En la Cuba castrista de hoy se tiene a Fidel Castro como un referente endiosado. Sin embargo, no es difícil deducir, incluso dentro del desastre por él creado, que los asfixiantes problemas actuales -sin solución a medio plazo- son de la exclusiva responsabilidad personal del desaparecido dictador, que dio instrucciones para cambiar, transponer, “revolucionar” (para peor) dos sectores básicos de la economía isleña: la industria azucarera y el sector energético.
LA DESTRUCCIÓN DEL AZÚCAR
La industria azucarera cubana, como es sabido, siempre fue el principal renglón económico de la isla, que se constituyó en la primera mitad del Siglo XX, en el primer exportador mundial del dulce. El régimen de los hermanos Castro recibió intacta esta herencia económica, que hacía a nuestro país figurar en los primeros lugares mundiales en cuanto a nivel de vida se refiere. No obstante, cuando la difunta Unión Soviética se desplomó, a inicios de la década de los 90, el dictador cubano tuvo a bien ordenar el cierre de la mitad de los 145 centrales azucareros que operaban entonces, porque todo el material para reparar la industria, ya la antigua URSS no lo suministraría de gratis, habría que pagarlo y en divisas. Ochenta pueblos quedaron huérfanos y el costo social de aquella barbaridad no tiene parangón en la historia nacional, por su crueldad.
Sin el principal renglón económico cubano, la “revolución” continuó dando tumbos, pensando que el turismo y la esclavitud de los médicos cubanos exportados como mano de obra barata, daría al país lo que la industria azucarera dio siempre: el soporte económico. No fue así. La producción azucarera actual (año 2022) fue menor que lo producido en la Guerra de los 10 años. El costo económico del país y el desastre social con los Bateyes cerrados por la clausura y desguace de los centrales que le daban vida, Fidel Castro lo paga en las llamas del infierno.
LA MASACRE ENERGÉTICA
Otra barbaridad del fallecido dictador fue el sector energético. Cuba disponía de varias Plantas Eléctricas, muchas de ellas de origen ruso y de otros países socialistas, que si bien no eran muy eficientes, resolvían el problema. Al enterarse el dictador que los motores diésel moviendo generadores eléctricos, podrían tener una eficiencia mayor que las grandes plantas eléctricas cubanas, inmediatamente puso en marcha la “revolución energética”, llenando el país de decenas de pequeñas plantas eléctricas con motores diésel. Téngase en cuenta que una unidad de las grandes plantas eléctricas pueden producir 100, 200 MW, es decir, 50, 100, 150 veces más electricidad que los motorcitos de Fidel Castro, a los cuales había que llevarle el costoso combustible diésel a los atomizados sitios donde la locura de un dictador los instaló.
El dinero de la compra de nuevas centrales eléctricas se desperdició en docenas de pequeñas planas movidas a diésel, hoy inservibles, junto con el dinero para la reparación de las viejas plantas actuales. Ya nadie habla de la “revolución energética” y hoy se paga con apagones una encrucijada sin salida para los jerarcas cubanos actuales. Ya no existe la industria azucarera que daba las divisas para comprar plantas eléctricas, ni hay generación eléctrica.
La situación actual, responsabilidad personal del finado dictador, es insalvable sin un cambio al capitalismo en la economía y la democracia en el gobierno eliminando esa ineficiente dictadura.
Por: Jorge Hernández Fonseca.
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