La Lealtad y la perfidia. El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní
Presidencia de Spotorno y Estrada Palma
(V de V)
JUICIO Y EJECUCIÓN DE
CASTELLANOS Y VARONA
El tribunal consultivo consideró que Varona y Castellanos “por ser espías no militares” debían ser juzgados en consejo de guerra verbal, y, los otros, por un consejo de guerra ordinario. Varona y Castellanos fueron condenados a la horca y la sentencia ejecutada.
El Consejo de Guerra que juzgó a los militares condenó a muerte al Coronel Bello y a degradación al coronel Santiesteban y al capitán Rivero. Una apelación de pocos minutos de su abogado defensor, el diputado Marcos García, permitió la posposición de la aplicación de la sentencia, situación que aprovechó el coronel Bello para, en medio del combate de Cuavá, fugarse.
Polémica, después extremadamente controversial, había sido (y continuará siendo a lo largo de la Guerra de los Diez Años) la actividad de Marcos García Castro, el abogado defensor de Antonio Bello.
Nacido en Sancti Spíritus se había alzado en Banao el 6 de febrero de 1869 atacando la capitanía de esa pequeña población ocupando después Guinia de Miranda. Luego de participar en los encuentros de Hondón, Río Abajo y Loma de los Barriles se convierte en jefe del Estado Mayor del General de Brigada Cristóbal Acosta. Céspedes lo nombra en abril de 1870 jefe interino del distrito de Sancti Spíritu bajo las órdenes del Mayor General Carlos Roloff (aquel que en noviembre del 76 forzara el retiro de Máximo Gómez de la provincia central).
En septiembre de 1873 Marcos García, será electo representante a la Cámara y se convirtiría en uno de los más extremistas opositores de Carlos Manuel de Céspedes demandando su deposición.
La guerra continúa. Avanzan hacia occidente las tropas mambisas y el Diario de La Marina escribe lleno de temor que “los soldados de Máximo Gómez tocan La Habana con el pomo de sus machetes”.
REGIONALISMO EN LAS FILAS INSURRECTAS
Al mismo tiempo se acrecienta el localismo en las filas mambisas. Los jefes villareños se negaban a obedecer al camagüeyano Sanguily. Ofendido, éste renuncia a comandar aquellas fuerzas y se dirige a su región natal. Gómez se ve obligado a designar a Calvar como jefe de la Segunda División. Inútiles fueron los esfuerzos de Estrada Palma y Máximo Gómez para resolver el conflicto.
LAS VILLAS RECHAZA A MÁXIMO GÓMEZ
La situación se agrava cuando el general Carlos Roloff exige que no sólo Sanguily, que intentó regresar a Las Villas, renuncie al mando de esas fuerzas sino que renuncie a ellas, también, Máximo Gómez. Deja constancia el gran dominicano en su Diario de Campaña el 10 de octubre que Roloff le había manifestado que “la generalidad de los jefes villareños deseaban que él, también, dejase el mando”.
Gómez, amargado, pero disciplinado, entrega el mando de las tropas de Las Villas a Roloff. Como un paliativo a su orgullo herido es designado por Estrada Palma, el 14 de enero, Secretario de la Guerra. Su primera tarea será la de facilitar el traslado de Manuel y Julio Sanguily al exterior. A los Estados Unidos. Para entonces, el regionalismo ha minado a la revolución. Estrada Palma, en su desesperada situación le otorga a Vicente García el mando superior de las fuerzas de Las Villas, pero tampoco éste es aceptado por los jefes locales.
Días después, el 14 de noviembre, escribe Gómez con profunda amargura cuando se aleja de aquella provincia:
“Es mi retirada una verdadera derrota ¿cómo se explicará mañana que los villareños, de quienes me puse yo al frente para ayudarles a conquistar su territorio que habían perdido; después de que los he organizado, después que hemos puesto el enemigo a raya, me hayan despreciado y, por último, me obliguen a salir de semejante modo?”.
SE RECOBRA EL NOMBRE DE
VICTORIA DE LAS TUNAS
El inexplicable abandono de la ciudad de Tunas recién tomada en agosto de 1869 por las fuerzas victoriosas del Gral. Manuel de Quesada permitió a las tropas españolas retomar la ciudad y llamarla, sin fundamento alguno, “Victoria de las Tunas” que, luego la convirtieron en poderosa fortaleza.
La ahora, en 1876, inexpugnable Tunas volvería a ser el objetivo de Vicente García. Luego de permanecer en la región de Camagüey durante un corto tiempo concentró García su atención a su plan, cuidadosamente elaborado, de asaltar y tomar su ciudad natal.
En septiembre de 1876 el Mayor General Vicente García había concentrado en el potrero Guaramanao a seis leguas de las Tunas cinco columnas que asaltarían la, hasta entonces, inexpugnable plaza. El primer batallón estaba comandado por José Sacramento (Payito) León, del Segundo Batallón estaría al frente el Teniente Coronel Juan Ramírez Romagosa, y el Comandante Jesús Rabí al frente de las fuerzas del regimiento Jiguaní, mientras el Coronel Gonzalo Moreno con las fuerzas del Regimiento Jacinto tenía a su cargo cortar las comunicaciones entre el fuerte que se encontraba a la entrada de la plaza y el resto de los puestos militares. La otra Columna la componía la caballería al mando del Coronel Francisco Estrada Céspedes.
En los primeros días de septiembre ya tenía agrupadas sus fuerzas rodeando la ciudad. El teniente coronel Sacramento León (Payito), del primer batallón del regimiento Tunas, atacaría el fuerte de la Plaza de Armas; el teniente coronel Juan Ramírez Romagosa, con hombres de los regimientos de Tunas y Jiguaní, asaltaría “la iglesia fortificada donde se custodiaban las municiones de artillería”; mientras el teniente coronel José Manuel Capote atacaría por la retaguardia a las tropas españolas que guarnecían las trincheras. Otros altos oficiales tomarían las posiciones a ellos asignadas.
Fue una encarnizada batalla, tras sufrir 92 muertes el Comandante español Félix Toledo, se vio forzado a rendirse. Se hicieron 285 prisioneros, de ellos un centenar de voluntarios.
El 23 de septiembre, para los cubanos, Tunas recuperaba el nombre de “Victoria de las Tunas”. La ciudad había sido tomada por las fuerzas de Vicente García.
En Oriente todos pelean; combate Bartolomé Masó en el Caobal. Su participación es recogida en el Parte Oficial Español de esa fecha que detalla como el “primer jefe del Regimiento Jiguaní, Coronel Bartolomé Masó” dispone que salieran inmediatamente pequeñas guerrillas a hostilizar las tropas españolas. Días después será en Cocos del Ojo de Agua que las fuerzas del Regimiento Jiguaní Número Cuatro vuelven a enfrentarse a las tropas españolas, para seguir combatiéndolas en “Los Moscones”.
A finales de 1876 marcha Antonio Maceo en dirección a Sagua de Tánamo con objeto de burlar la vigilancia de las líneas españolas que pretendían impedir el paso a Baracoa de las fuerzas cubanas. El 23 de diciembre, tras una penosa marcha, las fuerzas del General Maceo se encuentran ya en el territorio en que habrán de emprender las operaciones. Abren éstas con el ataque a Sabanilla en el que toman parte el Capitán Jesús Calzada, el Teniente Rojas y Sánchez Garlobe asaltando el fuerte que defendía una de las entradas del caserío.
Diciembre (1876) es un mes de quebranto y, también, de trascendentes decisiones para el General Máximo Gómez. El día 3 el General Calvar se separa de Gómez con rumbo a Oriente, al tiempo que el Gobierno llegaba a los “Isleños”, sitio cercano a donde se encontraba el campamento de Gómez quien le informa a Estrada Palma y su gabinete del mal estado en que había dejado Las Villas “en los momentos más peligrosos en que los españoles se preparan para una campaña vigorosa, con grandes recursos que ya se sabe van llegando de la península”. Para hacerle frente a esa amenazante situación y levantarle la moral luego de las afrentas sufridas en Las Villas, se le pide que acepte-la Secretaría de Guerra.
A los pocos días su ayudante, el Comandante Elpidio Mola, era hecho prisionero en el Combate de Peralejo, Camagüey. El 14 de enero (1877) Gómez acepta convertirse en Secretario de la Guerra al tiempo que Estrada Palma asume la jefatura del Ejército Libertador.
José Maceo, acampado en Palmarito, presenta el 10 de noviembre de 1876 su renuncia “por motivos de delicadeza que me reservo, pero que estoy dispuesto a exponerle a usted verbalmente”. La tensa situación se resuelve prontamente y ya el 24 de aquel mes desde su campamento ejecuta el falso ataque a Sagua de Tánamo y la toma de distintos pequeños pueblos fortificados para distraer la atención de los españoles, cumpliendo la estrategia trazada por su hermano el General Antonio.
El teniente Fabio Silva y el alférez Tomás Basó, con treinta hombres, atacan el barracón donde estaba acampada la fuerza enemiga, mientras que el teniente coronel Juan Rius Rivera ocupaba con su fuerza la comandancia Casa Fuerte. El teniente coronel Pedro Martínez Freire, con su regimiento, auxiliado por el también teniente coronel Teodoro Laffite, ocupa el parque del que se había apoderado el Capitán Calzada. En la operación recibe heridas el coronel Guillermo Moneada y, también, el jefe de la brigada coronel Emilio Nogueras; fallecerá días después.
El 29 de diciembre se incorpora el teniente coronel Martínez Freyre a Antonio Maceo para informarle sobre las operaciones que le habían encomendado. Termina el año con grandes decepciones y sentimientos de derrota -Gómez, rechazado en Las Villas, marcha hacia Camagüey; lo acompaña, sumido en igual frustración, el Coronel Sanguily.
MARTÍNEZ CAMPOS AL
FRENTE DE LAS
OPERACIONES
En noviembre de 1876 llegaba a La Habana Arsenio Martínez Campos para encargarse de las operaciones de la guerra. Arribaba Martínez Campos con la aureola de haber terminado la Guerra Carlista en la península y haber sido de los primeros en la restauración de la antigua monarquía proclamando a Alfonso XII como rey de España. Continuaba Jovellar como Capitán General de la isla (enero 1877).
0 comentarios