POR MARÍA C. RODRÍGUEZ
La Revolución Francesa no se reduce a la toma de la Bastilla, es muchísimo más. Es un término general que comprende varios gobiernos, revueltas populares, guerras y movimientos sociales. Es, sin duda, el proceso más importante dentro del agitado panorama político del siglo XVIII; pero también es, además, uno de los más polémicos, pues son muchos los escritos y los libros que presentan a la revolución francesa como una gran gesta; mientras que otros, por el contrario, la destacan como un acontecimiento perjudicial y hasta innecesario para Francia y la cultura occidental.
Pero los grandes procesos tienen grandes extremos, y a decir de Hegel, filósofo alemán quien vivió por esos tiempos de
revolución, “los extremos se tocan”, y aquí les presento entonces la “otra cara de la moneda”.
Hay hechos que, aunque de forma aislada, se conjugan para demostrar que la revolución francesa estuvo permeada durante todo su extenso proceso de una filosofía de dantescos crímenes, de asesinatos, de un proceder salvaje e inhumano, de las violaciones mas flagrantes a los derechos humanos y a las libertades democráticas que ella misma enarbolaba como estandarte:
-La guillotina, máquina utilizada para aplicar la pena capital en Francia desde los hechos de 1789, es conocida por la fama que ganó a partir de 1792 durante la Revolución Francesa en las muchas veces escenificadas ejecuciones con fines disciplinarios.
-Luís XVI, rey de Francia, y su esposa Maria Antonieta, fueron arrestados y condenados a la guillotina. Luego, Luís XVII (el Sol Robado), segundo hijo varón de Luís XVI y María Antonieta; murió en prisión, en condiciones infrahumanas, a la edad de 10 años.
-El estallido de la Revolución francesa provocó toda una serie de inesperadas manifestaciones en contra de la fe Cristiana. En pocos meses, una gran cantidad de sacerdotes y religiosos fueron ejecutados en la guillotina. Entre las víctimas se encontraban dieciséis carmelitas del convento de Compiegne.
-Durante el asalto a La Bastilla hubo un hombre que jugó un papel preponderante, me refiero al Marqués de Sade. Él es más conocido ahora como el epónimo del “Sadismo”. En sus escritos infinitamente pornográficos, hay largos pasajes filosóficos y políticos en los que se revela a sí mismo como un rabioso ateo, izquierdista y materialista. Fue responsable principalmente del asalto a la Bastilla, porque desde dentro, Sade incitó al pueblo a través de su megáfono a venir en su ayuda a liberarlo. De Launay, el gobernador de la Bastilla, se vio indefenso. No se atrevió a meter al prisionero en una camisa de fuerza (o en un calabozo) sino que le pidió al rey que lo librara de ese prisionero. Como resultado, Sade fue transferido el 4 de julio de 1789 al hospital para los locos criminales en Charenton y fue liberado en 1791. Entonces se convirtió en presidente de la revolucionaria Sección des Piques en la que el “Ciudadano Sade” estuvo activo como Jacobino radical hasta que se peleó con Robespierre y fue enviado otra vez al hospital para los locos criminales. Sade, junto a Rousseau, (quien escribió novelas pedagógicas y entregó a sus hijos a orfanatorios), es también héroe de los intelectuales de izquierda.
-Las masacres de septiembre del año 1792, tan cuidadosamente organizadas por el “moderado” Danton. Los protagonistas de este baño de sangre recibieron 6 libras cada uno y todo el vino que pudieran tomarse para sus penas. Las cárceles fueron vaciadas en una verdadera orgía de asesinatos, durante la cual no únicamente los prisioneros políticos sino también las prostitutas y los prisioneros menores de edad, casi siempre niños pequeños, fueron asesinados.
-Un ayudante de cocina que intentó defender a la pareja real (Luís XVI y María Antonieta) fue untado con mantequilla y luego quemado vivo.
-Un dato interesante sobre los hechos “contradictorios” de la Revolución Francesa es que sólo el 8 por ciento de los guillotinados fueron aristócratas; más del 30 por ciento fueron campesinos.
Pero sean cuales fueren los hechos que acompañaron a la gran Revolución Francesa, no olvidemos que su mejor legado es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Gracias a la ola iniciada en Francia, hace ya 233 años, hoy respiramos libertades que anteriormente a 1789 eran sólo sueños. El largo conflicto que sacudió a Francia desde 1789 hasta 1830 fue en esencia un largo debate sobre ese documento fundamental que es el resumen de todo el movimiento ideológico francés del siglo XVIII, en él convergieron los ideales de varias generaciones y en su momento y, aún ahora, representa el sumario de los anhelos de la civilización moderna.
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