La Lealtad y la perfidia.
El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní
Presidencia de Cisneros
(V de VIII)
Las autoridades españolas se han percatado de los planes. El primero de febrero informa el Brigadier Sabas Marín, desde Santiago de Cuba, que Calixto García y Modesto Díaz habían pasado a la jurisdicción de Las Tunas con la intención de marchar a Las Villas.
El día anterior acampaba Máximo Gómez en San Diego, límite del Centro y Oriente. Jovellar telegrafiaba al presidente del Consejo de Ministros en Madrid que la reconcentración de algunos insurrectos indicaba la intención del paso de la Trocha (de Júcaro a Morón) y la invasión de Las Villas que trataría de impedir. Los insurrectos no vacilaron en asumir, con éxito, los riesgos que representaba el paso de la Trocha.
Ya están en Camagüey. En Naranjo será contra los Brigadieres Bascones y Armiñán -al frente de más de 1,200 hombres- que, ahora, las tropas de Gómez se enfrentarán el 10 y 11 de febrero (1874). En el encuentro son heridos Flor Crombet, Guillermo Moncada, Mayía Rodríguez y Pedro Martínez Freire.
Vicente García en su Diario de Campaña sólo hace mención de sus tropas en el encuentro del Naranjo. Sin embargo, Gómez ofrece amplísimos detalles del enfrentamiento de sus fuerzas con el brigadier Bascones y las de los infantes orientales comandados por Antonio Maceo.
Luego, el brigadier Armiñán trata de impedirle a Gómez el paso hacia las Guásimas. Perderá gran número de soldados en el inútil empeño.
RUMORES DE
CONSPIRACIÓN
No han pasado cuatro meses de la destitución de Carlos Manuel de Céspedes y ya se habla de una conspiración para deponer a Cisneros llevando nuevamente a Céspedes a la presidencia y destituir a Calixto García del mando del Frente Oriental reemplazándolo Vicente García.
Así lo informa el Mayor General Calixto García en carta al representante a la Cámara Ramón Pérez Trujillo en la que le da a conocer que algunos militares descontentos tramaban una conspiración encaminada a deponer al presidente Cisneros y sustituir al propio García Iñiguez del mando de Oriente, por el General Vicente García. El centro de la conspiración se encontraba en Tunas, siendo sus promotores, afirmaba el general holguinero, el comandante Pedro Ignacio Castellanos y el coronel venezolano Cristóbal Acosta, ambos de la brigada de aquella jurisdicción.
Según la comunicación de Calixto García a Pérez Trujillo. el Comandante Castellanos, de la Brigada de Tunas, y el coronel Acosta, intentaban sublevar algunas tropas, entre ellas algunas que se encontraban en el mismo Cuartel General. Aún antes de llegar al campamento del escuadrón de Tunas ya Castellanos había logrado persuadir a esa unidad a declararse en rebeldía.
CASTELLANOS Y
ACOSTA: ¿CÓMO
MURIERON?
El inquieto comandante Castellanos ha muerto. Se multiplican los rumores. Afirman unos que Castellanos murió “al negarse a darse preso y sacar el revólver” cuando el Coronel Limbano Sánchez fue a detenerlo. Otros daban por sentado que el Gral. Calixto García había ordenado la muerte de Castellanos.
Es éste uno de los momentos más difíciles de aquella prolongada lucha. Ignoraba Calixto que una semana antes, el 27 de febrero. Céspedes había muerto en San Lorenzo.
Veamos la versión de Calixto García sobre el penoso incidente:
“Tan pronto comprendieron los miembros del escuadrón que se trataba de promover un conflicto sangriento entre los cubanos, presentáronse arrepentidos al teniente coronel Limbano Sánchez” en el cuartel general. Confirmada la versión de los hechos por otros conductos, en previsión de que Castellanos intentase lo mismo con el resto de la caballería, el general García Iñiguez ordenó sin pérdida de momento, al teniente coronel Limbano Sánchez que procediese al arresto del comandante sedicioso. “Conocedor de lo que ocurría, el teniente coronel Sánchez habíase adelantado a tomar medidas contra Castellanos. Seis de los hombres seducidos por éste, arrepentidos de la grave falta cometida, recibieron instrucciones de arrestarlo. Y su resistencia seguía manifestada; dispararon contra él y diéronle muerte a tiros”.
Hay otras versiones totalmente opuestas que surgían, naturalmente, del apasionamiento que había producido la destitución, abandono y muerte de Carlos Manuel de Céspedes, los cambios arbitrarios y festinados en los mandos militares, y las intrigas que promovían algunos que se movían en los dos bandos en que estaba dividido el campo insurrecto.
Los que se encontraban más cerca del general Vicente García calificaban de asesinato las muertes de Castellanos y Acosta y, se hacían eco de las palabras que, luego, el historiador Antonio Pirala ponía en labios de Ignacio Mora a quien se citaba como “calificando de asesinato la muerte de Castellanos y Acosta por no habérseles formado causa ni habérseles procedido a juicio” considerando, que de este modo “se había cometido un grave atentado contra la ciudadanía y realizado un ataque a la magistratura, pues todos presumen la verdad de que Castellanos había sido muerto por orden del cuartel general con autorización del gobierno”.
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