El mayor orgullo ha sido haber luchado por la patria, afirmó Humberto ‘El Chino’ Díaz- Argüelles Fiallo, quien espera con ansiedad el 17 de abril, para recordar la odisea patriótica vivida en la operación Bahía de Cochinos en 1961.
Humberto Díaz-Argüelles igualmente reiteró que vienen tiempos formidables y buenos para la Brigada 2506 con la inauguración pronto del nuevo museo que estará dotado de las más modernas plataformas digitales y servirá para que allí se difunda la verdad de lo que es el desastre del comunismo y de lo que sucedió en la operación en Bahía de Cochinos.
A la pregunta de si podría haber otra operación militar, similar a la de Bahía de Cochinos, afirmó categóricamente que Cuba ya no es “la importancia económica o política para invadirla militarmente en estos momentos”.
Díaz-Argüelles, quien proviene de una familia de abogados, fue presidente de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos (Brigada 2506), todavía no puede olvidar cuando tuvo unos días andando por la costa caribeña de Cuba sin comida y municiones tras ser capturado junto con sus compañeros.
Recuerda que fue condenado a 30 años de prisión, de los cuales pasó casi dos en la cárcel “El Castillo del Príncipe” en La Habana, donde sufrió dos veces hepatitis debido a las malas condiciones en la inhumana prisión.
Humberto Díaz-Argüelles pudo regresar a Estados Unidos siendo parte de un canje que llevó a cabo la administración del presidente Kennedy. Después de su llegada a Florida estudió Administración de Negocios en la Universidad de Miami y se convirtió en un exitoso profesional.
Desde niño tuvo que afrontar miles de problemas. Estudió inicialmente en La Habana en un colegio privado católico y su infancia fue interrumpida bruscamente por los acontecimientos revolucionarios cuando tenía tan solo 16 años.
“A esa temprana edad empecé a ver cosas en Cuba que me llamaron sumamente la atención,” recalca. A pesar de haber sido un niño, Humberto tiene recuerdos vivos de la época antes de la llegada de Fidel Castro.
¡Nos vamos!. Eso fue el día 31 de octubre de 1960, narra Humberto Díaz-Argüelles como fue la precipitada salida de su país natal. “Allí empezó el exilio”. Lo más difícil y angustioso fue que a su padre no lo dejaron salir de Cuba.
Ya en Miami todo cambió para Humberto Díaz-Argüelles. Un día su tío le dijo: ‘Tú no puedes ir a defender la causa de la libertad de Cuba y mi padre tampoco’. ‘Yo no quiero que tú vayas, porque tú vas a ser la excusa de la invasión armada de Estados Unidos a Cuba, y tú vas a estar muerto’.
Según Humberto Díaz-Argüelles, entonces, le contestó a su tío: ‘Tío, tengo que ir. Es mi deber’. Y a principios de un mes de enero me llamaron para presentarme. Había un avión sin logotipo de aerolínea salimos a las dos de la mañana. Nos cambiamos de ropa y nos subimos al avión con un futuro incierto” recordó.
“No sabíamos a donde íbamos, nadie dio marcha atrás. Según él, nadie sabe de dónde precisamente venía el financiamiento, pero sí era coordinado por Estados Unidos. El entrenamiento fue muy básico” repuntó.
“Lo que después se hizo conocido con el nombre de la Brigada 2506 era básicamente un grupo anticastrista formado por jóvenes de los cuales en su gran mayoría nadie era soldado. El nombre de la Brigada 2506 salió porque cuando estuvimos en Guatemala, un muchacho que estaba entrenándose con nosotros perdió su vida en el entrenamiento. 2506 era su número”, señaló.
“Se llamaba Carlos Rodríguez Santana y era el primer fallecido en la causa de liberar a Cuba”, explicó Humberto Díaz-Argüelles. Pasado el proceso de entrenamiento de su batallón en la base de Retalhueu en Guatemala, empezó la operación.
“Nos dijeron de pronto que teníamos que empacar nuestro equipo. Era el domingo 16 de abril. A temprana hora de la noche nos dijeron que íbamos a desembarcar en Cuba. A pesar de todo esto, nunca pensamos que en algún momento íbamos a perder”, insistió.
“Se dice que estábamos rodeados por más de 50 mil soldados de Fidel Castro. Nosotros éramos mil y pico. Sin armamento. Pasados cuatro días sin comer y dormir, sin ningún signo de apoyo por parte de Estados Unidos, caminando por la selva, tanto el estado físico como sobre todo el psíquico se fueron deteriorando”.
Sobre la traición de Kennedy, Humberto Díaz-Argüelles, medita y advirtió: “por qué si éramos tan fuertes y con mucho valor y con las mejores intenciones, nos dejaron abandonados y tirados para que nos mataran”.
Después los capturó el ejército de Fidel Castro. Humberto cayó preso.
“Siempre estuve preso en un lugar tétrico, la prisión antiquísima – un castillo hecho en 1700 y pico. Lleno de olor, humedad… sucio. La comida era como si no existiera. Nos daban un pedazo de pan con un sorbo de café por la mañana”, recordó.
“El almuerzo era usualmente siete macarrones… lo contábamos inclusivamente. Por la tarde una sopa horrible, hecha de todos los desperdicios de los animales, agua con ratones muertos. Yo enfermé dos veces de hepatitis”, aseguró en su relato.
En la prisión del “Castillo del Príncipe”, una cosa que para mí era un insulto inmenso era cuando nos hacían una requisa que te entraban a las tres de la mañana. Mis pertenencias estaban en una caja de cartón donde yo tenía menos ropa que un homeless en la calle”.
El juicio fue una farsa. “Nuestro famoso abogado defensor dijo que nos merecíamos un paredón”. Al final la sentencia era de 30 años. El presidente Kennedy mandó a unos negociadores para hacer un canje de los presos por el dinero, ropa, medicamentos etc. Este se dio el 24 y 25 de diciembre de 1962. Sin embargo, algunos presos habían sido fusilados antes del canje”, enfatizó.
Después de llegar a Estados Unidos se encontró con sus familiares. “Estábamos perdidos otra vez. Acostumbrados a los campos de entrenamiento, a la guerra y la prisión, de repente estuvimos en Coconut Creek en Florida”, describió.
“Llegamos a la casa. Luego de todo esto Humberto Díaz-Argüelles fue a la Universidad. Se graduó en 1968 en Administración de Negocios en la Universidad de Miami y siguió su carrera profesional”.
Durante mucho tiempo no sintió la necesidad de compartir sus experiencias. No se sintió como un héroe y siempre consideraba sus acciones como algo natural.
“Últimamente se despertó un interés inmenso de saber qué pasó en Bahía de Cochinos. Por 30 años nadie quería saber de esto”, dijo.
“Lo hablábamos, eso sí, entre nosotros, pero fuera de este grupo que participó nunca. Considero que la gran tarea para las futuras generaciones es acabar con el miedo instalado en las mentes de los cubanos por la tiranía de Cuba”.
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