CUBA NUNCA QUISO, NI QUIERE, BUENAS RELACIONES CON USA

Written by Adalberto Sardiñas

11 de agosto de 2021

El imaginado, y totalmente quimérico cuento del embargo, ha sido, por sus 60 años de fatal existencia, una conveniente excusa, y una importante herramienta política, para el régimen comunista cubano. Con ella ha desarrollado una larga campaña falaz, tratando de racionalizar el endémico fracaso económico de su sistema. Desprovisto de este collar de mentiras, su argumento, por las supuestas penurias sufridas, se le desploma. Cuba no ha querido jamás, unas relaciones comerciales normales con Estados Unidos. El plan de los Castro, desde el principio, fue de hostilidad hacia este país, comenzando con la expropiación de empresas americanas radicadas en la Isla, sin la debida compensación, lo que motivó la represalia económica llamada “embargo”, que no es más que un acto punitivo por actos ilegales del régimen cubano contra los intereses americanos, y que, en la actualidad, no tiene efectos prácticos en la economía comunista. Cuba, como hemos repetido incesantemente, con cansona redundancia, no necesita, necesariamente, negociar con Estados Unidos. Lo puede hacer, sin ningún obstáculo, con 192 países de los 193 que componen la ONU. 

  Debe entenderse, de una vez, y por todas, que el “embargo” no es el problema de Cuba. Su problema es el comunismo, que es el máximo productor de miseria en el mundo. Venezuela es un ejemplo. El país no sufre embargo, pero la población, que antes del chavismo, disfrutaba de un estándar de vida elevado, vive hoy en la misma pobreza e inopia que Cuba. Dos países enyugados por un ensayo económico catastrófico, que los ha traído, de la prosperidad a la indigencia, sin esperanzas de recuperación sin la implementación de reformas trascendentales en el sistema. Saldrán algún día del marasmo que los martiriza y los empobrece, cuando entiendan, que, al fin y al cabo, la única institución que genera riqueza es la empresa privada, creadora de sociedades prósperas y estables.

  Fidel Castro, quien siempre dominó a Cuba, en todos sus aspectos, como su propio establo, nunca entendió, desde su egoísmo personal, el beneficio de este concepto. Miró, desde su obtuso prisma estalinista, a la fuerza del mercado libre, representado por el capitalismo liberal, como una amenaza a su absoluto control económico y político. Las últimas cuatro generaciones de cubanos no han conocido otro nombre al frente de su gobierno, que el de los Castro. No han tenido en todos esos años, la oportunidad de escoger otro nombre, otra persona, otra filosofía política, otro sistema económico, saludable y elástico, que le ofreciera la oportunidad de emprender el camino hacia la prosperidad y el bienestar que conlleva a la felicidad.

  El sistema no ha traído prosperidad a los cubanos, pero ha mantenido a la familia Castro en control, apoyado por los militares, cuya cúpula se ha enriquecido, desmesuradamente, en transacciones ilícitas.

  A principios de este siglo, después del colapso de la Unión Soviética, el gobierno de Xi Jinping, trató de inducir a Fidel Castro a iniciar cambios económicos siguiendo el modelo chino y vietnamita para revitalizar la economía. Sin embargo, éste, temeroso del riesgo que implicaba para su gobierno, resistió la sugerencia, limitándose a la implementación de mínimas reformas de mercado, permitiendo pequeños negocios privados, que, eventualmente, fueron asfixiados hasta la extinción por la excesiva imposición de gravámenes. En cada ocasión surgente, el régimen ha mostrado su total renuencia a todo tipo de reforma que implique, un real, o imaginario peligro a su control. Ésa es la razón fundamental por la cual Cuba, o sea, el gobierno, no el pueblo, no quiere unas relaciones normales, especialmente las comerciales, con Estados Unidos. Se le acabaría el viejo truco del “embargo” que le sirve de escapatoria para todos sus fracasos. Porque, ido el fantasma del chivo expiatorio, ¿a quién culpar?

 El castrocomunismo ha mostrado una indiscutible habilidad en navegar ciertas amenazantes crisis, como la sufrida después del colapso de la Unión Soviética, implantando el nefasto “periodo especial en tiempos de paz”, que superó, en primer lugar, con la afluencia turística de Europa y Canadá, en segundo con el auxilio de las remesas familiares, y, en tercero, con la ayuda de Venezuela por medio del trueque de petróleo por asistencia política y militar, que incluía, bochornosamente, la creación y entrenamiento de un sistema represivo en ese país intri.

  Pero la crisis presente es mucho más grave y compleja. El turismo ha desaparecido. Las escaseces son más agudas. Las tiendas dolarizadas que antes se mantenían abastecidas para los que pudieran comprar con dólares de las remesas, están vacías. El descontento popular está en creciente aumento, como demostraron las manifestaciones de protestas de miles de cubanos en decenas de ciudades el 11 de julio y días subsiguientes. Y encima de estas calamidades, y otras muchas, la población sufre el azote del coronavirus, dependiendo para su remedio, de un gobierno intrínsicamente incompetente, desprovisto, por su propia ineficacia, de los medios para sofocarla. Se mueren los cubanos por miles, debido a la pandemia, y el gobierno habla de unas vacunas que no se utilizan, y cuando se aplican, resultan inefectivas.

  ¿Está Cuba de regreso al “periodo especial” de los años 90’s? No; está peor. El estado parásito no tiene recursos, ni prestamistas que le ofrezcan crédito ni dádivas. Los chinos, que ya tuvieron que perdonarle una astronómica deuda no quieren exponerse a los disparates de un gobierno en bancarrota. Los rusos, víctimas, en billones de dólares perdidos, se niegan a extender la mano. El Club de París, compuesto por varios países europeos que otorgan crédito a naciones tercermundistas, como Cuba, no está dispuesto a desembolsar dinero bueno sobre dinero malo. Cuba le debe miles de millones y no ha hecho un pago por los tres años pasados. En la comunidad internacional el Estado cubano es calificado como país moroso, no serio, en el cumplimiento de sus compromisos. En inglés se le conoce como deadbeater, en español como malapaga. Palabras distintas. Significado idéntico. Ésa es la Cuba de hoy: un país absolutamente fallido.

  El curso de los recientes eventos, coloca a la administración de Biden en un aprieto. Por un lado, tiene la presión de la extrema izquierda que le acosa con su agenda socialista, y por el otro, con no menor influencia, el sentimiento anticomunista del Chairman del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, el cubanoamericano Bob Menéndez, y el poder político de la Florida, tan determinante, con la cantidad de sus votos electorales.

 La reacción inicial del presidente se ha limitado a palabras de apoyo a la disidencia cubana. Nada concreto. Apelación al régimen comunista por el respeto a los derechos humanos. Promesa de restaurar el internet a los cubanos. Blablablá igual que todas las administraciones anteriores, desde Nixon, hasta el presente.

  Sin embargo, si el presidente tenía otras ideas en cuanto a Cuba, digamos, algo así como suavizar el tono con la dictadura, las manifestaciones de julio lo trajeron a la realidad. No es el momento de tomar riesgos. Habrá que esperar.  Por lo que podemos observar, el presidente ha decidido mantener el status quo en las relaciones con Cuba, dejando en pie las sanciones aplicadas por Donald Trump, pero en el ínterin, no iniciar movimientos que provoquen inestabilidad en la Isla y que desarrollen, como sucedió en 1980, un éxodo masivo de 125,000 personas a nuestras costas.

  No obstantes los planes de Washington, si nuevos eventos en Cuba giran fuera de control, Joe Biden se verá forzado a decidir de qué parte están los intereses de la nación. Si con la agenda extremista, para la satisfacción socialista, o con los principios de la libertad y la democracia.

BALCÓN AL MUNDO

Andrew Cuomo está en el cadalso y con la soga al cuello. La guillotina está al caer y el degollamiento terminará con su vida política. Ha caído víctima, según el resultado de las investigaciones, de sus propias indiscreciones. Las prominentes figuras de su partido, empezando por el presidente Joe Biden, le piden que renuncie, a lo que él se niega alegando imparcialidad injusta en dichas investigaciones. Tendrá que hacerlo. Está contra la pared, enfrentándose a numerosos cargos que lo implican seriamente. Si persiste en su resistencia a la renuncia, será destituido mediante el procedimiento de impeachment. Ésas son sus opciones.

 El futuro político de Andrew Cuomo terminó en la guillotina.

 Tendrá que irse de una forma u otra.

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 El pasado fin de semana el ex presidente Barack Obama celebró, con una esplendorosa y suntuosa fiesta, sus 60 años. El evento, al que acudieron más de 200 personas, tuvo lugar en la mansión que el presidente adquirió, en Marta Vineyard, por unos 15 millones de dólares. Mr. Obama después de la presidencia, con los libros escritos, y sus inversiones, bien aconsejadas por sus influyentes amigos, todos multimillonarios y billonarios, ha acumulado una fortuna que figura en docenas de millones. Todo legítimo y en buena lid. Una prueba de su talento y una repulsa a la insidiosa acusación del racismo en América.

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  Ya empezaron las gestiones para reemplazar a Jerome Powell como Chairman de la Reserva Federal. La izquierda radical no lo quiere. Tiene dos o tres candidatos del gusto de Bernie Sanders y Elizabeth Warren.

  La opinión de Biden cuenta poco. Él se limitará a nombrar al que le escojan, de acuerdo con la agenda Sanders que él sigue obedientemente.

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  Mensaje de Matanzas vía email: por acá las cosas mal, muy mal. Mueren a diario amigos y vecinos del barrio, enfermos del Covid. El gobierno no los cuenta. Pero todos lo sabemos.

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