Hoy es lunes 15 y escribo mientras que por la diferencia horaria en Cuba despuntanta el Sol. Un Sol que porque sale para todos, estará despertando a aquellos que en este amanecer crucial hayan logrado conciliar el sueño. Es muy fácil expresar criterios desde del tranquilo sosiego de quienes no vivimos en la isla sin perjuicio de que, intentemos subrogarnos unos y otros en el lugar de quienes tienen frente a sí el rigor de un régimen impío que ni pide ni da cuartel. Acabo de ver una filmación del patético espectáculo que una gavilla de apapipios, pagados, vestidos y aupados por la dictadura, protagonizaron ayer a un costado del Parque Central de la capital cubana. Puesto de Dedo, cual mamarráchico Rey Momo encabeza sonriente una llamada «sentada de los pañuelos rojos», pero es evidente que lleva la procesión por dentro: está él, y están todos los castristas, muertos de miedo, apendejados. Se saben acorralados por la Historia. No tienen para donde huir o apenas. Tal vez piensen en la Bielorrusia de Lukashenko.
El simbolismo del lugar escogido para el show se les escapó a los comisarios del Ministerio de la Verdad y de la Propaganda: la escena, una pantomima a la que se prestó un juglar de vodevil ocasionalmente traído guitarra en mano ante un público compuesto mayoritariamente por esbirros vestidos de paisano, tiene lugar bajo las arcadas del que otrora fuera Gran Teatro de La Habana, situado para quienes conozcan la ciudad en el tramo del Paseo del Prado que va de las calles Neptuno a San José y conocido desde mediados del Siglo XIX como Acera del Louvre.
Por encima de esas losas caminaron dignamente muchos actores de la Historia de Cuba. Resulta un insulto a la memoria de aquellos, que pigmeos contemporáneos enfeudados al gobierno opresor las holle descaradamente. Allí se pronuciaron por la independencia desde José Martí hasta Antonio Maceo, pasando por Federico Capdevila y por Fermín Valdés Domínguez. Y cuando digo que así lo hicieron hay que recordar que, como los comunistas hoy gracias a las redes sociales, hubo momentos en los que la autoridad colonial permitió a regañadientes publicar y expresar ideas no conformes a su regla opresora (Decreto Real de Libertad de Reunión e Imprenta de 1869 en el caso).
Pero fue también como ahora, que a la Acera concurrieron no solo los hombres y mujeres dignos sino también los malos cubanos, aquellos que se sumaban por oportuinismo y por cobardía al despreciable Cuerpo de Voluntarios, instrumento de los españoles y de su Capitanía General. ¿Casual será que hoy uno de los gobiernos que desde el exterior sostenga al diazcanelismo sea el que en Madrid dirigen socialistas y podemitas?. Los grupos paramilitares y cederistas que asedian actualmente a quienes tratan de manifestar pacíficamente en la isla en este 15N, tienen una inequívoca parentela de continuidad con aquellos Voluntarios que entre otros muchos crímenes,irrumpieron una noche en el Teatro Villanueva para ahogar en su platea gritos de Viva Cuba Libre, durante una representación de Perro hüevero.
No por gusto José Martí versó así a propósito de aquella tropelía del viernes 22 de enero de 1869: «El enemigo brutal/Nos pone fuego a la casa/El sable la calle arrasa/A la luna tropical». Estamos ahora en 2021, las circunstancias de correlación entre opresores y oprimidos es exactamente la misma y esperemos que no corra hoy la sangre de los valientes sobre las aceras y las avenidas de esa Cuba sufrida que nos duele a todos, estemos donde estemos de por el Mundo.
Fue así que, al igual que en decenas de ciudades, en París un grupo de compatriotas nos dimos cita ayer domingo 14 para solidarizarnos con las protestas pacíficas anunciadas para hoy lunes en la isla. Lo hiciemos en Trocadero, a un costado del Cementerio de Passy, sabiamente arrinconados allí por el indispensable permiso de la Prefectura de Policía de París cuyo servicio ad hoc negó pérfidamente a los organizadores de la Asociación por la democracia en Cuba (AFDC), hacer el acto sobre la Esplanada que queda enfrente, entre los dos palacios y en línea directa con la Torre Eiffel. Después de breves discursos caminamos unos metros para colocar a pocos metros al doblar de la esquina, unas rosas blancas y un retrato del asesinado mártir de La Güinera Diubis Laurencio Tejeda, al pie de la placa nominativa de la Place José Martí.
Si por una parte parece ser evidente que el castrismo no ha perdido la guerra, es sensato concluir que esta registrando una derrota significativa con esta movilización nacional e internacional que la convocatoria a manifestar y a desfilar hoy ha provocado. Más allá de una boconería de fachada que es consustancial a cobardes y a abusadores de toda laya, están a la defensiva. Dato significativo: no detectamos ayer disimulados entre nosotros a los comunistas franceses de la asociación instrumentalizada por la embajada, enviados prestos siempre a retratarnos a fin de enriquecer el fichero ignominioso de la contrainteligencia cubana. Puede ser que el grito de «Cuba será libre» les resulta insoportable. Un enroque probablemente pero mal que les pese lo será. Luchemos y osemos con los medios que tengamos a manos, siempre solidarios con quienes todo lo están arriesgando en estos instantes.
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