Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo

Written by Enrique Ros*

19 de septiembre de 2023

La Lealtad y la perfidia. 

El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Esta obra aporta datos concretos sobre actos, algunos censurables; los más, admirables, de los hombres que participaron en aquella gloriosa gesta.

Deposición de Máximo Gómez 

(V de V)

Pero la lucha tiene que continuar.

No demoró Céspedes en el reemplazo de Agramonte; de inmediato llamó a Máximo Gómez quien recibió la cita el 30 de mayo.

El 8 de junio de 1873, aniversario de su deposición, llegaba Máximo Gómez en el Purial de Naranjo a la tienda de campaña de Carlos Manuel de Céspedes. El presidente que, un año antes, lo había privado del mando de las fuerzas. Pero eran dos hombres superiores. Por eso el encuentro comenzó con un fuerte y emocionado abrazo cuando el gran dominicano envuelve en sus brazos a Céspedes y le dice:

“Aquí tiene usted otra vez a su viejo soldado”.

Sobre la designación de Máximo Gómez le escribe Céspedes a Betancourt en estos términos:

“Para reemplazar a Agramonte, en alguna manera, ha sido nombrado el General Máximo Gómez, cuyas dotes militares nadie puede poner en duda, y que espero sabrá aprovechar el valor y patriotismo del ejército de ese departamento, secundado por usted y los otros hombres de influencia que se interesan por el triunfo de nuestra patria”.

La muerte en Jimaguayú de Ignacio Agramonte afectó hondamente a Céspedes quien se siente abatido y acongojado. Respondiendo a una carta de su esposa le escribe el nueve de agosto:

“Yo estoy satisfecho con lo que tengo. Vivo en una choza a la intemperie. Como lo que me dan. Ando calzado y vestido de una manera grotesca pero honesta. No tengo necesidades. Hasta ahora me defienden la lealtad de los que me rodean; el día que me falte, sabré morir”.

¿Quiénes son estos hombres probos cuya lealtad defienden al Padre de la Patria?. Uno de ellos es el Brigadier José de Jesús Pérez que siempre estará a su lado. 

Un sábado anota en su diario:

“Escribí a Javier. Llegaron Pérez, Crombet, y otros, con armas y parque. Luego llegaron Calixto García, Calvar y otros”.

El martes 5 anota con tristeza: “Se marchó Pérez”. Continúa sus anotaciones en las que, con tanta frecuencia, menciona con afecto al Brigadier que tanto vela por él.

Gobernaba la isla el Capitán General Cándido Pieltaín que se quejaba de no haber recibido de la metrópoli la ayuda necesaria. Lo reemplazaría a fines de septiembre el General Jovellar.

Continuamos en Oriente. Ocupaban los insurrectos el campamento de Baire Abajo, a 6 leguas de Jiguaní. El territorio de operaciones de los mambises se iba ampliando. Estaban preocupados por el salvamento de la expedición de Agüero: se temió su pérdida por la actividad o desaparición de Manuel Betancourt “pero llegó Jesús Pérez de la costa con parte de lo desembarcado, y aseguró que el sobrante estaba bien escondido” Pirala, Volumen II, Página 542). Resurgió la animación y alegría en el campo insurrecto.

Céspedes se siente aislado. Los diputados arrecian sus ataques sobre el itinerante presidente que, en marzo, se halla, con muy escasa protección, en un rústico campamento cuando recibe una sorprendente visita.

UNA INESPERADA VISITA

A fines de 1872, nos narra Fernando Ortiz, en el prólogo de la edición en Cuba del libro «La Tierra del Mambí», The New York Herald envió a Cuba a un corresponsal con misión de burlar las autoridades españolas, llegar hasta Carlos Manuel de Céspedes y remitir informes de la verdadera situación de la rebelión separatista. Ese corresponsal, Mr. Henderson, no tuvo el valor ni la astucia que reclamaba una empresa semejante.

El prestigio del periódico quedó en entredicho. Para lograr el triunfo periodístico se pensó en James O’Kelly como “corresponsal de guerra”. El Capitán General de la isla, Francisco de Ceballos, le hizo precisas advertencias: podía recorrer la isla y entrevista insurrectos que se han rendido. “Todo otro camino que usted adopte deberá entenderse a su exclusivo riesgo”. Fue ese el camino que tomó el periodista irlandés.

El 19 de febrero de 1873 salió de Santiago de Cuba y se encaminó a la tierra del mambí. Así le escribe Céspedes a su esposa Ana:

“Mr. O’Kelly se ha comunicado con la familia de uno de mis oficiales para obtener información acerca del modo de llegar hasta nuestras fuerzas. He dado órdenes para que sea recogido y acompañado por una escolta hasta Cambute y de allí hasta nuestro campamento”.

Cambute, territorio seguro, la tierra controlada por su fiel amigo, el brigadier José de Jesús Pérez.

“Todo mi deseo -escribe el periodista en su libro “La Tierra del Mambí”- era llegar a Cambute, que estaba distante, como más, cinco o seis leguas. Tempú. un campamento importante, al mando del Coronel Matías Vega, se hallaba también a dos leguas”. Hacia allá se dirigió el corresponsal que encontró “un campamento cubano regularmente organizado, donde todo el mundo estaba completamente a las órdenes del Jefe”. Conversaron el mambí y el periodista. Vega le informó que el Brigadier Pérez no se encontraba en esos días en Cambute. Tendría que dejar para días próximos esa importante visita que era el paso esencial para entrevistarse con el Presidente Céspedes. Lo menciona así en su libro.

“Jesús Pérez, general comandante del distrito, había partido para la costa, a asuntos importantes de servicio, no debiendo estar de vuelta sino dentro de dos semanas”.

Para ganar tiempo se dirigirá, entonces, primero al campamento Dos Bocas del Mayor General Calixto García distante solo a tres días de marcha. El Coronel Vega le facilitó 30 hombres para  que lo acompañaran como escolta. “El campamento en Dos Bocas ocupaba un claro rectangular en el bosque. Consistía de una multitud de bohíos formando calles regulares y muy bien alineadas”. Conversan largamente.

Ya habían transcurrido los días para dirigirse a Cambute a la muy importante entrevista con el presidente Céspedes.

Había llegado O’Kelly a Cuba Libre a las 4 de la tarde el 21 de febrero. Demora algunos días la llegada de O’Kelly al campamento de Céspedes. Desde el 5 de marzo (1873) lo esperan en la Residencia del Ejecutivo. Le han preparado «una casita con bastante gusto». Finalmente llega el día diez. “O’Kelly es un joven alto, rubio, buena figura, de modales finos, muy amable y cariñoso con todos”. (Carta de Francisco Estrada Céspedes a su esposa, Marzo 10, 1873). Para el 21 aún se encontraba en el campamento.

James J. O’Kelly. corresponsal del The New York Herald ha arribado al modesto bohío que le sirve de mansión presidencial “que no contaba con más muebles que una hamaca, una mesa toscamente construida… y unos cuantos libros y paquetes de papel colocados con orden…”.

Para su sorpresa “un hombre de buen talante, algo robusto de cuerpo y estatura mediana se levantó para recibirme”. Hablaron en el idioma del corresponsal. Céspedes le habla, con firmeza, de la justa razón de su causa. La paz sólo podría aceptarse sobre la base de la independencia.

Así describe el corresponsal al “hombre de mármol”:

“Aunque el presidente Céspedes es un hombre de corta estatura, posee una constitución de hierro. Nervioso por temperamento, permanece siempre en posición erecta. Los rasgos de su fisonomía son pequeños, aunque regulares. De frente alta y bien formada, y ojos entre grises y pardos, aunque brillantes y llenos de penetración”.

Lo encontró informado de los acontecimientos internacionales por los ejemplares de la prensa que su correo le hacía llegar. Se expresaba correctamente en inglés, francés e italiano.

Terminada la entrevista, Céspedes alienta al corresponsal a que parta hacia la costa, a Santiago, “para que sea conocido, dice O’Kelly, lo que yo había visto”.

El periodista visitante no podría haber pasado por alto “el manifiesto contraste entre la falta de recursos de resistencia Ejecutivo, y las grandes fuerzas y los elementos de boca y guerra a no mucha distancia, rodeado por centenares de hombres -dos mil o más-… bien armados y disciplinados…” que componían las tropas de Calixto García.

La compañía del presidente, anota el acucioso corresponsal, se componía de ocho miembros de su gabinete, “incluso el señor Miguel Bravo y Sentíes que desempeñaba el cargo de Ministro de Guerra”, ¿Quiénes son los otros siete hombres que acompañan al presidente en éstas, sus horas amargas?:

Su hijo, C.M. de Céspedes, el mayor Fernando Figueredo, “el capitán José Ignacio Quesada, cuñado de Rafael Caymari”. Y expresa con admiración el corresponsal: “Estos caballeros no sólo desempeñan los puestos del gabinete, sino que forman la guardia de honor del presidente”.

FIN

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