Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo

Written by Enrique Ros*

31 de enero de 2023

La Lealtad y la perfidia. 

El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Esta obra aporta datos concretos sobre actos, algunos censurables; los más, admirables, de los hombres que participaron en aquella gloriosa gesta.

Reuniones conspirativas

(VIII de VIII)

Le tomó al gobernador Lersundi 10 días percatarse de la gravedad que representaba la insurrección. Será el 20 de octubre que somete a las comisiones militares «los delitos de traición, rebelión y sedición» (Gaceta de La Habana), a lo que responde Céspedes el 12 de noviembre con una Proclama de 6 artículos advirtiendo severísimas penas a los que «sirvieran de espías y prácticos a los soldados de la tiranía» y «a los soldados y jefes de las fuerzas republicanas que, faltando a su sagrada misión, incendiasen, robasen o estafasen a los ciudadanos pacíficos».

Finaliza octubre cuando ya, no es sólo Lersundi, como gobernador en La Habana sino López de Ayala, como Ministro de Ultramar en Madrid, quien se percata de la extensión y seriedad de la insurrección. A ese efecto, «más generoso que práctico y más obligado que espontáneo» López de Ayala expidió una Circular a «los gobernadores de las islas españolas en la que les concedía la facultad de elegir diputados y que éstos deliberaran sobre la organización de los municipios y provincias, sus sistemas electoral y tributario y sus presupuestos anuales».

Días antes Lersundi había unificado el mando de las tropas en el Departamento de Oriente colocándolas a las órdenes de Blas Villate, Conde de Valmaseda, y ordena la salida hacia aquella región de uno de los batallones de cazadores de San Quintín; posteriormente envía a Manzanillo escuadrones del Regimiento de la Reina y el primer batallón del Regimiento de La Habana. Quiere proteger Lersundi, a toda costa, a Holguín y Tunas y recuperar Bayamo.

Precisamente, cuando Donato Mármol pasaba revista a las tropas de Calixto García y de José de Jesús Pérez, el Capitán General de la isla Francisco Lersundi establecía las «Comisiones Militares Ejecutivas y Permanentes» y le daba absoluto poder al recién designado Conde de Valmaseda.

Bajo control cubano Bayamo, Blas Villalta de la Hera, el Conde de Valmaseda, trazó un plan para recuperar aquella plaza. Por el norte avanzaría el propio Valmaseda: por el este, desde Santiago de Cuba, la columna del Coronel Quirós. Y por el Oeste, desde Manzanillo, las fuerzas del Coronel Campillo. El movimiento no pasó inadvertido para Céspedes quien lanzó contra Campillo a los Generales Francisco Aguilera y Modesto Díaz, quienes lo batieron el día 19 en Babatuaba. Contra el avance del Coronel Quirós, para contenerlo, envió a Donato Mármol y Luis Marcano en cuyas filas se encontraba el Brigadier José de Jesús Pérez.

Pero es necesario proteger a la que se ha convertido en la primera capital de la República en Armas.

Bayamo, aquel enero de 1869, se había mantenido durante cerca de tres meses, en manos insurrectas. Para reconquistarla, a cualquier precio, había dirigido Valmaseda todo su poderío no concibiendo para ese fin «otra solución… que el exterminio de la población cubana desafecta, y el arrasamiento total de la riqueza de Cuba, si ello resultaba necesario para mantener la «integridad nacional» y lo que entendía ser el honor de España». El gobierno de la isla lo ocupaba, por unos días más, el Capitán General Lersundi.

Céspedes ordena a Donato Mármol, que preparaba su invasión a las zonas de Guantánamo y Baracoa, al regresar a Bayamo Valmaseda se encuentra frente al infranqueable río Cauto donde su caballería no podía operar; a sus espaldas tenía el río Salado cuyas márgenes ocupaba el General Modesto Díaz. Las instrucciones a Mármol eran las de no cruzar el río y esperar a que el enemigo lo hiciese y entonces atacarlo. El general mambí desoyó las instrucciones y lo cruzó. El 8 de enero los cubanos fueron abatidos en el Cauto y el Salado.

Así describe el peninsular Pirala la recuperación de Bayamo por las fuerzas españolas:

«En Cauto el Paso, ya esperaban los insurrectos atrincherados a la izquierda del río; trabóse de una a otra orilla, empeñado combate. El Conde se hallaba en el punto más estratégico de los distantes en que pensaba operar. Cauto el Paso es el único bajeable en épocas determinadas y con excelentes prácticos. Los defensores de Cauto el Paso no se apercibieron a tiempo de la marcha del Conde y llegaron a Cauto Embarcadero cuando ya les habían tomado sus posiciones, por pocas fuerzas defendidas. Los españoles pudieron rechazar fácilmente a sus descuidados enemigos».

Ha caído Bayamo. Pedro Figueredo, José Lacret Morlot, herido, y Jesús Pérez marchan en dirección al Cobre. Mientras que Bartolomé Masó, Francisco Vicente Aguilera y Modesto Díaz se dirigen a Manzanillo, y Carlos Manuel de Céspedes a Palma Soriano. En la «Venta de Casanova» reorganiza Mármol sus fuerzas y el 16 de enero asciende a Comandante a Antonio Maceo por sus acciones en los combates de Salado y del Cauto.

Tras la reconquista de Bayamo por los españoles las fuerzas cubanas marcharon en distintas direcciones. Con Mármol se fueron los coroneles Máximo Gómez, Calixto García, Rosendo Arteaga, Rodrigo e Ignacio Tamayo, Rafael Milanos y Juan Estrada Tamayo. Fue Perucho Figueredo en dirección al Cobre, con Lacret y José de Jesús Pérez. Carlos M. de Céspedes, a Palma. Bartolomé Masó marchó con Modesto Díaz, Francisco Vicente Aguilera y otros a la jurisdicción de Manzanillo, Bayamo y Baire.

FIN

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