Cuba y los Estados Unidos

Written by Libre Online

18 de agosto de 2021

Por Herminio Portell Vila (†)  (1933)

En septiembre de 1894, al escribir sobre las guerras civiles de Hispanoamérica, decía Martí: “… Los pueblos de América son más libres y prósperos a medida que más se apartan de los Estados Unidos”.

Es decir, que sin Enmienda Platt ni Tratado Permanente y muchos años antes de que estos instrumentos de relaciones internacionales fuesen impuestos a Cuba, depauperada, perturbada e intervenida ésta, ya Martí emprendía el problema gravísimo de nuestra patria, colocada junto a los Estados Unidos y con toda nuestra economía construída sobre la base del comercio con la República norteamericana.

Pocos años antes había dicho Martí: “… El pueblo que compara, manda; el pueblo que vende, sirve… Cuando un pueblo fuerte da de comer a otro, se hace servir de él”.

Esa ha sido nuestra realidad económica, y, ¡por qué no decirlo!, nuestra realidad política por muchos años, no ya sólo los que hemos vivido de república intervenida con o sin nuestro consentimiento, sino también aquéllos, más lejanos, en que Cuba era una colonia española y temblaba indefensa ante la política arancelaria de los Estados Unidos, lo que hizo exclamar a Martí:  “El pueblo que quiera ser libre, sea libre en negocios”.

La prosperidad artificial de que a ratos hemos gozado en este siglo, esa prosperidad que edificó a El Vedado y los repartos en La Habana y en otras ciudades, ha sido posible por la explotación del obrero nativo mientras éste lo permitió, por la guerra mundial, por la importación del proceso antillano y factores análogos, al igual que las grandes fortunas cubanas y españolas de la época colonial, se debieron al negro, al yucateco y al chino, esclavo o semiesclavo.

Por siglos hemos vivido en la criolla y falsa ilusión de que Cuba es un país muy rico, con aquel cantar de antaño que proclamaba tontamente:

“Cuba no debe favores

a ninguna extraña tierra:

en Cuba todo se encierra:

Cuba es un jardín de flores”

La “Asociación Patronal de Cuba” ya ha lanzado un manifiesto que, inequívocamente, señala el lockout o cierre de fábricas y talleres ante las demandas de los trabajadores.

El caso del central “Mabay” en que los indignados campesinos y obreros han amenazado con una huelga revolucionaria; el de otros varios centrales, hoy en posesión pacífica de los explotados, y la resistencia que a muchas de sus justas demandas oponen y continúan oponiéndose los patronos, colocan una enorme interrogación sobre la próxima zafra, que no está tan lejana. Muchos, la mayoría de esos centrales,  son propiedades extranjeras, principalmente de norteamericanos. ¿Molerán esos centrales? ¿Podemos expropiarlos para que muelan  en caso de un paro general? ¿Con qué lo hacemos moler en tal caso? Y, más tarde, ¿a quién y como vendemos el azúcar así elaborada?

Y si no muelen esos centrales, o no hay quien nos compre el azúcar que produzcan al moler por nuestra cuenta, todo ello en el supuesto de que podamos hacerles moler. ¿hay quién pueda señalar cuál será la solución del pavoroso problema económico que nos reserva el porvenir ya que, citemos de nuevo a Martí, es cierto que “… comete suicidio un pueblo el día en que fía su subsistencia a un solo fruto?.

Los Estados Unidos, en sus relaciones con Cuba han cometido y siguen cometiendo casi tantos errores como los que Cuba ha cometido, por nuestra parte, en nuestras relaciones para con ellos. Los recientes errores norteamericanos han sido de capital importancia. El haber querido convertir el problema del régimen machadista, que era una cuestión moral, de justicia hacia Cuba (porque Machado tenía su principal sostén en intereses yanquis), en una cuestión de toma y con la oferta de ventajas arancelarias al azúcar de Cuba, ha sido de los más peregrinos. No menos absurdo fue el de buscarle una salida constitucional a un gobierno inconstitucional, usurpador y sanguinario, con el que, sin embargo, los Estados Unidos tenían relaciones de amistad. Fue preciso que Machado, mal aconsejado por su  embajador Oscar Cintas, en ausencia de Ferrara y de Ramiro Guerra, que habrían podido controlarle, se insolentase para que desapareciesen los escrúpulos norteamericanos.

El error de que una escuadra yanqui, con aparato de fuerza superior a todo lo imaginable, se concentra en aguas de Cuba para una demostración naval que era puro bluff; pero, que sin embargo, dio lugar a insultar el sentimiento cubano, ha sido, más que absurdo, estúpido y ridículo. Sea quien fuere quien la aconsejó, ha hecho en su país, a Cuba y a la causa de las buenas relaciones entre Cuba y los Estados Unidos flaquísimo servicio.

Generalmente, cuando se trata de nuestros países, el estadista y el diplomático norteamericano son “self-sufficient”, saben más que nadie, lo que es calidad norteamericana y les hace equivocarse y obstinarse en el error muy sajonamente.

Tal ha sido el caso de Cuba y ha sido de esa manera que los Estados Unidos han perdido ahora la más hermosa oportunidad que en muchos años habían tenido para reconquistar el afecto del pueblo cubano; es una magnífica oportunidad arruinada, pero no es lo único arruinado en nuestra patria, ya que no tenemos fuerzas en nosotros mismos para resolver los urgentes problemas económicos y sociales del momento, como no las tiene país alguno en el mundo pese a los chauvisnistas de aquí, de allá y de acullá y pese a las insignes tonterías de aislamiento político y económico, fracasadas desde los tiempos de López  Francia, en Paraguay, hasta los más recientes de Hoover, Hiram Johnson y W.R. Hearts, en los Estados Unidos.

Después de las legítimas explosiones de protesta contra los últimos desaciertos y el arrogante bluff de los Estados Unidos, nuestro pueblo se ha entregado a la hiperestesia del sentimiento patriótico contra la república norteamericana, y eso no conduce a nada, porque si sobre actitudes dignas y viriles podemos construir nuestra independencia, la enfermiza exaltación de esas actitudes no nos ayudará para ello y nos llevará a olvidar que en los propios Estados Unidos hay elementos, a quienes llegaremos a herir, que si ayer, valientemente, denunciaban a los banqueros, petroleros, compañías eléctricas, estadistas y diplomáticos ya  toda la ralea que apoyaba a Machado, hoy protestan contra la estúpida demostración naval en aguas cubanas y mañana pueden  deber ser nuestros aliados para obtener que el régimen de relaciones mercantiles entre Cuba y los Estados Unidos, injusto y antieconómico, se modifique en nuestro favor con la posibilidad de que progrese nuestra industrialización, hoy en pañales y basada en la más injusta explotación obrera, hasta el punto de que ha habido compañía azucarera que ha producido azúcar a $0.60 ls cien libras, lo ha vendido a $1.50 el quintal y se niega a aumentar el jornal de veinte a cuarenta centavos.

Sigamos con la bandera en alto, ahora que está izada hasta el tope, pero tengamos cordura y no olvidemos que el gobierno de un país impone responsabilidades y consideraciones que son principalísimas para que no fracase el primer experimento de gobierno propio que nos hemos dado.

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