Por: Álvaro J. Álvarez
Antes que la triste tormenta de enero de 1959 comenzara a azotar, los viajeros que salían en sus carros de La Habana por la Carretera Central hacia el Este o sea hacia Matanzas podían parar en el poblado de Jamaica en el kilómetro 28 para comprar los famosos panqués de José M. Cruz. Jamaica estaba muy cerca y antes de San José de Las Lajas. Seguían manejando y en el kilómetro 52 estaba Catalina de Güines, famoso por sus Butifarras desde 1932. Recordemos la Carretera Central se inauguró el 24 de febrero de 1931 por el presidente Gerardo Machado.
Un poco más al sur de la capital a unos 23 kilómetros está Bejucal y en la calle Céspedes #43, Los Pinos Nuevos era lo más famoso en panadería y dulcería en toda la zona.
Guillermo Armenteros (conocido como El Congo) era un negro que descendía de una familia de esclavos libertos, que se dedicaban al corte de la caña de azúcar. Se cree nació en 1875 en el ingenio Alejandría (a unos 4 km al sur de Güines, antes de llegar al central Perseverancia) y desde muy joven vivía en el pueblo de Catalina de Güines.
Para sobrevivir, se dedicó a producir y vender butifarras de carne de res, puerco y pollo a las que añadía una salsa de sabor picante.
El Congo desde su comienzo en 1927 como vendedor ambulante utilizaba una cesta que colocaba sobre su cabeza y se situaba en sitios estratégicos para poder ofrecer sus butifarras. Además, siempre que había algún evento como bailes, fiestas públicas o religiosas allí estaba el Congo pregonando con su potente voz …¡salsa! y todos coincidían que sus butifarras eran exquisitas.
El Congo era de mediana estatura, sencillo, jaranero y bien parecido y siempre vestido de blanco.
Al progresar en sus ventas se consiguió un pequeño carrito de ruedas el cual empujaba con facilidad, eso le permitió llevar además de sus butifarras, otros productos como chicharrones, frituras de todas clases, su salsa y otros platos típicos criollos basados en la carne de puerco.
Por supuesto al llegar la Carretera Central sus ventas aumentaron debido a la mayor circulación de vehículos y personas que mientras más probaban su producto más demanda tenía.
La butifarra era un alimento típico de la comida española, pero fue adaptado a la cubana por El Congo, quien le agregó características personales que captaron la atención y el gusto de los habitantes del área y del público ambulante.
En 1927, Ignacio Piñeiro Martínez (1888-1969) fundó su Sexteto Nacional y luego en diciembre de ese año, al agregarle una trompeta se convirtió en Septeto Nacional, logrando destacarse tocando guajiras y sones. En 1929 compuso su famoso son, Suavecito y viajó a España donde obtuvo premios en la Exposición Iberoamericana de Sevilla con su cantante Abelardo Barroso. Al regresar a Cuba, Alfredo Valdés sustituyó a Barroso como voz prima.
En Catalina de Guiñes, el español Francisco Berbes era el dueño de la bodega El Cañón y al lado tenía un salón del mismo nombre, donde se efectuaba todo tipo de fiestas y bailes.
Un día en 1932 hubo un baile en el Salón Cañón, el primero en actuar fue la orquesta de Aniceto Díaz y su cantante Paulina Álvarez (nació en Cienfuegos en 1912) que ya era conocida como la Reina del Danzonete. Luego le tocó al Septeto de Ignacio Piñeiro.
Al terminar una tanda Piñeiro escuchó el pregón del Congo y al salir a la calle le preguntó al niño Alejandro Cueva, si era él quien pregonaba, el pequeño le aclaró que era su tío Guillermo y Piñeiro al tenerlo delante le pidió una butifarra y cuando iba a probarla, El Congo le sugirió: Échale Salsa.
La fiesta continuó hasta llegar la madrugada, pero aquella noche y aquellas butifarras que le supieron a gloria, sirvieron de inspiración a Ignacio Piñeiro para unos días después poder componer su famoso son: Échale Salsita.
Pero allí nació una gran amistad entre el Congo y el compositor quien antes de estrenar la canción en la Emisora de Radio CMCJ (propiedad de los hermanos Rodríguez y situada en la calle Estévez #4) tuvo la amabilidad de comunicárselo a Armenteros para que la pudiera escuchar.
Además de su particular gusto y calidad, las butifarras del Congo lograron darse a conocer nacional e internacionalmente gracias a la Carretera Central y al son de Ignacio Piñeiro.
La espontaneidad y sencillez con que surgió el pegajoso coro dio paso a la creación de uno de los sones más auténticos de la música cubana. Piñeiro en sus versos manifiesta:
Salí de casa una noche aventurera
Buscando ambiente de placer y de alegría
Ay, mi Dios, cuánto gocé
En un sopor, la noche pasé
Paseaba alegre por los lares luminosos
Y llegué al bacanal
En Catalina me encontré lo no pensado
La voz de aquel que pregonaba así: “Salsa”
En Catalina me encontré lo no pensado
La voz de aquel que pregonaba así:
Échale salsita, échale salsita
Ah, ah, ah, ah…
En este cantar propongo
Lo que dice mi segundo
No hay butifarra en el mundo
Como la que hace el Congo
Échale salsita, Échale salsita
Ah, ah, ah, ah, ah…
Congo miró embullecido
Su butifarra olorosa
Son las más ricas, sabrosas
Las que en mi Cuba he comido
Échale salsita, échale salsita
Ah, ah, ah, ah…
El Congo, con posterioridad adquirió un quiosco transportado o portátil que podía trasladarlo con facilidad de un sitio a otro. El precio consistía en cinco centavos y se incrementaba a 10, si era acompañada de un pan. En caso de que incluyera dos butifarras, su costo era de 20 centavos.
Sus ventas aumentaron y el Congo puso un pequeño negocito (1950) muy cerca de la Carretera Central y Piñeiro siguió visitándolo con bastante frecuencia mientras el inmortalizado cocinero nunca dejó de hacer sus butifarras, desde entonces más famosas que nunca.
Entre los miles de clientes estaban el Benny Moré y Kid Gavilán y Ninón Sevilla.
No era raro en El Congo ver concentraciones de automovilistas y los ómnibus Menéndez, Santiago-Habana, La Ranchuelera y La Flecha de Oro que hacían allí su parada obligada para que los pasajeros pudieran saborear sus riquísimas butifarras.
El proceso de fabricación de las butifarras comenzaba con virar al revés los intestinos, lavarlos luego inflarlos y ponerlos al sol. La carne y empellas de puerco (cerdo), en un 50 y 25%, carne de res 25%, se le agregaba pimentón, ajo, nuez moscada y sal. La sazón y la salsa era algo secreto, solamente conocido por El Congo y luego Guillermina su hija.
Luego al morir El Congo su familia continua en el negocio que estaba a nombre de Nicolasa Armenteros en la calle Máximo Gómez.
Además de Échale Salsita, hubo otras canciones inspiradas por pregones callejeros, entre ellos: el Manisero de Moisés Simons; Frutas del Caney, del escritor y compositor Félix B. Caignet; el Heladero de Rodrigo Prats; el Dulcero de Ernesto Lecuona; el Yerberito Moderno, de Néstor Milí Bustillo y cantado por Celia Cruz; el Mango Mangüé de Gilberto Valdés; el Carbonero de Miguelito Cuní; la Rica Raspadura de Mercedes Pedroso; la Rica Pulpa de Eliseo Grenet; se va el Dulcerito de Rosendo Ruiz; el Pirulero de Ernesto Lecuona; Olga la Tamalera de José Fajardo y el Botellero de Gilberto Valdés.
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