Por: Álvaro J. Álvarez
Frente al antiguo Campo de Marte (donde está el parque de La Fraternidad), en la calle Amistad entre Reina y Estrella, fue construido el Palacio de Aldama, la más lujosa de las edificaciones de esa época. Su dueño el vasco Domingo Aldama y Arréchaga (1787-1870) y su esposa la cubana Rosa Alfonso Soler (1787-1856), hija del rico Gonzalo Alfonso que se casaron en 1815 y sus hijos: Leonardo Gonzalo (1818-1845), María de los Dolores (1819-1884, “Lola” marquesa de Montelo), Rosa María Aldama y Alfonso (1816-1885) que se casó en 1840 con el maracucho Domingo del Monte (1804-1853) y Miguel de Aldama y Alfonso, un aristócrata y rico cubano que nació en La Habana el 8 de mayo de 1820. Miguel no solamente fue el más joven sino el de mayor notoriedad debido a su actitud frente al colonialismo español. Sus primeros estudios fueron en el famoso colegio de Carraguao, sito en Infanta y Estévez desde 1829 al 1842.
Es indudable que su educación entre 1835 y 1843 en Alemania, Francia e Inglaterra, forjó en Miguel ese carácter sereno, impasible, frío que lo caracterizó siempre.
El 2 de mayo de 1844 se casó con Hilaria Fonts Palma (1826-1871) y son los padres de: Rosa (1846-1916), Domingo (1847-1864), Blanca (1847-1912), Florinda (1852-1924), María Dolores (1849-1911) y Leonor (1859-1932).
El rico hacendado Domingo Aldama Aréchaga mandó a construir su palacio para su familia y la de su hija Rosa María casada con el venezolano-cubano Domingo del Monte, quienes en 1845 se marcharon hacia Madrid por complicaciones políticas.
El Palacio de Aldama es una mansión de estilo neoclásico, construida en 1840 por el arquitecto e ingeniero dominicano Manuel José Carrerá, su fachada principal con sus 20 columnas abarca una cuadra completa y es una de las más fastuosas de la ciudad. Este palacio, en realidad son dos casas que se comunican en su interior, una la del dueño (hacia Reina) y la otra la de su hija Rosa su esposo Domingo e hijos Leonardo y Miguel. Cada una dotada de amplios patios con exuberante vegetación y amplios dormitorios, amplio vestíbulo, oficinas, comedor y local de servicio. Posee una amplia y colorida escalera principal de lujo, balaustradas y adornos de bronce, propios de la época de su construcción. El edificio fue, sin duda, la obra arquitectónica más valiosa que se erigió en la capital durante el siglo XIX, construido de cantería y su salón comedor fue diseñado para albergar banquetes de más de 100 personas. Como pretendía que fuera el mejor palacio de la ciudad, el acierto de su decoración exterior, interior, acometida por verdaderos arquitectos, a las pinturas pompeyanas, los artesonados y a la delicadeza de los motivos escultóricos, se suma la variedad de los suelos de mármol de la propiedad, verdaderas joyas de composición por sus dibujos y colores, hermoso interior de rejas estilo Imperio y jambas de madera. El portal tiene una altura de dos plantas, que abarca el bajo y el entresuelo.
Entre Domingo Aldama y su suegro Gonzalo Alfonso llegaron a poseer muchos ingenios y más de mil esclavos e invirtieron su fortuna en ferrocarriles, almacenes, bancos y negocios diversos.
En 1864 la Reina Isabel II le otorgó el título Marqués de Santa Rosa, pero Miguel lo rechazó.
El 10 de octubre de 1868, estalló la Guerra de los Diez Años, Miguel Aldama estuvo involucrado en las conspiraciones. Deseando tener despierta la atención criolla hacia su ideal supremo de separación e independencia, decidió pasear la bandera de Narciso López, en el Paseo de Carnaval de 1868.
El viernes 22 de enero de 1869 en medio de una obra teatral en el teatro Villanueva (Zulueta y Colón) hubo gritos patrióticos que motivaron una acción represiva por las fuerzas españolas. Lo mismo ocurrió el domingo 24 de enero en El Café Louvre (Prado y San Rafael). Esa noche estando Miguel con toda la familia en su ingenio Santa Rosa (en Ranchuelo, Las Villas) recibió la noticia que voluntarios y turbas españolas asaltaron y saquearon su residencia, destruyendo libros, muebles, obras de arte, tapices y bebieron sus vinos con el pretexto de que su cuñado Domingo del Monte, otro independentista, había escondido ahí armas para la causa, aunque los voluntarios no pudieron encontrar nada anormal.
Con posterioridad a este hecho Miguel Aldama se marchó del país. Luego de la muerte su padre el 11 de abril de 1870, en La Habana se abrió un juicio que duró 6 años para determinar si sus herederos podían heredar el inmueble, opción negada por la corte colonial, por lo que la propiedad pasó a manos del gobierno metropolitano.
Además de la dirección de sus 5 ingenios, Aldama intervenía en la administración de numerosas sociedades, de cuyas acciones era dueño en su mayor parte: Ferrocarril de Matanzas, Crédito Territorial Cubano, Primera Compañía de Vapores de la Bahía de La Habana (dueña de 6 barcos), Empresa de Caminos de Hierro de Cárdenas y Júcaro, Compañía de Seguros Marítimos y de Depósitos, Préstamos y Descuentos de San José, Almacenes de Depósito, creados por hacendados y el Ferrocarril de La Habana, a cuyo frente se encontraba y le tomaba un tiempo precioso.
En 1872, ante notario público les concedió la libertad a sus miles de esclavos.
Miguel decidió exiliarse en los EE.UU y fungió como uno de los principales agentes en Nueva York, a nombre del Gobierno de la República de Cuba en Armas. En dicho puesto, Aldama entró en conflicto con el Mayor General Manuel de Quesada, enviado por el Presidente Carlos Manuel de Céspedes para promover expediciones armadas para reforzar a los independentistas cubanos.
A partir de ese momento, los independentistas cubanos exiliados en EE.UU se dividieron en dos facciones, “quesadistas” y “aldamistas”, lo cual perjudicó la causa independentista. La guerra concluyó en 1878, tras el Pacto del Zanjón y la imposibilidad de los cubanos de continuar la lucha. Dicho pacto estipuló el regreso de todos los exiliados y la devolución a ellos de todas sus propiedades confiscadas por el Gobierno colonial español.
Su familia regresó a La Habana, aunque nunca más volvieron a habitar su palacio. Miguel permaneció en Nueva York hasta agotar todo su dinero.
Quizá la mejor definición sea la de Antonio Maceo, quien en mayo de 1878 agasajado en un banquete en Nueva York para recoger fondos para continuar la Guerra, Aldama ya arruinado le dio $15,000. A la hora del brindis dijo Maceo: “Creo que para saber cuál ha sido el cubano que más ha trabajado por la independencia, con quien hay que averiguarlo es con nuestros enemigos y si eso es cierto, señores, ¡ah! el cubano que más hizo fue Miguel de Aldama, porque señores, este es el cubano a quien más han odiado los españoles”.
Falleció pobre el 15 de marzo de 1888 en casa de su amigo José María de Zayas en Prado #84, rodeado de su familia, pero recogiendo su último suspiro Salomé Malagamba, esclavo a quien él había dado su libertad.
Luego sus restos fueron trasladados al cementerio Greenwood en Brooklyn, su última voluntad fue ser enterrado junto con su padre y esposa, en tierra libre.
Luego en el Palacio de Aldama estuvo la fábrica de tabacos La Corona, La Compañía de Tabacos y Cigarros de La Habana y desde 1947 el Banco Hipotecario Mendoza hasta ser robado en 1960.
Durante el gobierno de Carlos Prío fue declarado Monumento Nacional el 9 de junio de 1949.
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