Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo

Written by Enrique Ros*

14 de febrero de 2023

La Lealtad y la perfidia. 

El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Esta obra aporta datos concretos sobre actos, algunos censurables; los más, admirables, de los hombres que participaron en aquella gloriosa gesta.

Se extiende la insurrección

(II de VIII)

EMBARGO DE BIENES

El general Dulce había asumido la Capitanía General en enero de 1869. Para atraerse la simpatía de los más recalcitrantes integristas acepta sus demandas de proceder al embargo de bienes de los insurrectos. A las pocas semanas de su toma de posesión el rumor, intencionalmente difundido, circula por doquier.

El 17 de abril la murmuración se ha hecho realidad. Con esa fecha se crea el Consejo Administrativo de Bienes Embargados. De secretario del organismo actuará Justo Zaragoza, aquel recalcitrante peninsular que acompañaba a Dulce cuando éste arribó a La Habana y quien, de inmediato, se inscribió como Oficial de Voluntarios en La Habana.

Una de las primeras medidas tomadas por los funcionarios metropolitanos fue la de relacionar a los insurrectos cuyas propiedades serían embargadas. Entre ellos se encontraban Carlos Manuel de Céspedes, Lucas del Castillo; Félix Figueredo Díaz, Francisco Vicente Aguilera, José de Jesús Pérez y otros.

José de Jesús Pérez, Céspedes, Aguilera están entre los pocos que no apelaron tan injusta medida. No así el médico Figueredo a quien, probablemente por no haber tenido éxito en sus gestiones persuasivas, se le habían embargado sus bienes por aquella resolución.

Félix Figueredo, sin dudas, pensará en Cuba y en los intereses patrios; pero también, comprensible para él, en los intereses propios. Por eso presenta, a través de un familiar, una apelación ante su buen amigo, el Teniente Gobernador Federico de Muguruza Lersundi exponiendo que tales propiedades pertenecen a esa familia y no a él.

Muguruza Lersundi era primo carnal de Francisco Lersundi, Capitán General de la isla. Pocos meses antes, en mayo de 1868, había relevado en el cargo a Enrique Sávil Pérez, también amigo personal del Dr. Figueredo: «La esposa del Teniente Gobernador Sávil Pérez, María de Jesús Mantilla, iba diariamente con sus niños a mi casa».

SINUOSA POSICIÓN DEL MÉDICO DE JIGUANÍ

Es conocida la sinuosidad del médico.

Lo admite su propio biógrafo: «El Dr. Félix Figueredo era cauteloso… era personalmente receloso, no expresaba opinión alguna». Tan cauteloso era el Dr. Figueredo -seguimos citando a su biógrafo-, que en Santa Rita se le invitó a un almuerzo «donde asistieron cubanos y españoles» en el que, dice el Dr. Figueredo, «me vi obligado a brindar, más cauteloso por… tener junto a mí a dos hermanos catalanes. No obstante, me lancé a una prueba y terminé mi brindis manifestando que mis ideas eran las de todo médico y estaba por todo aquello que camina».

Estaba Félix Figueredo resentido con sus compatriotas. Lo admite en las notas, textuales, de su autobiografía: «Los cubanos, no quisiera confesarlo, me habían herido injustamente pues, algunos de ellos quisieron manchar mi honra en los tribunales de justicia…», su rencilla personal con un abogado la extendía a todos «los cubanos».

Y sigue exponiendo «agravios» personales como razones para sentirse herido por los cubanos. Contrario a «los españoles -dice ahora su biógrafo- que jamás le hicieron daño personalmente».

Utilizaba el médico de Jiguaní sus buenas relaciones con los más altos funcionarios españoles para extorsionar a otros cubanos. Veámoslo en sus propias palabras: «A otros (cubanos) les hice comparecer ante el gobernador en aquella época para decirles que conocía todos sus antecedentes criminales y, desde luego, estaría al tanto de hacer que no se cometieran…».

Comprensiblemente el Dr. Félix Figueredo Díaz consideraba que «algunos cubanos, sin prueba de ninguna especie hacían creer que yo era partidario de los españoles». Se sentía, (más bien lo mantenían) alejado de «los grupos que lideraban, de una parte Francisco Vicente Aguilera, de otro Carlos Manuel de Céspedes» porque aquellos -es su biógrafo quien ahora opina citando palabras de Jerez Villarreal- «no pueden subsistir a los resabios locales, supremacías de aldeanos».

CONVERSACIONES 

DAÑINAS

En los meses de marzo y abril de 1869 Félix Figueredo ha creado con José de Jesús Pérez una vinculación amistosa. Se siente el médico de Jiguaní pesimista sobre la posibilidad de que pueda sobrevivir el movimiento insurgente. No era nuevo en Félix Figueredo este sentimiento de incredulidad, de desconfianza en el éxito de la riesgosa aventura. El propio médico lo admite: «Sentí extraordinaria desanimación al ver que Pancho Maceo pagaba el primer plazo de una nueva contribución», … «igualmente me desanimaba la conducta que observé en muchos de los conspiradores…». Su generoso biógrafo lo reconoce al publicar las notas autobiográficas del Dr. Figueredo.

Persuade al bravo pero ingenuo Brigadier Pérez, a que contacte al teniente coronel Máximo Navidad, jefe del campamento español de El Cafetal, para abandonar la lucha si les garantiza a ambos la vida.

Nadie más indicado para tales gestiones, consideraba el médico, que José de Jesús Pérez que gozaba de respeto y consideración entre los hacendados de la zona de Brazo del Cauto.

Cumpliendo el encargo de Figueredo se entrevista José de Jesús con el teniente coronel Navidad quien accedía a garantizarle la vida a José de Jesús pero no «a los cabecillas Figueredo y Curó, por ser ellos los que ordenaron incendios y atropellos en varios puntos, llegando hasta un extremo inconcebible de ensañamiento».

Pero el brigadier cubano más preocupado por la vida y seguridad de Figueredo, a quien considera su amigo, que por la propia, se niega a aceptar la exclusión que se le pretende imponer.

José de Jesús Pérez le expresó al oficial español que si no se le garantizaba la vida a Figueredo, Cintras y Cureau (Curó) no podía él llegar a acuerdo alguno. Discutieron y al final el teniente coronel Navidad se comprometió el 6 de mayo a garantizar la vida al Figueredo y Cureau.

Pasan cuatro días. En mayo 11 se conoce del desembarco del Perrit. La noticia fue difundida de inmediato en el campo insurrecto e hizo renacer la esperanza en el pesimista Figueredo quien, al saber del desembarco, modifica su decisión de presentarse. Ya no está de acuerdo en la presentación «mucho menos cuando tuvo noticia de la expedición desembarcada en aquellos días y que le daba grandes esperanzas…» .

El 13 de mayo ha terminado el desembarco del Perrit.

Pero ha habido conversaciones comprometedoras que en un futuro, que ahora se ve prometedor para la independencia de Cuba alguien pudiera divulgar. Algo debe hacerse. Y lo hace. Escribe una carta como si recién se hubiera enterado de entrevistas de las que él es ajeno.

El 16 de aquel mes escribe el Dr. Félix Figueredo al coronel (para halagarlo, le sube un grado) Máximo Navidad que él ha sabido «sin querer averiguarlo, que usted intenta la conquista de algún jefe o de algunos…. de la insurrección» por medios «que yo tambien he sabido emplear de los que podré algún día suministran pruebas a la historia» y continúa en la pomposa carta haciendo alarde de su españolidad:

«Yo, educado en España, en la Escuela de los Cámaras, Alarcón, Orgaz, Cuello, Rivero, Albaydo, etc., pensaba, cuando vine, en la Revolución, y mil veces me repetía que era imposible sostenerla por el carácter de los criollos y por la falta de elementos materiales… Hoy reconozco mi error político, pues me convenzo más y más que la Revolución triunfará».

Para congraciarse con Navidad admite, así, su inicial oposición a la insurrección.

Hacía gala, como siempre, de su españolidad y admite su falta de confianza en la revolución. Pero en la carta no se incluía a sí mismo entre los jefes que Máximo Navidad «intenta conquistar» ni menciona, tampoco, a José de Jesús Pérez. Su carta, era, tan sólo, una hábil coartada que lo exoneraba, ante la historia, de las negociaciones por él promovidas y en las que había participado.

Semanas después de los, afortunadamente, infructuosos contactos del médico Figueredo y Jesús Pérez con el teniente coronel Navidad, se mantienen las estrechas relaciones entre los dos insurgentes cubanos. Los españoles querían localizarlos. Se esfuerzan en apresarlos.

Las fuerzas establecidas en el mes de junio en La Estrella, «tenían por encargo interceptar la comunicación del cabecilla Jesús Pérez con Figueredo pero no se pudo lograr este resultado porque avisado Pérez, sin duda, se comunicaba con aquel jefe por veredas de la Sierra Maestra a larga distancia de las ocupadas por las tropas del teniente coronel Navidad. A la sazón hallábanse formando campamentos en el punto llamado Charco Redondo, entre el Ramón, Palma Soriano y las Dos Palmas, en donde se encontraba alguna partida de las que estaban en la costa con Jesús Pérez» (E. Llufrío. Tomo II, Capítulo XIV, página 262).

José de Jesús no ha dejado de combatir. Es el adversario, el rebelde, que es necesario destruir.

El 18 de mayo «atacan las fuerzas del general español el centro de la población del Ramón».

Los insurrectos resisten. Reducen a cenizas todo lo que pueda darle abrigo a las fuerzas españolas. Jesús Pérez incendia su propia casa y sus tropas se atrincheran. «A medio tiro de aquel punto tenían los cubanos rebeldes cubiertos sus atrincheramientos con bastante gente en la entrada de los montes elevados que estrechan por derecha e izquierda la posición que ocupaba el general español» (E. Llufrío. Tomo I, Libro tercero, Capítulo V, página 576).

Las tropas peninsulares se ven obligadas a avanzar con precaución porque «la partida de Jesús Pérez era una de las más numerosas, y él uno de los cabecillas más conocedores del terreno y de gran influencia en las clases que favorecían la insurrección» (Eleuterio Llufrío, Tomo I, libro tercero, Capítulo V, página 582).

En aquellos años «el territorio de la República en Armas estaba dividido en tres Departamentos Militares, llamados: 1) Oriente que se componía de los distritos de Guantánamo y Baracoa, Cuba y Holguín; 2) Provisional del Cauto que comprendía Jiguaní y Bayamo, Manzanillo y Las Tunas; y 3) Occidente, reducido entonces a Camagüey». Las Divisiones estaban formadas por dos Brigadas, que se subdividían en dos Regimientos; éstos en dos Batallones, y cada Batallón en seis Compañías. Las Brigadas eran mandadas por Brigadieres o Coroneles.

LEVANTAMIENTOS EN CAMAGÜEY Y LAS VILLAS

Tres organizaciones revolucionarias se suceden en Camagüey en el planeamiento y dirección de la lucha.: la Junta Revolucionaria de Camagüey, el Comité Revolucionario de Camagüey, y la Asamblea de Representantes del Centro.

La Junta -molesta porque Céspedes había adelantado la fecha del alzamiento- no lo secundó de inmediato95. El Comité planteaba, como paso previo, la redacción de una constitución. Este Comité amplió, luego, su base convirtiéndose en la Asamblea de Representantes del Centro, que contó con cinco miembros directores: Ignacio Agramonte Loynaz, Eduardo Agramonte Pina, Salvador Cisne-ros Betancourt, Antonio Zambrana y Francisco Sánchez Betancourt. Su primera medida fue decretar la abolición de la esclavitud.

El miércoles 4 de noviembre de 1868 se alzan en la casa del ingenio «El Cercado» 76 camagüeyanos. Eligen, por aclamación, como Jefe Superior a Jerónimo Boza Agramonte para dirigir la lucha emancipadora. Entre ellos se encontraban Eduardo Agramonte Pina, Ignacio Mora de la Pera y Gaspar Agüero Betancourt. El miércoles 11 se reunían en el ingenio «Oriente» Salvador Cisneros Betancourt e Ignacio Agramonte para ponerle freno a las concesiones ofrecidas por el Conde de Valmaseda de las que se había convertido en vocero Napoleón Arango. Estas fueron rechazadas de inmediato. Fracasadas las proposiciones de paz avanza Valmaseda con sus tropas desde Vertientes a Camagüey.

El grupo que se alzó el 4 de noviembre no fue el primero en levantarse en Camagüey. El 11 de octubre Bernabé Varona (Bembeta) lo había hecho en Nuevitas, y el mismo 4 de noviembre Napoleón y Augusto Arango tomaban el poblado de Guáimaro.

Combaten los camagüeyanos bajo el mando de Augusto Arango que, en noviembre, como dijimos, ocupa Guáimaro donde en abril habrá de celebrarse la trascendente convención que reunirá a los Departamentos de Oriente, Camagüey y Las Villas bajo el nombre de la Asamblea de Guáimaro.

Ya para el día 18 Napoleón Arango llevaba a los revolucionarios de Camagüey las concesiones que Valmaseda ofrecía. Nueva reunión se produce en «Las Minas» el jueves 26 para discutir «las salvadoras ofertas que, -dijeron algunos de los promotores- había propuesto Napoleón Arango a nombre de Valmaseda»; éstas, como las anteriores, fueron rechazadas.

Esta reunión del 18 de noviembre fue convocada por Napoleón Arango para convencer a los insurrectos de que, con la caída de Isabel II, el nuevo régimen español ofrecería reformas políticas de acuerdo con los llamados «programas fiscales de los revolucionarios españoles» (Francisco de Arredondo. Obra citada).

En esta reunión de «Las Minas», celebrada el 20 de noviembre, «rechazaron los jefes camagüeyanos casi unánimemente toda inteligencia con España, declarándose por la separación de las metrópolis y la absoluta independencia como única idea revolucionaria»

El 26 de aquel mes se nombra un Comité Revolucionario de Camagüey, integrado por Salvador Cisneros Betancourt, Ignacio Agramonte Loynaz y Eduardo Agramonte. La jefatura militar quedó en manos de Augusto Arango (Fuente: Eugenio Betancourt Agramonte «Ignacio Agramonte y la Revolución Cubana», La Habana, 1928).

MANUEL DE QUESADA. EL GALVANIC

El 26 de diciembre (1868) desembarca el General Manuel de Quesada en la primera expedición del Galvanic. Junto a él llegan Antonio Zambrana y Rafael G. Morales (Moralitos), Enrique Loynaz, Luis Victoriano, Manuel y Julio Sanguily, Victoriano Betancourt, Francisco La Rúa, Ramón Pérez Trujillo, José María Aguirre, José Payan y otros. Da a conocer una Proclama dirigida a sus conciudadanos expresando que la guerra no era contra los españoles sino contra su gobierno despótico «la bandera de la libertad no desconoce ninguna nacionalidad. Nuestro lema es Unión e Independencia. Con Unión seremos fuertes. Con Unión seremos invencibles. Con Unión seremos libres».

Quien se sintió irritado con aquella Proclama fue Napoleón Arango quien, y citamos a Pirala «se había considerado y se consideraba, distante de Céspedes, y de las huestes insurrectas, y, como tal, había estado en tratos con el Conde de Valmaseda…; de quien imprimió y circuló una protesta sin parar mientes en las consecuencias que podría ocasionar el antagonismo, cuando más de la unión se necesitaba». En próximas páginas volveremos a referirnos a esta expedición.

A los cinco días el Marqués, Salvador Cisneros Betancourt, convoca a los distintos jefes de la provincia a reunirse en La Guana-ja , sitio por donde había desembarcado el Galvanic, para decidir quien debía ocupar la jefatura general de las fuerzas camagüeyanas.

Saldrá electo Manuel de Quesada y Loynaz109. Sustituía al respetado Augusto Arango y le ponía fin a la nefasta influencia del hermano de éste, Napoleón Arango110. La votación fue la siguiente: Manuel Quesada y Loynaz, 7 votos; Augusto Arango y Agüero, 6 votos; Manuel Arteaga Borrero, 2 votos y Napoleón Arango y Agüero, 1 voto. (A favor del General Quesada votaron Manuel Boza Agramonte, Bernabé de Varona Borrero, Francisco Castillo Agramonte, Juan Recio Betancourt, Enrique Loynaz Arteaga, Juan N. Boza Agramonte y Francisco de Arredondo Agramonte).

LAS VILLAS SE LEVANTA

Distinta a la de Camagüey fue la respuesta de Las Villas y del Departamento Occidental que, aunque sorprendidos por la acción del 10 de octubre, manifestaron su apoyo. Posición que igualmente asumieron Miguel Aldama, José Manuel Mestre y otros de regreso de sus inclinaciones reformistas y anexionistas.

Será el 6 de febrero que Las Villas se lanza a la revolución tras continuos contactos con la activa Junta Revolucionaria de La Habana. Aquel día se concentran en Manicaragua más de tres mil hombres provenientes de distintas regiones de la provincia. Se centra la lucha, primero, en las comarcas de Santa Clara, Remedios, Cienfuegos, Trinidad y Sancti Spiritus. Ya antes, en noviembre, se había sublevado Camagüey, y en Matanzas varios frustrados o breves alzamientos habían tenido lugar. Poco éxito tuvieron también, en aquellos primeros meses, las sublevaciones o pronunciamientos de La Habana y Pinar del Río.

Las órdenes del levantamiento en Las Villas emanan de Eduardo Machado111, Miguel Jerónimo Gutiérrez112, Antonio Lor-da    y otros integrantes de la Junta de Las Villas. Un crecido número de hombres de Cienfuegos se alza en las regiones cercanas a su ciudad: José González Guerra, Carlos de Serize Morales, Luis de la Maza Arredondo, Juany Antonio Díaz de Villegas, Eduardo y Miguel Entenza.

Por Trinidad asume la dirección de los insurrectos Federico Fernández Cavada quien pronto alcanzará alto renombre; en Sancti Spiritus, Serafín Sánchez y Honorato del Castillo. Al centro de la provincia, Carlos Roloff.

GUÁIMARO: LA ASAMBLEA NACIONAL. EL PODER RECAE EN LA CÁMARA

Se han celebrado varias conversaciones entre representativos de los distintos departamentos. Coinciden en algunos puntos. Discrepan en otros.

La entrevista de marzo de 1869 entre Céspedes y Agramonte, en el ingenio Santa Rita de Buey, volvió a mostrar las diferencias ideológicas y la férrea voluntad de ambos en mantener sus opiniones. Se habían planteado las mismas discrepancias surgidas entre ambos en la reunión anterior en Guáimaro el mes de diciembre pasado A los dos días Agramonte regresó a Sibanícú junto con Francisco de la Rúa.

LA CONSTITUCIÓN

Se ha aprobado la Constitución que regirá en la República en Armas. Prácticamente los primeros quince artículos de los 29 de que ha de constar esta carta fundamental se refieren a la Cámara de Representantes. Será, en definitiva, sobre ésta que recaerá todo el poder. El Artículo Séptimo establece que la Cámara de Representantes nombrará al Presidente encargado del Poder Ejecutivo, al General en Jefe, al Presidente de las sesiones y demás empleados suyos.

El Poder Judicial es sólo mencionado en el Artículo Veintidós: «El Poder Judicial es independiente; su organización será objeto de una Ley Especial». Poco después agregan a la Constitución un nuevo artículo: «Los representantes del pueblo son irresponsables e inviolables en el ejercicio de sus funciones».

Era evidente que el único poder real era el de la Cámara ya que el Presidente se convertía en un simple ejecutor de los acuerdos del cuerpo legislativo. En medio de la guerra se fue constituyendo la Cámara -apunta Enrique Collazo- «por aquéllos que por su edad o por su constitución, no podían soportar la vida del soldado o con algunos que, por su mayor inteligencia o conocimientos de gobierno, estaban llamados a servir allí, constituyéndose de ese modo el poder en manos de los más débiles o de los menos aptos para la resolución de los problemas de la guerra»

El Artículo 29 establecía que «esta Constitución podrá enmendarse cuando la Cámara, unánimemente, lo determine». Otro artículo propuesto señala que para ser presidente se requieren las mismas condiciones que para ser representantes. Sólo 20 años. Los orientales y villareños ya han pasado los 40 (Céspedes 50, Cisneros Betancourt 41; el villareño Miguel Jerónimo Gutiérrez, 47); pero los camagüeyanos (Agramonte y Zambrana) sólo han cumplido una veintena de años. Todos pudieran ser presidentes. Se rompe la unidad camagüeyana -oriental al votar Céspedes y Cisneros, junto con Jerónimo Gutiérrez por un mínimo de 30 años para ocupar la presidencia. La alta posición quedaba vedada para Agramonte.

Unos se reunían con el alto propósito de darle a la nación que se creaba un fundamento constitucional. Otros, distantes de aquel pequeño poblado, combatían a las fuerzas españolas.

El 18 de abril, en Río Blanco, se enfrentaban las fuerzas de Vicente García, y Francisco Muñoz Rubalcaba a una columna española de 200 hombres y, luego de una hora de combate, dispersaron el enemigo tomando prisionero a 134 de aquellos combatientes.

LA ASAMBLEA NACIONAL

Mordida la revolución en las entrañas de los gusanos de la discordia, dicen Carbonell y Santovenia, convocó Céspedes a la Asamblea Nacional en el pueblo de Guáimaro situado a unas 12 leguas de Puerto Príncipe, muy cerca del límite con Oriente. Arriba Carlos Manuel de Céspedes. ¿Con quiénes?:

El 8 de abril del 69 comenzaron a reunirse en Guáimaro los hombres más notables de la guerra. Están allí José María Izagui-rre, Eligió Izaguirre, Francisco del Castillo, José Joaquín Palma, Manuel Peña, Jesús Rodríguez, José Jorge Milanés, el gobernador Miguel Luis Aguilera, Fernando Figueredo. Reciben a Ignacio Agramonte. Vienen también Antonio Zambrana, Salvador Cisneros, Francisco Sánchez Betancourt, Eduardo Agramonte.

Llegan de Las Villas el polaco Roloff, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Honorato Castillo, Eduardo Machado, y Antonio Lorda, Arcadio García, Antonio Alcalá, Tranquilino Valdés.

¿Quiénes de éstos iban a tomar parte de la Constitución de la República?:

Carlos Manuel de Céspedes, Salvador Cisneros Betancourt, Francisco Sánchez Betancourt, Miguel Betancourt Guerra, Jesús Rodríguez, Antonio Alcalá, José María Izaguirre, Honorato del Castillo, Miguel Jerónimo Gutiérrez, Arcadio García, Tranquilino Valdés, Antonio Lorda, Eduardo Machado, Ignacio Agramonte y Antonio Zambrana.

El 10 de abril, en Guáimaro, se reunirían los delegados de los tres departamentos en que ha sido dividida la isla. Aprobarán la Constitución que habrá de regir la República en Armas y elegirán al Presidente y al Jefe del Ejército.

Será el 10 de abril de 1869 que termina Céspedes de Encargado del Gobierno Provisional y del cargo de General en Jefe. Al día siguiente hace su primera alocución dirigida «al pueblo cubano» como Presidente de la República.

Tres factores pesarán en las decisiones que se tomen: la región que representan los delegados, la edad para desempeñar los altos cargos y las atribuciones que habrán de conferirse al poder ejecutivo y a la Cámara.

Camagüey y Oriente copan la mesa provisional, excluyendo a Las Villas: Céspedes presidirá la Convención, con los camagüeyanos Agramonte y Zambrana de secretarios.

LA CÁMARA DE REPRESENTANTES

Los mismos hombres, con excepción de Céspedes, que habían redactado la carta fundamental, integraban la Cámara de Representantes. Su presidente sería Salvador Cisneros Betancourt, y como secretarios Antonio Zambrana e Ignacio Agramonte. El vice presidente sería Miguel Jerónimo Gutiérrez y vice secretarios Miguel Betancourt y Eduardo Machado.

Por temor a una dictadura personal, quedó la Cámara investida de los más amplios poderes: nombraría al presidente de la república y al jefe del ejército libertador pudiendo libremente destituir a ambos.

FOTO CARTA

La Asamblea Nacional pide al Presidente Grant reconocimiento a la independencia de Cuba

El 4 de marzo de 1869 pronuncia el recién electo Presidente Ulyses S. Grant su primer discurso inaugural. Treinta días después, el 6 de abril, la representación camagüeyana a la Asamblea Nacional redacta un documento pidiéndole al mandatario norteamericano el reconocimiento de la independencia de Cuba. Lo firman Salvador Cisneros Betancourt, Miguel Betancout Guerra, Francisco Sánchez Betancourt, Igancio Agramonte Loynaz y Antonio Zambrana.

COMPRAREMOS CON LÁGRIMAS Y CON SANGRE LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA

En la sesión inaugural varios solicitaron que la Cámara manifestase a los Estados Unidos el deseo del pueblo cubano de ver colocada a la isla entre los estados de la federación norteamericana Sometida la idea al estudio de una comisión, el 13 de abril se declaró conforme con la solicitud.

Pero en la exposición del 17 de abril quedaba expresada la aspiración fundamental de la Cámara de Representantes que el 16 de ese mes la Cámara había dirigido a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos.

«El pueblo de la isla de Cuba, apela hoy ante la República de los Estados Unidos para que las injusticias y las iniquidades de España sean juzgadas y condenadas; para que no trate de imponerse un gobierno por la fuerza de la violencia, para que no se manche el hemisferio americano con las torpezas de una guerra vandálica o con la continuación de un régimen cruelmente despótico».

«Ante Dios y los hombres invocamos, por lo tanto, solemnemente el apoyo desinteresado del pueblo y del gobierno de la Unión Americana; si nuestra querella no fuera atendida, (nos comprometemos) a poner entonces toda nuestra confianza en el cielo y a comprar con lágrimas y con sangre la libertad y la justicia».

El número de Representantes, originalmente 14, se elevó a 25 cuando se integraron a ella Luis Ayestarán, Marcos García, Fernando Fornaris, Tomás Estrada Palma, Juan Bautista Spotorno, Luis Victoriano Betancourt, Ramón Pérez Trujillo y Rafael Morales. («Guáimaro», Néstor Carbonell y E. Santovenia).

Posteriormente algunos representantes abandonaron sus cargos. Algunos para integrarse al Ejército Libertador. Otros, por distintas razones.

Uno de ellos es Rafael Morales González (Moralitos), aquel recién graduado universitario que, junto a otros brillantes jóvenes había desembarcado en el Galvanic con el General Manuel de Quesada e, incorporado a la revolución, sería primero Secretario de la Corte Marcial que juzgará a Napoleón Arango, y, luego, miembro y Secretario de la Asamblea de Guáimaro (Julio 26, 1869) y, después, Secretario del Interior (febrero 28, 1870) en la presidencia de Céspedes. Posición a la que renuncia para reincorporarse a la Cámara.

Agramonte es nombrado General en Jefe del Departamento de Camagüey. De inmediato se enfrenta el 3 de mayo al brigadier Juan Lesea en Cejas de Altagracia que cuenta con fuerzas superiores. Lo derrota. Comienza la hermosa leyenda del Bayardo de la Revolución.

Mientras en Guáimaro los fundadores de la patria -muchos formando parte del Ejército Libertador- elaboran las bases constitucionales en que habrá de descansar la República en Armas, la emigración participa también, con entusiasmo y efectividad, en aquellos esfuerzos.

Así, el 11 de mayo (1869), organizada por Francisco Javier Cisneros, parte el Perrit hacia Cuba con 188 expedicionarios; dos días después zarpará de Nassau la primera expedición del Salvador con 129 hombres comandados por Rafael de Quesada, y el 31 del propio mes partirá de Green Key, Bahamas, el Grapeshot trayendo como jefe de tierra a Francisco León Tamayo. A estas tres expediciones del mes de mayo nos referiremos en próximas páginas.

Valmaseda actúa con todo el rigor que lo habrá de distinguir en esta cruenta lucha. En marzo ha dictado la primera de las varias condenas a muerte que cubrirán de gloria el expediente de los Maceos123. José Maceo participa, junto con el brigadier Jesús Pérez, y a las órdenes de Donato Mármol, en el asalto a Jiguaní. Para finales de aquel año ha combatido en Mejía, Júcaro, Arroyo Blanco y en El Ramón, la finca de Jesús Pérez donde, militarmente, se formaron tantos hombres de su brigada. Maceo, en aquel momento, era un simple cabo, su participación en estos encuentros le ganan su ascenso a sargento.

Ocupado el Cobre por los insurrectos, ordena Gómez retirarse al interior llevándose los cañones que habían conseguido.

Uniendo sus hombres, Máximo Gómez, Modesto Díaz y Luis Figueredo marchan hacia Jiguaní, Bayamo y Manzanillo. Para atacar a la primera población, confía Gómez en las aguerridas fuerzas del Coronel José de Jesús Pérez que se les unen en las inmediaciones de Charco Redondo.

El 8 de febrero de 1869 Mármol, acompañado de los generales Máximo Gómez y Calixto García y otros connotados jefes de la División Cuba inicia el ataque a la plaza de Jiguaní. El ataque -luego de tomada brevemente la población por los cubanos- fracasó, a los tres días de lucha, al no ser hostilizada por Vicente García la columna española que procedente de Bayamo venía en auxilio. Mármol marchó hacia la jurisdicción de Cuba. Máximo Gómez se mantuvo en el sur de Jiguaní, y el médico Félix Figueredo se retiró a la finca El Ramón, propiedad y centro de operaciones de Jesús Pérez, junto al río Caney.

Lersundi, sintiéndose incompetente para enfrentarse a la crítica situación pedía ser relevado de su cargo, pero antes, pensando en cortar el rápido crecimiento de la insurrección decidió la creación de nuevos Cuerpos de Voluntarios en todas las poblaciones de la isla.

Se lucha en otros frentes. En el reñidísimo combate de Za-ratillo había recibido José Maceo el 8 de enero de 1869 una herida en el pecho. El 14 de mayo vio caer herido a su padre Marcos en la toma de San Agustín de Aguará, jurisdicción de Holguín. Marcos Maceo moría en septiembre fecha en la que sü esposa Mariana manda a sus hijos Felipe, Fermín, Miguel y Julio a ocupar el puesto de combate que dejó su padre en el Ejército Libertador.

EL GENERAL DULCE Y LOS VOLUNTARIOS

Había llegado el Gral. Domingo Dulce, por segunda vez, a La Habana el 4 de enero (1869); como primera medida, da a conocer una Proclama al país solicitando «olvido de lo pasado y esperanza en el porvenir». Viene, enfermo, en misión de paz. Lo acompaña Justo Zaragoza que cubre, como historiador peninsular, el corto período de mando del nuevo capitán general que tenía gran interés en tratar con Céspedes las bases sobre las que podría terminar la insurrección.

De acuerdo Dulce con algunos cubanos, envió comisionados a Céspedes dividiéndolos en dos grupos. Uno de ellos formado por los señores Tamayo, Armas, Correa, Oro y Vila (Pirala, Página 399). Llevaba Don Francisco Tamayo Fleites una carta de Dulce para Céspedes en que expresaba «pena da la sangre que se derrama en esta lucha fratricida; ojalá se encuentre una solución honrosa para todos» (Página 399). Dulce recibió esta respuesta: «Yo creo que serán infructuosos todos los ofrecimientos que nos hagan en el concepto de que la Isla quede bajo el dominio de España, porque no hay un sólo de los soldados del Ejército Libertador que no esté decidido a morir antes que deponer las armas y sujetarse de nuevo a sufrir el yugo de los españoles».

Se reúnen algunos de estos comisionados con distintos miembros del Ejército Libertador. Uno de aquéllos comisionados era Delfín Aguilera, de Holguín, que llegaba procedente de La Habana.

Menciona Pirala, (Página 401) que Delfín Aguilera «en conversación con Félix Figueredo, a quien había conocido en La Habana en el bufete del abogado Sterling, regresó a La Habana…»

¿Quién podía haberle informado a Pirala que Figueredo había conocido al Sr. Aguilera en el bufete del abogado Sterling? Otra evidencia para identificar al «pre-opinante» de procedencia insu-rreccional.

En todos los municipios se repetían manifestaciones de reconocimiento «al patriótico y valiente batallón de voluntarios en prueba de aprecio y gratitud». Empezaban los voluntarios a envolver al nuevo Capitán General en sus asfixiantes garras.

Pero el enfermo Dulce poco pudo hacer. Ya en octubre estaba a cargo del mando superior de la isla el General Antonio Fernández Caballero de Rodas visitando distintas ciudades para pasar revista, y halagar a los Cuerpos de Voluntarios cuyas comisiones recorrían las poblaciones «con objeto de hacer ingresar en aquellos institutos a todas las personas aptas para tomar las armas en defensa de la integridad nacional». Todavía en diciembre (1869) Caballero de Rodas seguía siendo gobernador, pero seguirán los cambios de estas altas posiciones.

LA EMIGRACIÓN

Desde el comienzo, el 10 de octubre, de las hostilidades los cubanos dependerían de los esfuerzos de los emigrados para el avituallamiento de armas y pertrechos militares.

Céspedes nombró, inicialmente, a José Valiente como Agente de la Revolución a cuya designación se unió, por recomendación del Comité del Centro, la de Adolfo Varona.

Con fecha diciembre 3 de 1868 Carlos Manuel de Céspedes designa a José Valiente como representante ante el gobierno de los Estados Unidos del Gobierno de la República en Armas. Le expresa en parte del texto que «usted puede y queda facultado por mí haciendo uso de las atribuciones que se me han conferido, para establecer comunicaciones con las demás naciones extranjeras que tiendan, si no a ayudamos, a que sean neutrales en nuestra o tienda con la opresión y la tiranía de España».

De los centros de emigrados que se iban constituyendo (Na sau, Kingston y Nueva York) el más importante fue el de New York donde se organizó la Junta Revolucionaria de Cuba y Puerto Rico de la que formaban parte José Morales Lemus, Hilario Cisneros, Agustín Arango, Plutarco González, José Valiente, J. Bassara y Alfaro.

En Cuba, los sangrientos sucesos del Teatro Villanueva, en enero de 1869, y los arbitrarios arrestos y saqueos realizados por los voluntarios en La Habana, forzaron la salida hacia Nueva York de Morales Lemus a quien se le unió, poco después, Miguel Aldama lo que aportaba una mayor fortaleza a la Junta Revolucionaria de Nueva York. Céspedes designará a José Morales Lemus como Enviado extraordinario y Ministro Plenipotenciario en los Estados Unidos

Se hacen otras designaciones. Se nombra a Miguel Aldana como Agente Central en el exterior reemplazando a José Valiente que había sido designado por Céspedes, y a José Morales Lemus como primer representante diplomático ante el gobierno de los Estados Unidos.

LA JUNTA REVOLUCIONARIA DE NUEVA YORK

Con mayor precisión describe Dionisio Poey Baró los primeros pasos de la Junta Revolucionaria de La Habana y de Nueva York:

Para crear la Junta Revolucionaria, en La Habana, fueron elegidos, entre otros, José Morales Lemus, Hilario Cisneros y José Antonio Echeverría (éste último sin estar presente) y acordaron concederle la presidencia de la institución a Miguel Aldama cuando arribara de los Estados Unidos. Cuando éste llegó (noviembre 4, 1868) aceptó el cargo si le permitían seleccionar a algunas personas de confianza para su asesoramiento: Nombró a José Morales Lemus, José Antonio Echeverría, Julio Ibarra, J. M. Mestre, Hilario Cisneros, Antonio Fernández Bramosio y Pedro Martín Rivero, figuras connotadas del grupo reformista. La Junta Revolucionaria fue conocida también como la Sociedad de Laborantes y estaría en contacto con Francisco Javier Cisneros. (Fuente: Dionisio Poey Baró «La Entrada de los Aldamistas»).

Será el 19 de diciembre (1868) cuando Carlos Manuel de Céspedes autoriza a la Junta Revolucionaria de La Habana a nombrar comisionados en países extranjeros advirtiéndoles que ya José Valiente ha sido nombrado en los Estados Unidos y Pedro Santacilia en México.

Como la ayuda de la Junta Revolucionaria de La Habana a Céspedes no cristalizó, ésta quedó reestructurada el 8 de enero de 1869 y la dirección de la misma pasó a Nueva York. Un mes después marchará José Morales Lemus hacia los Estados Unidos. Ya la Junta de La Habana remitía fondos a la de Nueva York que les fueron entregados a Francisco Javier Cisneros y, otros, remitidos a Carlos Manuel de Céspedes.

EL «PERRIT», THOMAS JORDAN. CHOQUE CON JULIO GRAVE DE PERALTA

Volvamos a Oriente.

Mármol, con sus fuerzas, en marzo de aquel año de 1869 incendia los cafetales e ingenios de «Santa Isabel», «San Andrés» e «Isabelita» y los ingenios del valle de Sabanilla. Termina marzo y Máximo Gómez establece en Charco Redondo su campamento. Ya mantiene las más estrechas relaciones con el Coronel José de Jesús Pérez a quien ha provisto de recursos.

En las costas de Oriente, en mayo de 1869 se van a producir dos desembarcos de origen y destino diferentes.

El 10 de aquel mes desembarcaba en Puerto Padre la primera tropa española que conducía un importante convoy de víveres y pertrechos de guerra para el aprovisionamiento de las fuerzas peninsulares que se encontraban en Tunas cercadas por la columna de Vicente García. El desembarco español fue inmediatamente atacado por el general mambí a quien, el 11, en Herradura se le incorporaron las tropas del coronel Francisco de Varona y las de Pancho Vega. A ellos se le unieron el jefe de la División de Cuba, Donato Mármol, y el jefe del distrito de Holguín, Julio Grave de Peralta, que había sido llamado por el jefe del Ejército, Manuel de Quesada. De inmediato se iniciaron las operaciones enfrentándose las fuerzas el día 3, en Horqueta, donde los cubanos lograron detener el convoy produciéndose el 15 un encarnizado encuentro.

Esa misma tarde Manuel de Quesada conoce de otro desembarco; éste, de hombres y pertrechos para las filas insurrectas.

Arribaba a las costas orientales, desembarcando cerca de la bahía de Ñipe, la expedición del «Perrit» que había sido organizada por la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, con sede en Nueva York y que presidía José Morales Lemus. Como jefe civil aparecía Francisco Javier Cisneros y como jefe militar el general norteamericano Thomas Jordán. Más de 300 cubanos constituían el grueso de la expedición que contaba, entre los ochenta norteamericanos que la componían, a Henry Reeve.

Nacido en Brooklyn, Nueva York, Henry Reeve había participado en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos en las fuerzas armadas del Norte. Sirviendo a las órdenes de Thomas Jordán llega a Cuba. Días después en el combate de la Cuaba es herido, hecho prisionero y condenado a ser fusilado; sobrevive a sus heridas y logra fugarse. En el transcurso de próximos capítulos volveremos a hablar del «Inglesito».

Llegan, también, en el Perrit dos primos venezolanos, José María Aurrecoechea y Cristóbal Acosta; el primero se cubrirá de gloria; Acosta, aguerrido y valiente, será una figura controversial. A ambos nos referiremos con amplitud.

Quesada y su escolta llegan el 18 al Júcaro, donde se encontraban los expedicionarios. En las operaciones participa otro joven de 17 años, Francisco Leyte Vidal134, que el 27 de octubre del pasado año se había incorporado a las fuerzas del General Julio Grave de Peralta y que el 15 de diciembre en la acción de Yabazón Arriba, cerca de Holguín, fue ascendido a cabo. Otro Cabo, Quintín Banderas, estará entre los cubanos que protegen el desembarco del Perrit.

Al concluir aquella operación regresa Leyte Vidal con las tropas de Donato Mármol a la División Cuba que «en aquellos momentos estaba integrada por unos 400 hombres (Brigada de Cambute), al mando de José de Jesús Pérez, y 4 columnas mandadas por los coroneles Policarpo Pineda, Rustan, secundado por Gui-llermón Moneada con 150 hombres; Camilo Sánchez, y Paquito Borrero, con 152 hombres; Nicolás Pacheco, y Silverio del Prado, con 86 hombres; y Antonio Maceo, que secundado por Pepe Cortés, tenía 187 hombres».

Desembarca Jordán en el Perrit al mes de terminada la Convención de Guaimano en la que la máxima dirección de la revolución quedaba en manos de la Cámara de Representantes. Conducía el Perrit 4 mil fusiles, 800 mil proyectiles, 12 piezas de artillería, fulminantes, plomo y pólvora para fabricar balas. La embarcación había salido de Nueva York el 4 de mayo. Ya se habían desembarcado 2,400 fusiles, las 12 piezas de artillería, y gran cantidad del parque cuando se produce un violento encuentro con tropas españolas y pierden los expedicionarios gran parte del armamento que pueden luego recuperar en fiero contra ataque.

El ataque de los insurgentes forzó la retirada de las fuerzas españolas que abandonaron las armas recién capturadas. Ya, para entonces, se concentraban las fuerzas comandadas por Manuel de Quesada, Donato Mármol y el propio Julio Grave de Peralta.

CONFLICTO ENTRE JORDAN Y GRAVE DE PERALTA

Se producía una grave situación que conducirá a graves conflictos: Las fuerzas aguerridas, pero indisciplinadas y carentes de entrenamiento dirigidas por Grave de Peralta quedarían bajo el mando de dos altos oficiales, Quesada y Jordán, educados en las academias militares de Estados Unidos y que habían comandado, con el rigor necesario, tropas en esta nación. Encargado Grave de Peralta del traslado de las armas no pudo mantener control sobre ellas cuando, en su busca, llegaban centenares de insurrectos desde Tunas, Jiguaní, Santiago de Cuba y de la propia jurisdicción de Holguín136.

A los pocos días, el 28 de mayo, Jordán le escribe a Francisco Javier Cisneros, jefe civil de la expedición que el General Quesada lo había hecho jefe del ejército en el Departamento Oriental, y vuelve a escribirle quejándose de que lo habían situado en una posición distinta a la que le habían ofrecido (que era ponerlo directamente a las órdenes de Carlos Manuel de Céspedes) y que observaba «celos y divisiones entre los generales y jefes de esa región».

Céspedes conoce, por copia de la carta que Francisco Javier le hace llegar, de esta queja de Jordán y, por la Circular No. 47 de junio 11, lo nombra Jefe de Operaciones, pero no recibe Jordán el material necesario y marcha hacia donde se encuentra Céspedes y le presenta su renuncia como Jefe de Oriente. Las operaciones no se detienen. Céspedes designa a Francisco Vicente Aguilera para sustituir al dimitente Jordán.

Culpará Jordán a Julio Grave de Peralta, Jefe del Distrito de Holguín, de no haberle ofrecido el respaldo esperado. Julio no era un improvisado; con su hermano Belisario se había sublevado el 14 de octubre de 1868 en la ribera del Cauto y participado en el sitio de Holguín.

Otro cubano que habrá de sobresalir en la Gran Guerra, Enrique Collazo Tejada, nacido en Santiago de Cuba el 28 de mayo de 1848, se enroló como soldado en la expedición del Vapor Perrit que desembarcó el 11 de mayo de 1869 por la Península el Ramón, en la bahía de Ñipe, bajo el mando del General Thomas Jordán. Cuatro días después participó en el combate de Canalito. Fue nombrado jefe de la Compañía de Bijarú, en Holguín. Después del ataque a La Cuaba, el 7 de junio de 1869 marchó a Báguanos para curarse de una herida de bala que se le había infestado. Posteriormente se le confió el mando de la Compañía de Bijarú, la división de Holguín.

El 9 de julio (1869) queda dividida la República en Armas en cuatro Departamentos y se da a conocer la Ley de Organización Militar, que dispuso la formación de tres Divisiones bajo el mando de Quesada. La primera División, de Camagüey, a las órdenes del Mayor General Ignacio Agramonte que debía constar de seis brigadas de a tres batallones y seis compañías. La segunda, de Oriente, comandada por el Mayor General Tomás Jordán, había de componerse de tres brigadas a las órdenes de los Generales Donato Mármol, Luis Marcano y Julio Peralta y la tercera, de Las Villas, a cargo del Mayor General Federico Fernández Cavada constituida por tres brigadas comandadas por los Generales Honorato Castillo, Salomé Hernández y Adolfo Cavada.

Apunta Pirala que de los jefes nombrados sólo Quesada, Jordán, los Cavada, Manzano y Salomé Hernández habían servido en los Ejércitos de las Repúblicas Americanas; con graduación inferior se hallaban otros pocos en el mismo caso como los hermanos Marcano, Modesto Díaz y Máximo Gómez quienes procedentes de la tropa de Santo Domingo residían en Cuba.

Tomó parte Julio en varias pequeñas acciones, recibiendo-instrucciones, como hemos visto, de proteger la recepción de materiales y a los hombres que venían en el «Perrit» . El desembarco concluyó, intempestivamente, en la madrugada del 13 de mayo cuando el capitán de la nave, temeroso de ser descubierto por un guardacosta enemigo, se alejó definitivamente de las costas cubanas llevándose en las bodegas del Perrit gran parte de los equipos militares.

Thomas Jordán responsabilizó a Grave de Peralta de este grave inconveniente y de no haber ejercido suficiente control sobre parte del equipo desembarcado que desapareció en manos de fuerzas ajenas. La situación de Grave de Peralta se había agravado cuando designó, como Jefe y Segundo Jefe de las fuerzas por él comandadas, a sus hermanos Francisco y Manuel, y a otros familiares en posiciones de mando. Se le siguió por esto un proceso en el que fue absuelto. Máximo Gómez fue designado por Francisco Vicente Aguilera para hacerse cargo de los cambios que deben realizarse en la División de Holguín1 °, y se nombra a Grave de Peralta como segundo jefe de aquella división a las órdenes del propio Gómez. Surgen luego varias fricciones entre Grave de Peralta y distintas figuras del gobierno.

Grave de Peralta no se afectó por la decisión del nuevo jefe de la División Cuba: «Recibió afablemente a Gómez, a quien acompañó en la primera excursión de éste por el territorio holguinero, pero con la reputación que ya Gómez se había ganado de jefe exigente, mantenedor de una disciplina rigurosa y en actividad constante contra el enemigo, no se le recibió bien, en general. Tuvo, pues, que apoyarse militarmente en los 200 hombres, bien fogueados con quien contaba, de Jiguaní, y en su segundo en el mando, jefe de toda su confianza, el Brigadier Calixto García» (Ramiro Guerra, Tomo II – obra citada).

La Cámara da un nuevo paso. Destituye a Julio Grave de Peralta de su cargo de jefe de la División de Holguín por el apoyo que le dio a Céspedes y a Manuel de Quesada en sus diferencias con la Cámara. Y por sus manifestaciones de colocar la División de Holguín a la disposición de Céspedes frente a aquel cuerpo legislativo compuesto ya tan sólo de 9 miembros hostiles al Presidente.

El 22 de julio por una comunicación de Francisco Maceo Osorio, Secretario de Guerra, se le ordenaba entregar el mando al general José M. Aurrecoechea. Al ser destituido se le inició un expediente gubernativo. Días después, el gobierno decidió enviarlo al extranjero en una comisión encabezada por José M. Izaguirre, hombre de confianza de la Cámara. En febrero, en Barrancas, tiene Grave de Peralta una extensa entrevista con Gómez.

GRAVE DE PERALTA EN NUEVA YORK. EXPEDICIÓN DEL FANNY

Iría Julio Grave de Peralta para una misión en el extranjero.

Lo instruyen a que vaya a Cambute, el campamento de José de Jesús Pérez, de donde partirá hacia la costa escoltado por José Rebustillo y el propio Pérez. En su largo recorrido hacia Cambute, Grave de Peralta se entrevista con el General José Inclán que ocupaba, ahora, la jefatura de la División de Holguín que, originalmente ocupaba el propio Grave de Peralta.

El 18 de febrero arriban al campamento del General Luis Figueredo141 quien les ofreció prácticos. El 2 de marzo llegan a Cambute y el 6 salen hacia la costa acompañados del Brigadier José de Jesús Pérez. El 8 parte la comisión compuesta por Izaguirre, Grave de Peralta, Perfecto Lacoste y Jesús de Feria.

Máximo Gómez anota en su Diario: «En este punto (Barrancas) y sus cercanías me pasé preparando la Comisión para el extranjero de Yzaguirre que salió con Julio Peralta».

El 8 de marzo junto a Perfecto Lacoste, Jesús de Feria y José M. Izaguirre, Grave de Peralta y sus acompañantes parten hacia Jamaica.

Formará parte de una comisión designada por Carlos Manuel de Céspedes constituida por el vicepresidente Francisco Vicente Aguilera y Ramón Céspedes para que se traslade al exterior y trate de mediar (26 de julio de 1871) en las crecientes diferencias de la emigración.

La representación cubana en los Estados Unidos había logrado llegar hasta el Presidente Ulises Grant a través del Secretario de la Guerra, General John Rawlins, pero tenía en William Seward, antiguo Secretario de Estado que respaldaba la esclavitud en Cuba y en Hamilton Fish, en aquel momento Secretario de Estado, dos serios obstáculos.

Hamilton Fish que antes había sido gobernador de Nueva York y representado aquel estado en la Cámara y en el Senado, tenía intereses familiares contrarios a la causa cubana ya que su yerno, Sidney Webster era abogado y consejero de la Legación de España en Washington. Durante los primeros meses Morales Lemus. Aldama y demás representantes del gobierno cubano tuvieron en John A. Rawlins, Secretario de Guerra, un aliado.

Un año antes, en noviembre de 1870, la Junta Revolucionaria de Nueva York, que había sido dirigida por José Morales Lemus y, al fallecer éste, por Manuel Mestre, había sido disuelta y, en su lugar se había constituido una Comisión bajo la dirección de Miguel Aldama. Poco antes Céspedes había enviado a aquella ciudad a Manuel de Quesada -depuesto como General en Jefe del Ejército Libertador- como su agente confidencial ante el gobierno de los Estados Unidos.

Saldrían por la costa sur de Oriente, bajo la protección de hombres afectos a Céspedes.

Tras complicada travesía llega Grave de Peralta a Nueva York en medio de agudas diferencias entre «aldamistas» y «quesadistas». El 11 de abril se entrevista con José Mestre, representante diplomático de Cuba en Estados Unidos, y luego con Miguel Aldama en cuya residencia se encontraba, entre otros, José María Izaguirre, enviado por Máximo Gómez para organizar una expedición. Luego se reúne con dirigentes de la facción quesadista. Se reúne, también, con otros desterrados: José Antonio Echeverría, Hilario Cisneros y Leonardo del Monte.

El grupo de Aldama le pide que vaya a Haití y organice una expedición utilizando la embarcación «Hornet», propiedad de la Junta y sobre cuya embarcación pesaban distintas demandas judiciales y la que por sus pésimas condiciones tuvo que ser descartada. Seguir los pasos de Julio Grave de Peralta en Nueva York nos permitiría conocer a lo más granado de la emigración cubana con quien aquél mantuvo contacto en su breve estadía: Enrique Pineyro, José Govin, José Mora, Fernández Gramosio, Francisco Javier Cisneros, José Casanova.

En una de sus últimas reuniones participa Melchor Agüero que recién llegaba de Cuba con instrucciones de preparar una expedición aunque se expresó el propósito de unir a ambos, Agüero y Grave de Peralta, en la organización de una expedición combinada.

Surgen serios problemas: reparaciones del Hornet, dificultades en el reclutamiento y la agudización de la inestable política haitiana en la que, en ese momento, era factor importante el General Luperón. Todos ellos impidieron que cristalizara esta expedición del Hornet.

En junio de 1872 utilizaría el vapor Fanny para la complicada expedición que tendría para muchos, incluyendo al propio Julio Grave de Peralta, un trágico final.

El «Fanny» habría de dirigirse, por impensadas instrucciones de Grave de Peralta al capitán del navio, a las costas de Sagua de Tánamo en la costa norte donde no podía ser recibida por las fuerzas del brigadier José de Jesús Pérez. Conocía Julio por informes que envió el propio José de Jesús que la vigilancia española sobre la costa sur de Oriente se había incrementado considerablemente.

En el trayecto hacia Cuba sufre una avería el barco que los obliga a una urgente reparación en una de las pequeñas islas Crooked. Desembarca Grave de Peralta con tres marineros que enseguida desertan. Reparada la embarcación desembarcan al este de Sagua de Tánamo. Marchan hacia las inmediaciones de la playa La Herradura pero son descubiertos por los exploradores de uno de los batallones del Regimiento de Infantería de León.

El Fanny había encallado en una costa rocosa. Se produce en la playa un enfrentamiento con las tropas españolas. Cerca de 40 expedicionarios mueren o son hechos prisioneros. Otros 16 logran escapar. En la lucha pierde la vida Julio Grave de Peralta.

Los 16 que sobreviven el encuentro se agrupan bajo la dirección del Comandante Jesús de la Feria. A los pocos días en un enfrentamiento con tropas españolas en el río Miguel mueren 10 de los expedicionarios y el propio de la Feria. Los otros cinco pudieron incorporarse a los insurrectos.

Pero antes de estas dos últimas expediciones (la del Hornet y la del Fanny) habían partido hacia las costas cubanas otras dos. La del Salvador, organizada por la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico, de Nueva York, al frente de la cual, con 129 combatientes, llamados «Rifleros de La Habana» venía Rafael de Quesada, junto a Agustín Santa Rosa y William A. Ryan (que un mes después regresará, con Domingo Goicuría, en el Catherine Whiting). Desembarcan en la bahía de la Guanaja, en la costa norte de Camagüey el 13 de mayo (1869) incorporándose a las fuerzas insurrectas.

Siguen las expediciones.

La próxima, de la que formarán parte una veintena de hombres, fue, como la anterior, organizada por la Junta Central de Cuba y Puerto Rico y utilizarán la goleta Grapeshot, pero los expedicionarios al desembarcar el 30 de mayo y comenzar el alijo de armas enfrentaron serios problemas al ser descubiertos. Al retirarse por tierra caen en una emboscada y, aunque Policarpo Pineda (Rustan) viene en su auxilio muchos mueren y otros caen prisioneros.

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