Dalí: el personaje que  eclipsó al artista

Written by Libre Online

30 de enero de 2024

Salvador Dalí falleció en la misma tierra que le vió nacer, Figueras, el 23 de enero de 1989, hace ahora 35 años. Egocéntrico y narcisista como pocos, Dalí fue ícono y referente del Surrealismo, así como un personaje tan voluble y contradictorio como polémico. Parte de la inmensa popularidad que gozó en vida se debió a sus impostadas y exageradas excentricidades públicas que llegaron a eclipsar su impresionante obra.

Amalia González Manjavacas (Historiadora del Arte).

Artista polifacético, pintor, escultor, diseñador, escritor, (se creía mejor escritor que pintor) entusiasta del cine y provocador nato, fue dueño de un estilo tan original y como rompedor, de personalidad arrogante y narcisista, (“el surrealismo soy yo” – decía-) que le llevó a granjearse no pocas enemistades.       

 Fue expulsado de la Academia de las Bellas Artes de Madrid donde estudiaba al asegurar que nadie tenía el nivel para examinarlo y después del movimiento surrealista creado por André Bretón, que no lo soportaba, y no sólo por sus comentarios ideológicos apoyando a los fascismos sino por esa imagen de bufón delirante y exhibicionista, ávido de dinero, avida dollars, como le apodó Breton. 

  Si en Madrid, en la Residencia de Estudiantes entabla amistad con Federico García Lorca y Luis Buñuel, durante su estancia en París, conoce a Picasso y Miró. Gracias a este último se une al movimiento Surrealista y es allí en París donde conoce a la que se convertiría en su esposa, Gala, entonces casada con el poeta Paul Éluard. Su unión con Gala le lleva a romper con su padre, notario y hombre conservador, que le recriminaba su vida disoluta. Sin embargo, nada afecta a su producción, y es entonces cuando realiza el célebre La persistencia de la memoria (1931), obra en el que una extraña criatura inerte (posiblemente él), reposa sobre la arena bajo unos relojes que se derriten.   

MÉTODO PARANOICO-CRÍTICO

Una de las personas que mejor conocen la obra de Dalí, Montse Aguer, directora de la Fundación Gala-Dalí, resalta que “existen múltiples dalís en su trayectoria, debido a su diversidad, a su dicotomia como dibujante, diseñador, pensador, escritor, creador de escenografías para cine y teatro” (…) “Un artista que se inventó su propio método artístico, el paranoico-crítico, que crea para plasmar la realidad con su otra realidad, la de los sueños”. Dalí quiere ir más allá de la realidad visible, ésta no le interesa, llegar a los instintos, a las obsesiones, las filias, las fobias… 

  En efecto, son sus obsesiones personales, sus filias, sus fobias, las protagonistas de la mayor parte de sus obras en la que sin abandonar el arte figurativo, valiéndose de las técnicas del realismo ilusionista más convencional, logró impactar -sorprender- al público con esas insólitas e inquietantes visiones, mundos irreales o fantasmagóricos, que a menudo aluden al mundo de la sexualidad, una sexualidad quizás no resuelta, como vemos en El gran masturbador (1929) . 

  Estaba claro, parecía que nunca encontraría ni el equilibrio ni la paz, por lo que decidió ser excesivo en todo, interpretar personajes y sublimar su caos en un vendaval de fantasías que iban de lo humorísticos a lo sórdido, incluido el mal gusto y lo cruel. En su obra, la razón es sustituida por el delirio y la locura se establece como un estado de normalidad, frente a un mundo estético lleno de insatisfacciones y límites. Y sin abandonar el concepto tradicional de belleza, incluye lo grotesco y lo feo. 

  Fue sin duda un hombre de una imaginación desbordante que pretendía interactuar con el espectador de sus obras. Su egocentrismo le llevó a concebir un museo para celebrar su figura, su Teatre-Museu de Figueres, una maravillosa y abigarrada confusión de la que hace partícipe al público y uno de los museos más visitados de España. 

Su vida parecía en ocasiones un auténtico reality show donde representaba verdaderas performances propias del exhibicionista compulsivo que era: “Mis excentricidades son actos concentrados, deliberados. No son ninguna broma, sino lo que más cuenta en mi vida”.    

EXHIBICIONISTA COMPULSIVO 

 Dalí es un artista que siempre entusiasma a los jóvenes, se sienten atraídos por sus excentricidades, por sus exageradas puestas en escena, por el extraño cromatismo de sus paisajes, por sus relojes blandos, por esa Gala que se transforma en Lincoln o por un asiento con forma de los labios de Mae West, que ideó para sentarte y tomarte una foto.   

  Pero quizá la herencia más evidente de Dalí es la creación de un artista al margen de la normalidad, que construye un mundo propio para acaba por influir en la estética popular.   

  Después de haber estado en la vanguardia de tantos ismos (Dadaísmo, Surrealismo, …) contemporáneos, sintió atracción por la cultura de masas y abarcó otros campos como el diseño de objetos de la vida cotidiana, a veces realizados con un voluntarioso mal gusto. En ese sentido, se puede decir que Dalí fue precursor de la estética kitsch. Suyo es también el logotipo de famoso caramelo con un palito, el chupa-chups. Y en cuanto al cine, otra de sus pasiones, colaboró con Buñuel, en la impactante película, hito del surrealismo cinematográfico, Un perro andaluz (1929), debiéndose a él las escenas más determinantes, las actitudes más rupturistas y vanguadistas. 

GENERADOR DE ANTIPATÍAS 

  A finales de los setenta en España, Dalí no era tan bien aceptado en el círculo cultural, principalmente el catalán, que abominaba de su exhibicionismo pedante -le gustaba provocar definiéndose como “perverso, blando, débil y repulsivo”-, y por haber ejercido de esa especie de “bufón-artista de cámara de la corte de Franco”. 

Si en vida, Dalí no resultaba simpático en ciertos círculos artísticos por su indomable carácter, es cierto que el tiempo todo lo cura. Y paradojas de la vida, su muerte en 1989 ayudó a valorarlo. Tras ella esa personalidad absorbente, excesiva y manipuladora dejó de interferir en la percepción de su obra y ha acabado haciéndole justicia.  

  El hispanista irlandés, Ian Gibson, autor de una extensa biografía del pintor, da pruebas de la antipatía que le causa el personaje pero pese a ello -dice-  se trata no ya de un pintor importante, sino de un personaje original como pocos y polifacético como casi ninguno. Es indudable que fue uno de los artistas más trabajadores y originales del siglo XX, capaz de abordar una pluralidad ingente de materias y de tratamientos.  

   Es innegable que fue artista rompedor, original, virtuoso en lo pictórico y además decisivo para el surrealismo, e incluso como añade el historiador del arte, Borja-Videll: “fue uno de los primeros en entender el cambio del arte en el siglo XX, cuando el artista deja de ser una figura heroica y romántica para ser alguien que se mueve en un mundo donde lo cultural forma parte del ocio y el entretenimiento».   

   Tanto lo sabía Dalí que cuando llegó a Estados Unidos en 1940 para huir de la Guerra no se instaló en Nueva York, hervidero cultura y artístico, donde estaba Pollock y los artistas del momento, sino que corrió a Los Ángeles, a Hollywood porque era allí donde estaba el medio capaz de engendrar grades mitos. Trabajó con los más grandes, entre ellos con Hitchcock en ‘Recuerda’ (Spellbound, 1945) y con Walt Disney en un proyecto que se detuvo por problemas financieros derivados de la Guerra pero que finalmente la factoría Disney terminó en 2002 en el cortometraje de animación, ‘Destino’. 

  Tras su etapa francesa y estadounidense, en 1949 regresa a España, a su amada Port Lligat y halla en el régimen de Franco toda suerte de facilidades. A partir de ahí le siguieron casi cuarenta años de vida muy cómoda -hasta el rey Juan Carlos le hace marqués- representando ese histriónico y a veces ridículo personaje que le haría famoso, y que eclipsó como decimos, el protagonismo de su obra. 

 Años antes, cuando publicó su primer escrito autobiográfico —de una larga serie—, el periodista y escritor británico, George Orwell lo reseñó como “un ataque frontal contra la decencia y el buen gusto y si había un libro al que se pudiera atribuir ‘hedor físico’ éste era sin duda el de Dalí. Pero a reglón seguido explicaba con gran inteligencia: “Uno debería ser capaz de conservar en la cabeza simultáneamente las ideas de que Dalí era al mismo tiempo un excelente pintor y un irritante ser humano. La una no invalida, no afecta, a la otra”.

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