Libre habla con la declamadora Bertila Pozo, participante en el Reinado de Carnaval 1956 con el número 71, y quien lo considera «el evento que cambió su vida», resumiendo sus respuestas en estas manifestaciones:
«Cuando aspiré al Reinado de los Carnavales en el año 1956, trabajaba como locutora en Telemundo Canal 2, donde los colegas de empleo me animaron a concursar. Ya entonces me había graduado de la Escuela Normal para Maestros y estudiaba Pedagogía en la Universidad de La Habana».
«Era huérfana de padre desde que tenía 5 años, y mi madre estuvo muy de acuerdo con la posible aspiración, resultando posteriormente seleccionada como Dama del Carnaval».
«A la par le comenté al Alcalde que era maestra y me gustaría ejercer mi profesión aparte de emplearme en la televisión, designándome para ocupar un aula en la Escuela de Chicos Valdés Rodríguez, donde ejercí como maestra de Segundo Grado durante dos cursos mientras seguía ocupando mi posición televisiva en horas de la noche».
«Al cabo de ese tiempo el Municipio de La Habana construyó el Hospital Municipal Mercedes del Puerto que fue un centro clínico modelo en América por sus adelantos científicos y comodidades, dando la casualidad que el hospital estaba muy cerca de mi casa y le pedí una entrevista al Alcalde y cuando me la dio le expresé que estaba muy agradecida por la oportunidad que me había brindado de trabajar como maestra, pero debido a que también cumplía funciones en la televisión, me resultaba agotadora la tarea de cumplir a cabalidad con ambos empleos, y que a unas cuadras de mi casa estaban por inaugurar el hospital y que si pudiera cambiar mi plaza de maestra por una posición de oficina en el hospital. El alcalde cortésmente me dijo que le permitiera salir de la oficina, dejándome esperando un largo rato, en cuyo intervalo llamó a la Directora de la Escuela Valdés Rodríguez y le preguntó sobre mi actuación en esos dos años en el aula; la Directora “me puso por las nubes», le dijo que durante todo ese tiempo no había faltado un solo día a clases, mostrando gran sentir de compromiso y deber. Después supe que llamó a quien más tarde fue mi esposo, que era el Jefe de Sanidad Municipal y le preguntó si ya tenía alguna persona para el puesto al que yo aspiraba, informándole que tenía en su oficina a una persona con excelentes referencias y el mejor informe de parte de su directora, respondiéndole él: pues «viejo» si eso es así, nómbrala. Aquello cambió mi vida».
«Unos días después conocí al Dr. Rolando Pozo y el resto de la historia me hizo muy feliz al poder formar una familia de la cual nos hemos sentido muy orgullosos. Eso sucedió en 1958, estando yo en los preparativos del matrimonio cuando ocurre el primero de enero de 1959 y Rolando con su padre y hermano se asilaron en la Embajada de Paraguay y la boda se pospuso hasta que Rolando comenzó a trabajar como médico en el Centro de Refugiados Cubanos y me mandó a buscar para casarnos. A su muerte, llevábamos 50 años de casados, dejándome la herencia maravillosa de mis dos hijas».
«Por eso entenderán cómo cambió mi vida la participación en aquel Carnaval habanero de 1956».
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