Cuba: Mambises nacidos en otras tierras

Written by Enrique Ros*

26 de enero de 2022

Una obra que reconoce la enorme contribución y el alto número de libertadores nacidos en otras geografías.

Temprana incorporación de los chinos en la lucha emancipadora (I de II)

ARRIBAN DE AMOY LOS PRIMEROS CHINOS

El 3 de junio de 1847 arribaba al Puerto de La Habana la fragata «Oquendo», conduciendo la primera expedición de chinos contratados. Se componía de 206 chinos procedentes del Puerto de Amoy, en la provincia de Fu King, China. Todos desembarcaron en Regla, donde se habían construido barracones para su alojamiento.

Esa primera expedición había salido de Amoy el día 2 de enero. Una segunda expedición arribaba el día 12 de junio de 1847, en la fragata «Dupecoaibareuire», conduciendo 365 chinos en las mismas condiciones que la anterior.

El periódico «Diario de La Marina», en su edición de martes 8 de junio daba la noticia del arribo de aquellos asiáticos informando que a los pocos días de haber arribado en Regla los chinos eran solicitados por los hacendados, dueños de ingenio, con previo pago anticipado de 70 pesos, por cada uno, según contrato celebrado por la Real Junta de Fomento de La Habana, por los señores Zulueta y Compaña de Londres. El pago era de 70 pesos de contado y el resto quedaba a lo que conviniese el hacendado con Don Joaquín Arrieta, único y exclusivo representante de los señores Zulueta y Compañía de Londres.

Coincidía la llegada de estos dos primeros contingentes de chinos a La Habana con la celebración de la fiesta con motivo del matrimonio de Isabel II, que será destronada cuando se iniciaba el 10 de octubre de 1868 la Guerra de los Diez Años.

Seguirán a estas dos expediciones de chinos contratados muchas más. Cada una con centenares de estos asiáticos que participarían fundamentalmente en actividades agrícolas. La Demajagua representará la libertad para muchos de estos chinos «contratados» y representará, junto a los cubanos nativos y a los negros esclavos africanos, los mayores contingentes de los que se lanzarán a la manigua en busca de la libertad que ninguno de ellos había disfrutado.

Muchos adoptaban nombres hispanos: Juan Sánchez (Lam Fu Kin); Liborio Wong (Wong Seng); José (Bu) Bartolo Fernández; Andrés Cao (Lion Kao); Crispín Rico y muchos otros cuyos nombres aparecen en los diarios de guerra que llevan altos oficiales cubanos del Ejército Libertador.

«En Oriente, el General Modesto Díaz tenía de ayudante al Capitán Wong, que se batió en Cauto Embarcadero, Mina de Tuna y Guaiba; el General Napoleón Arango tenía 400 soldados chinos, el General Maximiliano Ramos 180, y el General Calixto García 200 soldados chinos».

El capitán o comandante Juan Díaz, murió después del Pacto de Zanjón. En Marajigua operaba el capitán Francisco Moreno, chino que vino joven a Cuba, y murió por la causa cubana en el campo de batalla. En Las Villas estaba el capitán José Cuan, que estuvo con el coronel Francisco Carrillo, pasando después a las fuerzas del General Adolfo Fernández Cavada en la Brigada de Cienfuegos.

El 7 de febrero de 1874 decretó el General Joaquín Jovellar4′ la creación de las milicias blancas y de color. No hubo ningún chino que aceptara semejante deshonor. Jovellar sería luego sustituido como capitán general por José de la Concha que asumía su segundo mandato.

El 21 de octubre de 1876 los cubanos atacaron el pueblo de Abreus en cuyas fuerzas iban los chinos Cuan y Pedro Lau.

LA CONTRATACIÓN DE CHINOS (CULÍES)

La contratación de estos culíes se realizaba en Macao, Amoy y Hong Kong. Los que llegaron en el «Oquendo» lo hicieron por vía de Manila (Filipinas) lo que popularizó la frase «chino manila». El chino destinado para Cuba era llamado culi y firmaba un contrato cuyo texto estaba redactado en español y en chino.

Después de firmado el contrato el culi era retenido hasta la salida del buque. Por el contrato el culi se comprometía a viajar hacia la isla de Cuba, trabajar a las órdenes de los señores que le ofrecían el contrato o de cualquier otra persona (que empezaba a ser su patrono) a quien se le traspasara dicho contrato y quedaba obligado a trabajar durante ocho años para su patrono y por una faena «ya sea en el campo, o en la población (casas particulares para el servicio doméstico o en cualquier establecimiento comercial o industrial); o en ingenios, vegas, cafetales, potreros, etc.”

Debía trabajar un promedio de doce horas o más en el servicio doméstico. El contrato establecía que el patrono debía suministrar a cada chino contratado «ocho onzas de carne salada y dos y media libra de boniatos y de otras viandas sanas y alimenticias», así como proporcionar a éste la asistencia médica y demás auxilios necesarios, en caso de enfermedad. También dos mudas de ropa al año, una frazada y una camiseta de lana.

En ese documento quedaba pactado el adelanto de doce pesos fuertes en oro o plata por parte del patrono para que el colono (el chino contratado) pudiera invertirlo en aquellas cosas que eran necesarias para realizar el viaje comprometiéndose a devolver ese dinero en La Habana donde le harían el descuento de un peso mensual de su salario hasta liquidar su deuda. Al concluir el contrato se le concedía al culi 60 días para volver a su país pagando por su propia cuenta. Este último punto, tan extremadamente abusivo, fue posteriormente modificado. El patrono era el que quedaba obligado a pagar el regreso a China del culi contratado. Si el culi decidía no regresar a su país, quedaba en Cuba en libertad de trabajar en la forma que le resultase más conveniente.

Por facultad excepcional concedida por el Real Decreto del 26 de noviembre de 1867, tenía el gobernador superior civil de la isla de Cuba, el Conde de Valmaseda dejó sin efecto el cumplimiento del Real Decreto del 14 de diciembre de 1870 por el cual se permitía permanecer en la isla a los chinos que se habían libertado, después de cumplir los términos de su contrato: Valmaseda puso en vigor, nuevamente, en octubre 18 del 71 la ordenanza del 31 de diciembre de 1868 firmada por el General Leonardo Lesunchi que permitía recontratar a los colonos asiáticos que, habiendo llegado a la isla después del 7 de julio de 1860 no habían renovado su contrato a los dos meses de haber terminado su compromiso, haciendo salir del país a los que se nieguen a renovarlo.

Se aprovechaban los representantes de Zulueta y Compañía del Tratado de Nanking firmado por Inglaterra con los mandatarios de China que abría los puertos de esta última nación (Cantón, Fucheu, Amoy, Ninggon y Shangai) al comercio.

Entre los prestamistas que adquirieron lotes de chinos del bergantín «Oquendo» se encontraban el capitán general de la isla Leopoldo O’Donnell, el Conde de Peñalver, el Conde de Bainoa, el Marqués de Villalba y otros.

Esta era la situación existente para esta población asiática cuando se inicia, el 10 de octubre de 1868, la Guerra de los Diez Años. Aunque el chino contratado tenía una situación distinta a la de los esclavos africanos, los dos grupos étnicos mostraron su apoyo, de inmediato, a lo expresado en la Demajagua.

THOMAS JORDAN Y

LOS CHINOS

Cuando el General Jordán se unió a la batalla de Las Minas de Tana o Guáimaro, los chinos defendían una de las trincheras, la de la izquierda. Al intentar los españoles un movimiento hábil de flanco con el objeto de forzar la posición, los chinos avanzaron contra el enemigo saltando la trinchera y peleando cuerpo a cuerpo.

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(Continuará la semana próxima)

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