cumplió 25 años de cárcel, recuerda que aquel 20 de abril la vista del juicio se prolongaba ya por más de 15 horas. El Presidente del Tribunal, Pelayo Fernández Rubio, recostado sobre sus brazos cruzados en la larga mesa, se encontraba dormido. Despertó, levantó la cabeza y luego de escuchar unos segundos, dirigiéndose al militar que hablaba le dijo: “Tenga la bondad, compañero fiscal, de ser más breve en su exposición”. El militar, perplejo, le respondió: “Perdone, su señoría, pero no soy el fiscal sino el abogado defensor”. Respuesta: “Está bien, compañero, es lo mismo”. Para los tribunales revolucionarios la misma labor realizaba el fiscal que el abogado defensor de oficio.

TENSIONES CON EL GENERAL LANSDALE

Es Robert Kennedy quien no solo en su nombre sino, principalmente, en el de su hermano pone sobre el Grupo de Trabajo (SGA) y los directores de la Operación Mongoose la mayor presión y les exige un mayor rendimiento, una mayor eficiencia. A principios de octubre Robert Kennedy les informa de las discusiones que ha tenido con el Presidente sobre el tema de Cuba, y lo poco satisfecho que se encuentra J.F.K. por la falta de acción en el campo del sabotaje.

Los recrimina porque nada avanza, y porque un esfuerzo que se intentó ha fallado. Expresa gran preocupación sobre el desarrollo de la situación.265 Luego de las duras palabras del hermano del Presidente, el Gral. Lansdale revisó las operaciones realizadas señalando que no se ha intentado sabotaje y que “las cosas estaban marchando bien”.

No aparece en el acta de esa reunión cuales “cosas marchaban bien” para el hombre que, a un costo de $50 millones de dólares,26* había desarrollado el plan que contemplaba -precisamente en este mes de octubre- “una huelga general de los trabajadores cubanos”, “demostraciones de la juventud, los campesinos, la iglesia, de abierto desafío al régimen” que conducirían en este glorioso mes, a “una abierta revuelta del pueblo cubano” y a “la formación de un nuevo gobierno”. Doloroso admitirlo, pero todo lo que aquí aparece entrecomillado está tomado, textualmente, del fantasioso plan que, durante los primeros diez meses de 1962, tan seria consideración mereció de estos altos oficiales.

Un funcionario se atreve a señalar los responsables y las débiles causas que motivaron esta inacción. El funcionario es, nada menos, que el Director de la Agencia Central de Inteligencia.

McCone expresó que esa fase era principalmente para obtener inteligencia (información), de organización y entrenamiento y que no autorizó ningún sabotaje; que una operación contra una planta eléctrica se había contemplado pero fue descartada por el grupo y que él había convocado a una reunión esa mañana para revisar los temas y que había observado una falta de impulso debido principalmente a vacilaciones en los círculos de gobierno de entrar en cualquier actividad que pudiera ser atribuible a los Estados Unidos.

El Fiscal Bob Kennedy, de inmediato, objetó esta observación de McCone afirmando que el Grupo Especial no había rehusado la aprobación de ninguna acción específica -en lo que él conocía-sino que, por el contrario, había urgido a una mayor acción a la operación de Lansdale. Luego de un áspero intercambio de palabras se arribó a un consenso de que una acción más dinámica era necesaria, “que las acciones que pudieran ser atribuidas a cubanos indígenas no fuesen importantes o muy efectivas” y que debía esperarse una apreciable cantidad de hechos atribuibles (a los Estados Unidos) y mucho “ruido”.

Era una escena irreal. Absurda. El Secretario de Justicia, el Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, el Director y el Subdirector de la Agencia Central de Inteligencia, el Subsecretario de Defensa, el Sub-Secretario de Estado, el Director de Investigación de la CIA y el Asistente para Operaciones Especiales adscrito a la Secretaría de Defensa emplean horas discutiendo para concluir que, aunque las operaciones de sabotaje son necesarias, las acciones que ellos mismos han ordenado son sólo de “inteligencia, organización y entrenamiento”.

Hay mucho de cierto en esta afirmación de que las operaciones ordenadas son “sólo de inteligencia”. Lo confirman las dolidas palabras del Dr. José Ignacio Lasaga, Secretario General del MRR en este período, expresadas en extensa entrevista para este libro:

“Cuando alguien del movimiento venía y me decía que quería ir a trabajar a Cuba, yo le decía: Esa es tu decisión. Yo no creo que, en estos momentos la Agencia Central de Inteligencia ni el gobierno de los Estados Unidos tengan ningún plan para libertar a Cuba. Su plan es sólo de mandar personas para recoger información. Si tú quieres ir porque entiendes que puedes ser útil, yo no te lo prohibo. Si tú crees que vale la pena lo que vas a hacer, que es traer unos cuantos informes para la Agencia Central de Inteligencia, esa es tu responsabilidad”.

Las acciones de sabotaje deben ser realizadas, por supuesto, por cubanos, pero, absurdamente, deciden que las acciones atribuibles a los cubanos “no sean importantes o muy efectivas”. Hay que hacer sabotajes, pero que no sean muy dañinos. En otras palabras, que a “esos cubanos” no se les puede permitir operaciones que dañen refinerías, plantas eléctricas, transformadores, puentes, buques.

La reunión en la que toman parte Bob Kennedy y el Gral. Lansdale se celebra en octubre. Nadie les pregunta sobre “el paro gradual del trabajo” a producirse en agosto, las misteriosas actividades de septiembre, ni las manifestaciones que ya debían observarse del “pueblo cubano en una abierta revuelta”.

LA EXPLORACIÓN DE “NUEVOS Y MAS DINÁMICOS CAMINOS”

Como resultado, se le dio instrucciones al Gral. Lansdale de darle una mayor consideración a explorar nuevos y más dinámicos caminos. Se le dice que los actos específicos de sabotaje deben llevarse a cabo inmediatamente y se le pide concebir nuevas ideas. Y, aunque las acciones atribuibles a los cubanos “no debían ser importantes” debe desarrollar y presentar un plan para minar las bahías y “debe estudiar la posibilidad de capturar fuerzas de Castro para ser interrogadas”.

Minar bahías, capturar fuerzas armadas del enemigo son cosas sin importancia para estos burócratas de Washington que están jugando a una guerra que hacen otros. Al día siguiente el Director de la Agencia Central de Inteligencia (McCone) le informó al Asesor Legal del Presidente, (McGeorge Bundy) que había un sentimiento en la CIA y el Departamento de Defensa de que la política dinámica que fundó la Operación Mongoose había terminado y que aunque ninguna actividad operacional específica había sido rechazada, la cantidad de “ruido” de incidentes menores como, “el azúcar, el ataque a los estudiantes a un hotel en La Habana y otros asuntos y la cautela expresada por el Departamento de Estado, había llevado a esta conclusión”.

Resulta interesante observar que en Octubre 5 de 1962 el Director General de la Agencia Central de Inteligencia y el Asesor Legal del Presidente de los Estados Unidos están discutiendo las “actividades operacionales” realizadas por los jóvenes cubanos del Directorio Revolucionario Estudiantil.

Para McCone aún más importante eran las decisiones que se habían tomado para restringir los vuelos de reconocimiento del U-2 que no les permitiría reportar con precisión el desarrollo de la capacidad ofensiva en Cuba. Proféticamente, McCone ya había advertido, y ahora lo repetía, que era muy probable que las operaciones Soviet-Castro pudieran terminar en el establecimiento de una capacidad ofensiva en Cuba que incluyó los MRBMs.

INTENTOS DE ELIMINAR FÍSICAMENTE A CASTRO

La Agencia Central de Inteligencia estuvo contactando a figuras de la maffia en distintos intentos de eliminar físicamente a Fidel Castro.

Según aparece en los testimonios presentados ante el Comité Selecto del Senado en noviembre de 1975, el Informe del Inspector General de la CIA divide la operación relacionada con el Sindicato de los Casinos en Fase I que termina con Bahía de Cochinos y Fase II que continúa con la transferencia de la operación a William Harvey, tarde en 1961. La distinción entre una demarcación clara de la Fase I y la Fase II puede ser, de acuerdo a lo que se expresó en aquella audiencia, muy artificial.

Temprano en 1962, se le asignó a Harvey la responsabilidad de establecer una operación dentro de la CIA “para liquidar dirigentes extranjeros, incluyendo asesinato como un último recurso” (testimonios de Bissell de junio 9 de 1975 y de Harvey de junio 25 de 1975, mencionados en ese reporte). La organización que ya había sido creada se llamó Acción Ejecutiva y se le había asignado el nombre clave de ZR/RIFLE. En noviembre 16 de 1961 Harvey y Bissell ya habían discutido “la aplicación del programa ZR/RIFLE a Cuba”. Bissell confirmó esta conversación, aceptando la fecha de noviembre 16 como correcta.

En febrero de 1962 Richard Helms sustituyó a Bissell como Subdirector de Planificación y, por tanto, se convirtió en el funcionario a quien Harvey debía responder.

En agosto 10 de 1962 el Grupo Especial Aumentado (SGA) tuvo una reunión para decidir el curso de acción que seguiría a la fase de recolección de inteligencia (FASE I). La importancia de lo que se trataría en esa reunión se muestra por los participantes en ella. Normalmente sólo concurrían, además de los otros funcionarios antes mencionados, los Subsecretarios de Estado y de Defensa. A esta reunión concurriría el Secretario de Estado Dean Rusk y el Secretario de Defensa Robert McNamara. También Gilpatric, Bundy, el Gral. Taylor y otros que apenas concurrían como el Director de la Agencia de Información de los Estados Unidos, Edward R. Murrow. Presidirá el Secretario de Estado, Rusk.

El Gral. Lansdale presenta una proposición para pasar a la Fase II que envolvería operaciones que pondrían “en práctica todas las presiones… para derrocar al régimen de Castro”.  El Grupo Especial Aumentado (SGA) puso reparos a la proposición del Gral. Lansdale. En su lugar, el Secretario de Estado Rusk propone una de sus brillantes ideas: “intentar crear una división entre Castro y los comunistas de la vieja guardia”. Una vez más, Dean Rusk muestra su total ignorancia sobre lo que en Cuba sucede. La misma ignorancia revela, en esa muy importante reunión de agosto 20, el Secretario de Defensa, McNamara, quien expresa su preocupación de que enviar a más agentes a Cuba pudiera conducir a acciones que, “afectarían a los Estados Unidos ante los ojos de la opinión mundial”. Al pobre McCone, Director de la CIA, se le instruye por el SGA “tomar medidas para fomentar un distanciamiento entre Castro y los viejos comunistas”.

El tema principal que se discutía ese 10 de agosto eran los planes para la liquidación física de Fidel Castro. Ha habido, luego, mil y una aclaraciones de muchos de los participantes. Más de 100 páginas (de la 67 a la 188) del Informe del Comité Selecto del Senado de noviembre de 1975 a que nos hemos referido, están dedicadas a éste y otros planes similares. Pero la acción se limitó a propiciar la división del dictador cubano con los viejos militantes del partido quienes, con el descabezamiento de Aníbal Escalante y las nuevas y muy estrechas relaciones de Castro con los dirigentes soviéticos, muy poco ya importaban.

En abril de 1962 Harvey, siguiendo “órdenes explícitas de Helms”, había comenzado contactos con John Rosselli y otras figuras. Con la ayuda de la oficina del CIA de Miami, que realizaba operaciones encubiertas contra Castro bajo el nombre clave de JMA/VAVE, entrega a figuras cubanas, no identificadas en el informe, los medios necesarios para llevar a cabo los planes trazados.

Harvey se reunió nuevamente con Rosselli en Miami en septiembre 7 y 11 de 1962 y le informó que sus contactos cubanos estaban preparando un equipo de tres hombres para penetrar a los guardaespaldas de Castro. Aparentemente ese equipo nunca salió hacia Cuba.

El Presidente Kennedy que gustaba de culpar a los cubanos “porque hablaban mucho” y se quejaba con frecuencia de las «filtraciones de noticias», es quien comete las más atroces de estas violaciones.

Schlesinger en su obra “Robert Kennedy y su Tiempo” (Página 513) dice que en noviembre de 1961 recomendó a Tad Szulc corresponsal para Latinoamérica del New York Times, para una posición en la Administración. Goodwind trajo a Tad Szulc a ver a John F. Kennedy. De acuerdo a notas tomadas por ef propio Szulc, el Presidente le preguntó qué podría hacer los Estados Unidos sobre Cuba “tanto en una forma hostil como estableciendo algún tipo de diálogo”. Vemos aquí a un periodista, que se llama a sí mismo independiente, aplicando a una posición en la Administración cuya labor él, profesionalmente, está cubriendo.

Pero el Presidente va más lejos aún en sus peligrosas indiscreciones con los periodistas liberales que se empeña en cultivar. En esa conversación “off-the-record” con Szulc Je-pfegunta al periodista “¿Qué tú pensarías si yo ordenase que Castro fuese asesinado?” Szulc le responde que no considera que ese asesinato necesariamente produciría cambios en Cuba. Esta conversación fue dada a conocer en el testimonio senatorial al que hemos hecho referencia. Se encuentra, igualmente, en las declaraciones y notas del propio Szulc hechas ya públicas (a pesar de que la conversación había sido “off-the-record”).

SE INTENSIFICAN LAS DIFERENCIAS. SE ORDENA LA EJECUCIÓN DE UNA TEMERARIA ACCIÓN

La tensión entre Bob Kennedy y el Gral. Lansdale iba en aumento. El 16 de Octubre, cuando la atención debía estar fija en los alarmantes informes que llegaban sobre el continuo y creciente ingreso de armamento soviético en Cuba, (y que habían sido confirmados esa mañana al Presidente), el Fiscal General convocó una reunión en su oficina para discutir, una vez más, la operación Mongoose. A la reunión asistieron Bob Kennedy, el Gral. Lansdale, el Cnel. Patcbell, el Gral. Johnson, del Estado Mayor Conjunto; Robert Hurwitch, del Departamento de Estado; Hewson Ryan de la USIA y Richard Helms, Director de Planificación de la CIA.

No perdió tiempo el Fiscal General. Inició el mitin manifestando “el descontento general del Presidente” con la operación Mongoose. Expresó que la operación llevaba funcionando un año, que los resultados eran desalentadores, que no había habido actos de sabotaje y que aún el que se había intentado había fallado dos veces.

Eran las mismas recriminaciones que el Fiscal General había expresado, con el mismo tono hiriente, en la reunión de Octubre 4. En su característico estilo agresivo se refirió a la designación personal del Gral. Lansdale por el Presidente, para afirmar que, en vista de la falta de progreso él, Bob Kennedy, le daría a la Operación Mongoose una mayor atención personal. Para hacer esto celebraría una reunión diaria con los representativos operacionales de las distintas agencias: Lansdale, Harvey, Hurwitch, Ryan y el Gral. Johnson.

Otra vez, alguien le señala al hermano del Presidente lo que mueve a los cubanos anticastristas a arriesgar sus vidas. Lo hemos mencionado antes, pero es necesario repetirlo. Richard Helms, el segundo hombre en jerarquía dentro de la Agencia Central de Inteligencia aclaró a Bob Kennedy, en esa reunión del 16 de Octubre, que el objetivo de la operación Mongoose tendría que ser determinado con claridad en algún momento “ya que los cubanos con quien estamos trabajando buscan una razón para arriesgar sus vidas en estas operaciones”. Y se refirió el Director de Planificación de la CIA a una conversación sostenida por él días atrás.

“Me refiero a mi conversación con un joven cubano del DRE (Directorio Revolucionario Estudiantil) que expresó que ellos estaban dispuestos a comprometer a su gente sólo en operaciones que ellos consideraban sensibles”. “Y sensible, en terminología cubana”, manifestó Helms, “significa una acción que contribuya a la liberación de su patria nativa”.

El Fiscal General, de inmediato, cambió el tema de conversación.

Días atrás Robert Kennedy le había expresado al mismo grupo que había que incrementar las operaciones “dándole a los sabotajes prioritaria atención”. Era imperativo, había dictaminado Bobby, realizar, de inmediato, efectivas acciones de sabotaje. Era una orden. Había que cumplirla. La orden se había originado en Washington, se implementaría en Miami, se realizaría en Cuba. En las Minas de Cobre de Matahambre.

La orden, sin riesgo personal para el que la dictaba, se había dado en inglés. Su ejecución, con el riesgo que ello implicaba, la realizarían jóvenes cubanos. De inmediato, por el orden descendente de mando, se transmite la decisión y comienza a ponerse en ejecución. De Kennedy a Lansdale, de éste a Harvey, de él a Shackley, a Rip, a Gray. A Miguel Orozco.

La misión que van a realizar había sido discutida con Robert Kennedy el 23 de agosto, aprobada el 30, y confirmada el 31 en memorándum de Lansdale al Grupo Especial Aumentado (SGA), que preside el Fiscal General. El objetivo: las Minas de Matahambre en Pinar del Río.

Se organizan dos grupos: Salen en un rápido bote de 20 pies, tipo Magnolia, hasta un pequeño cayo. Estarán allí dos días. En la noche del 20 de Octubre se dirigen al barco madre: el Velero, que, bajo el nombre de Bárbara J había participado en la invasión de Bahía de Cochinos. Navegaban hacia el objetivo que le habían asignado. Iban decididos, serenos, confiados. Pronto se quebrarán sus sueños.

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