De cara al Sol

Written by Rev. Martin Añorga

19 de mayo de 2021

“La muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; truécase en polvo el cráneo pensador; pero viven perpetuamente y fructifican los pensamientos que en él se elaboraron”, expresó nuestro Apóstol José Martí en uno de sus incontables artículos.

Ciertamente Martí, movido por su patriotismo y su audacia, el 19 mayo de 1895 cayó abatido por las balas enemigas en el memorable escenario de Dos Ríos. Allí su muerte lo convirtió en el símbolo eterno más elocuente y glorioso del que nos sentimos orgullosos y agradecidos todos los cubanos.

¿Qué sucedió con el cadáver de Martí tendido en el fangoso y solitario escenario de Dos Ríos? El Apóstol no era hombre de guerra, sino militante de la paz; pero no quería ser menos en la tropa que comandaba el general Máximo Gómez, quien le pidió que se mantuviera en la retaguardia. Había llegado al campamento el general Masó con su caballería estropeada, y acató la orden que incluí a Martí: “acampe y espere”.

Regresa el general Gómez al campamento y se reúne con el general Masó para analizar las estrategias del combate, a la cual se sumó Martí, de quien posteriormente dijo Máximo Gómez que “sus palabras eran más poderosas que los fusiles”.

Se produce el encuentro con las nutridas tropas conducidas por el coronel español José Ximénez de Sandoval, y Martí de forma intrépida, olvidándose de las indicaciones dadas por Gómez y Masó, se fue, revólver en mano a combatir al enemigo, enfrentándose a las balas que le provocaron su muerte. A pesar de una intensa búsqueda, fueron los españoles los que finalmente encontraron el cadáver del Apóstol. Después de los registros de la soldadesca, que buscaban valores en el cuerpo tendido a la intemperie, Don Enrique Satué y Carbonell, identificó a José Martí, levantaron el cuerpo, lo encerraron en una hamaca y lo condujeron a la portada de la residencia de alguien llamado Rosalio Pacheco, lo ataron al lomo de un caballo y de inmediato lo condujeron al poblado de Remanganaguas, donde sepultaron el cuerpo, si haberlo colocarlo en un ataúd. Días después llegó al lugar el médico Dr. Pablo A. Valencia con órdenes de desenterrar el cadáver, practicarle una autopsia, embalsamarlo y conducirlo a Santiago de Cuba.

En los tiempos en que había fallecido el Apóstol los caminos eran escasos, mal cuidados y riesgosos. Su cadáver fue conducido a lo largo de Palma Soriano y San Luis, donde se esperó la llegada de un tren que lo conduciría a Santiago de Cuba, y pasadas las horas de la noche, casi secretamente llevaron el cadáver hasta el cementerio Santa Ifigenia. Fue de nuevo identificado el cuerpo inerte y descompuesto, por el Sr. Joaquín Castillo Duany y por el licenciado Bravo Correoso, quienes levantaron un acta certificando la validez de sus declaraciones.

Es muy interesante el hecho de que cuando iban a sepultar definitivamente a Martí, el coronel y los escasos militares que le acompañaban en pose de respeto militar, no encontraron entre las pocas personas presentes alguien que pronunciara las palabras de duelo. Fue entonces que el coronel José Ximénez de Sandoval asumió voluntariamente tal deber. Sus palabras se han conservado: “Señores, ante el cadáver de quien fue en vida José Martí, y en la carencia absoluta de quien ante su cadáver pronuncie las frases que la costumbre ha hecho de rúbrica, suplico a ustedes no vean en el que a nuestra vista está, al enemigo y al cadáver del hombre que las luchas de la política colocaron ante los soldados españoles. Desde el momento en que los espíritus abandonan las materias, el Todopoderoso, apoderándose de aquéllos, los acoge con generoso perdón allá en su seno, y en nosotros al hacernos cargo de la materia abandonada cesa todo rencor como enemigo y damos a su cadáver la cristiana sepultura que los muertos se merecen. He dicho”.

El 24 de febrero de 1907 los restos de Martí fueron trasladados a una sencilla tumba de cemento y mármol, un templete de estilo jónico, en cuyas paredes habían fijadas lápidas con pensamientos suyos y al frente, sobre una columna, un busto del valeroso mártir y patriota y todo, rodeado de palmas y cipreses.

Los años transcurrieron y desde el 30 de junio de 1951 los restos de José Martí reposan en un mausoleo digno de su grandeza como el más ilustre cubano de la historia. Describir este monumento es tarea que escapa al espacio de que disponemos; hay que estar presente ante el mismo para que apreciemos la obra de arte que es, y el cuidado con el que se han preservado los ideales martianos. Allí, de veras se hace refulgente la presencia del gran ausente. Nosotros recordamos el día inolvidable cuando celebrábamos, millares de estudiantes y sus profesores, y un desfile interminable de entusiasmados visitantes, el centenario de Martí el 28 de enero del año 1953.

El cementerio Patrimonial Santa Ifigenia fue inaugurado en el mes de febrero del año 1868, y en abril del mismo año se realizaron los primeros sepelios. Fue declarado Monumento Nacional en 1937 y ratificada la distinción en el 1979. En el mismo reposan los restos de 32 generales de las guerras independentistas de Cuba. De acuerdo con la leyenda Ifigenia era la hija del rey etíope Egippus, y fue dedicada al servicio de Dios por el Apóstol San Mateo, quien le impuso el velo. Cuando Hirtacus sucedió al anterior rey, siendo un recio soberano, se enamoró de forma intransigente de Ifigenia, prometiéndole la mitad de su reino si aceptaba ser su esposa. Ella le expuso al monarca que ya estaba casada con el Señor Jesús y ese compromiso contraído era inviolable. San Mateo invitó al rey a la misa del domingo en el que Ifigenia sería consagrada, y éste, enfadado y poderoso, ordenó la muerte de Mateo, el evangelista. La legendaria santa corrió numerosos atentados, pero se mantuvo firme en su vocación, convirtiéndose en la santa patrona de varios países. Siendo así que fue traída a Cuba como símbolo de la protección de los desvalidos.

De Martí se han escrito centenares, por no decir miles, de libros y artículos. Hay monumentos dedicados a Su Memoria en España, Italia, México, Guatemala, Colombia, Argentina, Venezuela y Estados Unidos. Un compatriota que ha recorrido el mundo me ha dicho que ha visto lápidas de reconocimiento a Martí en Alemania, Japón, Inglaterra y Francia. Probablemente el patriota cubano del que se ha acumulado más información es José Martí. Queremos, en este modesto artículo, concluir, dada la fecha a que nos referimos, citando algunos profundos pensamientos del Apóstol sobre el tema de la muerte:

“La muerte es una forma oculta de la vida”.

“La muerte no aflije ni asusta a quien ha vivido noblemente, sólo la teme el que tiene motivos de temor”.

“La noche es la recompensa del día. La muerte es la recompensa de la vida”.

“La última mirada de los moribundos es una cita, y no una despedida”.
“No me pongan en lo oscuro
A morir como un traidor,
Yo soy bueno y como bueno
Moriré de cara al sol”

Recordemos hoy con veneración a José Martí, quien cayera en los brazos de la muerte el 19 de mayo del año 1895, ocurrida hace 126 años. Demos gracias a Dios por su vida gloriosa y fructífera, y reconozcamos que su ausencia es un espejismo, la realidad es que sigue viviendo entren nosotros, siendo faro y luz.

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