En varias ceremonias de los masones del exilio cubano, se dio el pasado lunes un conmovedor adiós al Gran Maestro Armando Salas Amaro y allí no faltaron las rosas blancas, como una recordación y exaltación a la poesía del apóstol José Martí.
No faltó allí en la sala de velación de la funeraria Bernardo García, la presencia de su esposa Yolanda ni muchos menos de sus hijos Maggie y Armando Jr., quienes resaltaron la vida y obra de Salas Amaro como masón, amigo, maestro, padre y abuelo.
“Fue uno de los mejores esposos y padres en esta vida. Siempre lo vamos a recordar y a llevar dentro de nuestros corazones”, dijo Yolanda, quien estaba acompañada de su nieto Nicolás, quien fue muy amado por Salas Amaro aquí en Miami.
En sus distintas honras fúnebres masónicas, los grandes maestros destacaron la vida y obra de Salas Amaro, quien tuvo que escapar de Cuba, después de que llegó la revolución de los Castro y arrasó con la isla social, política y económicamente.
A la entrada de la funeraria, en un zaguán adyacente a la sala de velación, la familia colocó placas otorgadas a Salas Amaro, así como fotografías de sus actos y exaltaciones en Miami, por su gran obra donde alcanzó el grado 33 que es el más alto en la masonería simbólica.
“Fue el Gran Maestro Advitan para el Sur de los Estados Unidos en la Lengua Española, y fue Presidente de la Cámara Nacional Ajef que agrupó a más de 137 logias. Hizo también parte de la Logia Igualdad. Y fue el asesor de la Hijas de la Acacia. “Fue un ilustre y poderoso hermano”, dijo uno de sus amigos más allegados.
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