La Lealtad y la perfidia. El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní
Esta obra aporta datos concretos sobre actos, algunos censurables; los más, admirables, de los hombres que participaron en aquella gloriosa gesta.
Valmaseda, Capitán general. Sobornos. Exterminio. (VII de X)
Por Enrique Ros (†)
Zenea fue recibido por Céspedes y las proposiciones, leídas a miembros de la Cámara y a varios jefes militares, fueran rechazadas con indignación. Céspedes rechazó las proposiciones de paz traídas por Zenea.
Un defensor de la inocencia del poeta describe esta escena:
«Zenea levantándose de su asiento se dirigió a los presentes explicándoles: «Ciudadanos. Yo no soy más que el conductor de esas proposiciones y, desde estos momentos, sólo un número más entre ustedes. Separatista incondicional. A no ser porque tengo que cumplimentar mi comisión, me quedaría en vuestra compañía».
Zenea, víctima de un Valmaseda que estaba sometido a la férrea voluntad del Cuerpo de Voluntarios que eran los que, de hecho, imponían sus decisiones a éste y otros Capitanes Generales, recibió -apunta Vitier- ataques de las dos facciones de la emigración cubana. Los quesadistas lo acusaron de traición por haber ido a Cuba con un salvoconducto español para convencer a Céspedes de que no recibiría más ayuda del exterior; y los aldamistas lo acusaban de traición hacia ellos por haberles pedido cartas de recomendación sin revelarles el verdadero objetivo de su viaje a Cuba.
Al intentar regresar a Nueva York, en compañía de la esposa de Céspedes, cayó en poder de un batallón español. Conducido a La Habana moriría fusilado el 25 de agosto de 1871.
LOS VOLUNTARIOS
Ante la alarma producida por la invasión en 1850 de Narciso López durante el gobierno del General Concha comenzaron a formarse los primeros Cuerpos de Voluntarios, pero su organización jurídica no se hizo efectiva hasta 1856 cuando se probó un reglamento que estableció su misión y normativa legal, aunque en febrero de 1855 se formaron sus primeros cuatro batallones en La Habana.
Aunque en el período que transcurre desde 1855 hasta el inicio de la Guerra de los Diez Años este organismo no mostró actividad apreciable, en distintas poblaciones de Pinar del Río y Matanzas ya se habían creado varios batallones y escuadrones de voluntarios. El Grito de Yara provoca un radical cambio en la composición y actividad de estos radicales integristas que fueron reorganizados en diciembre de 1868 en La Habana por el General Francisco Lersundi con la autorización del Ministro de la Guerra.
Se componían de batallones y compañías, en las que eran admitidos todos los sargentos, cabos y soldados licenciados del Ejército que vivieran en la isla y cualquier persona peninsular o cubana. Los batallones eran comandados por un coronel y distintos tenientes coroneles, comandantes y capitanes. Las compañías tenían al frente a un capitán, un teniente, un alférez, sargentos y cabos.
Al iniciarse la insurrección en octubre del 68, el gobernador Lersundi reorganiza en La Habana este organismo en diciembre de aquel año bajo el nombre de Compañías de Guías del Capitán General. A mediados de 1869 se constituyen los Cuerpos de Voluntarios de Reserva de La Habana, presididos por el Sub-Inspector de Voluntarios, el Conde de Casa Lombillo. La intención de las autoridades españolas era que éstos no actuaran por separado, sino combinados con las fuerzas del Ejército.
El poder alcanzado por esta organización se puso de manifiesto con la forzada destitución del General Domingo Dulce, los sucesos del Teatro Villanueva, el fusilamiento de los estudiantes de medicina y la ejecución de Zenea, a los que nos estamos refiriendo en distintos capítulos.
Será en 1869 que el Estado Mayor de la Capitanía General de la Isla de Cuba dicta el Reglamento para los Cuerpos de Voluntarios de la Isla de Cuba.
Por su Artículo Primero la Fuerza de Voluntarios quedaba organizada en batallones, compañías o secciones sueltas de infantería, y en regimientos, escuadrones y secciones sueltas de caballería «según lo permita la población de los respectivos distritos militares, como lo está actualmente», y bajo la dependencia inmediata de un sub-inspector nombrado por el gobierno.
El reglamento es bien detallado. Fija el número de batallones, compañías y secciones sueltas de infantería y los grados que ostentarían los que a éstos comandarían.
En su Capítulo II, el Artículo Ocho, determina que «para el ingreso de voluntarios se requiere ser español o naturalizado tal, mayor de 18 años y no exceder de los 50, poseer renta, ejercer oficio, industria o modo de vida honroso o hallarse bajo la tutela de padres o parientes que lo mantengan». La admisión de voluntarios correspondería únicamente al primer jefe de los regimientos y batallones, y llega el reglamento al detalle de cómo serán nombrados no sólo los jefes y oficiales sino hasta los sargentos y cabos.
¿Quiénes eran los sostenedores económicos de estos extremistas? Los peninsulares que gozaban de influencia, y se habían enriquecido, al amparo de las autoridades: Julián Zulueta, que controlaba la emigración de extranjeros, como presidente de la «Junta Central de Colonización», vehículo que amparaba la vergonzosa trata de esclavos. Otros sostenedores de los Cuerpos de Voluntarios fueron Mamerto Pulido, José Baró, Ramón Herrera, Manuel Calvo e instituciones como el Banco Español de La Habana.
EL FUSILAMIENTO DE LOS ESTUDIANTES DE MEDICINA
En los meses que han transcurrido en aquel trágico 1871 mucha sangre cubana ha sido derramada. Muertos, unos en el garrote, otros por fusilamiento, Domingo Goicuría, Luis Ayestarán, la Familia Mora, los hermanos Diego y Gaspar Agüero, el poeta y patriota Miguel Jerónimo Gutiérrez, el General León Tamayo y, en La Cabaña, Juan Clemente Zenea.
En noviembre se producirá uno de los más vergonzosos crímenes perpetrados por débiles gobernantes sometidos a la sed de sangre del “benemérito Cuerpo de Voluntarios”. “El asesinato en rifa de ocho estudiantes de Medicina, por la violación de la tumba de Gonzalo Castañón, que no fue jamás violada”.
Todo había empezado un año antes cuando en los primeros meses de 1870, Modesto Gonzalo Castañón, Director de la revista La Voz de Cuba que se publicaba en La Habana, por los ataques que recibía de Mateo Orozco en artículos publicados en el periódico El Republicano, de Cayo Hueso, retó a éste a un duelo en el propio Cayo en el que Castañón perdió la vida.
A través de su periódico La Voz de Cuba, Gonzalo Castañón destilaba el odio que sentía sobre todos los cubanos. Era el periodista -lo denunciaba Valdés Domínguez- que comenzaba sus escritos con ¡Sangre y fuego! y que «quería el extermino de los cubanos para repoblar la isla con nuevos españoles». «Mártir le llaman porque murió por una bala cubana, y dicen que fue asesinado, cuando también se ha probado que murió en desafío».
La muerte de aquel agitador de las bajas pasiones de los Voluntarios provocó la mayor ira de éstos, y un día cualquiera, el 23 de noviembre del siguiente año, la clase entera de un curso de medicina fue acusada de haber profanado la tumba del Director de La Voz de Cuba.
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