Por María C. Rodríguez
EL PEINE Y EL MAQUILLAJE…
El peine fue de los primeros utensilios creados en la Edad de Piedra. Antes de que existiera el peine, los primitivos utilizaban la mano para echarse hacia atrás la larga cabellera y por este motivo los primeros peines tuvieron la forma de esta
herramienta universal: una mano abierta, hecha de madera, hueso o asta.
Luego, con la aparición de los metales, los peines se hicieron sucesivamente de bronce, cobre, hierro y también de materiales preciosos, como plata y oro. A más de un utensilio de aseo personal, los pueblos de la antigüedad consideraban al peine un elemento de uso religioso. Las mujeres lo llevaban colgando del cuello a modo de amuleto.
Los griegos primitivos, de culturas anteriores a la época de los poemas homéricos, consideraban que el sacerdote debía pasarse un peine por la cabellera antes de acercarse al altar, y esta costumbre persistió entre los pueblos helénicos y romanos hasta los albores de la Era cristiana. Una demostración de lo difícil que es desterrar ciertas costumbres humanas, es precisamente la supervivencia de esta tradición en Inglaterra, donde hasta el siglo XVI los abades se sometían a un peinado litúrgico antes de ser consagrados.
En cuanto a la forma, desde la más remota antigüedad hasta nuestros días apenas ha variado. Más ancho o menos, más largo o más corto, el peine sigue siendo semejante a los primeros que fabricó el hombre, aunque se hayan abandonado los metales preciosos en favor de los materiales plásticos, más livianos y económicos.
El maquillaje es universal y tiene sus orígenes en la Antigüedad, donde se hacía de diferentes maneras y con materiales diversos, pero con un mismo fin: ser más atractivos y mejorar el aspecto externo.
Las mujeres egipcias, al maquillarse, resaltaban sobre todo los ojos con colores fuertes: los párpados los pintaban con tonalidades vivas azules o verdes, que obtenían mezclando tierra, ceniza y tinta. Fueron también ellas las que iniciaron la moda de pintarse los labios, lo que hacían con un tinte compuesto de ocre rojo y óxido de hierro natural que extendían con un cepillo o palillo. Además decoraban las uñas y palmas de las manos, con un polvo extraído de la corteza y las hojas del árbol alheña. La cultura egipcia utilizaba aceites perfumados para mantener la piel humana flexible y tersa en el seco clima donde vivían, el jabón para la limpieza o baños rituales y los depilatorios para eliminar el vello que por razones religiosas era considerado impuro. En tumbas egipcias se han encontrado jarrones con ungüentos perfumados.
En Grecia y Roma perfeccionaron estas costumbres porque ya empezó a cobrar importancia la piel, que se intentó blanquear con una mezcla hecha a base de yeso, harina, tiza y albayalde (carbonato básico de plomo de color blanco). También las pestañas se ennegrecían utilizando una mezcla de huevos de hormigas y moscas machacadas. Además, se usó el colorete en las mejillas y la piedra pómez para limpiar los dientes. Galeno, médico de la Antigüedad, creó la fórmula de la primera crema limpiadora que se utilizaría siglos más tarde, un similar a lo que hoy conocemos como cold cream.
Pero el verdadero auge del maquillaje se produjo en la corte de Francia, donde blanqueaban los rostros con polvos y una crema nacarada brillante a base de azufre. En los inicios del siglo XIX, surge el primer intento de eliminar las arrugas con un invento llamado el «esmaltado de la cara», consistente en lavarse la cara con un líquido alcalino, después se extendía una pasta para rellenar las arrugas y encima se colocaba una capa de esmalte hecha con arsénico y plomo, que duraba aproximadamente un año. Si la máscara era muy gruesa se agrietaba al menor movimiento. Por supuesto que era insano y nada cómodo de llevar.
El maquillaje moderno se atribuye a la mitad del siglo XIX. El color rojo para los labios aparece en el año 1880, consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abeja, raíces de un colorante natural llamado orcaneta y racimos de uvas negras sin pulpa que coloreaban sin producir efectos secundarios. Desde entonces hasta nuestros días, la cosmética ha dado un gran giro, ha crecido junto con el estudio científico de los ingredientes empleados en su elaboración. Hoy nos encontramos ante un inmenso mercado dedicado principalmente a la mujer para mejorar su imagen con toda clase de productos elaborados de forma industrial.
El maquillaje se utiliza actualmente al igual que a lo largo de su historia, como atractivo para realzar los rasgos más bellos del rostro y esconder o reducir los menos agraciados.
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