Nada mejor para concluir las vacaciones del verano que ir a visitar una buena exposición. Es aparentemente lo que han decidido quienes en París han estado yendo masivamente a la gran nave de La Villette donde, después de Tutankamón en 2019 y Napoleón en 2021, ha comparecido el espíritu de Ramsés II, el gran faraón de la edad de oro egipcia, el que más hijos engendró y el que más legó a la posteridad.
En Francia existe una verdadera pasión por la temática histórica del Egipto antiguo. Bonaparte tiene parte del crédito de ese interés y no se puede olvidar que fue Champollion quien en 1822 consiguió descifrar los códigos que permitieron traducir los jeroglíficos. En materia de descubrimientos llegaron más tarde los ingleses y los americanos, quienes gracias a circunstancias que no son hoy mi tema aportaron y capitalizaron hallazgos y enfoques integrados a nuestro acervo en la materia. Para atestarlo están las colecciones museísticas – rapiña para muchos, pero tampoco es el tema – y monumentos como el Obelisco en la Plaza de la Concordia colindante en la capital francesa con el Jardín de las Tullerías, el río Sena y la Asamblea Nacional.
Ya en 1976 Ramsés II había hecho sensación en París gracias a otra presentación pública, espectacularmente acogida por el Grand Palais. En aquella ocasión sus restos si hicieron el viaje que los científicos del CNRS despojaron de su envoltorio secular. Les prodigaron un tratamiento contra los hongos y los radiografiaron por todas sus costuras por así decirlo. Han trascurrido casi 50 años y de entonces a la fecha ha volado mucha arena sobre los desiertos africanos y corrido mucha agua bajo los puentes del Sena. Ahora, cual eficaz noria, se ha vuelto al punto de partida esta vez con un sarcófago vacío porque las leyes del país no permiten que una momia real salga del territorio egipcio.
Esta muestra está haciendo una tournée mundial cuya première tuvo lugar el 20 de noviembre de 2021 en el Museo de Ciencias Naturales de Houston, Texas. Habrá en total diez escalas y siendo un proyecto internacional concebido por Cityneon y el World Heritage Exhibitions, asociados en el empeño con el Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto.
El espectador comienza visualizando una sesión de realidad virtual en la cual una locuaz Nefertari, la llamada “gran” esposa de un faraón que tuvo decenas, hace de cicerona. Habiendo entrado así en materia se prosigue hacia las salas siguientes donde, gracias a una elocuente escenografía son descritas la acción y la larga vida de quien fue sucesiva y simultáneamente joven soberano, estadista, guerrero, hacedor de tratados de paz, conceptor de ordenamiento político, constructor sin par y padre de casi cien hijos entre los cuales escogió personalmente al que debía sucederle al término de su vida terrenal.
Faraón no se privó siquiera de crear a su propia gloria una nueva capital que “modestamente” bautizó Pi Ramsés, término cuyo significado es “Casa de Ramsés”. En la rica historia del Egipto antiguo Ramsés es probablemente la figura más descollante. Para comprenderlo basta echar un vistazo al mapa de la época, el llamado Tiempo de los Imperios, territorios donde cohabitaron varias grandes potencias: asirios, babilonios, persas, hititas y egipcios. La imagen que acompaña esta crónica, en relieve sobre una piedra caliza es alegórica a las guerras y su desenlace. Muestra a un Ramsés II victorioso que tiene agarrados por los moños a tres de estos pueblos enemigos que venció primero, que sometió a su orden después y que domeñó posteriormente al hacerlos firmar un tratado de paz en Qadesh que normalizó por mucho tiempo la prosperidad colectiva. Todos esos aspectos merecen ser profundizados y es asunto propio a especialistas y diletantes que estén girados hacia el Oriente antiguo.
En lo que hoy me ocupa señalo que como consecuencia de esa paz y prosperidad que gozó Egipto en tiempos de Ramsés II han quedado como legado grandes monumentos, estatuas, máscaras, joyas, objetos preciosos de todo tipo, sin olvidar el interior decorado de las tumbas. La de Ramsés II fue descubierta en 1881. Y lamentablemente fue saqueada sobre todo en cuanto a oro y piedras preciosas, quedando comoquiera intacto el sarcófago finamente tallado en cedro del Líbano con la momia adentro. Esa pieza de interés y valor inestimables forman parte de lo que los visitantes pueden admirar, es por así decirlo el pivote del recorrido.
Resalta un aspecto novedoso: hay una docena de momias de animales que por primera vez salen fuera de Egipto. Fueron descubiertas hace solamente cinco años en Saqqara, una zona cercana a El Cairo en la cual hay numerosos cementerios de la antigüedad. Están pues en la exposición de La Villette esos vestigios extraordinarios: pájaros, felinos y reptiles momificados que asombran por su espectacular estado de conservación.
Deambular por las diferentes secciones de tal entrada en materia histórica es una experiencia casi inenarrable que justifica las largas filas de visitantes de todas las edades que están viniendo a La Villette. Da la impresión de que no nos cansamos de tornar el espíritu hacia tiempos pasados en los cuales podemos decir que existían las mismas contradicciones y conflictos que señorean hoy en el mundo. Lo que si nos falta son dirigentes de la competencia que los historiadores atribuyen retrospectivamente a Ramsés II. En espera de otra época de modernos faraones contentémonos con esta exposición magnífica, “Ramsès et l’or des pharaons” que recién disfrutamos en la pereza que actualmente reina en París.
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