Por María C. Rodríguez
Los Misterios del Doctor Jorrín (leyenda cubana)
Hacia la década de 1920 o principios del 30 nadie sabe la fecha exacta, llegó a Remedios y de forma muy reservada un señor llamado Manuel Delgado Jorrín, médico de profesión quien vino a vivir a una amplia y lúgubre casona colonial situada en las afueras del pueblo, al final de la calle San Simón (hoy Fé del Valle) donde ésta entronca con la carretera que va al pueblo de Zulueta. Allí además de su vivienda instaló un consultorio para atender a pacientes aquejados de los más diversos males pues el doctor Jorrín, como se le conocía, lo mismo atendía a una embarazada que curaba dolencias ortopédicas, psiquiátricas, urinarias, oftalmológicas, hacia curetajes y hasta daba consultas espirituales.
Muchos eran los comentarios sobre la procedencia del ilustre médico, algunos coincidían en que Jorrín era francés debido a su acento, lo cierto era que su profesión si había sido estudiada en Francia. Además, el médico practicaba algo de espiritismo, brujería y pertenecía a una secta de tendencia yoga que le aportaba ciertos poderes mágicos.
El doctor Jorrín era alto, enjuto, de color cobrizo casi negro, ojos pequeños y penetrantes, algo cargados de hombros, vestía con desaliño y cubría su cabeza. La casa no era menos complicada, su aspecto era misterioso, rodeada por una cerca de piedra cubierta por una tupida enredadera que imposibilitaba la visibilidad; en la puerta una enorme piedra lisa, de las llamadas “de rayo’’ el interior desordenado, adónde solo se podía pasar en compañía de un sirviente que obligaba al visitante a dar recorrido por distintas habitaciones hasta llegar a la consulta, la cual tenía varias puertas de acceso por donde aparecía de repente el doctor, precedido por dos enormes perros negros que se situaban delante del buró escoltando al amo durante toda la consulta. En un costado de la casona crecen una frondosa ceiba y un pino que compiten en altura, y también han sido objetos de versiones fantásticas para la creativa imaginación popular, pues representaban la fuerza y la grandeza, además de existir debajo de la ceiba un “plante’’ que le suministraba al hombre incalculables poderes sobrenaturales. Parece que el doctor se sintió muy solo y un buen día le quitó la mujer a un gallego llamado Miguel González.
El doctor se convirtió en una especie de mito, no se dejaba ver nada más que por personas de su confianza, salía a la calle en contadas ocasiones para visitar a pacientes, sólo hacía horario nocturno montado en un coche tirado por dos caballos, con las cortinitas bajas para evitar la mirada de curiosos, dicen que dormía a la manera de los yogas hindúes sobre una tabla llena de puntillas, que conversaba con los muertos y hasta que tenía el don de convertirse en animal para poder escapar de sus enemigos.
El doctor Delgado Jorrín murió en la década de 1970, fue velado en su casa con bastante discreción por su hija y algunos allegados y después del entierro, para general estupor y aumento de fanatismo popular, su cadáver desapareció del cementerio local.
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