CHINA Y LOS SILENCIOS CULPABLES

Written by Demetiro J Perez

23 de febrero de 2022

Los Juegos Olímpicos de Invierno Beijing 2022 terminaron el domingo 20 de febrero y hay que admitir que los máximos dirigentes del gran país comunista se llevaron «el gato a la nieve», que no al agua. Coadyuvó el silencio ensordecedor de las grandes conciencias que ocupan a todos los niveles la escena mediática en Occidente. Salvo unas pocas y honrosas excepciones entre los atletas participantes, la represión contra las minorías uigures no gozó ni de un mínimo de exposición ante quienes siguieron las competencias. Para empezar no había público, la aparición de un espontáneo estaba excluída y la vigilancia policiaca fue sin cuentos. Si en nuestros países hubiera un mínimo de conciencia colectiva la omisión de luchas de esta índole no provocaría sumisiones tan vergonzosas. Y todo esto contemplado con solidaria benevolencia por una Rusia que, si bien enemigo histórico de los chinos, en materia de persecuciones a minorías no es segundo de nadie.

Al apagar la llama olímpica los anfitriones pudieron también cantar victoria con el tercer lugar obtenido en el medallero. Superaron a unos Estados Unidos relegados a la cuarta posición,  lejos ambos  de noruegos y de alemanes inalcanzables en lo más alto de la lista. Los franceses, que fueron décimos, hicieron lo que pudieron a pesar de contar con antecedentes de pasadas glorias que difícilmente volverán a emular.  En cuanto al boicot diplomático recomendado por los americanos tuvo poca repercusión. Pudo observarse la complicidad hipócrita de los dirigentes del Comité Olímpico Internacional focalizados únicamente en que el espectáculo fuese adelante a toda costa, para satisfacción de los anunciantes y de las grandes empresas que implicadas en las trasmisiones de la televisión al mundo entero.

Para que no faltara lo ya habitual, digamos más de lo mismo, hubo competidores cogidos “in fraganti” por administración de sustancias dopantes en sus organismos.  Pero como esto es algo que con el transcurso del tiempo el gran público admite con un encogimiento de hombros de circunstancia pasó inadvertido. Nunca olvidaré el paradigmático caso de Marion Jones, una sprinter americana que maravilló al planeta ante la impotencia de adversarias sospechaban a ciencia casi cierta acerca de qué había detrás de performances casi sobrenaturales. Cito el caso por haber estado presente en una conferencia de prensa en la cual dos francesas derrotadas minutos antes por ella se mordían los labios por no poder expresar lo que sentían por falta de pruebas. El escándalo Marion Jones vendría y la despojarían de medallas y de records,  demasiado tarde para quienes habían sido defraudados por un sistema  tan injusto como arbitrario.

¿Y qué decir de Peng Shuai, la tenista que habiendo denunciado a un alto jerarca del Partido de violación terminó,  cualquiera sabe por qué tipo de amenaza, con un «aquí no ha pasado nada»?. Cómplices de esa pantomima fueron varios altos directivos del olimpismo,  encabezados por su presidente que dicho sea de paso y a mayor abundamiento es abogado. Queda claro al final que estos Juegos han sido para las altas instancias comunistas un eslabón más en la cadena de movimientos magistrales que quieren hacer culminar en el año 2049, centenario de la llegada al poder de Mao, el Partido y sus seguidores.

Cuando en pleno apogeo de la crisis sanitaria mundial que ha provocado la pandemia de Covid-19 el mundo se tornó hacia China en busca a respuesta a su origen, la respuesta no se hizo esperar. Con la negativa a permitir el acceso a la región a la que apuntaban y apuntan los expertos como punto de partida los chinos pusieron en práctica la misma política de intransigencia que les permitió guillotinar los restos de democracia a la occidental que quedó en Hong-Kong cuando se fueron los ingleses. La perspectiva de una neutralización de Taiwán no es una quimera para los amos de Pekín. La retórica es invariable y transforman en delito toda petición o intento de gestión del más mínimo espacio de libertad ciudadana que siempre sería relacionado a colusión con «fuerzas extranjeras» conducidas por los siempre demoniacos occidentales.

Tal vez estemos en presencia de la materialización de la gran revancha que China esta librando contra sus enemigos, palabra que designa en lo más profundo del sentimiento nacional, todo lo que no sea chino. Al que le venga bien el sayo que se lo ponga. Más allá de la existencia real de dolencias pretéritas como son las humillaciones sufridas a manos de británicos, franceses, japoneses y en menor medida americanos existe uina política de reescritura de la Historia que no se oculta para pregonar un nacionalismo feroz que cree su hora llegada con un supuesta declive de Occidente, que por cierto confirma a sus ojos la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca. Nada mejor que un buen nacionalismo para soldar las costuras de una estirpe milenaria.

No es el momento de mirar para el lado opuesto y mucho menos de cerrar el pico. Si por una parte es cierto que desde el exterior tenemos muy pocas posibilidades de comprender cabalmente qué esta sucediendo en China, y así lo expresaba recientemente en un ciclo de conferencias del Collège de France la sinóloga Anne Cheng, tenemos que por nuestro propio interés – más allá de los resultados deportivos y sociopolíticos que arrojan los Juegos de Invierno que acaban de concluir en Pekín – intentar mirar como podamos hacia el subconciente de un país que, en pleno Año del Tigre, no cesa de afilar sus amenazantes colmillos.

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