COLOMBIA ES EL NUEVO BLANCO DE RUSIA Y CHINA

Written by Adalberto Sardiñas

9 de febrero de 2022

En los tiempos de la guerra fría y hasta su desaparición, Cuba fue un satélite costoso, pero fiel, de la Unión Soviética. Apoyaba sus crímenes en Europa, y alrededor del mundo, en todos los foros internacionales, y seguía cometiendo los suyos con impunidad, con el respaldo de la URSS. Era una entente entre delincuentes. Pero la alianza macabra no terminó con la disolución del imperio diabólico, sino que el satélite caribeño de antaño, por años abandonado, desechado, como un estorbo para la perestroika y el glasnost, seguía agazapado, aguardando servilmente, una nueva oportunidad para servir, llegado el caso, a su patrón de ayer. Sus credenciales estaban intactas. ¿No había puesto en peligro de exterminio a su propio pueblo, con la instalación de cohetes en la Isla? Su lealtad había pasado todas las pruebas, y ahora, Rusia, sin los satélites vecinos, aún podía contar con la lejana Cuba, siempre presente, siempre perversa, siempre incondicional.

La presencia de Cuba, en un sentido estrictamente geopolítico, es invaluable para Vladimir Putin, por estar en el centro de la esfera de influencia natural de Estados Unidos. Es una pieza de ajedrez de primer orden para Rusia en sus relaciones discrepantes con EE.UU. en diferentes escenarios globales. Por eso surge un renovado interés ruso en la región, sobre todo ahora, con la crisis en la frontera ruso-ucraniana. ¿Y quién mejor que un peón como Cuba, para facilitar la incursión rusa en la América Latina? ¿No lo hizo ya con la colonización de Venezuela y la toma del poder en Nicaragua?  ¿No les abrió el camino a Rusia y China para plantar la bota en el vecindario? Y, todo, sin un solo disparo, sino a través del fraude electoral. Es la nueva estrategia de la izquierda radical universal. Llegar al poder por “medios pacíficos”. Y, una vez en él, perpetuarse a voluntad.

Y no es solamente Rusia la que está ganado terreno en el continente. También lo está haciendo China. Ambos ya tienen anclas en Latinoamérica y lo vienen logrando con una desconcertante impunidad.

Mientras Rusia provee armas y hombres como “técnicos”, China suministra sofisticada tecnología militar a Venezuela, directamente, o a través de Cuba.

El contacto inicial para el avance comunista en esa región de América lo produjo Fidel Castro, cuando atrajo a Hugo Chávez a las filas anti americanas en el nombre de una revolución emancipadora para toda Latinoamérica. Después se produce uno de los absurdos más sorprendentes en la historia de la América hispana: un país empobrecido, improductivo, arruinado, coloniza a otro, rico, próspero y uno de los más grandes productores de petróleo y gas, rechazando todos los principios lógicos y de sentido común.

Esos polvos del ayer, nos han traído el lodazal de hoy. Tres países latinoamericanos, están en los bolsillos de China y Rusia. El patio geopolítico americano, ha disminuido. Y el futuro no luce mejor. Perú ya inicio el alejamiento de la esfera de influencia americana, y Chile es la nueva incógnita con la elección, el mes pasado, de un gobierno de absoluto corte marxista.

Pero la mayor prueba se concretará en Colombia en las próximas elecciones presidenciales de mayo. Un desproporcionado número de candidatos se ha inscripto como aspirantes, y despunta, entre ellos, en estos momentos, el izquierdista radical, ex miembro del grupo guerrillero M-19, Gustavo Petro. No se espera que Petro prevalezca en la primera vuelta, pero tiene grandes probabilidades de ser electo en el boletaje final, y, de ser así, sería un tremendo desafío, no sólo para Colombia, sino para toda Latinoamérica, incluyendo una pérdida desastrosa para la posición geopolítica de Estados Unidos en el hemisferio occidental, puesto que Colombia ha sido un aliado confiable por infinitos años.

La campaña de desestabilización   contra el gobierno de Iván Duke, comenzada hace más de un año, se ha recrudecido, con la participación de China y Rusia. En diciembre del 2020, dos diplomáticos rusos fueron expulsados de Colombia acusados de espionaje. Por su parte Nicolás Maduro, como participe del plan chino-ruso para obtener el control político en la nación vecina, ha organizado grupos criminales que han fomentado sangrientos encuentros bélicos en la frontera, como el incidente en Cúcuta, con el saldo de 13 muertes. Venezuela, como obediente títere de Cuba, sirviendo, al final, los intereses de China y Rusia, ha militarizado la frontera con Colombia, y, en el orden político, ha intensificado una campaña de desinformación contra Colombia, su gobierno, y sus instituciones, tratando de crear una ilusoria equivalencia moral entre su despótica dictadura corrupta, y la probada democracia colombiana.

Hace un par de semanas, en medio de la crisis provocada por Rusia con la amenaza de una invasión a Ucrania, el Sub Ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergei Ryabkov, expresó, en una entrevista televisada, que “su gobierno no descartaba la posibilidad de instalar en Venezuela y Cuba, sofisticados activos militares” ¿A qué clase de armamentos se refería? ¿A mísiles al estilo 1962?

En verdad no lo creemos, ni lo cree la presente administración, ni nadie con un poco de sentido común lo toma en serio. Lo intentaron una vez jugando al holocausto y les salió mal. ¡Fracasaron! Aunque el fracaso mayor recayó en los cubanos anticomunistas que fueron condenados a una diáspora eterna por el supuesto pacto Kennedy-Khrushchev. Pero la retirada de los cohetes, fue una humillación para la entonces Unión Soviética, que le costó el poder a Nikita Khrushchev dos años después.

Sin embargo, hay una realidad inquietante que no se debe ignorar. Rusia, por varias décadas, ha ido extendiendo, lenta, pero progresivamente, sus tentáculos en la región americana, desde el Caribe hasta Centro y Sur América, minando la influencia y presencia de Estados Unidos, sin una reacción firme y positiva por los líderes de esta nación, hasta dar paso a un desafío abierto y provocador que ahora incluye a China también.

Somos el país más rico, y militarmente más poderoso de la tierra. Pero eso no es razón para una complaciente quimérica ociosa, que dé pie a los enemigos de la Civilización Occidental, para medrar contra nuestros intereses y principios democráticos. Tenemos además de las prerrogativas antes dichas, obligaciones impostergables como el bastión más firme que somos, a nivel global, de la libertad y la democracia. Y, ambas, están seriamente amenazadas por el malévolo consorcio chino-ruso ya trabajando en nuestro traspatio.

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